Laura Vicente
Es difícil conocer a alguien que rechace el sueño de ser libre, sin embargo, hay una teoría social que la convierte en una seña de su idiosincrasia, me refiero al anarquismo.
En la base del anarquismo hay una defensa radical de la libertad individual entendida como derecho absoluto de cada ser humano a actuar ateniéndose únicamente a los dictados de su propia conciencia y de su propia voluntad. Por encima del individuo no existe ningún tipo de construcción ideal o social (dios, rey, razón de Estado, organismo social, etc.) que justifique decisiones limitadoras de la libertad individual. Esta manera de entender la libertad provoca siempre un exceso de responsabilidad en la toma de decisiones (personales o de cualquier tipo), ya que nunca se puede apelar a la responsabilidad de “otros” y requiere una meditación seria sobre la mayoría de los actos de la vida que, a veces, resulta agotador. La responsabilidad en las consecuencias es total, nadie puede exculparnos o perdonarnos de los errores cometidos, salvo nosotros mismos.
Esta idea de libertad individual nos puede hacer pensar que se basa, por tanto, en el individualismo extremo. Aunque es cierto que existe ese individualismo, la libertad no está enfrentada a la sociedad, sino a la autoridad. El individualismo no es una declaración antisocial, puesto que el ser humano desarrolla una sociabilidad natural, decía Ricardo Mella (Natura, 1905):
“Cada uno es un todo para sí, pero es algo para los demás. En vez de limitarse cada uno de nosotros, ensancha su esfera de acción mediante las relaciones de igual a igual”.
La sociedad existe, por tanto, para bien de la libertad humana; en ella, y gracias a ella, ejerce el individuo su libertad y logra la expansión de su personalidad. Por tanto, el individualismo se combina con el comunitarismo. Se debe saber combinar el extremo respeto a la libertad individual con la vida en común para resolver todo aquello que afecta al conjunto de la sociedad. Dentro de la sociedad, quien defienda ese respeto de la libertad, nunca aceptara que la autoridad coaccione y limite dicha libertad. Por eso la libertad se enfrenta a la autoridad (Estado, dios, capital, etc.) no a la sociedad. La cooperación ha de ser siempre voluntaria sin necesidad de autoritarismo. Como señalaba Bakunin, "Libertad sin socialismo es privilegio e injusticia; Socialismo sin libertad es esclavitud y brutalidad".
Cada individuo es el único juez de sus derechos y libertades; sólo el respeto a la libertad de otro le limita y sólo la acción común y solidaria es garantía eficaz para mantener la libertad individual.
Sartre decía que estamos condenados a ser libres, la idea misma de libertad es hermosa, asumir plenamente su significado, a veces, provoca la renuncia a ella, el miedo a la libertad que señalaba Erich Fromm. La libertad según Fromm está íntimamente ligada al individualismo, se alcanza en la medida en la que somos capaces de renunciar a factores que nos protegen, implica asumir la posibilidad de equivocarse. El proceso de individualización, de aceptar la verdadera personalidad a costa de desligarse de la dirección de la sociedad, da miedo, el aislamiento moral que conlleva es muy duro. El miedo, base del nazismo, lleva a muchas personas a buscar que alguien (un líder), o las instituciones que votamos cada cuatro años, marquen nuestra vida y someternos a ellas. Otras formas de evadir ese miedo es la destructividad (reaccionando de manera violenta contra aquello que creemos que nos impide realizarnos), o la conformidad automática (integración en la sociedad, o en un grupo pequeño de ésta, perdiendo por completo la individualidad, y dejando que el conjunto decida por nosotros). Barry Schwartz señala también lo que él llama la paradoja de la libertad: el incremento de las opciones de elección en la sociedad de masas provoca mayor insatisfacción e incluso cierta angustia.
Es difícil conocer a alguien que rechace el sueño de ser libre, sin embargo, hay una teoría social que la convierte en una seña de su idiosincrasia, me refiero al anarquismo.
En la base del anarquismo hay una defensa radical de la libertad individual entendida como derecho absoluto de cada ser humano a actuar ateniéndose únicamente a los dictados de su propia conciencia y de su propia voluntad. Por encima del individuo no existe ningún tipo de construcción ideal o social (dios, rey, razón de Estado, organismo social, etc.) que justifique decisiones limitadoras de la libertad individual. Esta manera de entender la libertad provoca siempre un exceso de responsabilidad en la toma de decisiones (personales o de cualquier tipo), ya que nunca se puede apelar a la responsabilidad de “otros” y requiere una meditación seria sobre la mayoría de los actos de la vida que, a veces, resulta agotador. La responsabilidad en las consecuencias es total, nadie puede exculparnos o perdonarnos de los errores cometidos, salvo nosotros mismos.
Esta idea de libertad individual nos puede hacer pensar que se basa, por tanto, en el individualismo extremo. Aunque es cierto que existe ese individualismo, la libertad no está enfrentada a la sociedad, sino a la autoridad. El individualismo no es una declaración antisocial, puesto que el ser humano desarrolla una sociabilidad natural, decía Ricardo Mella (Natura, 1905):
“Cada uno es un todo para sí, pero es algo para los demás. En vez de limitarse cada uno de nosotros, ensancha su esfera de acción mediante las relaciones de igual a igual”.
La sociedad existe, por tanto, para bien de la libertad humana; en ella, y gracias a ella, ejerce el individuo su libertad y logra la expansión de su personalidad. Por tanto, el individualismo se combina con el comunitarismo. Se debe saber combinar el extremo respeto a la libertad individual con la vida en común para resolver todo aquello que afecta al conjunto de la sociedad. Dentro de la sociedad, quien defienda ese respeto de la libertad, nunca aceptara que la autoridad coaccione y limite dicha libertad. Por eso la libertad se enfrenta a la autoridad (Estado, dios, capital, etc.) no a la sociedad. La cooperación ha de ser siempre voluntaria sin necesidad de autoritarismo. Como señalaba Bakunin, "Libertad sin socialismo es privilegio e injusticia; Socialismo sin libertad es esclavitud y brutalidad".
Cada individuo es el único juez de sus derechos y libertades; sólo el respeto a la libertad de otro le limita y sólo la acción común y solidaria es garantía eficaz para mantener la libertad individual.
Sartre decía que estamos condenados a ser libres, la idea misma de libertad es hermosa, asumir plenamente su significado, a veces, provoca la renuncia a ella, el miedo a la libertad que señalaba Erich Fromm. La libertad según Fromm está íntimamente ligada al individualismo, se alcanza en la medida en la que somos capaces de renunciar a factores que nos protegen, implica asumir la posibilidad de equivocarse. El proceso de individualización, de aceptar la verdadera personalidad a costa de desligarse de la dirección de la sociedad, da miedo, el aislamiento moral que conlleva es muy duro. El miedo, base del nazismo, lleva a muchas personas a buscar que alguien (un líder), o las instituciones que votamos cada cuatro años, marquen nuestra vida y someternos a ellas. Otras formas de evadir ese miedo es la destructividad (reaccionando de manera violenta contra aquello que creemos que nos impide realizarnos), o la conformidad automática (integración en la sociedad, o en un grupo pequeño de ésta, perdiendo por completo la individualidad, y dejando que el conjunto decida por nosotros). Barry Schwartz señala también lo que él llama la paradoja de la libertad: el incremento de las opciones de elección en la sociedad de masas provoca mayor insatisfacción e incluso cierta angustia.
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