Capi Vidal
Imaginaos a la sociedad como una gigantesca institución. Aunque nos controla, y nos dice “¡A la cama a dormir!”, en ella tenemos algún margen de libertad, para decidir cuándo encender un cigarrillo, tomar un café, sentarte a descansar, encender la tele… Hay espacio para menearse un poco. Ahora imagina esa sociedad, dividida en pequeñas instituciones. Estaría la familia, la empresa, el Ayuntamiento, el sindicato… Cada una con su reglamento. Todo ello implica una agresión al Yo, ¿no te parece? Pero por horrorosa que sea una familia, o una Okupa, hay margen para escapar de ellas, a ratos.
Ahora bien, hay otras instituciones que llegan a reglamentar y controlar minuciosamente toda la vida de la persona, y que son básicamente: presidios, centros de internamiento, orfanatos, hospitales psiquiátricos, conventos, cuarteles, internados, correccionales, seminarios, comunas sectarias, plataformas petrolíferas, barcos mercantes…
En estas instituciones hay diversas maneras de adaptarse a la dominación. Voy a mencionar cuatro formas puras de acomodo individual (1). Una es la regresión. El interno cesa con todo tipo de relación con el exterior y se ensimisma. Este sería el Jefe Bromden (2), el indio que no habla porque nadie le pregunta si puede hablar. Este estado de psicosis carcelaria puede hacerse irreversible, y se observa en presos, soldados, monjes, marinos mercantes que encuentran su defensa en atrincherarse en el silencio. La segunda adaptación es el desafío. El interno mantiene una actitud beligerante de forma permanente, y para mí el héroe de esta modalidad es el capitán Alekos Panagoulis (3), que se enfrentó él solo a la dictadura militar griega por lo que “fue crucificado nueve veces”. Un tipo duro.
La tercera opción es la del colono. El interno llega a la institución y organiza su vida tan bien, que hasta es feliz tal como se encuentra. Al final no quiere irse. Robert Franklin Stroud, el Pajarero de Alcatraz (4) puede servir de ejemplo. Los colonos pueden causar incomodidad entre los custodios de la institución, ya que se supone que han llegado allí para sufrir. Pero también pueden servir como modelos de rehabilitación, como El Lute. La última forma de acomodo es la conversión, que acepta todas y cada una de las normas de la institución con tal entusiasmo, que nombran al tipo kapo del mes. Ningún campo de concentración puede subsistir sin ellos.
Esas cuatro adaptaciones a la dominación, son puras. En la práctica lo más frecuente es una mezcla variable de todas ellas, en las que el dominado o dominada, de forma ecléctica, obra en cada situación según la circunstancia. Por ejemplo, de cara a los demás internos el tipo puede mantener una actitud de desafío contra la institución, que cambia de manera radical cuando entra en el despacho del alcaide mostrándose sumiso y colaborador para obtener un buen destino en la cantina.
¿Que por qué cuento esto? Pues no sé… Pensaba en cómo me adapto a lo largo de mi vida y te lo cuento.
Cuatro adaptaciones puras que dan mezclas singulares. Porque en esto de estar dominado, tiene que haber gente pa tó (5).
Notas
(1) Se me ocurrió seguir la metodología de Max Weber que habla de “tipos puros de dominación”: la burocrática, la carismática y la tradicional. Las adaptaciones puras a la dominación las he copiado de Erving Goffman y de su obra “Internados”. No soy un escritor original, sólo se me queda la básica de lo que leo, y luego, pos te lo cuento.
(2) De la película Alguien voló sobre el nido del cuco. Las películas, como son ficción, muestran la realidad de aquella manera, pero si pasáis por la sala de agudos de algún hospital público, en el salón colectivo encontraréis un buen numero de regresiones, sentadas en sillones, babeando.
(3) y (4) Gracias a internet puedes buscar sus biografías. Si quieres.
(5) No. Estar quejándote de todo continuamente, no es tener actitud de desafío.
[Tomado de http://acracia.org/formas-de-acomodarse-a-la-dominacion.]
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