Revista Mingako
Vivimos en una época extraña, se ha anunciado el fin de la historia, el momento inevitable en el cual ya está todo dicho y solo nos quedaría sobrevivir como podamos en esta existencia, sumidos en el sin sentido de la modernidad. Ya nada depende de nosotros/as, la vida, la forma en que entendemos lo que significa vivir, esta predeterminada de antemano por los ideólogos de la civilización. Quienes habitamos las ciudades modernas hemos perdido la imaginación. El hacinamiento, la mala alimentación, una cultura homogeneizada y castrante y un medio ambiente destruido ha debilitado nuestras potencialidades, ha enfermado nuestros cuerpos y nos ha sumergido en una crisis emocional, un desarraigo existencial. Sin pasado, sin una memoria que nos arraigue y nos entregue raíces firmes y poderosas y sin un futuro que nos pertenezca, que lo sintamos como nuestra propia creación colectiva e individual. Nos quedamos en un presente sin alegría que se nos escapa de las manos. Finalmente se nos escapa nuestro tiempo. Nuestro momento de existir, aquí y ahora, de celebrar nuestra existencia, de crear y transformarnos.
Vivimos en una época extraña, se ha anunciado el fin de la historia, el momento inevitable en el cual ya está todo dicho y solo nos quedaría sobrevivir como podamos en esta existencia, sumidos en el sin sentido de la modernidad. Ya nada depende de nosotros/as, la vida, la forma en que entendemos lo que significa vivir, esta predeterminada de antemano por los ideólogos de la civilización. Quienes habitamos las ciudades modernas hemos perdido la imaginación. El hacinamiento, la mala alimentación, una cultura homogeneizada y castrante y un medio ambiente destruido ha debilitado nuestras potencialidades, ha enfermado nuestros cuerpos y nos ha sumergido en una crisis emocional, un desarraigo existencial. Sin pasado, sin una memoria que nos arraigue y nos entregue raíces firmes y poderosas y sin un futuro que nos pertenezca, que lo sintamos como nuestra propia creación colectiva e individual. Nos quedamos en un presente sin alegría que se nos escapa de las manos. Finalmente se nos escapa nuestro tiempo. Nuestro momento de existir, aquí y ahora, de celebrar nuestra existencia, de crear y transformarnos.
Quienes nacen con la marca de lxs guerreros, quienes sienten su vida como una posibilidad hermosa que se niegan a abandonar, quienes escuchan su corazón que late como un volcán en erupción, quienes buscan la forma de des(cons)truir esta realidad sofocante sienten la necesidad de conocer a otros y otras como ellxs para aprender y compartir sus experiencias, para terminar con la mentira de que somos pocos/as y de que estamos solxs. En este camino de encontrar referentes, otras formas de habitar este mundo, es inevitable conocer cómo se han hecho presentes grupos humanos antiguos, nuestros ancestros, como se han relacionado con los miles de seres que habitan este mundo y como han resuelto sus problemas y contradicciones. Mirar atrás sin la melancolía de un tiempo perdido “no añoramos ninguna gloria de un tiempo pasado. El tiempo del origen mítico no es pretérito, no está perdido ni en la memoria, ni en las profundidades inalcanzables del alma” está aquí en cuanto nosotrxs somos herederxs de una historia que no está escrita en los libros, si no que circula por nuestras venas como un río que nunca dejo de fluir.
Quizás la más importante arma que nos entregaron nuestrxs ancestrxs fue la imaginación que nos permite ampliar nuestras posibilidades “para cubrir ese gran vacío que la urbanidad ha provocado en nosotrxs y que ha sustituido el asombro por una visión pragmática y realista de las cosas.”
Es urgente para quienes se oponen a la devastación de la naturaleza sentirse “parte de un proceso de etnogenesis, una nueva parcialidad que aun viviendo en las ciudades genera sus propias percepciones, sus formas de expresión, formas de organización y también su concepto de libertad, pues somos puruma [palabra del quechua y el aymara que se refiere originalmente a la tierra no cultivada] y fundamos nuestra parcialidad en los extensos e intrincados ámbitos de nuestra imaginación, somos creadores y por lo mismo anti estatales”. En este extraño tiempo en el que vivimos, tiempos de cambios, es fácil dejarse arrastrar por la depresión que funda nuestra existencia moderna. El/la individuo desarraigado/a, sin pasado ni futuro, es un ser lleno de carencias afectivas, sin ritos, sin mitos, sin magia, sin espiritualidad que sostenga su carne de esclavo apático. Con miedo constante hacia la muerte y lo que es peor, miedo a la vida misma, pero no siempre ha sido así, “en los andes la permanente actitud celebratoria no concibe la muerte como una entidad abstracta ni fatal, es el cuerpo físico que se desnima, pero la entidad persiste en él, solo de otro modo, por eso no le temen y han de sacar los restos de sus muertos varias veces de su vientre telúrico (urna funeraria) para compartir la fiesta y en un aire festivo les hablan de sus pasiones y desgracias, bailando! Solo la imaginación nos posibilita comprender que nuestra existencia es apenas una fracción del cosmos donde el antropocentrismo no tiene cabida”. Y es esta imaginación la que debemos recuperar, para poder no solo imaginar nuevas realidades, sino para llevar a la práctica nuevas formas de existencia, nuevas colectividades fundadas en la libertad y en el respeto por la naturaleza y sus múltiples formas de vida, experimentaciones que se sostengan en nuestra subjetividad crítica y anti autoritaria, en autonomía, alejados de los valores dominantes, que no son los nuestros. Por otro lado, esta civilización basada en la explotación se sustenta en el dominio de unos sobre otros y claro está de unos sobre otras. El patriarcado como forma de organización social, nos violenta a todxs. “Las mujeres (no biológicamente, sino todxs aquel que se sienta así) han preservado los ritos, la lengua y la vida misma y esto ha sido una amenaza para la sociedad occidental, pero a pesar de la conquista, la colonia y la república las mujeres siguen levantando polvo y con sus polleras harán la fiesta. Ellas son la sangre. De ellas dependerá en gran medida la fortaleza de nuestra cultura y de nuestra luchas libertarias”.
Este intento por conocer la sabiduría poética de los pueblos andinos antiguos, más específicamente de los y las purumas o individuos libres, tiene como objetivo enriquecer las luchas actuales y reconocer una herencia guerrera de la que somos parte. También busca devolverle la festividad a la vida, opacada por la mentalidad única del capitalismo global que nos intentan inculcar para borrar nuestra subjetividad combativa, nuestra estética de la rebelión que “se expresa en las ofrendas a la tierra, en la disposición de las siembras, en los colores, sabores y olores de nuestras huertas, en los tejidos y en los juegos de los niños. La fiesta es una acción rebelde contra el orden establecido” (...) “aquí la razón puede confundirnos, porque parece razonable aceptar la fatalidad con que la historia se ha ensañado con nuestros pueblos, las razones de Estado han hecho y hacen posible la explotación de la naturaleza a nombre del progreso. Han hecho posible mediante la violencia la concentración de cientos de miles de hectáreas de tierra y bosques en manos de quienes no aman la tierra ni los bosques. Es por eso que hay que recurrir a la imaginación y a la memoria para transformar en poesía el plomo de esta miserable existencia cotidiana para rebelarse. Todos los pueblos de Abya Yala han vivido siempre de su trabajo, autosuficientes alimentariamente, construyendo sus casas y tejiendo sus vestidos, manteniendo además el equilibrio de la tierra. Nosotrxs somos puruma y vivimos al margen de los estados y a pesar de ellos” Es por eso que, quienes luchan en este tiempo actual, por mejorar las condiciones de vida de nuestros pueblos y de la tierra y los seres que en ella habitan deben poner en duda la razón utilitaria, mercantilizada y burguesa y comenzar a hablar el profundo lenguaje de la tierra, volver a nuestras organizaciones comunitarias originarias, con la perspectiva de destruir los estados y recuperar la libertad robada. Pero, insistimos, volver a la tierra, no es volver al pasado, porque a través de la memoria y la imaginación ponemos el pasado adelante.
Puruma insiste en la fiesta como motor subversivo de la realidad impuesta y del sentido trágico de la vida propia de occidente, propone el ritual festivo para construir nuestra propia identidad, que no se arraiga en la violencia aunque las circunstancias nos empujen a ejercerla. Puruma nos enseña a “trascender las circunstancias. A entender el potencial mítico de un hecho cotidiano, a descubrir la magnitud almática de un abrazo, de una acción y de su repercusión en el micro cosmos que somos”.
[Texto publicado originalmente en la revista Mingako # 5, Santiago de Chile, otoño 2017. Número completo accesible en https://revistamingako.files.wordpress.com/2017/06/mingako04_web.pdf.]
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