Rafael Uzcategui
El 30 de noviembre de 1999
ocurrió un acontecimiento que dejó perplejos tanto al gobierno de Estados Unidos
como a los partidos de izquierda. Alrededor de 40.000 personas confluyeron en
Seattle para protestar contra la reunión de la Organización Mundial de Comercio
(OMC). Por primera vez en décadas, el Tío Sam tuvo que utilizar la fuerza
militar para contener las protestas de los propios norteamericanos, que habían
sobrepasado a la policía.
Aquello, que inauguró lo que
después se conocería como “Movimiento Antiglobalización”, sorprendió a los
ajenos por la diversidad de movimientos y tácticas que se dieron cita en la
ciudad. Por primera vez sindicatos y ecologistas coincidían en una
movilización, que también incluyó a periodistas independientes, ONG,
anarquistas del Bloque Negro, antimilitaristas, feministas, hippies y
estudiantes universitarios. Cada uno realizó la actividad con la que se sentía
más a gusto: Mientras la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de
Organizaciones Industriales (AFL-CIO) realizó una tradicional marcha de
trabajadores, la Red de Acción Directa hacía sentadas en las calles estratégicas,
los infoactivistas creaban “Indymedia, mientras los anarquistas rompían
vidrieras de transnacionales y los ecologistas, disfrazados de animales,
desplegaban un carnaval callejero, por nombrar sólo algunas. La suma de todas
ellas logró el objetivo: Atraer la atención del ciudadano común sobre el libre
comercio, visibilizar su lado oscuro, protagonizar los titulares de los medios
de comunicación de todo el mundo y desnudar el lado represivo del Imperio.
Aquel desbarajuste obligó a
que desde la Casa Blanca se contratara un think thank, la Corporación Rand,
para estudiar el fenómeno y sentar conclusiones de cómo enfrentarlo. Los
investigadores John Arquilla y David Ronfeldt realizaron la investigación, que
después presentaron como “El nacimiento de la guerra en red”. Entre las
recomendaciones al Pentágono sentenciaron: No se puede abordar los nuevos
conflictos desde una estrategia tradicional. Las redes se deben enfrentar desde
otras redes. Al despliegue en las calles de Seattle lo llamaron “swarming”
(enjambre), maniobra de dispersión de los focos de manifestación, para
dificultar la represión. Atomizar las manifestaciones para socializar y
multiplicar la capacidad de convocatoria, visibilización e impacto público en
el territorio urbano. La metáfora hablaba por sí sola: A un enemigo común,
atacarlo desde diferentes piquetes de aguijón para debilitarlo.
Enfrentemos a la dictadura
como un enjambre. No gastemos tiempo criticando las acciones de los demás.
Vamos a crear las nuestras o sumémonos a las que más nos gusten.
[Artículo publicado en la
edición digital del periódico Tal Cual, Caracas, 10/4/17. Tomado de
http://www.talcualdigital.com/Nota/141391/enjambre.]
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