Víctor Álvarez
El presidente Nicolás Maduro anunció la creación del Ministerio de Industrias Básicas, Estratégicas y Socialistas, el cual será dirigido por Juan Arias quien se venía desempeñando como Coordinador de la Comisión Presidencial para las Empresas Recuperadas. Este nuevo Ministerio será el operador del nuevo motor de industrias estatizadas, que se suma a los 14 motores que el gobierno aspira activar, para superar la actual crisis económica y superar los problemas de desabastecimiento y alto costo de la vida que bombardean a la población.
El presidente Nicolás Maduro anunció la creación del Ministerio de Industrias Básicas, Estratégicas y Socialistas, el cual será dirigido por Juan Arias quien se venía desempeñando como Coordinador de la Comisión Presidencial para las Empresas Recuperadas. Este nuevo Ministerio será el operador del nuevo motor de industrias estatizadas, que se suma a los 14 motores que el gobierno aspira activar, para superar la actual crisis económica y superar los problemas de desabastecimiento y alto costo de la vida que bombardean a la población.
Un balance necesario
Más de mil empresas agroindustriales y manufactureras fueron expropiadas y estatizadas con el fin de asegurar una creciente producción de los bienes y servicios, que se requieren para satisfacer las necesidades básicas y esenciales de la sociedad. Si evaluamos su desempeño a la luz de los indicadores de escasez de cemento, acero, cabillas, aluminio, atún, harina de maíz, lácteos, café, botellas, envases plásticos, agua potable, energía eléctrica, gas doméstico y la amplia gama de productos y servicios, que deberían encontrarse en el mercado, obviamente que la mayoría de estas empresas no pasa la prueba. Por el contrario, sus crecientes pérdidas representan una pesada carga para un presupuesto nacional cada vez más deficitario debido al colapso los ingresos fiscales.
Pero si evaluamos su desempeño a la luz de las nuevas relaciones sociales de producción que estas empresas estaban llamadas a instaurar, para empoderar a los trabajadores y comunidades sobre el control de los procesos de producción, distribución y comercialización de esos productos imprescindibles para satisfacer sus necesidades básicas y esenciales, entonces el balance es mucho peor. Esas empresas terminaron secuestradas y quebradas por el burocratismo corrupto que desplazó a los trabajadores y les arrebató su conducción.
¿Por qué no funcionan?
Las erradas políticas económicas y una pésima gerencia empresarial se combinaron para hacer fracasar a esas empresas. Los severos controles de precios las obligan a vender por debajo del costo de producción, y esto no les permite generar ingresos ni siquiera para pagar la nómina. Por eso dependen de los créditos adicionales, pero con el colapso de los precios del petróleo y la caída de la recaudación de ISLR e IVA, el gobierno no les puede transferir más recursos.
La sobrevaluación de la tasa de cambio propició toda clase de importaciones que arruinaron la producción nacional. El propio gobierno las quebró al obligarlas a vender a los canales de comercialización estatales al mismo precio de los productos que importa con un dólar sobrevaluado y barato.
La otra causa de la bancarrota es la pésima gerencia. Su dirección se entregó a gente sin formación ni experiencia. Al convertirse en un botín para la corrupción, terminaron saqueadas en la pugna por los grupos de poder que se disputan su control. Y mientras sean un instrumento del populismo clientelar, sus nóminas se mantendrán sobresaturadas. Así, el desaguadero de la corrupción y los excesivos costos sentencian su inviabilidad económica y financiera.
¿Fracasó el Control Obrero?
Al confundirse estatización con socialización, la propiedad de las empresas expropiadas no pasó a manos de los trabajadores ni de las comunidades. Al imponerse la propiedad estatal, estas empresas terminaron secuestradas y quebradas por el burocratismo, el pseudosindicalismo y la corrupción. Los trabajadores fueron desplazados por esas camarillas y mafias y por eso no se sintieron copropietarios sociales ni dolientes de esas empresas. El control obrero y la autogestión no fracasaron porque los trabajadores nunca dirigieron esas empresas. Por lo tanto, no se les puede responsabilizar de su fracaso.
Aparte de las empresas que estaban productivas en manos privadas y con la estatización terminaron quebradas, otras expropiaciones fueron un negocio redondo que indujeron los dueños de esas industrias con la complicidad de funcionarios del gobierno. Muchas empresas estaban cerradas porque no pudieron competir con las importaciones baratas, que inundaron al país a raíz de la apertura comercial de los años 90. Pero en torno a esas empresas obsoletas, verdadera chatarra tecnológica, se construyó un falso discurso revolucionario que levantaba las banderas de su rescate y recuperación para generar empleo y ponerlas a producir. Con esa farsa, se declararon de utilidad pública, se expropiaron y sus antiguos dueños cobraron jugosas indemnizaciones y de paso se desprendieron de un muerto que les ocasionaba grandes costos.
¿Qué hacer con el motor apagado de las empresas socialistas?
La alternativa es desestatizar esas empresas a través de la democratización de la propiedad y la promoción de la inversión privada nacional y extranjera. Se trata de promover la participación de los trabajadores e inversionistas, dejando claro que los dividendos que correspondan a la participación del Consejo de Trabajadores, en lugar de ser repartidos como dividendos individuales, serán la fuente de financiamiento de proyectos de interés común que ayuden a mejorar las condiciones de trabajo en la empresa.
La desestatización aliviará las presiones y exigencias en cada contratación colectiva, ya que esas reivindicaciones quedarían cubiertas con la inversión de los dividendos en proyectos de interés común para la nómina. De esta forma, los trabajadores —en lugar de resistirse a la desestatización y reeditar el clima de conflictividad laboral, que se repite en las empresas estatales y privadas—, estarían cada vez más interesados en mejorar el desempeño económico y financiero en las empresas donde ahora son copropietarios.
Los inversionistas y accionistas privados también saldrán beneficiados con esta nueva cultura corporativa de responsabilidad laboral, y podría despertar un mayor interés en otros inversionistas nacionales y extranjeros, quienes estarían dispuestos a invertir sus recursos en empresas en las que los trabajadores saben que de la paz laboral y del esfuerzo productivo dependerá no solo el pago de sus salarios, sino los dividendos que se destinarán a financiar sus programas de interés laboral y social.
[Tomado de http://contrapunto.com/mobile/noticia/por-que-estan-quebradas-las-empresas-estatizadas-71410.]
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