J.M.
Fernández Paniagua
* Se pretende con este artículo introducir
a la historia del ateísmo, mostrando a algunos importantes autores que dejaron
a un lado definitivamente el pensamiento religioso y las instituciones
consecuentes, se le vincula explícitamente con una filosofía y una actitud
vital antiautoritarias y se le presenta como una evolución permanente del
proceso de librepensamiento y desacralización iniciado en la modernidad.
Asimismo, se repasan algunas obras recientes, que apuestan por un ateísmo
combativo respecto al pensamiento religioso, con el fin de otorgar un horizonte
más amplio a la razón, la política y la moralidad.
El debate sobre la
naturaleza y designios de la divinidad, a lo largo de la historia, ha supuesto
entregas tremendamente entusiastas. Fernando Savater ha considerado tres
actitudes básicas sobre esta cuestión: en primer lugar, la de quienes han
considerado como inverosimil, inconsistente o falsa de cualquier modo la
creencia en uno o varios dioses; en segundo lugar, la que precisamente considera
que la fe en Dios consiste en creer en un ser invisible con rasgos incomparables
a cuanto conocemos o podemos comprender; en último lugar, están aquellos que
aceptan la divinidad como el esbozo todavía impregnado de mitología de un
concepto supremo que sirve para pensar el conjuto de la realidad [1]. No hace
falta decir que no puede haber una división estricta entre cada una de estas
tres posiciones, se dan influencias mutuas y subdivisiones en un debate que ha
durado toda la historia de la humanidad. El primero de los órdenes mencionados
pertenece, obviamente, a los ateos; hay que remontarse a Jenófanes de Colofón
(siglo V a.n.e.) para encontrar la reflexión de que los dioses se parecen
sospechosamente a los humanos que los veneran, mientras que cuatro siglos
después Lucrecio establecerá que fue el temor (a lo desconocido, a lo
arbitrario, a la muerte) el que generó toda la caterva de dioses. Repasaremos
en primer lugar, aceptando la complejidad de una cuestión que con seguridad
excede este espacio, una pequeña historia del pensamiento ateo.
Aunque el término
"ateísmo" no aparecería hasta finales del siglo XVI [2], lo que se
entiende como tal es muy anterior. Se considera habitualmente que en la Edad
Media no existía ateísmo, al ser el cristianismo lo más importante para las sociedades y para los individuos. Aunque consideremos tal
cosa como cierta, no es tan fácil realizar una separación tan tajante entre la
época medieval y la Antiguedad, ya que hay que recordar que los antiguos
griegos y romanos plagaron sus sociedades de templos, en sus monedas
representaron a sus dioses, el calendario estaba marcado por las festividades
religiosas y los grandes cambios en la vida de las personas se encontraban
debidamente ritualizados [3]. De manera estricta, el ateísmo solo era
proclamado por algunos individuos excepcionales, los cuales proponían nuevas
teorías sobre el origen de los dioses. En cualquier caso, se trataba de un
ateísmo que ahora consideraríamos "débil", es decir, algo que podemos
identificar con un mero descreimiento. Puede decirse que a lo largo de la
historia de la humanidad, siempre han existido escépticos y no creyentes, pero
la forma en que expresaron sus ideas dependía de las circunstancias históricas,
existiendo periodos más favorables que otros. El epicúreo Filodemo distinguía
tres tipos de ateísmo en la Antigüedad: los que dicen que es imposible saber si
existen los dioses o qué aspecto tienen; los que manifiestan abiertamente que
los dioses no existen, y los que lo reconocen de manera implícita4. Hay que
aclarar que es una clasificación que alude únicamente a las ideas, por lo que
tal vez sería necesario un análisis más profundo.
Hay quien sitúa la aparición del ateísmo en
Grecia en el siglo V a.n.e. Es posible que Protágoras (480-410 a.n.e.) tenga el
honor de ser considerado el primer ateo, tal y como se manifiesta en el
siguiente texto:
De los dioses no sabré decir si los hay o no
los hay, pues son muchas las cosas que prohíben el saberlo, ya la oscuridad del
asunto, ya la brevedad de la vida humana [5].
Puede interpretarse por este texto que
Protágoras hacía gala de un ateísmo débil, más cercano al agnosticismo. Aunque
no se conoce demasiado sobre la vida de este filósofo, y diversas leyendas han
circulado en torno a las acusaciones de ateísmo, sí se sabe que Protágoras era
un sofista, un intelectual crítico propio de una determinada época, que fue
acusado de impiedad por la obra Acerca de los dioses a la que corresponde el anterior párrafo.
Otros filósofos cuestionaron algunos conceptos de los dioses e introdujeron
ideas nuevas, aunque sin cuestionar radicalmente la idea de la divinidad. La
cosa cambiaría con Anaxágoras (499-428 a.n.e.), el cual dijo, según la obra de Diógenes
Laercio, que "el sol era una masa de metal al rojo vivo"; se trataba de
una idea auténticamente revolucionaria, en una época en la que se consideraba que
el sol era el dios Helios. Esta vinculación entre ciertos filósofos que
especulan con la naturaleza y la descreencia en dioses aparece reflejada en
diversas obras, como en la Apología de Platón,
en la que se pone en boca de Sócrates esa misma relación. Otro sofista, Pródico
de Queos (465-395a.n.e.), nos regaló otro texto revolucionario:
«Los dioses en los que cree el populacho no
existen ni tienen conocimiento. Pero los hombres primitivos [deificaron por
admiración] los frutos de la tierra y prácticamente todo lo que mejoraba su
existencia.» [6]
Hay estudios de su obra que afirman que
Pródico propuso la teoría de que el politeísmo había surgido en dos fases: en
una primera, los hombres primitivos empezaron a llamar "dios" a
aquellos elementos de la naturaleza de los que más dependía su vida, como el
sol, la luna, los ríos y los frutos; después, se empezó también a deificar a
los seres humanos que habían sido grandes benefactores al inventar métodos para
la mejora en el procesamiento de los frutos de la tierra. Según este autor,
puede situarse el origen de la religión en los tiempos en que surgió la
agricultura [7].
Hay otros dos intelectuales del siglo V
a.n.e. que hicieron propuestas ateas, son Eurípides y Critias. Como en otros
casos, el ateísmo de Eurípides solo se infiere de autores y escritos
posteriores. Es el caso del Belerofonte, una tragedia descubierta en época
cristiana, que podría haberse estrenado en torno al año 430 a.n.e., reza al
principio:
«¿Acaso alguien dice que es cierto que los
dioses están en los cielos? No hay dioses, no los hay siempre que los hombres
renuncien a seguir como tontos razonamientos anticuados. Comprobadlo vosotros
mismos, no os fiéis de mis palabras. Yo afirmo que en las tiranías mueren
muchos hombres y otros pierden sus posesiones, y que los tiranos rompen sus
juramentos para saquear ciudades y, aun haciéndolo, viven más prósperos que
aquellos que son pacíficos y honran a los dioses todos los días. También sé de
ciudades pequeñas que rinden culto a los dioses de otras, más poderosas, que
las han invadido con sus ejércitos. Creo que con sus manos se [en este punto
existe una laguna en el texto] fortalecerían tanto la religión como la mala
fortuna.» [8]
Parece un pensamiento habitual de Eurípides,
el hecho de que los descreídos prosperan, mientras los píos sufren. Puede
deducirse de su texto que los dioses no tienen poder alguno y la religión es
una mera fantasía. Citemos ahora la obra Sobre la piedad,
de Critias, también de gran importancia para la historia del ateísmo:
«Hubo un tiempo en el que los seres humanos
vivían una vida animal y desordenada y se imponían por la fuerza porque ni se
premiaba a los virtuosos ni se castigaba a los malvados. Creo que, en un
momento dado, decidieron darse leyes para castigar a los pendencieros, que
reinara la Justicia (Diké) [laguna]
y se pudieran mantener al desorden y la violencia (Hybris) bajo control. Sólo castigaban a los que
cometían actos prohibidos. Pero, como las leyes sólo castigaban los actos
violentos cometidos en público, los siguieron cometiendo en secreto. Creo que
entonces, un hombre ingenioso inventó el temor a los dioses, para que los
malvados no dijeran ni hicieran nada malo ni siquiera a escondidas. Ése fue el
origen de la Divinidad: se creía que había una Deidad (daimôn) inmortal que veía y oía en su mente y cuya
naturaleza Divina le permitía pensar en todo y ser consciente de todo. Oiría
todo lo que dijeran los mortales y vería todo lo que hicieran. No se podría
ocultar que tramaban asuntos oscuros aunque se hiciera en silencio. Porque los
dioses [laguna] tienen conocimiento. Formuló la parte clave de sus enseñanzas
en estas palabras y ocultó la verdad inventando otra falsa. Afirmó que los
dioses vivían allí donde más asustaría a los humanos que vivieran: en lo alto.
Porque sabía muy bien que los miedos que asaltaban a los mortales cuando
llevaban sus vidas miserables siempre procedían del cielo al que temían en
medio de los truenos y relámpagos y reverenciaban cuando se mostraba
estrellado, bellísimo, decorado brillantemente. El cielo se convirtió en el
Templo del Tiempo, la morada del sabio Arquitecto. Se transforma en una masa
brillante cuando luce el sol y el líquido elemento cae sobre la tierra. [Cuatro
líneas interpoladas.] Creo, por lo tanto, que alguien convenció a los seres
humanos para que creyeran en la existencia de una raza de dioses.» [9]
Se considera este pasaje como el
primero en el que se propone la teoría de que la religión y los dioses se
inventaron para que los seres humanos se portaran bien. Aunque Demócrito ya
dijo que los instauradores de la religión se aprovecharon del temor que
inspiraban los fenómenos naturales en los hombres, y Pródico ya había elaborado
su teoría de las dos etapas, este texto parece ir más lejos que cualquier otro
que se haya conservado.
Aunque no es tan conocido por
esta cuestión, muchos consideraban que el mismo Sócrates defendía posturas
cercanas a aquellos que ponían en tela de juicio las creencias tradicionales en
dioses. Una década después de su muerte, en la obra de Platón puede encontrarse
la palabra atheos, referida a aquellos intelectuales que negaban la
existencia de cualquier tipo de deidad. Es el clima intelectual de finales del
siglo V a.n.e., en el que filósofos y poetas fueron aumentando sus críticas a
los dioses, erosionando así las creencias tradicionales e introduciendo la
libertad de pensamiento. No obstante, hay que insistir en la excepcionalidad
que suponía un autor verdaderamente ateo, seguramente debido tanto a la
persistente fuerza de la tradición, como al nuevo teísmo platónico.
La filosofía
Charvaka
Como solemos reducir el repaso de
los conceptos filosóficos únicamente a Occidente, haremos un pequeño inciso en
esta introducción a la historia del ateísmo para mostrar una corriente india
que bien puede equipararse al ateísmo. Es el caso de la filosofía Charvaka (en
otras obras, puede encontrarse como Lokayata o Carvaka), que desafió en el
siglo VI a.n.e. a una dominante interpretación religiosa de la vida y que
contará con seguidores durante, al menos, un milenio. Los postulados de esta
filosofía pueden resumirse en los siguientes puntos:
1.- la literatura sagrada debe
rechazarse como falsa;
2.- no existe ninguna deidad o
algo sobrenatural;
3.- No existe ningún alma inmortal,
y nada existe tras la muerte el cuerpo;
4.- el Karma es inoperante y una
ilusión;
5.- todo se deriva de elementos
materiales;
6.- los elementos materiales
poseen una fuerza inmanente;
7.- la inteligencia se deriva de
estos elementos;
8.- sólo la percepción directa
produce conocimiento verdadero;
9.- los preceptos religiosos y la
clase sacerdotal son inútiles;
10.- el objetivo de la vida es
obtener la máxima cantidad de placer. [10]
Según estos principios, podemos
comprobar que se trata de una filosofía temológica, la filosofía Charvaka se
sustenta en lo empírico: "sólo existe lo perceptible"; esta
percepción puede ser de dos tipos: externa, cuando se produce a través de los
cinco sentidos, o interna, cuando es resultado del sentido interno o mente.
Aunque, al igual que otra tradiciones filosóficas, la filosofía Charvaka
mantuvo principios que hoy se consideran científicamente obsoletos, algunos
otros son de una innegable modernidad: rechazar que el mundo es algo creado y
dirigido por un ente sobrenatural, considerar que la conciencia surge de
procesos fisiológicos, y finalmente desaparecerá con el cuerpo, o mantener que
el alma no es más que otro nombre para el cuerpo diferenciable solo por la
inteligencia. [11].
A nivel social, el Charvaka
denunció el fraude del pensamiento religioso y del clero siglos antes de que se
hiciera en la modernidad occidental. En cuestiones éticas, podemos derivar de
esta filosofía un cierto hedonismo contrario al ascetismo religioso, que trata
de evitar todo sufrimiento y apuesta por desarrollar la vida al máximo con
todos los medios que se tenga al alcance, actitud que identifica con la de una
persona sabia. La búsqueda del placer y el rechazo de la renuncia y del
misticismo son patentes en la respuesta que se atribuye a un maestro Charvaka
dirigida a su discípulo, cuando éste se pregunta por qué hay personas que se
mortifican y se entregan al ascetismo religioso:
«¿Pero pueden la mendicidad, el
ayuno, la penitencia, la exposición al sol ardiente que depaupera el cuerpo,
compararse con los arrebatadores abrazos de las mujeres de ojos grandes, cuyos
prominentes pechos son apretados por nuestros abrazos?». [12]
Los seguidores de la filosofía
Charvaka se extinguieron, sin que se conozca el motivo con exactitud, aunque
hay que comprender la constante denuncia que sufrieron por otras corrientes
debido a su firme oposición a la autoridad religiosa y a su innegociable
ateísmo.
La
culminación del ateísmo en la modernidad
Puede decirse que la muerte de
Sócrates en Occidente marca una era, y debido a ello los filósofos se muestran
más cautos al exponer una idea.
Durante el periodo helenístico, puede
hablarse de dos evoluciones paralelas. Aunque Epicuro no era ateo, algunos
autores posteriores le acusaron de ello debido a que consideraron que de su
física se derivaba que los dioses no eran necesarios. Otro filósofo acusado de
ateísmo fue Clitómaco, académico escéptico, debido a las ideas expresadas en su
tratado Sobre el ateísmo. La teoría de Pródico sobre el origen de los
dioses tiene cierto éxito, y a ella aluden numerosos poetas e historiadores.
Aunque la lista de ateos fue cada vez más extensa, la historia no menciona de
manera explícita a ateos practicantes [13]. En los dos primeros siglos de la
era cristiana, ateísmo es simplemente una etiqueta que colgar despectivamente
al adversario. Las acusaciones de ateísmo eran algo que parecía darse por
doquier hasta bien entrado el siglo IV, y los cristianos no se quedaron atrás
en este sentido. Si puede entenderse que el nacimiento del concepto ateo dio
lugar al progreso, con la llegada de la libertad intelectual, al mismo tiempo
nacieron clichés para meter a todos los adversarios en el mismo saco y justificar
así las creencias propias [14].
Merece la pena mencionar a un autor como
David Hume, el cual no hizo nunca profesión de ateísmo, tal vez por temor a las
consecuencias de la época, pero que en su Historia
natural de la religión intenta, antes que otros
autores en la modernidad, una antropología de la cuestión religiosa, ofreciendo
causas social y psicológicamente plausibles para el paganismo y el monoteísmo y
apartando las justificaciones sobrenaturales oficiales. Es en otra obra, Diálogos sobre la religión natural, donde Hume refuta, tanto al teísmo como al deísmo, demostrando
que no hay razones para creer que el universo es una especie de reloj que
necesite de un relojero, el cual según la analogía religiosa habría sido
fabricante y garante de su funcionamiento [15].
Hay quien vincula estrechamente el ateísmo
con la época moderna. El escritor Gavin Hyman realiza la siguiente descripción
de la modernidad: "El deseo de lograr un dominio total de la naturaleza
por medios racionales y/o científicos". Sería éste un deseo que va
cobrando fuerza a partir del siglo XVI y no pierde fuste hasta mediados del
siglo XX, cuando nacen los primeros síntomas de desconfianza hacia la
modernidad. El ateísmo moderno puede verse como una reacción al teísmo, con las
diferentes lecturas que tiene también este término. Es decir, es posible que
pueda hablarse también de un teísmo moderno, surgido del Renacimiento, opuesto
a su vez al teísmo medieval. Indudablemente, en los inicios de la modernidad,
los franceses e ingleses empezaron a tener dudas, aunque el término
"ateísmo" se utilizaba en realidad para denunciar un abuso. Es a
mediados del siglo XVIII, cuando se asocia la palabra a una declaración de
principios y algunos intelectuales parisinos se reconocen abiertamente ateos.
Hay quien señala a Diderot como el primer ateo, al considerar él mismo que
había llevado la física de Descartes y la mecánica universal de Newton hasta
sus últimas consecuencias. Es el ateísmo de Diderot consecuencia de una
integridad intelectual y de una constante búsqueda de la verdad. No obstante,
el término siguió teniendo connotaciones negativas hasta bien entrado el siglo
XIX, vinculándose con la inmoralidad y la ilegalidad. Es por eso que ciertos
autores describen su condición como laica, para no suscitar sospechas. Por
ejemplo, Thomas Huxley asociaba el ateísmo con cierto dogmatismo al negar
metafísicamente, y sin prueba alguna, a Dios. Así, Huxley empleó el término
"agnóstico" para definir la "ignorancia metafísica". Nace
así, entre los intelectuales, la rivalidad de posturas entre ateos y agnósticos
[16].
Por otra parte, el ateísmo tiene ya una
connotación revolucionaria socialista, gracias a autores como Marx y Bakunin.
En el caso del alemán, el ateísmo no es necesariamente una condición previa de
la revolución, sino una consecuencia de una nueva estructura socioeconómica. Es
la herencia "hegeliana" para la izquierda, siendo otro destacado
pensador Feuerbach, feroz crítico del teísmo cristiano. Consideraba que Dios no
era más que un conjunto incoherente de atributos personales, activos y
antropomórficos, por un lado, y una realidad impersonal, imperfecta e
inmutable, por otro; la religión se convertiría, para este autor, finalmente en
antropología. Si Marx lo suele reducir todo a las condiciones económicas, y el
teísmo sería entonces una consecuencia de ello, para Feuerbach, y para su
heredero el anarquista Bakunin, se trata sencillamente de un reflejo humano [17].
Textos de Feuerbach como el siguiente demuestran la importancia de este autor
para la historia del ateísmo:
«Quien no sabe decir de mí sino que soy ateo,
no sabe nada de mí. La cuestión de si Dios existe o no, la contraposición de
teísmo y ateísmo pertenece a los siglos XVII y XVIII, pero no al XIX. Yo niego
a Dios. Esto quiere decir en mi caso: yo niego la negación del hombre. En vez
de una posición ilusoria, fantástica, celestial del hombre, que en la vida real
se convierte necesariamente en negación del hombre, yo propugno la posición
sensible, real y, por tanto, necesariamente política y social del hombre. La
cuestión sobre el ser o no ser de Dios es en mi caso únicamente la cuestión
sobre el ser o no ser del hombre.» [18]
Para Feuerbach, la creencia en Dios es el
conjunto insatisfecho de los deseos humanos, ya que se proyecta hacia el mundo
ultraterreno todo lo que se apetece y no se alcanza en este mundo; a la vez, la
creencia sirve de consuelo para los sufrimientos de los seres humanos y se
brinda una coartada para no mejorar la situación terrenal19. Bakunin, en la
misma línea, considerará que el hombre había atribuido a Dios todas las
cualidades, potencias y virtudes que debía acabar descubriendo en sí mismo. El
punto de vista antiautoritario queda patente en el filósofo ruso cuando define
a la divinidad, que aparece según la imaginación religiosa como el gran señor y
el gran maestro, como una mera abstracción sin contenido real que, sin embargo,
acababa arrebatando al mundo terrenal sus riquezas y fuerzas naturales para transferirlas
al mundo celestial [20]. Ateísmo empezó a ir unido a todo afán socialmente
transformador, mientras que el cristianismo se convirtió en símbolo del statu
quo. Por otro lado, y de forma paralela a esta visión revolucionaria, se
consolidó cierto ateísmo intelectual y "respetable" [21].
Sin embargo, merece la pena destacar a dos
autores con mucho en común, con los que podemos considerar que el ateísmo
adquiere un nuevo horizonte llamado nihilismo. Max Stirner no se conformará con
acabar con Dios, quiere hacerlo con cualquier "idea eterna": el
Hombre de Feuerbach, el Espíritu de Hegel o su concreción histórica y política
en el Estado. Para Stirner, Dios es una enajenación del yo, y todas sus formas
y todos sus profetas no son más que distintas formas para negarlo. Este yo de
Stirner nada tiene que ver con ningún Absoluto, y el alemán se esforzará
en particularizarlo y darle forma real.
Incluso, Stirner considerará el ateísmo como otra forma de devoción, ya que
sustituyen una deidad por el culto a otras abstracciones como el Estado o el
Hombre [22]. Muy al contrario, Nietzsche sí acepta el ateísmo como
"constructivo y radical", al igual que asume todas las consecuencias
del nihilismo y la rebeldía. Albert Camus considerará el pensamiento de
Nietzsche como un espíritu libre que pretende destruir todos los valores
fundados en ilusiones, el hombre acabará liberándose de Dios y de las ideas
morales que han llevado a la resignación y al conformismo [23]. El ateísmo,
desde esta perspectiva, es una salida al nihilismo, ya que se derriba a Dios y
a cualquier otro ídolo para fundar una nueva ética y valores inéditos [24].
A lo largo del siglo XX, las
cosas cambiarían acercándose a lo que vaticinaron autores tan distintos como
Nietzsche y John Henry Newman, los cuales pensaban que la indiferencia
religiosa dejaría de ser un fenómeno aislado y una cuestión privada, por lo que
los intelectuales ateos ejercerían su influencia sobre la sociedad. Puede
decirse que en los años 60 del siglo XX empieza a consolidarse este ateísmo de
masas. Habría que observar a la modernidad, no como algo estático, sino como un
proceso y una sensibilidad en permanente evolución. Desde este punto de vista,
sí es posible considerar al ateísmo como el punto culminante de la modernidad [25].
El ateísmo en
el pensamiento antiautoritario
Por su importancia, y aunque
apuntado en el epígrafe anterior, haremos un repaso ahora de la visión de Dios
y de la religión en el pensamiento ateo íntimamente vinculado con el
antiautoritarismo. Michel Onfray [26] considera que la historia del ateísmo
moderno empieza verdaderamente con la peculiar figura de Jean Meslier
(1664-1729). Al poco de su fallecimiento, y después de una vida dedicada al
sacerdocio, se encontró un manuscrito impresionante en el que Meslier mostraba
un materialismo ateo y una crítica feroz a la moral cristiana, y religiosa en
general, que le acaba conduciendo a la cuestión social y política. Hay que
recordar que esta obra de Meslier, llamada Memoria contra la religión, sería difundida por Voltaire, aunque desprendida de
sus elementos más filosóficos y sociopolíticos, permaneciendo únicamente la
visión más anticlerical. No sería hasta finales del siglo XIX que vería la luz
la versión completa de una obra radical, tremendamente devastadora respecto a
la religión y cualquier creencia sobrenatural, en la que Meslier asocia el
ateísmo con una república libre e igualitaria [27].
Max Stirner, como vimos con
anterioridad, realiza una severa crítica a ese ateísmo que pretende sustituir a
Dios por una supuesta divinidad inmanente al hombre. Para el filósofo alemán,
lo sagrado es algo ajeno al individuo, al yo, y es por eso que resulta
inconcebible que la absurda idea divina adopte en nuevas épocas otra más
popular y atractiva como puede ser la de humanidad o la de "todos los
hombres". Así, Stirner critica la subordinación del individuo concreto a
abstracciones que esconden la idea divina y la
dependencia de "algo superior"; todo el edificio filosófico
estirneriano se esfuerza en demoler cualquier tipo de obsesión idealista, la
cual llega a identificarse con una enfermedad mental, y denuncia toda idea
inmutable, estrechamente vinculada a lo sacro, que no esté sometida al
escalpelo de la crítica. En definitiva, el ateísmo auténtico para Stirner sería
negar, no únicamente a Dios, también a cualquier idea sacralizada; ello se hace
en nombre de lo que considera la verdadera realidad y el auténtico valor: el
individuo. Éste, el yo, el "único", no puede ser esclavizado por
ninguna idea abstracta,
ya que funda su causa sobre sí mismo. Resulta
lógico que Stirner haya sido reivindicado, una y otra vez, y a pesar de las
fuertes controversias, por la tradición anarquista; su pensamiento
antiautoritario y antiesencialista se muestra contrario a todo idealismo y a
toda metafísica, de tal manera que llega a considerar al Estado un sustituto
más de Dios, de ese ser supremo o idea inmutable [28].
Un autor como Proudhon, primero en concebir
una sociedad anarquista, aporta una visión muy original, incluso de una
actualidad innnegable al encuadrar su crítica a la religión dentro de su visión
global antiautoritaria en la que se rechaza toda fundamentación absoluta de una
idea en beneficio de una concepción pluralista de la sociedad. Más que de
ateísmo, hay que
hablar de antiteísmo en la obra de Proudhon,
como corresponde a una filosofía basada en los conflictos, que pretende
combatir todo concepto autoritario. La enajenación del yo, propia del
sentimiento religioso, se produce al otorgar un sentido trascendente a la
conciencia y convertirla en un ser supremo, exteriorización de una idea
anterior a toda inducción del entendimiento, que acaba fundamentando la
autoridad [29]. Donde Proudhon difiere con la visión humanista de Feuerbach es
en no pretender invertir los papeles y que el hombre no ocupe el lugar de Dios.
Las rasgos absolutos, de perfección, infinitud o inmutabilidad, no son propios
del ser humano, que se caracteriza por ser perfectible, móvil y cambiante. La
crítica a Dios y a la religión no se quedan en Proudhon en una simple negación,
y hay que recordar una demoledora frase suya: "Dios es el mal" [30].
Así es, hay que esforzarse en combatir y superar una creencia solo sustentada
en su antigüedad y muy difícil de desterrar. La confianza en el progreso de
Proudhon le condujo a pensar que sería la revolución social la que acabará desdeificando el mundo.
La libre iniciativa del hombre, la soberanía del pueblo y el derecho al trabajo apartarán lo misterioso e
innacesible y propiciarán la conquista de la libertad. Insistiremos en que la
visión proudhoniana sobre Dios forma parte de su filosofía antiautoritaria, y
su crítica a la religión solo puede verse dentro de la crítica también a los
poderes político y económico, como deja ver en su frase: "Para oprimir eficazmente
al pueblo, es preciso encadenar a la vez su cuerpo, su voluntad y su
razón" [31]. A modo de curiosidad, diremos que Proudhon fue objeto de
la crítica de Stirner [32], el cual denuncia
inmediatamente todo peligro dogmático, debido al siguiente aserto: "Los
hombres están destinados a vivir sin religión, pero la moral es eterna y
absoluta" [33]. Dos autores muy diferentes reivindicados por las ideas
antiautoritarias.
Vimos anteriormente que el ateísmo de Bakunin
era heredero claramente de Feuerbach. El hombre habría atribuido a Dios, en
cuestiones de moralidad, lo que solo tiene un origen social, histórico y
evolutivo. Para el filósofo anarquista ruso, la creencia religiosa es una
ficción producto de la ignorancia, desarrollada y dogmatizada gracias a
teólogos y metafísicos. La critica a Dios y a la religión en Bakunin aparece
estrechamente vinculada con su original filosofía materialista y
antiautoritaria así como con sus ideas sociales, ya que la relación que
establece el hombre con la divinidad solo puede compararse a la que tiene un
esclavo con su amo. Del mismo modo, la jerquización social y política es una
consecuencia lógica de esa relación de subordinación a Dios y a una clase
privilegiada que hace de intermediaria. La auténtica moralidad, el verdadero
amor, solo puede producirse entre iguales. Bakunin dirige sus críticas a los
que tal vez son los tres pilares del pensamiento religioso, al menos
monoteísta, que son Dios, la inmortalidad del alma y el libre albedrío, por lo
que su aportación al ateísmo moderno es incuestionable. Dios, denominado ser
supremo, es sin embargo para el ruso una abstracción, un ser inmóvil y vacío. A
esa abstracción se condujo el hombre al establecer una diferencia, e incluso
conflicto, entre cuerpo y alma. Por supuesto, el alma solo es un producto o
expresión del cerebro y de otros factores relaciones con el cuerpo. Bakunin es
obviamente monista, niega la posibilidad de una entidad, moral o espiritual,
independiente del cuerpo. El hombre religioso, incapaz de comprender esto,
acabó atribuyendo también al universo un alma que llamó Dios y acabó adorando
su propia creación, producto de su facultad abstractiva. El desarrollo
histórico de la teología terminó convirtiendo una ficción en un ser omnipotente
y absoluto aparentemente real. En lugar de tratar de desarrollar las
cualidades, potencias y virtudes que iba descubriendo en sí mismo, el hombre se
las atribuía a Dios. En cuanto al llamado libre albedrío, o voluntad libre, no
es para Bakunin más que otra mistificación histórica de origen religioso que
habría alcanzado también a lo jurídico. Deducimos tal cosa si comprendemos que
existen infinidad de causas precedentes al individuo, el cual es consecuencia
de siglos de desarrollo físico y social
de su especie, pueblo y familia transmitido mediante herencia y determinante de
su naturaleza particular. En definitiva, para el autor de Dios y el Estado, la creencia en la divinidad es la abdicación de la razón humana
y de la justicia, la negación de la libertad en un sentido amplio y a todos los
niveles, tal y como muestran estas palabras que dan la vuelta a la conocida
máxima de Voltaire: "Si Dios existe, el hombre es esclavo; ahora bien, el
hombre puede y debe ser libre: por consiguiente, Dios no existe".
Toda sumisión del ser humano a una fuerza externa
es una pérdida de libertad y de dignidad [34].
Emma Goldman recogerá el legado de Bakunin,
en el que las ideas de amor y justicia elevadas al terreno ideal del Más Allá
han supuesto su empobrecimiento en el mundo terrenal, señalando al mismo tiempo
que la idea de Dios ha ido evolucionando hacia algo más impersonal: "una
especie de estimulo espiritualista para satisfacer los caprichos y manías de
todo el abanico de flaquezas humanas". La idea de Dios se ha ido adaptando
y revitalizando según las necesidades del momento histórico, la posibilidad de
que el ser humano sea libre dependerá de su abandono. Si el teísmo es la teoría
de la especulación, estática e inamovible, el ateísmo es la ciencia de la
demostración, que debe producir una imparable marcha hacia el conocimiento y la
vida. La filosofía del ateísmo para Goldman supone un concepto del mundo real,
contingente, con sus posibilidades de liberación, crecimiento y perfección, mientras
que la religión es uno de los sistemas absolutistas, enemigos de la libertad,
creados por el hombre [35].
Notas:
1.- Fernando Savater, La vida eterna, Ariel, Barcelona 2007.
2.- José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, Alianza, Madrid 1980.
3.- Michael Albert, Introducción al ateísmo, Akal, Madrid 2010.
4.- Ibídem.
5.- José Ferrater Mora, op. cit.
6.- Michael Albert,
op. cit.
7.- Ibídem.
8.- Ibídem.
9.- Ibídem.
10.- Gonzalo Puente Ojea, Ateísmo y religiosidad, Siglo XXI, Madrid 1997.
11.- José Ferrater Mora, op. cit.
12.- Gonzalo Puente Ojea, op. cit.
13.- Michael Albert,
op. cit.
14.- Ibídem.
15.- Fernando
Savater, op. cit.
16.- Michael Albert,
op. cit.
17.- José Ferrater Mora, op. cit.
18.- Ludwig Feuerbach, Escritos en torno a La esencia del
cristianismo, Tecnos, Madrid 2007
19.- José Ferrater Mora, op. cit.
20.- Mijaíl Bakunin, Escritos de filosofía política, Altaya, Barcelona 1995.
21.- Michael Albert, op. cit.
22.- Max Stirner, El único y su propiedad, Reconstruir, Buenos Aires 2007.
23.- Albert Camus, El hombre rebelde, Alianza, Madrid 2008.
24.- Michel Onfray, Tratado de ateología, Anagrama, 2006.
25.- Michael Albert,
op. cit.
26.- Michel Onfray,
op. cit.
27.- Jean Meslier, Memoria contra la religión, Laetoli, Pamplona 2010.
28.- Max Stirner, op. cit.
29.- Pierre-Joseph Proudhon, ¿Qué es la propiedad?, Folio, Barcelona 1999.
30.- Ídem, Sistema de las contradicciones económicas o
filosofía de la miseria, Júcar, Madrid 1974.
31.- Ibídem.
32.- Max Stirner, op.
cit.
34.- Mijaíl Bakunin, op. cit.
35.- Emma Goldman, "La filosofía del
ateísmo", en Chistopher Hitchens (ed.), Dios no existe,
Debolsillo, Barcelona 2011.
[Continúa
en http://periodicoellibertario.blogspot.com/2018/03/para-leer-en-semana-santa-ateismo_26.html.]
[Publicado
originalmente en la revista Germinal
# 10, Alcalá de Henares, julio-diciembre 2012. Texto completo accesible en https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4684841.]
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