Periódico Solidaridas Obrera (CNT-Catalunya)
Que el Poder corrompe es un dicho conocido y en cierta forma hasta asumido socialmente. Cuando se destapa algún caso de corrupción política suele salir en los informativos, eso sí, otorgándole un tratamiento distinto según la tendencia política del grupo mediático al que pertenecan. Por estos lares lo normal es que la población, resignada ante la avalancha diaria de casos, ya ni salga a la calle para protestar, en otros no siempre es así.
Ciertamente, el nudo poder-corrupción encuentra mayores tasas de porcentaje en unos países que en otros, pero al parecer también es «internacionalista». Se da en distintas esferas, tanto en Catalunya –casos Pujol, Palau, etc–, como en España –financiación ilegal de partidos, múltiples comisiones por contratas, etc.– y otros países. Al margen de los que por aquí padecemos, los más citados internacionalmente en tiempos recientes han sido los de Brasil –donde el ex presidente Lula está encarcelado– y Francia –donde el también ex presidente Sarkozy tendrá que ir a juicio–.
Que el Poder corrompe es un dicho conocido y en cierta forma hasta asumido socialmente. Cuando se destapa algún caso de corrupción política suele salir en los informativos, eso sí, otorgándole un tratamiento distinto según la tendencia política del grupo mediático al que pertenecan. Por estos lares lo normal es que la población, resignada ante la avalancha diaria de casos, ya ni salga a la calle para protestar, en otros no siempre es así.
Ciertamente, el nudo poder-corrupción encuentra mayores tasas de porcentaje en unos países que en otros, pero al parecer también es «internacionalista». Se da en distintas esferas, tanto en Catalunya –casos Pujol, Palau, etc–, como en España –financiación ilegal de partidos, múltiples comisiones por contratas, etc.– y otros países. Al margen de los que por aquí padecemos, los más citados internacionalmente en tiempos recientes han sido los de Brasil –donde el ex presidente Lula está encarcelado– y Francia –donde el también ex presidente Sarkozy tendrá que ir a juicio–.
El caso Lula es para algunos el más doloroso por haber nacido en una familia humilde. Vio crecer su popularidad como sindicalista y la aprovechó para dar el salto político para ganar las elecciones presidenciales. Una vez convertido en símbolo nacional se vio envuelto en oscuros casos de corrupción. En 2014 le estalló el caso Petrobas, la petrolera estatal, tras la detención de una persona acusada de irregularidades en las concesiones de puestos para lavados de coche. En su declaración, como suele ser habitual, el acusado advirtió: «si abro la boca, esta república se desmorona» –por aquí se estila más lo de «si se toca una rama del árbol caerán todas»–. Como seguramente terminó por abrir esa boca, hubo más detenciones, se produjeron interrogatorios a tesoreros del Partido de los Trabajadores –al que pertenece Lula–, se investigó a senadores y diputados y se siguió tirando del hilo hasta que se vio que en él también estaba enredado el ex presidente brasileño, empezándosele entonces a investigar. Viendo la que se le venía encima intentó esquivar su condena calificando todo el proceso como «una caza de brujas» y decidió reactivar su candidatura para presentarse a unas elecciones. Casual o causalmente, a principios de 2017, el juez instructor que llevaba su caso falleció en accidente de avioneta y poco después su tutelada presidenta, Dirma Rousseff, intentó salvaguardarlo otorgándole un ministerio para frenar las investigaciones. El cargo sólo le duró un día y Rouseff también acabó cayendo después de ser acusado de manipular las cuentas públicas.
Con el ascenso del derechista Michel Temer a la presidencia y ya sin amigos en el Poder, el proceso contra Lula siguió su curso hasta que hace unas semanas ingresó en prisión para cumplir condena de 12 años por delitos de tráfico de influencias, blanqueo de dinero y aceptación de soborno. Lo hizo ante sus seguidores y militantes de su partido, que llenaron la calle para intentar impedirlo. Así pues, el llamado «hijo de Brasil», que alardeaba diciendo que en su país «sólo le ganaba Jesucristo», ha empezado su particular «via crucis».
El caso de Sarkozy ya veremos cómo acaba. A finales de marzo los jueces galos han decidido sentar en el banquillo al ex presidente francés. Inicialmente se le acusó de supuesta financiación ilegalmientras presidía, la Unión por un Movimiento Popular, pero de momento tendrá que ser enjuiciado por el llamado «caso de las escuchas». Después de que abandonara la presidencia un juez ordenó un seguimiento telefónico. Durante el mismo, junto con su abogado y utilizando nombres falsos, habrían tramado como obtener información privilegiada y un trato de favor de un juez próximo que estaba en el Tribunal de Casación, donde habían presentado un recurso, supuestamente a cambio de ofrecerle un cargo en el Principado de Mónaco. Ya en 2012 empezó su calvario con la publicación de un documento libio donde se citaba la financiación de la campaña de ese año. Sin embargo, no ha sido este el único caso por el que ha llegado a ser detenido, pues en 2014 los fiscales le acusaron de corrupción activa, tráfico de influencias y violación de secreto de instrucción, teniendo que pasar varias horas en comisaría. Quizá por ello también Sarkozy, abogado de profesión, optó por volver a presentarse a unas elecciones , pero habría sido en balde porque su candidatura había sido descartada en las primarias de su partido, los Republicanos, nombre con el que se le rebautizo después de intentar lavarle la cara, aunque seguramente se hizo para eludir cuentas pendientes con la justicia –algo parecido a lo que se dice de Convergència i Unió en Catalunya-. La resolución final del juicio de Sarkozy ira para largo y está por ver y está por ver si corre la misma suerte que el expresidente brasileño.
En vista de ambos casos, parece que la corrupción no diferencia el color político bajo el que sepresentan los partidos parlamentarios. Así es que tirando de otro dicho popular bien podría aplicarse Mariano Rajoy el de «cuando veas las barbas de tu vecino afeitar, pon las tuyas a remojar» y seguramente más de uno se preguntará: ¿habrá que esperar a que deje su cargo para que se le vincule con los casos de corrupción en los que está involucrado el Partido Popular?
[Artículo publicado originalmente en el periódico Solidaridad Obrera # 370, Barcelona (Esp.), abril 2018.]
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