Antulio Rosales
La defensa a la soberanía nacional que tan fervientemente atesora el gobierno venezolano será elevada a un nivel doctrinario y quedará retratado en la historia nacional por generaciones. La nueva doctrina podrá denominarse doctrina del rabo de paja. Es muy simple pero a la vez efectiva. Nadie osará emitir opinión alguna sobre los asuntos internos nacionales o incluso su proyección internacional puesto que, ipso facto, saldrá de nuestros escritorios de Carmelitas el prontuario más oscuro de la nación agresora. Así, se denunciará la doble moral del habla-paja y nosotros tan campantes continuaremos con nuestras cosas.
La defensa a la soberanía nacional que tan fervientemente atesora el gobierno venezolano será elevada a un nivel doctrinario y quedará retratado en la historia nacional por generaciones. La nueva doctrina podrá denominarse doctrina del rabo de paja. Es muy simple pero a la vez efectiva. Nadie osará emitir opinión alguna sobre los asuntos internos nacionales o incluso su proyección internacional puesto que, ipso facto, saldrá de nuestros escritorios de Carmelitas el prontuario más oscuro de la nación agresora. Así, se denunciará la doble moral del habla-paja y nosotros tan campantes continuaremos con nuestras cosas.
El aspecto central de la doctrina es la contundencia, pero también la elegancia. Cuando le respondemos a Chile por su ‘intromisión‘ sobre las decisiones judiciales que, de manera autónoma, independiente y diáfanamente legal toman nuestros poderes públicos, sacamos cada uno de sus conflictos internos, toda su historia de violación a los derechos humanos, cualquier asunto por resolver. Todo lo listamos, uno a uno, desde Pinochet hasta los Mapuche, pasando por los estudiantes y, luego, decimos con tono de señora respetable: nosotros jamás nos meteríamos en sus asuntos por resolver. Elegante.
Podemos deportar a miles de ciudadanos colombianos en situación irregular, posiblemente destruirles el rancho y dividir sus familias. De manera ejemplarizante entonces, otros veinte mil más saldrían de forma voluntaria, pero si alguien reclama, en especial el vecino, responderemos apegados a nuestra doctrina. ¿Qué moral puede tener aquel que inventó los falsos positivos? Nosotros expulsamos unos pocos miles, otros más se fueron porque quisieron, en cambio ustedes han forzado históricamente a millones fuera de sus hogares, pueblos y ciudades en una guerra fratricida en la que solo ustedes son responsables. Listo, se acabó. Saquen bien sus cuentas: nosotros seguimos ganando.
Lo bueno de esta doctrina es que siempre habrá algo por decir. Todos tienen rabos de paja y las unidades de medida siempre se pueden cambiar a capricho, desplazados de décadas por deportaciones de días serán equivalentes. Y si los números nos fallan, no importa porque siempre podemos ignorarlos ¿verdad que sí Dr. Merentes? Mire pues, así lo hicimos a lo interno: cuando nuestra inflación finalmente superó la de Caldera en 1994 suprimimos la data.
Con esta nueva doctrina que lleva el sello Rodríguez de calidad, siempre caeremos parados, y además, podemos dar muestras de nuestra inagotable generosidad. Si alguien denuncia que posiblemente entre los deportados hayan personas refugiadas, aprovecharemos la crisis de refugiados más importante de las últimas décadas y ofreceremos recibir a 20 mil personas provenientes de Siria. No decimos cómo, no decimos cuándo, no decimos bajo qué condiciones será recibida una cantidad de gente equivalente a la que se ha ido caminado por el río Táchira. Lo importante es que eso nos hará ver mejor que Francisco I y René Pérez juntos.
Nuestra credibilidad aumenta con el paso del tiempo. Nuestras declaraciones francas y apasionadas nos hacen merecedores de la admiración de los seres más maduros y conscientes del planeta, de todos aquellos que realmente creen en la justicia social. Demostramos que sabemos sacarle cuentas a todos y que nuestra moral siempre estará impoluta.
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