Horacio Seo
¿Vivimos en el mejor de los mundos posibles? ¿Nos sentimos representados realmente por los políticos o los dirigentes sindicales? Difícilmente encontremos a alguien tan cándido y desinformado para responder afirmativamente. Por el contrario, cada vez está más masivamente instalada una crítica general contra todos estos que dicen ser nuestros representantes, así como contra la realidad social que nos toca vivir. Entonces, ¿por qué es que nada cambia para bien de todos y, por el contrario, se entronizan la corrupción, la desigualdad, el saqueo, la idiotez y todos los males sociales?
¿Vivimos en el mejor de los mundos posibles? ¿Nos sentimos representados realmente por los políticos o los dirigentes sindicales? Difícilmente encontremos a alguien tan cándido y desinformado para responder afirmativamente. Por el contrario, cada vez está más masivamente instalada una crítica general contra todos estos que dicen ser nuestros representantes, así como contra la realidad social que nos toca vivir. Entonces, ¿por qué es que nada cambia para bien de todos y, por el contrario, se entronizan la corrupción, la desigualdad, el saqueo, la idiotez y todos los males sociales?
Las organizaciones e instituciones que garantizan la estabilidad y la profundización de nuestros problemas (desde las multinacionales hasta la pequeña banda narco del barrio) prueban día a día su eficacia y su funcionamiento flexible y aceitado. ¿Y qué hay del resto? ¿Qué hace esta mayoría absoluta que día a día sufre de estos abusos en la calle o en la casa, en la escuela o en el trabajo?
Nos quejamos, claro. Nos reímos y burlamos de lo burdos y alevosos que se han vuelto los políticos y empresarios para robarnos. Nos indignamos en la intimidad contra los abusos sexuales y los que salen a robar y matar trabajadores por una línea, o simplemente por fama. Nos agarramos la cabeza por la caradurez con que vuelven a buscar imponernos la megaminería. ¿Pero qué hacemos al respecto?
La lógica más elemental nos indica que frente a un abuso flagrante y masivo (si descartamos la huida a algún paraje utópico) no nos queda más que comprometernos de algún modo efectivo con la solución que genere las condiciones de vida que buscamos. O bien la más triste resignación.
Tenemos que reconocer que en nada ayudan el rezongo, la falsa esperanza en “representantes” o en que todo mejorará algún día, la exigencia de nuestros derechos ilimitados sin ninguna responsabilidad que los respalde, ni mucho menos el desprecio por todo el mundo porque “nadie hace nada”.
Pascal Bruckner estudia estas “estrategias de la irresponsabilidad”. Llama infantilismo a la transferencia al seno de la edad adulta de los atributos y de los privilegios de la niñez, a una exigencia de seguridad sin límites, o al deseo de ser sustentados o conseguir lo que se nos ocurra, sin vernos sometidos a la más mínima obligación. Por otro lado, entiende por victimización el colocarnos siempre entre los grupos perseguidos e indefensos, acreedores de la sociedad toda que nos debe inmediata reparación.
Todo avance en el sentido de la libertad y los derechos para todos ha implicado siempre una mutación de la víctima a transformador social. Claro que esto implica avanzar en un pensamiento propio, crítico y dinámico, enriquecido por la organización con nuestros pares con fines concretos, para romper con la burbuja del individualismo, los márgenes del dogma y la reproducción automática, y la consolación del pensamiento mágico y la queja estéril. La pereza y el miedo nos ofrecen como alternativas la resignación y la catarsis del llanto, el consumo y la burla. Del silencio absoluto al militante del meme en facebook o de arrebañarse detrás de uno u otro grupo de “traidores” y trepadores como los menos peores.
Afortunadamente ya se intentaron en mayor o menor escala todas las formas de reaccionar contra esta realidad que todos criticamos. ¿Cómo se paró a la megaminería en Mendoza en el 2005 o el Código Contravencional en el 2008? ¿Cómo se acabó con el estado de sitio de De la Rúa que quiso blindar el saqueo masivo? ¿Cómo han podido resolver algunos barrios o grupos de trabajadores verdaderamente sus problemas más urgentes? Sólo la organización autónoma y horizontal entre pares, el pensamiento crítico y comprometido, el proyecto común y práctico, han sabido demostrar su eficacia. Y aunque a veces sólo hayan significado logros parciales o a los avances hayan seguido iguales retrocesos, nos marcan el camino para los pasos que queramos dar en el sentido de una verdadera justicia social y del bien común. Del compromiso con ese cambio social, que sabemos necesario.
[Publicado originalmente en el boletín Organización y Lucha # 47, Mendoza, septiembre 2016. Número completo accesible en http://socderesistenciamza.blogspot.com.]
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