Erick Benítez Martínez
“Leyes: sabemos lo que son, y lo que valen. Son telarañas para los ricos y poderosos, cadenas de acero para los pobres y débiles, redes de pesca en las manos del gobierno”
P. J. Proudhon
La represión sufrida en México durante los últimos 3 años(1) ha hecho que ante ese panorama afloren lemas con los que se busca escapar de la represión y criminalización en que la víctima preferida del Estado mexicano han sido los anarquistas. Uno de estos lemas ha sido “el anarquismo no es un delito”.
Me parece que las intenciones de quienes han lanzado ese lema al viento y de quienes lo repiten no son malas: pueden referirse a que ser anarquista no atenta contra ningún valor humano, ni tampoco es un acto que dañe en su integridad física a nadie inocente.
Sin embargo el tema así planteado es de los más desastrosos que se hayan podido decir desde el anarquismo en los últimos años, porque apelar a la inocencia del anarquismo respecto al “delito” no es sino dar validez al Estado y sus instituciones, y explicaremos en seguida por qué.
Digamos primeramente, pues, lo que entendemos por delito: Delito, del latín delicto (mal obrado), cuyo derivativo en acto es delincuente, del verbo latino delinquere, significa dejar de cumplir una norma o ley por abandono, y por consecuencia son esas mismas leyes las que han de juzgar al delito y al delincuente.
El delito es el acto de romper con una ley (o abandonar su obediencia), las cuales son las reglas que el Estado impone (sic) dentro de cualquier territorio dominado por ellos(2). Las leyes dictadas por las autoridades son las que rigen nuestras vidas desde el nacimiento, y de las cuales jamás se nos pidió permiso para aceptarlas. Nacimos ya con el grillete puesto.
Son, en teoría, reglas sin las cuales toda vida en sociedad sería imposible. Se encargan entonces de confeccionarlas un grupo de gentes destinadas a ello, libradas por ello mismo de toda obligación de trabajar en algo productivo (y en consecuencia mantenidas por la sociedad). En la realidad encontramos que semejantes leyes no solo generan parásitos encargados tanto de confeccionarlas, estudiarlas y mantenerlas(3), sino que al margen de este parasitismo se encuentra la protección de todo lo injusto y abusivo en contra de la libertad y la justicia.
Sí, protección a los mismos delitos que dicen combatir, porque al tener el control de dictaminar sobre lo que es o no delito son ellas mismas las que pueden decidir y encubrir los delitos. ¿Alguien ejerce el robo hacia los trabajadores? Si tiene dinero puede comprar la ley y esta le servirá de protección contra dicho acto, porque de ahí en adelante encontrará la especulación y la explotación obrera como un “derecho” jurídico reconocido por las leyes, por mucho que esta explotación se dé en condiciones esclavistas de trabajo. Véase sino como empresas como Nike explotan despiadadamente niños en sus fábricas, y todo ello amparados en las leyes.
Son las leyes las reglas que hacen sagradas a la propiedad privada, el capital y la autoridad representada por el Estado. En ellas la usura, la especulación, la acumulación de capital, la propiedad privada, todas ellas formas diferentes de nombrar al robo del pueblo por parte de un grupo de propietarios, son validadas y tomadas como algo justo siempre desde la óptica del poder.
Con el pretexto de ser estas leyes indispensables para la vida en sociedad, han generado en esa misma sociedad miseria, desigualdad e injusticia. Con el pretexto de proteger la libertad generan esclavitud laboral, cárceles para los que rompen las leyes y la explotación más espantosa. Con el pretexto de ser indispensables se imponen a sangre y fuego a poblaciones enteras.
Sirven también para asegurar dichas condiciones de miseria en la vida del pueblo: ¿Ante las injusticias laborales o ante la miseria los trabajadores han tomado en sus manos las fábricas o los almacenes? La ley dice que la propiedad privada es sagrada, y que quien la viole deberá pagar a tal acto con la cárcel, cuando no con asesinatos a tiros en las calles. Y todo ello será decorado con la deslumbrante palabra “Estado de derecho”.
Las leyes, los códigos del Estado, son también las reglas en las cuales se pretende que el pueblo obedezca y sea sumiso a los dictados de los poderosos. La propiedad privada, la acumulación de capital así como los privilegios de unos cuantos sobre la enorme mayoría de pobres se realiza y consolida primeramente en base a las leyes dictadas por el Estado; si estas fallan se recurre entonces a las armas contra las poblaciones. Pero son las leyes la primera barrera que se pone a la libertad y la justicia popular. Existen, es verdad, un par de leyes contra las violaciones, los asesinatos y el daño a las personas que, aunque sean escritas en las constituciones como leyes del Estado, no por ello dejan de ser validadas por la justicia a la que apelamos los anarquistas. Solamente habríamos de apuntar que tales actos son (y en México de la manera más descarada) siempre solapados si existe dinero de por medio.
¿Cómo calificar entonces los actos no contra las leyes gubernamentales, sino contra las leyes naturales que dañen la integridad moral y física de las personas? No encuentro otra forma de denominar esos actos (violaciones, asesinatos, etc.) no como delitos, pues las leyes del poder nos son inválidas, sino más acorde con principios humanos como crimen.
En los pueblos llamados “incivilizados” no se reconocen leyes gubernamentales, sino los crímenes contra los miembros de la comunidad ya sea en forma de asesinato, violación, etc. Un crimen entonces es considerado un acto censurado no por la moral burguesa de los gobiernos, sino por la moral humana, la más justa y la única que reconocemos como válida. Un delito es algo que no se reconoce naturalmente, sino solo en las instituciones del Estado y siempre de manera totalmente interpretativa por las instituciones y según las leyes vigentes; porque ¿robar es un delito? ¿Qué forma de robo? Porque hay miles de formas de ejecutar un robo. En los centros de trabajo se comete este delito diariamente en forma masiva, y no hay sanción (sino bendición) alguna ni en las alturas del poder ni tampoco protesta alguna muchas veces ni en los propios trabajadores que no advierten siempre el robo del que son objeto.
Notas:
1.- Pero no de forma única, pues hace más tiempo que los anarquistas han venido siendo perseguidos y reprimidos.
2.- Y fuera de un Estado siempre hay otro Estado. No se puede salir de uno sin entrar a otro ¡de ellos no te libras nunca! La libertad entonces es una ilusión siempre. No se puede salir de una esclavitud sino es para caer en otra.
3.- En otras palabras y en orden respectivo: parásitos, elementos no productivos y sicarios encargados de mantener dichas leyes. Elementos que no brindan ningún servicio útil a la vida del pueblo, ni producen absolutamente nada. Las leyes son las primeras generadoras de la holgazanería y la vagancia.
[Publicado originalmente en el periódico Apoyo Mutuo # 13, México, abril-junio 2015. La edición completa disponible en https://ia601507.us.archive.org/27/items/ApoyoMutuo13/AMN.13.pdf.]
“Leyes: sabemos lo que son, y lo que valen. Son telarañas para los ricos y poderosos, cadenas de acero para los pobres y débiles, redes de pesca en las manos del gobierno”
P. J. Proudhon
La represión sufrida en México durante los últimos 3 años(1) ha hecho que ante ese panorama afloren lemas con los que se busca escapar de la represión y criminalización en que la víctima preferida del Estado mexicano han sido los anarquistas. Uno de estos lemas ha sido “el anarquismo no es un delito”.
Me parece que las intenciones de quienes han lanzado ese lema al viento y de quienes lo repiten no son malas: pueden referirse a que ser anarquista no atenta contra ningún valor humano, ni tampoco es un acto que dañe en su integridad física a nadie inocente.
Sin embargo el tema así planteado es de los más desastrosos que se hayan podido decir desde el anarquismo en los últimos años, porque apelar a la inocencia del anarquismo respecto al “delito” no es sino dar validez al Estado y sus instituciones, y explicaremos en seguida por qué.
Digamos primeramente, pues, lo que entendemos por delito: Delito, del latín delicto (mal obrado), cuyo derivativo en acto es delincuente, del verbo latino delinquere, significa dejar de cumplir una norma o ley por abandono, y por consecuencia son esas mismas leyes las que han de juzgar al delito y al delincuente.
El delito es el acto de romper con una ley (o abandonar su obediencia), las cuales son las reglas que el Estado impone (sic) dentro de cualquier territorio dominado por ellos(2). Las leyes dictadas por las autoridades son las que rigen nuestras vidas desde el nacimiento, y de las cuales jamás se nos pidió permiso para aceptarlas. Nacimos ya con el grillete puesto.
Son, en teoría, reglas sin las cuales toda vida en sociedad sería imposible. Se encargan entonces de confeccionarlas un grupo de gentes destinadas a ello, libradas por ello mismo de toda obligación de trabajar en algo productivo (y en consecuencia mantenidas por la sociedad). En la realidad encontramos que semejantes leyes no solo generan parásitos encargados tanto de confeccionarlas, estudiarlas y mantenerlas(3), sino que al margen de este parasitismo se encuentra la protección de todo lo injusto y abusivo en contra de la libertad y la justicia.
Sí, protección a los mismos delitos que dicen combatir, porque al tener el control de dictaminar sobre lo que es o no delito son ellas mismas las que pueden decidir y encubrir los delitos. ¿Alguien ejerce el robo hacia los trabajadores? Si tiene dinero puede comprar la ley y esta le servirá de protección contra dicho acto, porque de ahí en adelante encontrará la especulación y la explotación obrera como un “derecho” jurídico reconocido por las leyes, por mucho que esta explotación se dé en condiciones esclavistas de trabajo. Véase sino como empresas como Nike explotan despiadadamente niños en sus fábricas, y todo ello amparados en las leyes.
Son las leyes las reglas que hacen sagradas a la propiedad privada, el capital y la autoridad representada por el Estado. En ellas la usura, la especulación, la acumulación de capital, la propiedad privada, todas ellas formas diferentes de nombrar al robo del pueblo por parte de un grupo de propietarios, son validadas y tomadas como algo justo siempre desde la óptica del poder.
Con el pretexto de ser estas leyes indispensables para la vida en sociedad, han generado en esa misma sociedad miseria, desigualdad e injusticia. Con el pretexto de proteger la libertad generan esclavitud laboral, cárceles para los que rompen las leyes y la explotación más espantosa. Con el pretexto de ser indispensables se imponen a sangre y fuego a poblaciones enteras.
Sirven también para asegurar dichas condiciones de miseria en la vida del pueblo: ¿Ante las injusticias laborales o ante la miseria los trabajadores han tomado en sus manos las fábricas o los almacenes? La ley dice que la propiedad privada es sagrada, y que quien la viole deberá pagar a tal acto con la cárcel, cuando no con asesinatos a tiros en las calles. Y todo ello será decorado con la deslumbrante palabra “Estado de derecho”.
Las leyes, los códigos del Estado, son también las reglas en las cuales se pretende que el pueblo obedezca y sea sumiso a los dictados de los poderosos. La propiedad privada, la acumulación de capital así como los privilegios de unos cuantos sobre la enorme mayoría de pobres se realiza y consolida primeramente en base a las leyes dictadas por el Estado; si estas fallan se recurre entonces a las armas contra las poblaciones. Pero son las leyes la primera barrera que se pone a la libertad y la justicia popular. Existen, es verdad, un par de leyes contra las violaciones, los asesinatos y el daño a las personas que, aunque sean escritas en las constituciones como leyes del Estado, no por ello dejan de ser validadas por la justicia a la que apelamos los anarquistas. Solamente habríamos de apuntar que tales actos son (y en México de la manera más descarada) siempre solapados si existe dinero de por medio.
¿Cómo calificar entonces los actos no contra las leyes gubernamentales, sino contra las leyes naturales que dañen la integridad moral y física de las personas? No encuentro otra forma de denominar esos actos (violaciones, asesinatos, etc.) no como delitos, pues las leyes del poder nos son inválidas, sino más acorde con principios humanos como crimen.
En los pueblos llamados “incivilizados” no se reconocen leyes gubernamentales, sino los crímenes contra los miembros de la comunidad ya sea en forma de asesinato, violación, etc. Un crimen entonces es considerado un acto censurado no por la moral burguesa de los gobiernos, sino por la moral humana, la más justa y la única que reconocemos como válida. Un delito es algo que no se reconoce naturalmente, sino solo en las instituciones del Estado y siempre de manera totalmente interpretativa por las instituciones y según las leyes vigentes; porque ¿robar es un delito? ¿Qué forma de robo? Porque hay miles de formas de ejecutar un robo. En los centros de trabajo se comete este delito diariamente en forma masiva, y no hay sanción (sino bendición) alguna ni en las alturas del poder ni tampoco protesta alguna muchas veces ni en los propios trabajadores que no advierten siempre el robo del que son objeto.
Notas:
1.- Pero no de forma única, pues hace más tiempo que los anarquistas han venido siendo perseguidos y reprimidos.
2.- Y fuera de un Estado siempre hay otro Estado. No se puede salir de uno sin entrar a otro ¡de ellos no te libras nunca! La libertad entonces es una ilusión siempre. No se puede salir de una esclavitud sino es para caer en otra.
3.- En otras palabras y en orden respectivo: parásitos, elementos no productivos y sicarios encargados de mantener dichas leyes. Elementos que no brindan ningún servicio útil a la vida del pueblo, ni producen absolutamente nada. Las leyes son las primeras generadoras de la holgazanería y la vagancia.
[Publicado originalmente en el periódico Apoyo Mutuo # 13, México, abril-junio 2015. La edición completa disponible en https://ia601507.us.archive.org/27/items/ApoyoMutuo13/AMN.13.pdf.]
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