Minerva Vitti
Hilarión Romero es indígena de la etnia yukpa, tiene 43 años y ha vivido desde siempre en el Tukuko, población que se encuentra en plena falda de la Sierra de Perijá: una cadena de montañas que se extiende en el estado Zulia y que fue declarada Parque Nacional en 1972. Hace dos años se desempeñó como viceministro del despacho Sierras y Cordilleras Indígenas del Ministerio del Poder Popular para los Pueblos Indígenas (Minpi). Gracias a este cargo tuvo la oportunidad de conocer experiencias de otros pueblos indígenas como los yekuanas, kariñas, pemones, pumé. De esos encuentros recuerda una anécdota de un consejo comunal de los kariñas, en el estado Anzoátegui, que hace tres años solicitó un recurso al Instituto Nacional del Desarrollo de la Pequeña y Mediana Industria (Inapymi) para construir seis galpones para la cría de pollos, cuatro de engorde y dos de ponedoras, la sorpresa fue que para el momento de la visita de Hilarión ya tenían 14 galpones: “Esa es una comunidad que asimiló muy bien la propuesta de organizarse en consejos comunales”.
Conversamos con él sobre la situación en el Tukuko, la influencia de los consejos comunales en la organización comunitaria de los pueblos indígenas, el proceso de demarcación, y la prohibición de la siembra de la malanga en la Sierra de Perijá.
—¿Cómo es la comunidad del Tukuko?
—El Tukuko es la comunidad más grande dentro de todo el pueblo yukpa ubicado en la Sierra de Perijá. Es un lugar donde hemos tenido mayor concentración de nuestra gente debido a la presencia de los capuchinos y las hermanas de la Caridad de Santa Ana. Aquí funciona la Unidad Educativa Sagrada Familia que es apta para atender la mayor cantidad de nuestros muchachos.
—¿Cómo están organizados a nivel comunitario?
—Se nos ha venido dificultando mantener la forma de organización que teníamos históricamente como pueblo yukpa y hemos venido batallando contra eso porque nos han llegado muchas formas de organización y muchos de nosotros nos hemos visto obligados a optar por lo que nos llegó de afuera más que a mantener lo que es nuestro. Producto de un gran esfuerzo todavía tenemos la figura del cacique mayor y por supuesto que con todas las políticas nuevas que se han creado en este sistema de gobierno también estamos organizados en consejos comunales, aspecto que ha sido beneficioso para nosotros pero no vamos a negar que nos ha traído prejuicios.
—¿Podría explicarnos un poco este aspecto?
—Ha sido muy bueno que se nos haya permitido organizarnos en consejos comunales porque nos facilita a toda la población venezolana emprender como comunidad: cuáles son nuestras necesidades más urgentes y jerarquizarlas para elaborar proyectos dirigidos a un ente financiero de los consejos comunales. No vamos a negar que hemos tenido apoyo, de hecho ha sido muchísimo a través de la organización comunitaria. Pero hemos venido llegando a la conclusión que a las comunidades indígenas nos intoxicaron con la figura de los consejos comunales. Nos dieron las instrucciones de cómo formarlo pero antes no nos vinieron a decir qué era un consejo comunal, cómo debe funcionar, cómo deben dirigirse los recursos que el Estado ha venido otorgándonos a través de la organización comunitaria. Hay cosas que duelen decir y es triste manifestar en este momento que algunas de nuestras comunidades que recibieron financiamiento están igual o peor.
—A partir de esta forma de organización comunitaria muchas comunidades indígenas se dividieron por distintos conflictos y decidieron crear sus propios consejos comunales, ahora hay muchos consejos comunales en una misma comunidad, ¿cómo se manejan los recursos en estos casos?
—Eso es parte de lo que acabo de decirle: nos invitaron a organizarnos en consejos comunales y no nos dijeron cómo debíamos organizarnos. En la Ley de Consejos Comunales dice que en comunidades indígenas nos iban a permitir organizarnos en estas estructuras a partir de la existencia de diez familias. De hecho yo les otorgo el derecho a las comunidades indígenas de malinterpretar, nosotros lo hicimos y nadie vino a decirnos que no era la interpretación de eso que estaba establecido en la ley. ¿Por qué queda establecido de esa forma para las comunidades indígenas? Porque sobre todo se ve mucho en los estados Amazonas y Bolívar que hay familias que viven en pequeños grupos y están muy muy distantes.
—¿Qué sucede en la Sierra de Perijá?
—Malinterpretamos lo establecido en esas leyes. Por ejemplo, Ipika era la comunidad más grande en la cuenca del río Tukuko antes de la creación de los consejos comunales. Alguien leyó la ley y dijo que en esta comunidad había suficientes familias para abrir seis consejos comunales, nuestros hermanos optaron por eso, se crearon los consejos comunales y vino la división de la comunidad. Nadie vino a decirnos que un consejo comunal puede elaborar un proyecto para beneficiar a cien o cuatrocientas familias para que la comunidad permaneciera unida, y ahora donde originalmente estaba Ipika queda un pequeño grupo de personas.
—¿Cómo el liderazgo indígena ha sido intermediario para que las necesidades de sus comunidades, tanto en el Tukuko como en la parte alta de la Sierra de Perijá, se resuelvan?
—El problema ha estado en la gente que estamos al frente de nuestras comunidades. En el Tukuko tenemos un grave problema con el agua a pesar de estar ubicados al pie de una sierra donde tenemos como 500 mil manantiales. Mire si nosotros tuviéramos la oportunidad de revisar la nómina del Ministerio de Educación de la Sierra de Perijá no hay ni una zona donde este ente no le está pagando a un docente. Si revisamos la nómina del Ministerio de Salud no hay una zona donde el ministerio no esté pagando un enfermero. Si nos vamos a la nómina de Barrio Adentro el 85 % de las comunidades cuentan con un defensor de salud. Si vamos a este asunto de los multihogares creo que el 45% o 50% de nuestras comunidades tendría que contar con un multihogar. Si en este momento tuviéramos la manera de elegir una comunidad al azar allí no vamos a encontrar ni un maestro, un enfermero o un defensor de salud. Ahora, ¿de quién es el problema? ¿Del Ministerio de Educación? ¿Del Ministerio de Salud? Lamentablemente el problema está en la persona que en esa comunidad se hace llamar autoridad única, el cacique. La culpa es de nosotros y de las instituciones del Estado porque si tienen docentes, enfermeros y defensores de salud les está pagado pero no los está supervisando. Todo el mundo tiene conocimientos de los problemas que hay en la Sierra de Perijá y nadie toma acciones. Es bueno colocar esto en la opinión pública. Ojalá esto pase por las manos del ministro de Educación y de Salud.
—Cuando usted fue viceministro del Minpi ¿transmitió estas inquietudes?
—En las asambleas estos eran mis planteamientos.
—¿Qué ha pasado con el proceso de demarcación?
—Los estudios antropológicos que se han hecho dicen que nuestro pueblo yukpa es descendiente de los caribes y según esto nuestros antepasados vivieron en las riberas del Lago de Maracaibo, mire todo ese espacio y dónde nosotros estamos habitando en la actualidad. En el 2001 mediante un decreto se da la instrucción de iniciar el proceso de demarcación que lamentablemente también fue objeto de una mala interpretación.
—¿Cuál piensa que era el propósito de la demarcación?
—La Sierra de Perijá es inmensa pero es difícil encontrar cuatro hectáreas para realizar algún tipo de cultivo, el espacio solo lo encontramos en pequeña escala, entonces el proceso de demarcación se dio con el fin de contar con espacios más amplios y planos para que nosotros pudiéramos ubicar en esas haciendas que iban a quedar dentro de los perímetros de demarcación nuestras unidades de producción. El Estado manifiesta su disposición de adquirir algunos predios para ampliar nuestro espacio geográfico y segundo para que pudiéramos producir nuestros propios alimentos en cuanto a carne, queso y leche. ¿Qué hemos hecho? El Estado adquirió tres predios y no estamos produciendo, eso siempre ha estado solo para que se creen entre nosotros todo tipo de conflicto posible.
—El año pasado grupos ambientalistas protestaron porque la siembra de la malanga (ocumo) estaba generando daño a la Sierra de Perijá y a raíz de esto se prohibió la venta de este tubérculo. ¿Cómo ha afectado esta decisión a las familias indígenas?
—El yukpa siempre ha cultivado la malanga. No tengo conocimiento de quién la introdujo en nuestros territorios pero desde hace muchísimo tiempo la cultivábamos. Originalmente lo hacíamos para nuestro consumo pero llegó un momento en que la malanga comenzó a tener un costo muy alto y por supuesto el yukpa comienza a hacer su cultivo mucho más amplio, sin embargo creo que en ninguna de las comunidades yukpa un hombre ha sembrado cinco hectáreas juntas, cuando mucho una hectárea y a lo mejor otra familia tendría otra hectárea, pero cuando se junta toda esa cantidad y tiene salida hace ver que la cantidad de cultivo es inmensa. Si eso significa sustento para la familia yukpa: ¿por qué prohibirlo?, ¿cuáles son los motivos por los que se ha prohibido el cultivo de la malanga? Se dice que acaba con la fertilidad del suelo y si eso fuera cierto la sierra no existiera. Hay espacios donde se cultivó la malanga y siguen fértiles. Me parece que ha sido injusto prohibir la venta de la malanga.
Tengo conocimiento que en la Villa del Rosario hay cultivo masivo de malanga, de pronto sea que en esos espacios donde el cultivo se realiza utilizando fertilizantes y plaguicidas se termina con la fertilidad del suelo.
Ecos y comentarios sobre la malanga
Antes el señor Jorge sembraba tres hectáreas y se las vendían a un comprador que llegaba al Tukuko y pagaba 500 bolívares por cada 50 kilogramos. Pero la realidad es que muchos no tienen mulas para trasladar la malanga desde poblados que están más arriba de la Sierra de Perijá. Cada traslado en mula cuesta 500 bolívares y el animal solo puede cargar 100 kilos. Así que Jorge se queja porque esto no es rentable. Además dice que ahora el gobierno está controlando, que no puede sembrar, y asegura que a la escala en que él lo hace no daña la Sierra: “Pero en La Villa hay criollos que tienen hasta 20 hectáreas sembradas”.
Fidel y José tienen siete y diez años, respectivamente, manejando un camión que recoge los rubros que cultivan los pequeños productores de la Sierra de Perijá y los distribuyen en distintas regiones del país como Valencia, Barquisimeto, La Grita, etc. “De aquí [el Tukuko] salía todas las semanas un camión. Estamos hablando de 200 productores, suponga que cada persona tenga sus seis, siete saquitos, entonces 200 productores equivalen a 12 mil o 14 mil kilos semanales”. Para marzo de 2015, ellos les compraban la malanga a sus vecinos en 14 bolívares el kilo y el proveedor les pagaba 18 bolívares; sin embargo hubo momento en que José y Fidel tenían que comprar la malanga en 8 o 10 bolívares dependiendo de la oferta.
Fidel dice que el proveedor que le recibe la mercancía vende a los puestos de mercado. “Incluso los guardias me decían ‘coño ustedes si son arrechos, ustedes se lo llevan a los gochos y ellos lo vuelven a pasar para acá’”.
Por su parte José comenta que a los indígenas les han puesto muchas trabas no solo con la malanga sino también con el café: “Por lo menos en Peraya como han agarrado la plata para sembrar maíz ahí se ve la deforestación, ahí la gente agarró treinta hectáreas por cada consejo comunal. Aquí se quiere rescatar como éramos antes que sembrábamos yuca, topocho, pero luego de que el gobierno inyectó plata ya no es como antes, porque más bien la gente va a Machiques a comprar plátano. Es triste eso. Y siempre les han dado apoyo y plata a las mismas personas”. Ambos reiteran que un productor de malanga usa una hectárea, salvo las tenga distribuidas en varias zonas. Trabajan en verano y veranillo. Así que prácticamente la malanga se produce todo el año.
Fidel cuenta que hace 20 días llegó una muchacha de Pirimosa a su casa y le preguntó si estaba comprando malanga porque no tenía pasaje para ir a visitar a su esposo al hospital. Ella tenía seis sacos de malanga y Fidel se los compro para ayudarla, pese a que no les han querido dar las vías para distribuir el rubro. “Un señor me decía que era triste porque antes se comía la malanga con sal y ahora ni eso porque ellos con lo que le pagaban por la venta podían bajar de la Sierra y hacer un mercadito: un kilito de pata de pollo, arroz. Incluso ha afectado a las bodegas porque era un tema de entrada y salida de dinero. Es lamentable lo que están viviendo nuestros paisanos. Hacemos un llamado al gobierno nacional para que hagan entrevistas a los mismos productores (…) No sé cuál será el misterio con la malanga. ¿Deforestación? Para sembrar maíz hay que deforestar, para sembrar plátano hay que deforestar. No entendemos. Otra de las versiones que sale es que se usan muchos químicos pero aquí el paisano yukpa siempre lo ha sembrado naturalmente”, asegura Fidel.
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