Colin Ward (1924-2010)
Para responder a esta pregunta
debo comenzar con una serie de aserciones sobre la historia del anarquismo:
1. Como ideología política, la
anarquía fue formulada en el siglo XIX por sus padres fundadores, los cuales,
como los de las otras versiones del socialismo —marxista, fabiana,
socialdemócrata— tenían la visión optimista de un proceso inevitable que
llegaría a la meta que ellos se prefijaban. Estaban todos igualmente
convencidos del hecho que la conquista del poder por parte del ‘pueblo’, sea
por vía parlamentaria, o en virtud de una acción directa en las calles y
fábricas, o mediante la lucha armada, llevaría a los cambios que ellos
auguraban para la sociedad. Cuando consideremos la no lograda consecución de
estos objetivos por parte de los anarquistas, no debemos olvidar, sin embargo,
que también el socialismo burocrático de estado, tanto en versión
socialdemócrata como en la de tipo marxista, ha fallado sus objetivos. Los
anarquistas pueden en realidad afirmar sin duda que setenta años de experiencia
de socialismo de estado han producido para la causa del socialismo un retraso
de un siglo.
2. La posición de los anarquistas
del siglo XIX ha sido única por el rechazo, no sólo del capitalismo, sino del
Estado mismo. En general, esta posición ha sido considerada como una prueba de
no se les podía tomar en serio. Pero toda la historia del siglo XX les ha dado
la razón. Ha sido el siglo de la guerra total, en el que la eliminación de
civiles se ha hecho una consecuencia aceptada por el desarrollo de unas armas
cada vez más sofisticadas, mientras las grandes potencias han rivalizado una
contra otra para vender sus medios de destrucción a cada pequeño dictador local
del mundo. Ha sido un siglo en que el exterminio de masas se ha convertido
en una política aceptada por los
estados civilizados.
3. Los anarquistas del siglo XIX
miraban con confianza el advenimiento de revoluciones populares que abrirían el
camino a la que pensaban sería ‘una sociedad libre’. La realidad ha sido
distinta. La revolución mejicana de 1911 ha tenido como resultado la muerte y
glorificación póstuma de héroes anarquistas como Zapata o Magón, y el dominio
por ochenta años de una fuerza de nombre grotesco como el Partido
Revolucionario Institucional.
La revolución rusa de 1917
desemboca en la brutal supresión de los anarquistas y de todos los disidentes
hasta 1921, a lo que han seguido setenta años de dictadura
leninista-stalinista, de la cual sólo recientemente ha podido salir una nueva
generación de anarquistas. La revolución española de 1936 llevó a la supresión
de los anarquistas antes de que la guerra misma hubiese acabado, y fue seguida
por 40 años de dictadura fascista. ¿Cómo responderían hoy los mejicanos, los
rusos o los
españoles a exhortaciones
revolucionarias?
4. Hacia finales del siglo XIX
algunos anarquistas comenzaron a formular la doctrina del anarcosindicalismo,
tratando de transformar cada conflicto en los lugares de trabajo en una batalla
por el control de los medios de producción. Ellos denunciaron como una traición
el acuerdo que los sindicatos reformistas alcanzaban en relación al salario, al
horario y a las condiciones de trabajo. Los éxitos obtenidos por los sindicatos
se han hecho en sus países parte integrante de la legislación (tanto en la
España de Franco como en la Suecia socialdemócrata). En los años 90 nos
encontramos con que los patronos del trabajo de toda Europa tratan de dar la
vuelta a los reglamentos con el fin de reducir el costo del trabajo a los
niveles existentes en Taiwán o en Colombia.
Todo operario de la Ford es
consciente del hecho de que cualquier actividad sindical a nivel de empresa
dará como resultado el traslado de la producción por parte de la multinacional
a otro país. Sobre este argumento está basada la ley del gobierno británico
destinada a abolir los acuerdos que prevén un salario mínimo, puesta en marcha
en correspondencia a la decisión de la Hoover, en el momento en que escribo, de
transferir sus instalaciones de Francia a Inglaterra, así como el rechazo por
parte del
gobierno británico del ‘Protocolo
Social’ previsto en el Tratado de Maastricht; se trata de un argumento
destinado a ejercer influencia sobre las estrategias futuras de la izquierda
política, (ivi) incluidos los anarquistas.
5. Los anarquistas del siglo XIX,
así como toda la izquierda, daban por descontado que el nacionalismo era una
superstición que el siglo XX dejaría a la espalda. La misma opinión había en lo
concerniente a las creencias religiosas. La última cosa que ellos habrían
podido imaginarse era el resurgir a finales del siglo XX de los fundamentalismos
religiosos militantes, sean cristianos, hebreos, islámicos o hinduistas. El
resultado ha sido que, como otras personas no religiosas y no nacionalistas, no
disponemos de un modo de acercarnos a este indeseable problema debemos atacar
el resurgir religioso, con el peligro de alimentar, antes que reducir, el
potencial divisorio? ¿O bien debemos, como anarquistas, y por eso como personas
fuertemente hostiles al Estado, encontrarnos defendiendo el Estado espectacular
contra estas minorías organizadas que lo quieren usar para sus propios fines?
Se trata de una situación que podría no concernirnos a nosotros, pero que es
sin duda actual en los EE.UU., donde se nos haya defendiendo el Estado secular
contra Born Again Christians (Cristianos Renacidos), o para los anarquistas
israelíes, que defienden el Estado secular contra los hebreos ultra-ortodoxos,
o bien para los anarquistas egipcios, que defienden las instituciones estatales
contra el fundamentalismo islámico, o también para los que en la India defienden
el Estado secular.
¿En mi opinión, estos cinco
puntos sobre la diferencia entre el mundo de los anarquistas a finales del
siglo XIX y el XX, indican la necesidad de adoptar un estilo distinto para la
propaganda anarquista, en el umbral del siglo XXI? Ante el eclipse no sólo del
anarquismo, sino también del gran filón del socialismo, me parece importante
subrayar como hice ya hace 20 años en el libro Anarchy Action, que la anarquía
no es una teoría de la utopía, sino de la organización. Estoy de acuerdo con
Paul Goodman cuando observa que «una sociedad libre no puede estar en la
sustitución por un “nuevo orden” del viejo orden; ella debe ser la extensión de
la esfera del libre actuar, hasta que haya cambiado la mayor parte de la vida
social». Esta convicción me excluye automáticamente de la fila de aquellos que
piensan en términos de revolución de masas (cuyas primeras víctimas, desde
China a Cuba han sido los anarquistas), sino que me pone entre aquellos que,
como en la útil polarización propuesta por Murray Bookchin, creen en la
ecología social más bien que en la ecología profunda. Pienso que la anarquía
sacará un mayor apoyo en el siglo XXI no por los partidos verdes, sino por el
más amplio movimiento
de los verdes.
Las ideas anarquistas del siglo
XIX eran inevitablemente eurocéntricas, también cuando eran llevadas a Japón,
China y las ciudades de América Latina por estudiantes e inmigrantes. Pero una
de las mayores ampliaciones de finales del siglo XX está representada por la
contribución aportada por uno de los estilos distintos del pensamiento
anarquista, con una etiqueta distinta, que es la del movimiento Savodaya en la
India [1] y por la transformación de las iniciativas de autosuficiencia y de
autoorganización en África, Asia y América Latina. [2]
Los éxitos obtenidos por la
economía no oficial, que permiten a la sociedad ir adelante en el clima
desesperado de América del Sur, ante una clase gobernante depredadora y una
casta militar que pasa periódicamente al terrorismo de Estado, son ahora
comúnmente definidos como basismo, esto es, como una sociedad que debe ser
construida por la base. [3]
Estoy convencido que un
anarquismo inteligente del siglo XXI continuará haciendo más densos sus
vínculos con el mundo de los movimientos verdes y con las economías no
oficiales e informales del mundo pobre, así como con la de los pobres en el
interior del mundo rico, con el fin de sacar de ellos lecciones anarquistas
sobre la supervivencia humana. Pienso que las lecciones impartidas del siglo
XXI darán mayor fuerza al mensaje anarquista, pero nuestro lenguaje debe tener
en cuenta las nuevas y complicadas realidades sociales.
Notas
[1] Geoffrey Ostergaard. Indian Anarchism:
the case of Vinoba Bhave in The Raven, vol. 1, nº 2 agosto 1987 (Londres,
Freedom Press).
[2] Ver por ejemplo, Jorge Hardoy y David
Sattertwaite, Squatter Citizen: live in the urban third world (Londres,
Barthscan, 1989) y Berta Turner (a cargo de) _Building Community: a third world
case book_ (Londres BCB, 1988).
[3] Ver el capítulo final de Basismo, as if
Reality Really Mattered, or Modernisation From Below en David Lehmann. Democracy
and Decelopment in Latin America (Cambridge, Polity Press, 1990).
[Tomado de http://ateneutgn.ourproject.org/wp-content/uploads/2017/05/colin-ward-que-significado-tendra-manana-el-anarquismo.pdf.]
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