Christian Elguera
En 1936 la editorial Ercilla publicó una de las “armas” de Manuel González Prada titulada Anarquía. De poca visibilidad en los anaqueles esta ara quedó silenciada, perdiéndose así una de las facetas más inquietantes del pensamiento gonzalespradiano. En este sentido Colmena editores ha tenido el acierto de volver, “revolver” ese escrito y cargar la beligerancia en estos días acomodaticios. En este libro González Prada acontece, llega con el filo de las ideas-fuerza, da la visión como ofrenda; tiembla la pradera, ¿pero se llega a incendiar? Ahí está el semillero, en medio de palabras que el autor hubiera preferido que identifiquemos con “el palo, el hierro o el plomo”.
En 1936 la editorial Ercilla publicó una de las “armas” de Manuel González Prada titulada Anarquía. De poca visibilidad en los anaqueles esta ara quedó silenciada, perdiéndose así una de las facetas más inquietantes del pensamiento gonzalespradiano. En este sentido Colmena editores ha tenido el acierto de volver, “revolver” ese escrito y cargar la beligerancia en estos días acomodaticios. En este libro González Prada acontece, llega con el filo de las ideas-fuerza, da la visión como ofrenda; tiembla la pradera, ¿pero se llega a incendiar? Ahí está el semillero, en medio de palabras que el autor hubiera preferido que identifiquemos con “el palo, el hierro o el plomo”.
Para González Prada la opción del anarquismo no significaba un simple ataque nervioso o un simple desorden, implicaba una madurez de pensamiento o, más precisamente, una ética de vida que se alzaba por sobre la explotación capitalista o el socialismo. El autor nos lo aclara como sigue: “El ideal anárquico se pudiera resumir en dos líneas: la libertad ilimitada y el mayor bienestar posible del individuo, con la abolición del Estado y la propiedad individual”. Esta concepción encaja dentro de un ideario humanista que pone el acento en las potencias del individuo para crearse a sí mismo.
Al respecto, uno de los aspectos que destaca de Anarquía es la conciencia del autor de escribir en contexto hostil, dentro del cual sus ideas pudieran ser reducidas a sueños, no obstante, acota: “¡Ojalá los hombres tuvieran siempre sueños tan hermosos!”. Esto nos lleva a pensar en la materialidad actual de los escritos que componen este libro, es decir, ¿por qué volver ahora a la faceta anarquista de González Prada?
Atisbamos tres respuestas. La primera es el modo en que Anarquía se opone al adocenamiento en que ha caído el pensamiento de González Prada; de esta manera este tomo recupera la fuerza, el encono, la polémica más sagaz. En este sentido préstese atención a estas líneas de Lutxo Rodríguez (encargado de la edición y autor del prólogo que la acompaña): “Es una ligereza, cuanto menos desagradable, ubicar a Prada en el marco de la “Historia oficial” o como un reflejo de los ideales de la nación peruana”. Y es que Anarquía desmitifica la idea de nación, abogando más bien por una revolución radical que arremeta contra toda acumulación de poder. Destáquese así el texto “El deber anárquico”, en el cual se critica el modus operandis de la política tradicional, así leeremos, por ejemplo: “Todo sistema de organización política merece llamarse arquitectura de palabras”.
Esto nos lleva a una segunda respuesta. Más allá de la fraseología en Anarquía se diseña un proyecto de acción que el autor considera que conjuga las ideas y la fuerza, un encuentro del ideólogo y el obrero que no está exento de problemas como detallaré mas adelante. La tercera respuesta para releer Anarquía radica en plantear otra opción frente al capitalista y al socialista. De esta manera el anarquista busca superar la explotación que deshumaniza, pero asimismo busca distinguirse del socialista que, para González Prada, resulta demasiado “caritativo y bonachón”. Pero hay un punto más en que el autor diverge del socialismo, a saber: del plan de una revolución dirigida únicamente por una clase y que termine imponiéndose sobre otro tipo de revoluciones. Así en “Fiesta universal” advertimos la siguiente acotación: “La revolución de una clase para surgir ella sola y sobreponerse a las otras, no sería más que una parodia de las antiguas convulsiones políticas”.
Vayamos ahora a una problemática específica que identificó en Anarquía, más precisamente en “Primero de mayo 1909” y “La fuerza”. Entrelíneas no deja de atisbarse el elitismo de González Prada. No deja de plantearse un pensamiento aleccionador propio de la ciudad letrada. Frente a los obreros el autor se impone por su raciocinio, es él quien tiene la capacidad de instruir. Así las cosas, el autor no forma parte de ese grupo de obreros “ingenuos, infelices y hasta inconscientes”, está lejos de esa “debilidad en el cerebro”, lo cual se comprueba en el hecho de que es él quien adoctrina, quien guía a ese “pobre rebaño”.
Cierto es que estos calificativos se deben a un intento por superar una condición que es producto de la explotación, la injustica y la burocracia estatal, y por lo tanto aspira programáticamente a un orden revolucionario. No obstante, en sus formas se mantiene en los límites de su época: en la del letrado que finalmente pertenece a un campo de poder privilegiado. Por supuesto, queda pendiente una lectura que establezca un diálogo con el privilegio gonzalespradiano. En este sentido, Anarquía resulta una entrada para releer y revolver a este autor, es decir, no solo descubrir al anarquista sino también problematizarlo en sus límites.
[Tomado de http://www.noticiasser.pe/17/08/2016/re-volver-el-anarquismo.]
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