Fawda # 1
El olor a descomposición que sale de las miles de grietas que tiene la sociedad capitalista actual es el síntoma de un naufragio en curso. Las grandes industrias capitalistas compiten cada día con mayor ferocidad mientras ue sus grandes estructuras, pesadas y burocráticas, son destrozadas por la nueva economía digital y tecnológica. Una pequeña “start-up” (empresa emergente), como se les llama en el lenguaje de los economistas, hoy puede llegar a molestar a los mercados en los que anteriormente algunas grandes compañías tenían el monopolio. Los bancos que eran “demasiado grandes para caer” sobrevivieron solo debido a las enormes inyecciones de capital por parte de los estados. Las nuevas tecnologías, como las biotecnologías que manipulan organismos vivos según las necesidades económicas o la robotización, que permitirá una automatización casi total de los procesos de producción, modificarán profundamente los parámetros de los mercados.
El olor a descomposición que sale de las miles de grietas que tiene la sociedad capitalista actual es el síntoma de un naufragio en curso. Las grandes industrias capitalistas compiten cada día con mayor ferocidad mientras ue sus grandes estructuras, pesadas y burocráticas, son destrozadas por la nueva economía digital y tecnológica. Una pequeña “start-up” (empresa emergente), como se les llama en el lenguaje de los economistas, hoy puede llegar a molestar a los mercados en los que anteriormente algunas grandes compañías tenían el monopolio. Los bancos que eran “demasiado grandes para caer” sobrevivieron solo debido a las enormes inyecciones de capital por parte de los estados. Las nuevas tecnologías, como las biotecnologías que manipulan organismos vivos según las necesidades económicas o la robotización, que permitirá una automatización casi total de los procesos de producción, modificarán profundamente los parámetros de los mercados.
¿No es significativo que incluso las mayores compañías tecnológicas estén advirtiendo al mundo de los cambios que se están produciendo y que son inevitables? Ellos preveen un desempleo masivo como resultado de la automatización de la producción, así como una brecha cada vez más insalvable entre los que serán incluidos en el tecno-mundo y aquellos que serán excluidos de él, condenados a sobrevivir con los productos que sobran o con las rebajas. Eso sin mencionar los incalculables efectos que las nuevas tecnologías tendrán en los seres vivos (humanos, animales, plantas) y el medio ambiente. Como podemos ver ya hoy día, la agricultura industrial ha convertido la tierra en estéril; los cereales, el arroz y el maíz crecen solo por los fertilizantes químicos que se arrojan a los campos. Las resistencias que ayer todavía se oponían a la introducción de organismos genéticamente modificados, están siendo ahora arrollados por la propagación masiva de estas plantas-monstruos por todo el mundo, creaciones artificiales de laboratorios. El nuevo invento, las nanotecnologías que manipularán la materia a escala atómica, se están preparando para bombardear el mundo con materiales totalmente artificiales cuyas consecuencias solo pueden ser desastrosas. Para los capitalistas, por lo tanto, es esencial advertir a los estados, instándoles a que se preparen para garantizar que esta reestructuración no se convierta en un naufragio.
Y los estados lo están haciendo. Ya sea a través de la construcción de cada vez más cárceles, centros de encierro, fronteras reforzadas, la expansión del control social a través de la videovigilancia omnipresente, el aumento de la cantidad de policías de todo tipo, la creciente militarización de la sociedad
en su conjunto, la legislación cada vez más segura y totalitaria: los estados se están preparando para enfrentar la posibilidad de grandes revueltas y no se sorprenderán (al menos) como pasó en los regímenes de Túnez, Egipto o Libia hace unos años. Por lo tanto, de algún modo, la explosión es inevitable. No porque las inestabilidades y los desequilibrios que causará la reestructuración que está en curso nos vayan a conducir a un clima revolucionario que amenace al Estado y al Capital, sino más bien porque indudablemente provocarán contradicciones muy marcadas y enfrentamientos violentos.
En este sentido, no es ninguna coincidencia que el estado prefiera (de lejos) a un enemigo con apariencia oscura y con un discurso que está cultivándose –un enemigo como él, vamos– y que pretende el dominio sobre la vida de los seres humanos (como en este caso es el “Islamismo”), en lugar de un enemigo revolucionario que desafía los cimientos de este mundo basado en la autoridad. Y así, mientras dirige la guerra hacia afuera, hará que esa misma ansia de aniquilación se utilice sobre cualquier enemigo interno que se oponga a él.
Es por esta razón que quienes aspiran a la libertad, a la destrucción de la dominación, al fin de un mundo empobrecido, oprimido, explotado, reprimido, masacrado, tienen que ponerse manos a la obra. Si no es el momento de grandes manifestaciones, si nuestros contemporáneos todavía se regocijan en la resignación, mostrando complicidad con el sistema, nada nos impide comenzar a actuar ya ahora. Solo al encender los fuegos de una crítica revolucionaria de este mundo, es cuando la oscuridad en la que el sistema busca sumergirnos puede comenzar a disiparse.
Permanecer a la defensiva significaría enterrar aún más la posibilidad de una transformación revolucionaria, todos los días mientras se mantenga el dominio. Se trata de tomar la iniciativa e pasar al asalto. No para demostrar el poder de nada, ni para atraer la atención de los dirigentes de la política y la representación hacia uno mismo, sino para atacar y destruir las estructuras y los hombres que encarnan la autoridad. Como una corriente subterránea que derrumbe los edificios milenarios de la dominación.
[Publicado originalmente en la revista Fenrir # 6, 2017. Número completo accesible en https://vozcomoarma.noblogs.org/files/2018/03/Fenrir-8-ESP.pdf.]
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