Graciela Flores
La FAO propuso el término Agricultura Urbana y Periurbana (AUP) para referirse al “cultivo de plantas y cría de animales en pequeñas superficies como huertos, solares, márgenes, terrazas…, situadas dentro o alrededor de las ciudades, para consumo propio o venta en mercados locales o para la explotación intensiva/semintensiva y el posterior comercio de los productos”. Se deduce entonces, que se trata de una agricultura a escala muy reducida, que no resuelve la seguridad alimentaria de un país y mucho menos justifica la creación de un Ministerio para promoverla. Pareciera que el recuerdo de los gallineros verticales, la ruta de la empanada y los cultivos hidropónicos, continúan latentes en el imaginario de nuestros gobernantes, a menos que la visualicen como el uso complementario de los desarrollos de la Misión Vivienda, que ya agotaron, como en el caso de Caracas, buena parte de los espacios disponibles de la ciudad, algunos de ellos a expensas de usos como estacionamientos y espacios verdes. (VER: http://www.mundoagropecuario.com/agricultura-urbana-se-expande-en-cuba/).
La agricultura urbana según la literatura especializada requiere tierra, agua de calidad, acceso a insumos como semillas, materiales orgánicos y otras fuentes de nutrientes, financiamiento y asistencia técnica a la población que se encarga de su explotación.La formalización y calificación de los espacios con este uso dentro de la planificación urbana de la ciudad se considera también pertinente, por cuanto apoya su sustentabilidad a través de la consecución de ciudades más verdes que contribuyen a la conservación del Medio Ambiente y sus recursos; conceptos por cierto totalmente olvidados por los encargados de definir la orientación de la política urbana.
Si el objetivo del nuevo Ministerio es apoyar a la población urbana más desfavorecida ante la crisis alimentaria con un mecanismo de supervivencia para escapar de la pobreza, y que además se considera un servicio útil para la ciudad, pareciera que se escogió el camino más tortuoso. Basta con analizar lo que la FAO define como una de las dificultades más notorias de la AUP: “La mayoría de actividades agrícolas dependen del acceso regular a un agua de calidad asequible; sin embargo, no siempre el agua adecuada para la agricultura es accesible para el suministro de agricultores pobres en áreas urbanas y periurbanas. El agua limpia es demasiado cara para su uso agrícola… y por otra parte, las agua residuales son a menudo el único suministro disponible y fiable, y el uso directo de este tipo de agua, en caso de que no esté tratada, conlleva importantes riesgos para la salud y la contaminación de suelos y aguas subterráneas”. (VER: http://www.mundoagropecuario.com/ciudades-de-america-latina-lideres-en-agricultura-urbana/).
Que nos queda entonces cuando buena parte de las protestas de los habitantes de nuestros asentamientos populares, son por falta de agua; y que diríamos ante el resto de los requerimientos, en un país quebrado que no garantiza ni medicinas ni los alimentos de la cesta básica. Salir de la pobreza y del atolladero económico en el que estamos inmersos, no es cuestión de crear Ministerios; es ante todo, aplicar mayor sindéresis y especialmente cambiar el modelo político y económico que nos ha conducido al total descalabro nacional.
[Tomado de http://www.mundoagropecuario.com/agricultura-urbana-venezuela.]