Laura Catena y Velia Luparello
* Párrafos extraidos del artículo "Anarquismo y la emancipación de la mujer...", que en versión completa está disponible en https://anarkobiblioteka3.files.wordpress.com/2016/08/anarquismo_y_emancipacic3b3n_de_la_mujer_-_laura_catena_y_velia_sabrina_luparello.pdf.]
Resumen
El presente trabajo se propone analizar el periódico “Nuestra Tribuna”, escrito por mujeres anarquistas entre 1922 y 1925 en Argentina. Centrándonos en el concepto de
“emancipación de la mujer” consideramos cuatro ejes de análisis: la educación racionalista, la maternidad y el rol social de la mujer, la religión y el matrimonio en contraposición al “amor libre” y la relación entre anarquismo y feminismo. Nos proponemos demostrar que las mujeres de “Nuestra Tribuna” realizaron una importante labor de difusión de las ideas anarquistas respecto a la emancipación de la mujer, diferenciándose del feminismo.
Introducción
Hacia mediados del siglo XIX, el proceso de transformación económico-productivo de la Argentina, como consecuencia de su inserción en el mercado mundial y en la División Internacional del Trabajo, generó una serie de cambios que delinearían el perfil de la estructura social durante las primeras décadas del siglo XX. Durante el
periodo 1880-1930 se conformó en nuestro país un capitalismo dependiente, cuya tónica dominante fue el crecimiento del sector externo, estimulado por la creciente demanda internacional de alimentos. Los mecanismos dinamizadores del proceso fueron las inversiones del capital extranjero, la importación masiva de mano de obra a través de la inmigración y la incorporación de tierras al sistema productivo. Paralelamente a la transformación agraria, se produjo una notable urbanización en la zona de la pampa húmeda.
Una línea peculiar y muy significativa para la industria argentina de este período fue el alto porcentaje de extranjeros (inmigrantes nuevos y más antiguos) tanto patrones como obreros. La oleada inmigratoria de fines del siglo XIX significó la llegada de diversas nacionalidades que se asentaron en el litoral argentino, especialmente en Buenos Aires (1). Muchos de estos inmigrantes trajeron consigo vertientes políticas y sociales que cuestionaban abiertamente los “avances” del capitalismo, lo que significó el enorme fortalecimiento de las corrientes de izquierda: socialistas, sindicalistas y anarquistas (2. Los grandes conglomerados urbanos se transformaron entonces en el escenario en el cual se diseminaron las nuevas ideas políticas y sociales y donde tuvieron lugar los principales conflictos entre trabajadores, patrones y las fuerzas represivas.
La diversificación del mercado laboral, sin embargo, implicó una integración desigual de varones y mujeres dentro del mismo. Según datos del censo nacional de 1914 (3), la gran mayoría de las mujeres desempeñaba actividades relacionadas con el servicio doméstico (cocineras, lavanderas, costureras) y en las industrias del vestido, textiles y alimentarias. Si bien se constató su presencia en el sector educativo, todavía era muy escasa en comparación con las actividades antes mencionadas. La débil presencia asalariada femenina, y sobre todo su dispersión, constituyeron un problema para la conformación de algún tipo de organización sindical. Los intentos por sortear esta situación fueron llevados a cabo por las dos corrientes ideológicas más enraizadas en la clase obrera argentina en aquel momento: el anarquismo y el socialismo.
En este contexto, algunas mujeres comenzaron a tener contacto con grupos políticos que luchaban por mejores condiciones para los trabajadores, incluyendo a las mujeres(4). La posición de la mujer en la sociedad y también dentro del movimiento anarquista fue puesta en tela de juicio en reiteradas ocasiones por mujeres que se reconocían anarquistas. El primer caso fue el periódico “La Voz de la Mujer”, dirigido por Virginia Bolten y otras anarquistas en la década de 1890.
Hacia 1921 en la ciudad de Necochea, provincia de Buenos Aires, un grupo de mujeres encabezado por Juana RoucoBuela (1889-1969), fundó el Centro de Estudios Sociales Femeninos, que dio nacimiento al periódico “Ideas, Arte, Critica y Literatura” Nuestra Tribuna (1922-1925). En palabras de Rouco Buela: “Necochea me produjo una sensación distinta de las otras localidades que habíamos visitado. Allí encontré un plantel de mujeres con conocimientos y capacidad ideológica poco común en otras mujeres y en otras localidades” (5). El periódico apareció por primera vez el 15 de agosto de 1922 y tuvo un total de 39 números a lo largo de dos años (6). Su objetivo principal, como rezaba en cada número publicado, era desmentir la inferioridad mental de la mujer propagada por la religión y el Estado y luchar por la emancipación del género entendida como parte de la liberación social del sistema explotador y opresor que era el capitalismo (Nuestra Tribunan # 11).
Teniendo en cuenta lo anterior, el objetivo de este trabajo es realizar un análisis de la lucha de estas mujeres desde su perspectiva ideológica y cosmovisión del mundo social, es decir, tomando las premisas básicas de la corriente anarquista en la cual se reivindicaban, en pos de entender y explicar sus principales posiciones políticas. Intentaremos establecer cuáles fueron las influencias ácratas con las que estuvieron en contacto a la vez que nos centraremos en el concepto de “emancipación de la mujer” y su implicancia para ellas. Derivado de lo anterior, se relacionaban las cuestiones de la maternidad, la educación y el lugar de la mujer en la sociedad. Otro factor importante fueron las relaciones con los varones anarquistas, ya sea como compañeros de lucha y/o compañeros de vida, debido a las costumbres “poco anarquistas” de los mismos para con las mujeres de su misma clase y a sus críticas al periódico por considerarlo como una “infiltración feminista” en el movimiento. Por último, las críticas del grupo editor del diario hacia el movimiento feminista contemporáneo no fueron menores y brindan información acerca de las luchas dentro de los movimientos de mujeres que se dieron en aquel entonces.
Anarquismo y feminismo
Las mujeres de Nuestra Tribuna, y las mujeres libertarias de otros grupos tales como las de La Voz de la Mujer; y Mujeres Libres, no se definían a sí mismas como feministas sino como anarquistas. El anarquismo como corriente perseguía como fin último una emancipación humana de forma íntegra, es decir, no sólo una transformación de las relaciones de producción y del sistema económico sino también una profunda transformación ideológica y cultural que suprimiera todas las relaciones de poder que oprimían tanto a mujeres como hombres. Cuando hablamos del feminismo contemporáneo a estas anarquistas, nos referimos a un movimiento bastante influenciado y/o en permanente contacto con las feministas anglosajonas, que exigía para las mujeres iguales derechos que para los hombres, más específicamente en este periodo, el derecho al sufragio. La ola pro – sufragio surgida luego el fin de la Primera Guerra Mundial, tenia como objetivo lograr la igualdad civil de las mujeres en la sociedad. Los diferentes grupos que conformaban el movimiento correspondían a los que nosotras entendemos como una vertiente liberal asociado a mujeres de origen burgués, con demandas que afectaban directamente a las féminas de clase media-alta.
Para el caso argentino, tres eran las organizaciones que levantaban las banderas del feminismo entre 1910 y 1930: la Unión Feminista Nacional de Alicia Moreau, el Partido Feminista de Julieta Lanteri, y la Asociación Pro Derechos de la Mujer de Elvira Rawson. De acuerdo a Barrancos (Mujeres entre la casa...), durante la década del ‘20 se generó un aumento importante en lo que fueron la aceptación de las demandas feministas y la exigencia de los derechos de las mujeres, desembocando en la primera reforma civil a su favor: el fin de la tutoría conyugal para la realización de determinadas actividades en la vida pública. A partir de la nueva ley, sancionada en 1926, las mujeres tuvieron el derecho a elegir su educación, trabajar sin el tutelaje marital, administrar sus bienes y prestar testimonio sin el consentimiento de un varón, aunque no estaban autorizadas a realizar transacciones de sus bienes sin la firma de su esposo (21).
Al comparar una serie de factores entre las mujeres anarquistas y las feministas argentinas de principios de siglo, (extracción social, medios de vida, carrera política, objetivos finales de la lucha por la emancipación femenina) las diferencias saltan a la vista sin necesidad de mucho análisis. Pero sobre todo, observamos que las raíces ideológico políticas de cada grupo son divergentes, y en muchos casos, enfrentadas. Estas diferencias no solo se manifestaron en las prensas que difundían, sino también en sus prácticas políticas y sus perspectivas en relación a la emancipación femenina. En este sentido, nos permitiremos polemizar con la categorización que Dora Barrancos les atribuye a las mujeres de Nuestra Tribuna en su trabajo Mujeres de “Nuestra Tribuna”: el difícil oficio de la diferencia. Revista Mora, n. 2. (1996). Partiendo del marco teórico de Karen Offen, la autora se propone analizar a las anarquistas dentro de lo que Offen denominó “feminismo relacional”:
<<Por su parte, el feminismo relacional, indagado por Offen extrae sus orígenes de las fuerzas sociales que de diferentes maneras se oponen al capitalismo y pretenden horadar – y hasta suprimir – el orden burgués. Los movimientos de mujeres a él vinculados en diferentes momentos de la historia contemporánea ejercitan formas de identidad diversa, y hasta contrapuestas, pero están en un punto ligadas una vez que la interacción con sus sociedades se realiza sobre la base de un cuestionamiento a su propio funcionamiento. Así, el principio de solidaridad con las mujeres trabajadoras y las denuncias del sistema en la esfera de la producción y el consumo, la reiterada sospecha sobre el significado de la “liberación” apenas enfática en lo atinente a la esfera publica, y expresiones de subjetivación que han insistido en la “complementariedad”, estampada no sobre la igualdad, sino sobre la diferencia con el otro género, constituyen sus trazos prominentes (22).>>
Entendemos que en nuestra disciplina, como en las ciencias sociales en general, son necesarias las categorizaciones que enriquezcan o faciliten el análisis de los procesos históricos, no obstante en este caso particular disentimos con la propuesta por Barrancos ya que al calificar a las mujeres de Nuestra Tribuna como feministas,
incurriría, a nuestro modo de ver, en un error metodológico puesto que les imponeuna identidad definida desde “el feminismo” actual con la que las protagonistas explícitamente afirmaban estar en total desacuerdo por razones ideológicas en primer lugar, y por práctica política en segundo término. “Es posible, es admisible (...) querer darle a una parte del movimiento anarquista un carácter feminista? No es posible. El feminismo no es ni puede ser un movimiento anarquista bajo ningún concepto” (Nuestra Tribuna 4). Creemos que la conceptualización y el uso del término “feminismo relacional” no es mala o incorrecta en si misma, de hecho es aplicable para numerosos grupos feministas en la actualidad, pero si se muestra inapropiada para el estudio de las mujeres anarquistas en su lucha
por la emancipación femenina.
En el segundo número de Nuestra Tribuna, el grupo editorial y sus colaboradoras se definían de este modo:
<<El feminismo no es ni puede ser un movimiento anarquista... deberíamos alejar de nuestras compañeritas esas ideas separatistas que dominan aún a las que simpatizan con nuestras cosas. Es muy tonto calificar al anarquismo de femenino o masculino a más que lamujer por su trilogía de esclavitud siente la necesidad de
reunirse separadamente del hombre (...). La única diferencia que hay entre nosotras y los “machos” es el sexo.
Organicémonos gremial y anárquicamente pero sin distinción de sexo (Nuestra Tribuna n° 21).>>
En los diferentes artículos que componen Nuestra Tribuna se realizaron numerosas críticas hacia los hombresy la opresión social a la que era sometida la mujer: “la mujer vive y actúa en la sociedad siendo en triple más esclava que el hombre: ella es esclava de su padre primero, del capitalismo después, y en último término lo es de su marido” (Nuestra Tribuna 1). Otras veces, las críticas llegaban de manera explícita hacia los propios compañeros anarquistas. En este sentido, hubo una polémica en uno de los números de Nuestra Tribuna respecto a un artículo publicado por Juana Rouco. En él, ella criticaba a sus compañeros anarquistas editores de La Protesta por no apoyar la edición del periódico y tampoco la pretensión de ellas de participar en luchas y demandas sociales y sostenía que el periódico estaba “acostumbrado a dar cabida a intrigas, mentiras y calumnias (...). La desesperación los lleva a hacernos la guerra con las armas más innobles al alcance” (Nuestra Tribuna n° 222). Y en octubre de 1923 dirá que
* Párrafos extraidos del artículo "Anarquismo y la emancipación de la mujer...", que en versión completa está disponible en https://anarkobiblioteka3.files.wordpress.com/2016/08/anarquismo_y_emancipacic3b3n_de_la_mujer_-_laura_catena_y_velia_sabrina_luparello.pdf.]
Resumen
El presente trabajo se propone analizar el periódico “Nuestra Tribuna”, escrito por mujeres anarquistas entre 1922 y 1925 en Argentina. Centrándonos en el concepto de
“emancipación de la mujer” consideramos cuatro ejes de análisis: la educación racionalista, la maternidad y el rol social de la mujer, la religión y el matrimonio en contraposición al “amor libre” y la relación entre anarquismo y feminismo. Nos proponemos demostrar que las mujeres de “Nuestra Tribuna” realizaron una importante labor de difusión de las ideas anarquistas respecto a la emancipación de la mujer, diferenciándose del feminismo.
Introducción
Hacia mediados del siglo XIX, el proceso de transformación económico-productivo de la Argentina, como consecuencia de su inserción en el mercado mundial y en la División Internacional del Trabajo, generó una serie de cambios que delinearían el perfil de la estructura social durante las primeras décadas del siglo XX. Durante el
periodo 1880-1930 se conformó en nuestro país un capitalismo dependiente, cuya tónica dominante fue el crecimiento del sector externo, estimulado por la creciente demanda internacional de alimentos. Los mecanismos dinamizadores del proceso fueron las inversiones del capital extranjero, la importación masiva de mano de obra a través de la inmigración y la incorporación de tierras al sistema productivo. Paralelamente a la transformación agraria, se produjo una notable urbanización en la zona de la pampa húmeda.
Una línea peculiar y muy significativa para la industria argentina de este período fue el alto porcentaje de extranjeros (inmigrantes nuevos y más antiguos) tanto patrones como obreros. La oleada inmigratoria de fines del siglo XIX significó la llegada de diversas nacionalidades que se asentaron en el litoral argentino, especialmente en Buenos Aires (1). Muchos de estos inmigrantes trajeron consigo vertientes políticas y sociales que cuestionaban abiertamente los “avances” del capitalismo, lo que significó el enorme fortalecimiento de las corrientes de izquierda: socialistas, sindicalistas y anarquistas (2. Los grandes conglomerados urbanos se transformaron entonces en el escenario en el cual se diseminaron las nuevas ideas políticas y sociales y donde tuvieron lugar los principales conflictos entre trabajadores, patrones y las fuerzas represivas.
La diversificación del mercado laboral, sin embargo, implicó una integración desigual de varones y mujeres dentro del mismo. Según datos del censo nacional de 1914 (3), la gran mayoría de las mujeres desempeñaba actividades relacionadas con el servicio doméstico (cocineras, lavanderas, costureras) y en las industrias del vestido, textiles y alimentarias. Si bien se constató su presencia en el sector educativo, todavía era muy escasa en comparación con las actividades antes mencionadas. La débil presencia asalariada femenina, y sobre todo su dispersión, constituyeron un problema para la conformación de algún tipo de organización sindical. Los intentos por sortear esta situación fueron llevados a cabo por las dos corrientes ideológicas más enraizadas en la clase obrera argentina en aquel momento: el anarquismo y el socialismo.
En este contexto, algunas mujeres comenzaron a tener contacto con grupos políticos que luchaban por mejores condiciones para los trabajadores, incluyendo a las mujeres(4). La posición de la mujer en la sociedad y también dentro del movimiento anarquista fue puesta en tela de juicio en reiteradas ocasiones por mujeres que se reconocían anarquistas. El primer caso fue el periódico “La Voz de la Mujer”, dirigido por Virginia Bolten y otras anarquistas en la década de 1890.
Hacia 1921 en la ciudad de Necochea, provincia de Buenos Aires, un grupo de mujeres encabezado por Juana RoucoBuela (1889-1969), fundó el Centro de Estudios Sociales Femeninos, que dio nacimiento al periódico “Ideas, Arte, Critica y Literatura” Nuestra Tribuna (1922-1925). En palabras de Rouco Buela: “Necochea me produjo una sensación distinta de las otras localidades que habíamos visitado. Allí encontré un plantel de mujeres con conocimientos y capacidad ideológica poco común en otras mujeres y en otras localidades” (5). El periódico apareció por primera vez el 15 de agosto de 1922 y tuvo un total de 39 números a lo largo de dos años (6). Su objetivo principal, como rezaba en cada número publicado, era desmentir la inferioridad mental de la mujer propagada por la religión y el Estado y luchar por la emancipación del género entendida como parte de la liberación social del sistema explotador y opresor que era el capitalismo (Nuestra Tribunan # 11).
Teniendo en cuenta lo anterior, el objetivo de este trabajo es realizar un análisis de la lucha de estas mujeres desde su perspectiva ideológica y cosmovisión del mundo social, es decir, tomando las premisas básicas de la corriente anarquista en la cual se reivindicaban, en pos de entender y explicar sus principales posiciones políticas. Intentaremos establecer cuáles fueron las influencias ácratas con las que estuvieron en contacto a la vez que nos centraremos en el concepto de “emancipación de la mujer” y su implicancia para ellas. Derivado de lo anterior, se relacionaban las cuestiones de la maternidad, la educación y el lugar de la mujer en la sociedad. Otro factor importante fueron las relaciones con los varones anarquistas, ya sea como compañeros de lucha y/o compañeros de vida, debido a las costumbres “poco anarquistas” de los mismos para con las mujeres de su misma clase y a sus críticas al periódico por considerarlo como una “infiltración feminista” en el movimiento. Por último, las críticas del grupo editor del diario hacia el movimiento feminista contemporáneo no fueron menores y brindan información acerca de las luchas dentro de los movimientos de mujeres que se dieron en aquel entonces.
Anarquismo y feminismo
Las mujeres de Nuestra Tribuna, y las mujeres libertarias de otros grupos tales como las de La Voz de la Mujer; y Mujeres Libres, no se definían a sí mismas como feministas sino como anarquistas. El anarquismo como corriente perseguía como fin último una emancipación humana de forma íntegra, es decir, no sólo una transformación de las relaciones de producción y del sistema económico sino también una profunda transformación ideológica y cultural que suprimiera todas las relaciones de poder que oprimían tanto a mujeres como hombres. Cuando hablamos del feminismo contemporáneo a estas anarquistas, nos referimos a un movimiento bastante influenciado y/o en permanente contacto con las feministas anglosajonas, que exigía para las mujeres iguales derechos que para los hombres, más específicamente en este periodo, el derecho al sufragio. La ola pro – sufragio surgida luego el fin de la Primera Guerra Mundial, tenia como objetivo lograr la igualdad civil de las mujeres en la sociedad. Los diferentes grupos que conformaban el movimiento correspondían a los que nosotras entendemos como una vertiente liberal asociado a mujeres de origen burgués, con demandas que afectaban directamente a las féminas de clase media-alta.
Para el caso argentino, tres eran las organizaciones que levantaban las banderas del feminismo entre 1910 y 1930: la Unión Feminista Nacional de Alicia Moreau, el Partido Feminista de Julieta Lanteri, y la Asociación Pro Derechos de la Mujer de Elvira Rawson. De acuerdo a Barrancos (Mujeres entre la casa...), durante la década del ‘20 se generó un aumento importante en lo que fueron la aceptación de las demandas feministas y la exigencia de los derechos de las mujeres, desembocando en la primera reforma civil a su favor: el fin de la tutoría conyugal para la realización de determinadas actividades en la vida pública. A partir de la nueva ley, sancionada en 1926, las mujeres tuvieron el derecho a elegir su educación, trabajar sin el tutelaje marital, administrar sus bienes y prestar testimonio sin el consentimiento de un varón, aunque no estaban autorizadas a realizar transacciones de sus bienes sin la firma de su esposo (21).
Al comparar una serie de factores entre las mujeres anarquistas y las feministas argentinas de principios de siglo, (extracción social, medios de vida, carrera política, objetivos finales de la lucha por la emancipación femenina) las diferencias saltan a la vista sin necesidad de mucho análisis. Pero sobre todo, observamos que las raíces ideológico políticas de cada grupo son divergentes, y en muchos casos, enfrentadas. Estas diferencias no solo se manifestaron en las prensas que difundían, sino también en sus prácticas políticas y sus perspectivas en relación a la emancipación femenina. En este sentido, nos permitiremos polemizar con la categorización que Dora Barrancos les atribuye a las mujeres de Nuestra Tribuna en su trabajo Mujeres de “Nuestra Tribuna”: el difícil oficio de la diferencia. Revista Mora, n. 2. (1996). Partiendo del marco teórico de Karen Offen, la autora se propone analizar a las anarquistas dentro de lo que Offen denominó “feminismo relacional”:
<<Por su parte, el feminismo relacional, indagado por Offen extrae sus orígenes de las fuerzas sociales que de diferentes maneras se oponen al capitalismo y pretenden horadar – y hasta suprimir – el orden burgués. Los movimientos de mujeres a él vinculados en diferentes momentos de la historia contemporánea ejercitan formas de identidad diversa, y hasta contrapuestas, pero están en un punto ligadas una vez que la interacción con sus sociedades se realiza sobre la base de un cuestionamiento a su propio funcionamiento. Así, el principio de solidaridad con las mujeres trabajadoras y las denuncias del sistema en la esfera de la producción y el consumo, la reiterada sospecha sobre el significado de la “liberación” apenas enfática en lo atinente a la esfera publica, y expresiones de subjetivación que han insistido en la “complementariedad”, estampada no sobre la igualdad, sino sobre la diferencia con el otro género, constituyen sus trazos prominentes (22).>>
Entendemos que en nuestra disciplina, como en las ciencias sociales en general, son necesarias las categorizaciones que enriquezcan o faciliten el análisis de los procesos históricos, no obstante en este caso particular disentimos con la propuesta por Barrancos ya que al calificar a las mujeres de Nuestra Tribuna como feministas,
incurriría, a nuestro modo de ver, en un error metodológico puesto que les imponeuna identidad definida desde “el feminismo” actual con la que las protagonistas explícitamente afirmaban estar en total desacuerdo por razones ideológicas en primer lugar, y por práctica política en segundo término. “Es posible, es admisible (...) querer darle a una parte del movimiento anarquista un carácter feminista? No es posible. El feminismo no es ni puede ser un movimiento anarquista bajo ningún concepto” (Nuestra Tribuna 4). Creemos que la conceptualización y el uso del término “feminismo relacional” no es mala o incorrecta en si misma, de hecho es aplicable para numerosos grupos feministas en la actualidad, pero si se muestra inapropiada para el estudio de las mujeres anarquistas en su lucha
por la emancipación femenina.
En el segundo número de Nuestra Tribuna, el grupo editorial y sus colaboradoras se definían de este modo:
<<El feminismo no es ni puede ser un movimiento anarquista... deberíamos alejar de nuestras compañeritas esas ideas separatistas que dominan aún a las que simpatizan con nuestras cosas. Es muy tonto calificar al anarquismo de femenino o masculino a más que lamujer por su trilogía de esclavitud siente la necesidad de
reunirse separadamente del hombre (...). La única diferencia que hay entre nosotras y los “machos” es el sexo.
Organicémonos gremial y anárquicamente pero sin distinción de sexo (Nuestra Tribuna n° 21).>>
En los diferentes artículos que componen Nuestra Tribuna se realizaron numerosas críticas hacia los hombresy la opresión social a la que era sometida la mujer: “la mujer vive y actúa en la sociedad siendo en triple más esclava que el hombre: ella es esclava de su padre primero, del capitalismo después, y en último término lo es de su marido” (Nuestra Tribuna 1). Otras veces, las críticas llegaban de manera explícita hacia los propios compañeros anarquistas. En este sentido, hubo una polémica en uno de los números de Nuestra Tribuna respecto a un artículo publicado por Juana Rouco. En él, ella criticaba a sus compañeros anarquistas editores de La Protesta por no apoyar la edición del periódico y tampoco la pretensión de ellas de participar en luchas y demandas sociales y sostenía que el periódico estaba “acostumbrado a dar cabida a intrigas, mentiras y calumnias (...). La desesperación los lleva a hacernos la guerra con las armas más innobles al alcance” (Nuestra Tribuna n° 222). Y en octubre de 1923 dirá que
<<Nuestras
aspiraciones femeninas de reivindicación y justicia son mal
comprendidas y malévolamente interpretadas por muchos hombres, [de este
modo] es que nos proponemos el presente trabajo, el conjunto de nuestras
aspiraciones que encierran la base capital de nuestra obra cultural y
de capacitación mental por la liberación de la mujer de todas clase de tutelas (Nuestra Tribuna n°22 27).
De acuerdo a Dora Barrancos, podemos interpretar que en Nuestra Tribuna prevalece una “formación discursiva” que puede ser interpretada como una fórmula de representación de una sociabilidad/subjetividad que se sustenta en el deseo de ser una manifestación de mujeres, pero que a la vez se resiste el mandato de significar lo femenino (23). Entre quienes adhieren a las tesis libertarias, habrá siempre resistencia a lo representado como feminista y la forma discursiva seleccionada apuntará a representar esa resistencia, “mediante representaciones de su condición de mujeres, de sus vínculos, de su historicidad, ellas hacen resonantes los textos de Nuestra Tribuna posibilitando una construcción femenina” (24). Así, podemos ver esta tensión discursiva entre “lo feminista” y los elementos de “resistencia” en uno de los artículos de Nuestra Tribuna:
<<¿Que nos circunscribimos a hacer una propaganda esencialmente femenina? ¿Quién dijo eso? ¡Quien dijo eso que levante el dedo y entonces discutiremos! Nuestra hojita es un quincenario anarquista y como la anarquía no hace distinción de sexos, de ahí que hemos dicho todo>> (Nuestra Tribuna n°4).
Lo que predomina en el periódico, entonces, es una representación y una adscripción al pensamiento anarquista, pero incorporando específicamente la emancipación de la mujer dentro de los marcos de la opresión de sexos (25). Asimismo, no se privaron de realizar críticas a sus propios compañeros anarquistas a los que acusaron de querer perpetuar las relaciones de opresión y subordinación sobre la mujer.
Consideraciones Finales
A lo largo de este trabajo se realizó un análisis de los ejes que consideramos fundamentales sobre las temáticas abordadas en el periódico anarquista Nuestra Tribuna. Desde una posición anarquista, el mismo instó la necesidad de llevar a cabo una emancipación de la mujer, en la que ella misma formara parte activa. Además se atrevió a cuestionar el principio de autoridad de la sociedad, de ir contra la organización social arbitraria en todos los aspectos de la vida, desde lo político hasta lo moral y desde lo intelectual hasta aspectos económicos. Para ello uno de los pilares fundamentales en los que se sostenían era la “educación racionalista” y los postulados de Ferrer Guardia. La educación, a sus ojos, iba a ser el motor transformador de la sociedad capitalista y lo que contribuiría a la realización de la sociedad del futuro, sin división de clases ni distinción de sexos. A la par, desde el periódico se sostuvo la necesidad de que hubiera una “maternidad consciente y electiva”, para lo cual el rol de la mujer era de educar a las futuras generaciones en la libertad. De la mano estaba la concepción del amor libre, que alejaría a la mujer de la esclavitud y la sumisión que le eran impuestas tanto por la “hipócrita moral” burguesa como por la Iglesia. Finalmente, se diferenciaron abiertamente de las corrientes “feministas” por considerarlas que no conducirían a la liberación total de la mujer al sostener una división entre sexos, y cuando fue necesario no tuvieron reparos en criticar a sus compañeros anarquistas.
Notas:
1. Iaacov Oved, El anarquismo y el movimiento obrero en Argentina (México: Siglo XXI editores, 1978) 29
2. Marifran Carlson, ¡Feminismo! The Women’s movement in Argentina form its beginnings to Eva Perón (Chicago: Academy Chicago Publishers, 1988) 121
3. Dora Barrancos, Mujeres, entre la casa y la plaza (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2008) 108
4. Carlson 123
5. Juana Rouco Buela, Historia de un ideal vivido por una mujer (Edición Reconstruir, 1964) 74
6. Elisa Calzetta, Nuestra Tribuna. Hojita del sentir anárquico femenino (Bahía Blanca :Universidad Nacional del Sur, Edunis, 2005) 24
21. Barrancos Mujeres entre la casa..” 100
22. Barrancos “Nuestra Tribuna”: el difícil oficio...” 2.
23. Barrancos “Nuestra Tribuna: el difícil oficio...” 3
24. Barrancos “Nuestra Tribuna: el difícil oficio...” 3
25. Utilizamos esta definición deliberadamente, ya que hablar de “opresión de géneros” implicaría imponer a las autoras de Nuestra Tribuna una diferenciación entre sexo/género que no concibieron.
De acuerdo a Dora Barrancos, podemos interpretar que en Nuestra Tribuna prevalece una “formación discursiva” que puede ser interpretada como una fórmula de representación de una sociabilidad/subjetividad que se sustenta en el deseo de ser una manifestación de mujeres, pero que a la vez se resiste el mandato de significar lo femenino (23). Entre quienes adhieren a las tesis libertarias, habrá siempre resistencia a lo representado como feminista y la forma discursiva seleccionada apuntará a representar esa resistencia, “mediante representaciones de su condición de mujeres, de sus vínculos, de su historicidad, ellas hacen resonantes los textos de Nuestra Tribuna posibilitando una construcción femenina” (24). Así, podemos ver esta tensión discursiva entre “lo feminista” y los elementos de “resistencia” en uno de los artículos de Nuestra Tribuna:
<<¿Que nos circunscribimos a hacer una propaganda esencialmente femenina? ¿Quién dijo eso? ¡Quien dijo eso que levante el dedo y entonces discutiremos! Nuestra hojita es un quincenario anarquista y como la anarquía no hace distinción de sexos, de ahí que hemos dicho todo>> (Nuestra Tribuna n°4).
Lo que predomina en el periódico, entonces, es una representación y una adscripción al pensamiento anarquista, pero incorporando específicamente la emancipación de la mujer dentro de los marcos de la opresión de sexos (25). Asimismo, no se privaron de realizar críticas a sus propios compañeros anarquistas a los que acusaron de querer perpetuar las relaciones de opresión y subordinación sobre la mujer.
Consideraciones Finales
A lo largo de este trabajo se realizó un análisis de los ejes que consideramos fundamentales sobre las temáticas abordadas en el periódico anarquista Nuestra Tribuna. Desde una posición anarquista, el mismo instó la necesidad de llevar a cabo una emancipación de la mujer, en la que ella misma formara parte activa. Además se atrevió a cuestionar el principio de autoridad de la sociedad, de ir contra la organización social arbitraria en todos los aspectos de la vida, desde lo político hasta lo moral y desde lo intelectual hasta aspectos económicos. Para ello uno de los pilares fundamentales en los que se sostenían era la “educación racionalista” y los postulados de Ferrer Guardia. La educación, a sus ojos, iba a ser el motor transformador de la sociedad capitalista y lo que contribuiría a la realización de la sociedad del futuro, sin división de clases ni distinción de sexos. A la par, desde el periódico se sostuvo la necesidad de que hubiera una “maternidad consciente y electiva”, para lo cual el rol de la mujer era de educar a las futuras generaciones en la libertad. De la mano estaba la concepción del amor libre, que alejaría a la mujer de la esclavitud y la sumisión que le eran impuestas tanto por la “hipócrita moral” burguesa como por la Iglesia. Finalmente, se diferenciaron abiertamente de las corrientes “feministas” por considerarlas que no conducirían a la liberación total de la mujer al sostener una división entre sexos, y cuando fue necesario no tuvieron reparos en criticar a sus compañeros anarquistas.
Notas:
1. Iaacov Oved, El anarquismo y el movimiento obrero en Argentina (México: Siglo XXI editores, 1978) 29
2. Marifran Carlson, ¡Feminismo! The Women’s movement in Argentina form its beginnings to Eva Perón (Chicago: Academy Chicago Publishers, 1988) 121
3. Dora Barrancos, Mujeres, entre la casa y la plaza (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2008) 108
4. Carlson 123
5. Juana Rouco Buela, Historia de un ideal vivido por una mujer (Edición Reconstruir, 1964) 74
6. Elisa Calzetta, Nuestra Tribuna. Hojita del sentir anárquico femenino (Bahía Blanca :Universidad Nacional del Sur, Edunis, 2005) 24
21. Barrancos Mujeres entre la casa..” 100
22. Barrancos “Nuestra Tribuna”: el difícil oficio...” 2.
23. Barrancos “Nuestra Tribuna: el difícil oficio...” 3
24. Barrancos “Nuestra Tribuna: el difícil oficio...” 3
25. Utilizamos esta definición deliberadamente, ya que hablar de “opresión de géneros” implicaría imponer a las autoras de Nuestra Tribuna una diferenciación entre sexo/género que no concibieron.
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