Juana Pikete
Con el sistema economico imperante, se han transformado los apectos fundamentales de nuestras vidas, en mercancía, es decir, en todo aquello que se puede vender o comprar. Nuestras necesidades básicas, la vivienda, la educación, la salud, todo es transable por dinero, haciendo posible la “solución” de esas necesidades cuando se cuenta con monto solicitado. En caso contrario, omita sus necesidades. El nacer no queda fuera del mercado, (así como tampoco el morir). Nuestros nacimientos, los nacimientos de nuestros hijxs, sin previa consulta, son transformados en bienes de consumo: Entro al hospital, me operan, pago, me entregan a mi hij@, y me lo llevo a la casa como habiendo comprado su nacimiento.
Con el sistema economico imperante, se han transformado los apectos fundamentales de nuestras vidas, en mercancía, es decir, en todo aquello que se puede vender o comprar. Nuestras necesidades básicas, la vivienda, la educación, la salud, todo es transable por dinero, haciendo posible la “solución” de esas necesidades cuando se cuenta con monto solicitado. En caso contrario, omita sus necesidades. El nacer no queda fuera del mercado, (así como tampoco el morir). Nuestros nacimientos, los nacimientos de nuestros hijxs, sin previa consulta, son transformados en bienes de consumo: Entro al hospital, me operan, pago, me entregan a mi hij@, y me lo llevo a la casa como habiendo comprado su nacimiento.
El parto es un acto natural, inherente a los mamíferos (y de otro modo a otros animales y plantas), que durante milenios constituyó para las humanas, una instancia sagrada de crecimiento y amor. El “progreso”, los “avances” o en definitiva los valores foráneos impuestos al apropiarse de nuestros modos de vida, han enterrado nuestros conocimientos ancestrales, sin embargo nuestros cuerpos y capacidades siguen siendo las mismas. El nacimiento, la crianza, la maternidad-paternidad y el amor son actos y sabiduría nuestra, no un producto que podamos obtener de la repisa del supermercado.
El siguiente artículo corresponde al primero de una serie de escritos desde una perspectiva feminista antiautoritaria, sobre la emancipación en los ámbitos del parto, crianza y maternidad. Les invitamos a conocer un poco más sobre esto a través de una mujer que decidió desenmarcarse de la gestación, el parto y la crianza promovida por el modelo oficial, para hacerse cargo y llevar adelante su proceso con autonomía, reflexión y libertad. De lo vivido, aprendido e investigado, nacen estos textos que queremos compartir con todas y todos para la liberación del nacer y vivir. Visiblemente nos encontramos en un país altamente medicalizado; donde la salud de cada persona no depende de sí misma, sino de fármacos, hospitales y personal médico. El parto hospitalario es un ejemplo evidente de esto; se externalizan los conocimientos, se expropian nuestros cuerpos y saberes, quitándonos autonomía y autodeterminación de cómo queremos parir, de cómo queremos que nazcan nuestras hijas e hijos.
Así, se tiene una visión patológica, intervencionista y jerárquica de los partos. Basada en un paradigma médico caracterizado por su alta tecnología, fuerte orientación hacia la ciencia y de intereses principalmente económicos, todo dirigido desde una perspectiva patriarcal. Recordemos que una mujer en trabajo de parto es la única en el hospital que ingresa sin estar “enferma”, y de todas formas se le reconoce como una “paciente” a la cual se debe auxiliar. Sin embargo, el parto es un suceso natural en la vida de una mujer, perteneciente a la fisiología e intuición de ésta, dirigido por el cerebro mamífero primitivo y dominado solo por hormonas. El parto es un acontecimiento sexual que ha sido reprimido, tal como ha sido reprimida la sexualidad femenina y con esto se ha logrado la subordinación de las mujeres al sistema médico, constituyendo de hecho un ámbito de dominación, represión y violencia hacia la mujer, bebé y sus familiares.
Se ha denominado Violencia Obstétrica, a la que se da en hospitales públicos y privados, consultorios, consultas médicas; se da por parte de doctores, enfermeras/os o cualquier profesional de la salud. La violencia obstétrica se da de manera evidente pero también silenciosa, de manera física o sicológica. Se estima que cerca de un 92% de mujeres en trabajo de parto sufrió algún tipo de maltrato de violencia obstétrica. Los tipos de violencia obstétrica que podemos reconocer son amplias, una de las más evidentes son las llamadas “cesáreas innecesareas”, estas son las cesáreas practicadas cuando no existe una justificación médica o condición de riesgo que necesite ser solucionada con una intervención quirúrgica.
En Chile existe un 70% aprox. de cesáreas realizadas en el sector privado hospitalario. Sin embargo, según indicación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) se recomienda “El parto es un suceso natural en la vida de una mujer, perteneciente a la fisiología e intuición de ésta, dirigido por el cerebro mamífero primitivo y dominado solo por hormonas. El parto es un acontecimiento sexual que ha sido reprimido, tal como ha sido reprimida la sexualidad femenina y con esto se ha logrado la subordinación de las mujeres al sistema médico, constituyendo de hecho un ámbito de dominación, represión y violencia hacia la mujer, bebé y sus familiares”.
Otros procedimientos considerados como “rutinarios” son también parte de la violencia ejercida por el sistema de salud. Aquí encontramos las Episiotomías, esta es una incisión quirúrgica (corte) que se hace en la zona del periné (entre la vagina y el ano femenino) que se realiza para agrandar el canal vaginal. Sin embargo, hay evidencia de que este corte quirúrgico es muy doloroso y tarda más en sanar y recuperar que un posible desgarro espontáneo. La episiotomía es una herida en una parte muy delicada del cuerpo que puede durar mucho tiempo y que incluso puede arruinar la vida sexual de una mujer.
Otra práctica realizada de forma rutinaria es la Maniobra de Kristeller, la cual consiste en hacer presión en el fondo del útero (quizás es más conocida la imagen de la matrona arriba de la panza de la embarazada empujando con fuerza su vientre para hacer salir al bebé). Sin embargo, este procedimiento no necesariamente acelera el parto, sino que puede provocar desgarros, fisuras u otros problemas en la madre. Posiblemente la maniobra de Kristeller no sería necesaria si se respetaran los tiempos de la madre y el bebe, si se le permitiera moverse libertad o estar en posición horizontal.
Entonces la cantidad de prácticas realizadas de manera habitual sin consentimiento de la mujer son muchas; uso de fórceps sin estricta necesidad, raspaje de útero sin anestesia, enemas y depilación de la zona genital sin previo acuerdo, obligatoriedad de permanecer acostada en una camilla para la comodidad del equipo médico en contraposición a las necesidades de la gestante, impedimento de moverse de manera libre, impedimento de consumir alimentos, corte temprano del cordón umbilical, separación de madre e hija o la imposibilidad de verlo, presencia de gente no deseada en la sala de parto, etc. Sin dejar de lado por supuesto, toda la violencia psicológica como lenguaje inapropiado del equipo médico, criticas por manifestar dolor o emociones, imposibilidad de plantear temores o inquietudes, etc.
Tal como dijimos antes, estos procedimientos son rutinarios y forman parte de la forma de atención de la mayoría de los sistemas médicos, donde se aplican rutinas por protocolo independiente de si se necesitan o no. La violencia obstétrica no es una práctica individual, sino que una práctica generalizada instaurada en el paradigma médico que existe en Chile y Latinoamérica, la cual está basada en principios y creencias obsoletos e incluso en contradicción a la recomendación de la OMS, que obliga a la “paciente” a adaptarse a los tiempos, eficacia y eficiencia de una visión del parto que es mecanicista y paternalista.
Sin ir más lejos podemos ver que en países como Noruega, Suecia o Alemania la atención al parto se centra en preservar y favorecer la fisiología del parto, donde las madres disfrutan de la libertad del movimiento y los/as profesionales de la salud no intervienen a no ser que exista un motivo para hacerlo, existe respeto por los derechos civiles y de las mujeres. Lo que quiero decir con este ejemplo es que la violencia obstétrica no debe naturalizarse, que hay muchas formas para acompañar un parto de manera respetuosa, amorosa y en libertad. Que partos placenteros e incluso orgásmicos suceden todos los días en otras partes del mundo, y que no existe una forma estandarizada de dar a luz, porque todas somos diferentes, porque cada cuerpo es diferente, porque cada hija e hijo es diferente.
La idea de un Parto Respetado existe, y brinda una atención centrada en la dignidad y libertad de las mujeres y sus hijos, en la posibilidad de elegir cómo, dónde y en compañía de quién quieren parir. Mujeres guiadas sólo por la autodeterminación.
[Publicado originalmente en el periódico El Pilpilen Negro # 2, Los Choros (Chile) junio 2015. Número completo accesible en https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2016/05/11/chile-el-pilpilen-negro-periodico-comunitario-en-defensa-del-territorio.]
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