Vladimir Aguilar (ULA)
La
violencia en Mérida ha ido transmutándose a lo largo del tiempo. De tener un
espacio localizado en algunas avenidas de la ciudad, aledañas a facultades
históricamente más contestarías, ha ido desplazándose de lugar en lugar.
De
la avenida Tulio Febres Cordero y avenida Universidad emigró hacia Las
Américas. Las facultades de Ingeniería, Medicina y Humanidades paulatinamente
darían paso a través del tiempo a la Facultad de Derecho. Desde
las guarimbas del 2014 se ha desplazado a zonas fundamentalmente de clase media
o de residencias privadas estudiantiles.
Las disimiles territorialidades y
actores de la violencia
La
disimilitud de la violencia es de sitios pero también de actores. Algo que
deberá ser parte de una agenda de ciudad por debatir es que los intervinientes
en las protestas, al no ser solo estudiantes, quiénes participan de sus derivas
trascienden el ámbito académico.
La
violencia en la ciudad ha adquirido nuevos formatos porque sus causas son
multifactoriales. Si bien en estos últimos tiempos se ha metamorfoseado en
cuanto a los espacios, la violencia ha tenido otras dos expresiones: una
institucional y otra callejera. Si lo anterior es válido para caracterizar la
violencia urbana ella ha crecido a la par de una violencia institucional alojada
en el Estado, pero también en quienes han dirigido la ciudad y a la propia
universidad. Todo ha sido una suerte de realidad refractaria.
La universidad: de mediación e
interlocución a lugar de desencuentros
La
universidad hace rato perdió su razón de ser. Ya no es más el espacio necesario
de debates de ideas para el encuentro y para el planteo de alternativas a la
crisis de país. Desde hace tiempo se dejaron de emitir comunicados en su seno
para dar cuenta, no solo de la diversidad de opiniones en ella existentes, sino
de las posibles opciones de superación del momento actual.
La
universidad convertida en “parcela de pocos” mediante una forma de ejercer el
poder de manera autocrática y pugnaz, entre otras cosas derivado del
agotamiento de los tiempos de gestión universitaria, ha cerrado los espacios
necesarios para darle curso a las manifestaciones de descontento en su
interior.
Universidad y país polarizado
Lo
anterior ha conllevado a que los problemas universitarios hagan parte de la
vorágine polarizante del país. El creciente "odio" hacia la
universidad de algunos (por cierto sin precedentes en su historia) es
proporcional al autoritarismo de otros igualmente sin antecedentes. Valiéndose
de una suerte de "poder azul" las contradicciones internas y externas
pasan por el tamiz del conflicto nacional.
Desde
la universidad se evaden responsabilidades, se niegan recursos, se violan
derechos a sus administrados, se desacatan decisiones y se utiliza para fines
particulares, además de los bienes sobre todo la tradición pluralista de la
institución. Lo que es peor, se acusa de traidores a la "patria azul"
a quienes osan desafiar el estatus quo universitario.
Como
consecuencia de lo antes expuesto, la ciudad ha sido víctima de la violencia
callejera pero también de la institucional. El aporte de otrora de la
universidad a la ciudad paulatinamente se ha venido desvaneciendo. Este
desapego es proporcional a la mediocridad de quienes dirigen la institución
académica más importante de Mérida. Curiosamente ello ha ocurrido en tiempos en
que tanto el poder local como el regional han sido direccionados por
universitarios.
El devenir institucional
La
universidad como la ciudad es la manifestación concreta de las nuevas
territorialidades de la beligerancia. Esa realidad nacional tiene sus propios
formatos institucionales pues se enmarca en la relación “conmigo o contra mí”.
Este último ya no es más visto como adversario sino como enemigo.
A
riesgo de etiquetajes por parte de los enjambres polarizados (sin dejarnos
amedrentar por el ruido de fondo), si el país necesita cambios la universidad
también. Además de las elecciones, sobre todo debe rescatarse su valor
republicano y democrático hoy secuestrado y confiscado por perversas alianzas
oscuras de poderes ocultos tras bastidores.
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