José Ribas
* Editorial publicado en la revista Ajoblanco # 45 (Madrid, octubre 1992)
Cuando la incertidumbre es la única certidumbre, conviene tener utopías para sobrevivir. La crisis ha puesto de manifiesto que la ideología liberal no crea cohesión social, anula la capacidad de tensión crítica del pensamiento y solamente propicia competencia feroz, consumismo e individualismo egoísta. Cuando no es capaz de generar riquezas y deviene una de las crisis cíclicas del capitalismo, el egoísmo despechado se suma con el de los demás, propiciando el nacionalismo fanático y lógicamente el odio al Otro y el racismo.
* Editorial publicado en la revista Ajoblanco # 45 (Madrid, octubre 1992)
Cuando la incertidumbre es la única certidumbre, conviene tener utopías para sobrevivir. La crisis ha puesto de manifiesto que la ideología liberal no crea cohesión social, anula la capacidad de tensión crítica del pensamiento y solamente propicia competencia feroz, consumismo e individualismo egoísta. Cuando no es capaz de generar riquezas y deviene una de las crisis cíclicas del capitalismo, el egoísmo despechado se suma con el de los demás, propiciando el nacionalismo fanático y lógicamente el odio al Otro y el racismo.
El marxismo nació manco de solidaridad. Marx no conoció lo que es generosidad humana en su vida y su dogmatismo germánico llevó a la clase obrera y al pensamiento progresista al callejón sin salida de la dictadura de los burócratas corruptos. El Marxismo ha contribuido más que ninguna otra ideología a consolidar el liberalismo economicista y el materialismo. Los que sostienen que no existe utopía son hijos de este matrimonio diabólico. Los que tratamos de vivir impregnados de humanismo y que siempre supimos que estas dos ideologías han desarmado al ser humano hasta arrastrarlo a una decadencia moral que amenaza nuestra supervivencia, nos negamos a seguir esta moda ñoña del fin de las ideologías y de la imposibilidad de toda utopía liberadora. ¿Acaso la libre empresa no es hoy la única ideología?
Una utopía abierta que propague los valores de la solidaridad, de la espontaneidad, de la igualdad, de la libertad y de la creatividad de toda la humanidad en la vida laboral, en lo cultural y en los afectos es completamente factible y necesaria, porque precisamente en los momentos de crisis y carencia económica es lo que subyace en lo profundo del Nosotros frente al Yo, lo único, por tanto, que puede alentar al hombre y evitar que el desespero le arrastre hacia el odio, la guerra y el asesinato. Una utopía abierta y progresista siempre es un horizonte que va más allá de las circunstancias inmediatas, porque te empuja a construir tejido social y solidaridad para con el hombre, el planeta y el futuro sin interés económico. Los pensadores, los medios de comunicación y los políticos progresistas deben marcar horizontes que aúnen las fuerzas asociativas y anulen las disyuntivas. Hay que evitar lo ocurrido en Sarajevo, en África, en Perú y en los cinturones de pobreza del Primer Mundo.
La utopía libertaria, que no ha fracasado porque jamás ha sido tomada en serio por los que inventan los planes de estudio y controlan la educación, es una de las pocas que puede contrarrestar el concepto utilitarista inglés de individuo, que es el que anula toda posibilidad de comunidad porque pretende que el individuo, gracias a la técnica, sea el dueño y señor de un mundo absolutamente virtual, en un universo en el cual no necesite más que a sus objetos. El pensamiento libertario y Lo Libertario es ante todo una escuela de solidaridad. Quizá haya llegado el momento de desenterrar a Proudhon, a Bakunin y a los primeros románticos para reanimar la solidaridad y la fe en el futuro.
[Tomado de http://acracia.org/lo-libertario.]
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