Las Olimpiadas Populares debían empezar el 19 de julio pero quedaron pero la guerra civil lo impidió |
Oriol Solé Altimira
Casi
cuarenta años de dictadura y una transición que dejó en un cajón la reparación
para las víctimas del franquismo han potenciado una visión anticlerical y
violenta del movimiento libertario durante la Guerra Civil. Sin embargo, además
de incendiar iglesias y conventos, a partir del 18 de julio de 1936 una ola
revolucionaria liderada por los anarquistas convirtió a Catalunya y en especial
a su capital, Barcelona, en la primera zona industrializada donde los propios
trabajadores pudieron asumir el control total de sus empresas. Se intentó
llevar a la práctica aquello de 'ni Estado, ni patrón', y durante algunos meses
se consiguió.
Al
contrario de lo que se suele pensar, las colectivizaciones no llegaron de la
mano de comandos de la CNT que, fusil en mano, echaran a los patrones de las
fábricas. La autogestión llegó más bien de forma espontánea, tal y como explica
Antoni Castells en Les col·lectivitzacions a Barcelona (Hacer editorial, 1993).
En muchas empresas, directamente, el propietario había huido al estallar la Guerra.
Sí fueron más conflictivas algunas colectivizaciones agrarias. En Les arrels
del catalanisme popular (Empúries, 1999), Josep Termes pone el ejemplo de La
Fatarella (Tarragona), donde agricultores pobres se opusieron a la
colectivización forzosa de las tierras por parte de la CNT. Hubo tiros.
La
colectivización llegó a entre el 70% y el 80% de las empresas catalanas, que ya
en aquella época eran pequeñas y medianas en su mayoría y estaban organizadas
en pequeñas fábricas y talleres. También se socializaron una gran cantidad de
servicios públicos, hasta los cines y los teatros de Barcelona. Termes señala
que en muchas empresas la colectivización fue llevada a cabo por obreros que no
eran anarquistas, si bien en otras el dominio apabullante de la CNT fundamentó
la colectivización: en los tranvías de Barcelona sólo 120 de los 3.440
empleados no estaban afiliados al sindicato libertario.
Pero
la colectivización iba más allá de un cambio en la propiedad. La abolición de
la propiedad privada era promovida por el movimiento anarquista como una
herramienta para al bienestar personal y, a la postre, para dinamitar las
relaciones de poder existentes a partir del control de los centros de trabajo.
"Se hizo una revolución que cambió los aspectos de la vida cotidiana, la
manera de producir y de relacionarse, en la empresa también. 'Mandaba' la
asamblea", afirma Eulàlia Comas, directora del documental 'Economia
Col·lectiva', que explora las expropiaciones y la gestión obrera directa de los
primeros meses de Guerra.
¿Por
qué en Catalunya surge una revolución de corte anarquista mientras en otros
puntos de España y Europa triunfaba el fascismo? El inicio de la Guerra Civil
no fue la causa directa de la revolución que practicaron los trabajadores
catalanes durante buena parte del conflicto bélico. Los ingredientes que
permitieron el fenómeno colectivizador se cocinaron a fuego lento -los ateneos
y sindicatos libertarios llevaban propagando su mensaje desde el último tercio
del siglo anterior- y el estallido de la guerra fue más bien el catalizador.
Castells
apunta a tres causas: la crisis del modelo industrial burgués, el claro dominio
anarcosindicalista entre la clase obrera catalana (a diferencia del resto de
Europa) y la influencia del republicanismo y el nacionalismo antiestatista en
buena parte de la clase media. Con todo, se conformó un poder popular paralelo
al oficial ejercido por la Generalitat y el Gobierno de la República.
Debido
a la poca presencia de la CNT, el eslabón más débil de la colectivización
fueron los bancos y los servicios financieros, que quedaron fuera del proceso
revolucionario. Termes destaca otro de los objetivos que el movimiento
colectivizador no cumplió en el terreno agrario: pese a la desaparición teórica
de la moneda, los productos se seguían intercambiando según su precio anterior
al estallido de la guerra. Por contra, muchas empresas industriales estaban
mejor "desde el punto de vista de las instalaciones, la maquinaria y las
existencias de género".
¿Un episodio histórico silenciado?
La
amplia participación popular en las colectivizaciones posteriores al inicio de
la guerra contrasta con el papel discreto que tuvieron el 18 y el 19 de julio
de 1936. En este sentido, algunos historiadores denuncian que se ha mitificado
la participación popular en el freno al golpe de estado del 1936 en Catalunya.
"No fue el pueblo quien derrotó a los militares revolucionados en
Barcelona, sino las fuerzas de orden público: las Guàrdies d'Assalt, los Mossos
d'Esquadra y la Guardia Civil a órdenes de la Generalitat", asevera Hilari
Raguer en Divendres de Passió (Publicacions de l'Abadia de Montserrat, 2015).
Raguer
sí señala que la posición fuerte en las fábricas, junto a las armas, contribuyó
a crear un "doble poder" en Catalunya durante el período colectivizador:
por un lado, la CNT ostentaba el "poder real", mientras que la
Generalitat tenía el "poder legal". Ambos confluyeron en el Decreto
de Colectivizaciones, una solución de compromiso entre ambos poderes que cerró
la etapa más intensa de colectivizaciones.
Paradójicamente,
según Castells, el Decreto, pese a dar cobertura legal a los procesos
colectivizadores espontáneos, fue el principio del fin. Desde octubre del 1936,
la influencia de los anticolectivistas del mismo bando republicano -ERC y los
comunistas, básicamente- fue en aumento y sirvió para recuperar parte del
control estatal.
Para
Comas, las colectivizaciones del 1936 "constituyen un episodio que ha sido
deliberadamente ocultado por la historiografía oficial porque es un periodo de
empoderamiento colectivo". Asimismo, la autora lamenta que el período
colectivizador tenga poca presencia en los centros educativos y que, cuando se
explica, "se haga parcialmente o se le niega su carácter
revolucionario". "Es una revolución que bebe de los principios
libertarios. Y al anarquismo se le ha querido vincular con la violencia y la
destrucción, todavía hoy", añade.
El
desdichado final de la utopía libertaria hecha realidad en los primeros meses
de Guerra Civil es más conocido: enfrentamiento a tiros con antiguos compañeros
de bando republicano en mayo de 1937, básicamente los comunistas soviéticos. Y
en enero del 1939, huir o soportar la represión que trajeron los tanques
franquistas, que quisieron borrar los meses en que Catalunya fue libertaria.
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