Albert Camus dictando un discurso en el mitin contra la condena a muerte de 11 militantes de la CNT. Año 1953 |
Ulises Verbenas
Albert Camus señala en una entrevista realizada por su amigo Jean Bloch-Michel que la decisión de escribir El Hombre Rebelde
fue difícil y solitaria (1). En cierta forma, Camus sabía su discusión
con Jean-Paul Sartre y Francis Jeanson la más conocida. En esta polémica
se revela un factor común entre las diversas reacciones que provocó
este título, a saber, lecturas parciales y erradas que estaban distantes
de lo que el autor quiso decir, como por ejemplo reprochar la acogida
que tuvo el libro en la prensa de derecha a propósito de su crítica a
los regímenes comunistas, como interpela Francis Jeanson, o el
comentario que André Breton escribe sobre el apartado de Lautréamont,
donde acusa el “conformismo” en el análisis camusiano.
Ciertamente, la inquietud de Albert Camus estaba distante de los principios que movilizaban a la gran parte de sus coetáneos: su
estudio se impulsaba en la necesaria crítica a la historia como
absoluto, enfocado su análisis en el aspecto ideológico de las
revoluciones(2). La nomenclatura que veía en estos dos aspectos
consistía en que, para Camus, las ideologías imperantes habían nacido
en la época de las “Magnitudes científicas absolutas”, lo que se traducía en una casi inevitable divinización del hombre. La Historia puede ocupar el lugar de Dios.
Es por esta razón que su estudio no se centra en los
factores económicos e históricos, sino en la contradicción en que se ha
debatido el pensamiento rebelde, a saber, el nihilismo y la aspiración a
un orden vivo. Contradicción que se debate en las regiones de lo humano
y lo divino, de la única criatura que se niega a ser lo que es: el
hombre (3). En otras palabras, se trataría de un estudio que indaga
aquel “nihilismo que, en el seno de la revolución sumerge a la fuerza creadora”(4). Su obra teatral Los Justos, que forma parte de esta tríada sobre la rebeldía que se complementa con La Peste, es la ejemplificación más clara de este principio de contradicción.
Lo interesante, no obstante, es que las menciones acerca de este tópico
no se encuentran en las polémicas sostenidas con marxistas, surrealistas
o filósofos, sino con un personaje en particular: Gastón Leval,
historiador y anarcosindicalista francés que fue el autor de diversos
artículos sobre El Hombre Rebelde en el periódico anarquista Le Libertaire.
Albert Camus responde a esta serie de artículos en una carta publicada
en mayo de 1951, donde señala en el primer párrafo, que se le da la
razón a Leval en varios puntos y que , incluso, está de acuerdo en el
fondo de sus artículos, puesto que “más que contradecirme, me ha instruido”(5).
Como es de suponer, este carteo gira en torno a la
figura de Mijaíl Bakunin, reconocido revolucionario ruso y uno de los
principales exponentes de las ideas libertarias, a quien Camus dedica
algunos párrafos de El Hombre Rebelde que no dejaron de causar
eco en otros militantes anarquistas de la época (6). No obstante, más
allá de estas reacciones, el interés por Mijaíl Bakunin reside en que,
según Albert Camus, es “uno de los dos o tras hombres que la rebeldía
puede oponerse a Marx”. Esto significa que Camus estudia los indicios de la contradicción del pensamiento rebelde en Bakunin
-es decir, insistir en el aspecto negativo de su pensamiento- con el
fin de superarla. Este gesto no es menor. No habla con claridad acerca
del estatuto que da Albert Camus al pensamiento libertario respecto a la
rebeldía y, sobre todo, en lo que él señala como la única pasión que
animó la redacción de El Hombre Rebelde: el renacimiento.
En efecto, dicha carta surge a propósito de que,
según Leval, Camus ahonda solamente en los aspectos negativos del
pensamiento bakuninista, sin resaltar los múltiples aspectos positivos
que hay en él. Frente a esto, Camus señala que es necesario ir más
lejos. Los valores positivos no están en la moral burguesa, ni en el
cinismo político ni menos en la llamada izquierda independiente. Más
bien, estos deben ser hallados “en nosotros mismos, en el centro de
nuestra experiencia, es decir, al interior del pensamiento rebelde”.
Para hallarlos, entonces, es necesarios estudiar su contradicción entre
el nihilismo y la aspiración de un orden vivo, y superar esta
contradicción mediante sus aspectos positivos.
Por esta razón, cuando Albert Camus pone acento en
las declaraciones nihilistas de Bakunin, no es porque le “haya faltado
admiración por este prodigioso personaje”, sino porque ve en su
pensamiento aspectos indispensables para el porvenir, para el
renacimiento, sobre todo porque “este infatigable revolucionario” -como
lo define Camus- sabía que “la verdadera reflexión progresa sin cesar y
muere con detenerse”. Esto, en otras palabras constituye una de las
principales diferencias entre el marxismo y el pensamiento libertario, a saber, que el primero pereció a causa de la deificación de Marx, mientras que el segundo no corre este peligro,
pues su fecundidad consiste en la capacidad de apartarse de estos
equívocos que, en este caso, serían los atisbo de un romanticismo
nihilistas que es necesario criticar.
Pese a esto, el acento en los aspectos
contradictorios de la rebeldía le significó a Camus que Leval lo
considerara un “censor de todos”. Camus, al responder, señala un aspecto
que nos advierte el motivo por el cual El Hombre Rebelde es una obra que dialoga lucidamente con su tiempo y que, sin duda, es una obra solitaria.
Si ella es censor de alguien, lo es, entonces, de su propio autor, pues
la contradicción a la cual se refiere en sus páginas, no es más que la
contradicción que Albert Camus vivió. Cito:
“No soy un filósofo y sólo puedo hablar de lo que he vivido. Y he vivido el nihilismo, la contradicción, la violencia y el vértigo de la destrucción. Mas, al propio tiempo, he saludado la facultad de crear y el honor de vivir” (7)
La facultad de crear y el honor de vivir ¿Cuál será, entonces, el ritmo de la creación, de la vida? En las últimas páginas de El Hombre Rebelde, Camus señalará que la rebelión es el movimiento mismo de la vida,
en cuanto “su honor consiste en no calcular nada y distribuir todo en
la vida presente a sus hermanos vivientes“(8). Claro, es posible que la
rebelión olvide sus orígenes generosos y, con ello, se deje contaminar
por el resentimiento y corra a la destrucción, sin embargo, dice Camus,
“más allá del nihilismo, todos nosotros, entre las ruinas, preparamos un
renacimiento. Pero pocos lo saben”(9)
La rebeldía y la vida, en otras palabras. Es
necesario señalas, entonces, el escrito que, en 1951, aparece en la
revista chilena “Babel”: Diálogo en defensa del diálogo, trabajo
de Albert Camus sobre el valor de la pluralidad y, también, una
reflexión sobre la paz. Pero además, en este escrito, Albert Camus
anuncia su matiz que no podemos ignorar respecto al pensamiento rebelde y
su desarrollo en el presente. Cito:
“Ya que no vivimos tiempos revolucionarios, aprendamos al menos a vivir tiempos en rebeldía. Saber decir que no, esforzarse, cada uno en su lugar, por crear valores vivientes de los cuales no podrá prescindir ninguna renovación, mantener lo que vale del ser, preparar lo que merece vivir, ensayarse en la felicidad (…) (10)
La rebelión, entonces, no resuelve todo, pero por lo menos nos permite hacer frente.
Esta acotación conforma lo que, para Albert Camus, será la distinción
entre la rebelión y la revolución: mientras que la primera es unidad, la
segunda es totalidad. Esto porque la rebelión es creadora, y la
revolución, que parte de la negación absoluta, es nihilista: “La primera
se dedica a crear para ser cada vez más; la segunda está obligada a
producir para negar cada vez más” (11)
En este punto nos encontramos con un diálogo
interesante: la contradicción en la biografía de Camus, a rebeldía en el
presente y la necesidad del pensamiento libertario para la superación
de la contradicción entre el nihilismo y el orden vivo. Veamos. En 1958,
Albert Camus, redacta un pequeño texto titulado La nueva Argelia, donde
reflexionaba acerca de las formas en que el conflicto franco-argelino
podía encontrar una salida lejos de la violencia y la intervención de
los gobiernos. Allí, Camus señala que el único régimen que en el
acontecer argelino podía hacer justicia a todas las partes de la
población era el de una federación articulada en instituciones análogas.
Se trataría de “asociar sin fundir” -en tanto la federación es la unión
de las diferencias- no territorios, sino comunidades de personalidades
diferentes. Este régimen, dice Camus, reúne las ventajas de la
integración y del federalismo y, cito, “propone, por una
parte, respetar las particularidades y, por otro, asociar a las dos
poblaciones en la gestión de su interés común” (12)
La alternativa para Argelia sería en rebelión, es
decir, en la unidad y pluralidad. Ella trabaja, por ende, sin la carga
ideológica de las revoluciones, para enfocarse, en cambio, a la
necesidad de justicia y a la libertas de todas las comunidades. Justicia
y libertad: “nos negaremos a creer que la justicia pueda exigir, aún
momentáneamente, la supresión de la libertad”, escribe Camus en el
escrito de 1951 que hemos citado.
Ciertamente, el guiño hacia las prácticas libertarias
-que Camus admiró cuando florecieron en España o en la Federación
Jurasiana, en Suiza- para esta nueva Argelina es evidente. Y es que,
justamente, las implicancias de la contradicción del pensamiento rebelde
están en relación a la importancia que el pensamiento libertario
vendría a contribuir dentro de esta dinámica. Cito:
“La única pasión que anima al Hombre Rebelde es justamente la del renacimiento. En lo que les concierne, ustedes conservan el derecho de pensar, y decir, que he fracasado en mi propósito y que, en particular, no he favorito al pensamiento libertario, del que sin embargo creo que la sociedad del mañana no podrá prescindir”
En este sentido, El Hombre Rebelde sería,
también, una obra escrita en lenguaje libertario, en tanto sus palabras
se enfocan a pensar la dinámica que el pensamiento ácrata puede dar a la
rebeldía, a la puesta en práctica de la revuelta. Es por que esta razón
que Camus señalará que cuando se apague el ruido generado en torno a El Hombre Rebelde, se
podrá reconocer que, pese a los defectos, este libro contribuyó a darle
eficacia al pensamiento libertario y a afirmar la esperanza, y las
probabilidades, de los últimos hombres libres.
- Entrevista publicada en Revista Pomaire N°12, Abril-Mayo de 1958, Santiago de Chile
- Polémica Sartre-Camus. Buenos Aires: Ediciones del Escarabajo de oro, 1964, Pág. 40.
- El hombre es la única criatura que se niega a ser lo que es. La cuestión esta en saber si es negativa sólo puede llevarle a la destrucción de los otros y del asesinato universal, o si, por el contrario, sin pretender una inocencia imposible, puede descubrir el principio de culpabilidad razonable” Albert Camus, El Hombre Rebelde. Madrid: Alianza Editorial, 1982. Pág. 17.
- Op. Cit. Pág. 121
- Albert Camus. La sangre de la libertad. Buenos Aires: Americalees, 1958. Pág. 118
- En efecto, la posición crítica de Camus no gustó del todo a ciertos anarquistas parisienses, como es el caso del surrealistas Jean Schuster, quien, a propósito de los elogios de otro anarquistas -Georges Fontenis- señala que “cuando la reacción exhibe abiertamente los crímenes estalisnistas colgándoles la leyenda “Esto es la Revolución” nos corresponde decir que eso no es la Revolución y demostrar por qué no puede serla. Esa tarea, que es la de todos los espíritus libres, era también la de Camus. El no solamente fracasó, sino que abundó en sentido contrario” [Carta con fecha 3 de enero de 1953, publicada en Surrealismo y anarquismo, compilación de Plinio Augusto Coelho (Buenos Aires: Libros de Anarres, 2005)]
- “Rebeldía y romanticismo”, en Camus, Albert, La sangre de la libertad. Buenos Aires: Americalee, 1958. P. 121.
- “La verdadera generosidad con el porvenir consiste en dar todo al presente” Camus, Albert. El Hombre Rebelde. Madrid; Alianza, 1982. p. 338
- Op. Cit. p.339
- “Diálogo en defensa del diálogo”, Albert Camus, en “Babel. Revista de Arte y Crítica”, numero 57, primer trimestre de 1951, Santiago de Chile.
- El Hombre Rebelde. Pág. 280.
- “Nueva Argelia”, en Camus, Albert, Problemas de nuestra época: crónica argelina. Buenos Aires: Losada, 1965. P. 132
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