Sebastián Allende
En América Latina, la franja de tiempo que transcurre post guerras de independencias nacionales se ha denominado sociedad oligárquica. En sí, esta forma social tuvo diversas características: particularmente, entre 1880 y 1930, y a raíz del “auge exportador”, predominó un modelo de desarrollo económico “hacia afuera”, centrado primordialmente en la exportación de materias primas. El caucho en la zona sur de Brasil, el sector agropecuario en el Río de la Plata o el salitre en el caso chileno, son algunos ejemplos. Este ordenamiento socioeconómico no fue azaroso, o producto de algún “accidente histórico”, ya que se vincula al desarrollo de la economía capitalista mundial(1), situación que presenciaba la primacía de Inglaterra, como potencia imperial a fines del siglo XIX, aunque ya asomaba, paulatinamente, el águila calva norteamericana.
En relación a esto, José del Pozo en su texto Historia de América Latina y el Caribe, plantea que las inversiones del capital extranjero se concentraron primordialmente en dos áreas: Exportación y servicios públicos(2). De ahí la presencia de capitales estadounidenses, como la “Estándar Oil” en la extracción del petróleo mexicano o, de capital anglosajón, en la explotación salitrera en el norte de nuestro país. Aunque, como señala del Pozo, este auge inversor no afectó a todo el aparato productivo latinoamericano, pues la economía agraria, fundamental por aquellos años, se mantiene prácticamente al margen del arribo de capitales extranjeros.
Ahora bien, en torno a las consecuencias sociales de este modelo primario se consolidan, al menos durante un tiempo, las élites centrales, apareciendo, luego, nuevos grupos empresariales – algunos frutos de la inmigración – relacionados a las actividades financieras y bancarias.
En el otro extremo de la sociedad, se manifiestan numerosos problemas – desnutrición infantil, enfermedades – en las nacientes urbes latinoamericanas(3), que después moldearían lo que se llamó “cuestión social”. Estos elementos, como tal, existían mucho antes de los albores del siglo XX, pero ahora se hacen visibles para las clases dirigenciales de la región, en la vida citadina. La realidad material habla en cifras: en Chile, por ejemplo, de cada 1.000 nacidos, un tercio fallecía antes del año de vida(4). Por otra parte, la esperanza de vida en nuestro país, según el censo de 1907, no sobrepasaba los 35 años, cifra que hoy se ha doblado, llegando casi a los 80 años, situándose como uno de las más altas de Sudamérica.
De esta manera, el panorama social latinoamericano en el que se insertan las plumas de Rafael Barret y Manuel González Prada, nos presenta el rostro ostensible del subdesarrollo, post guerras de independencia, con su triste corolario: la miseria. De ahí que por literatura social comprenderé un deseo de denuncia de la realidad de nuestro continente en su primer centenario.
El anarquismo latinoamericano: entre la modernidad europea y los “salvajes”
El arribo de las ideas socialistas a América Latina, se hace principalmente por la llegada de trabajadores europeos, o, en no pocos casos, por el exilio político que padecían algunos “revoltosos” del viejo mundo. La figura de Plotino Rhodakanati, el griego avecindado en México, es una clara muestra de ello(5). Ahora bien, el ideario anarquista no hace su traspaso de diferente forma. Al surgir en el seno del pensamiento político moderno, su trasvasije se hizo también a través de inmigrantes, quienes sirvieron de vehículos para las nuevas ideas. Así, el socialismo libertario, al propugnar una sociedad cooperativa y autogestionaria, tenía en su seno un fuerte componente iluminista: la confianza en el hombre, tan propia del carácter ilustrado.
En cuanto al análisis social, el anarquismo plantea la lucha para la transformación bajo un prisma similar, pero no igual al de Marx y sus correligionarios, ya que si bien ambos buscan la libertad como meta, para los ácratas, éste debe ser también el camino. Así, la idea de una “dictadura proletaria”, según ellos, conlleva el peligro de la burocratización y el aniquilamiento de las fuerzas culturales.
En este punto, válido es detener el enfoque en el viejo continente y problematizar la cuestión: ¿El anarquismo latinoamericano aporta algo específico, o reproduce el “análisis eurocentrista”? El pensamiento social latinoamericano, ¿enriquece o denuncia las premisas y secuelas de la modernidad europea? Según Ángel Cappelletti, la realidad de América Latina posee elementos propios que permiten introducir un fenómeno sui géneris en las reivindicaciones del anarquismo: el indigenismo(6). Y es, en este punto, en el cual el pensamiento de Rafael Barret con el de Manuel González Prada adquieren toda su connotación y particularidad, tanto para el anarquismo, como para los albores del pensamiento latinoamericano(7) en el siglo XX.
Rafael Barret y la realidad social del Paraguay
Rafael Barret nace en España el año 1876 y fallece el año 1910. Su obra, literaria y periodística, es abundante; inclusive, trasciende el ámbito de las ciencias sociales, ya que participa en la formación de la “Unión Matemática Argentina”, el año 1903. Como numerosos inmigrantes europeos, llega al puerto de Buenos Aires, para, posteriormente, establecerse en Asunción del Paraguay. Sus primeras colaboraciones como articulista, las realiza en la prensa oficial, El Tiempo entre otros diarios, pero funda Germinal, años más tarde, en 1908. En cuanto a la raigambre literaria o estilística, Barret proviene de la “generación del 98” española, trazando amistad, años más tarde, con gente como Ramón Del Valle Inclán o Federico García Lorca.
Así, en su corta, pero vibrante vida, Barret se convierte, según el escritor Augusto Roa Bastos, en el “descubridor de la realidad social del Paraguay”(8). A modo de ejemplo, sus escritos en torno a la situación del peonaje en la selva paraguaya, más tarde reunidos en Lo que son los yerbales y otros escritos, desnudan la hipocresía de la élite de aquel país, tan autocomplaciente consigo misma.
Ahora bien, en relación al problema indígena, según mi opinión, Barret, a diferencia de González Prada, no teoriza esta temática, sino que retrata, y con una pluma brillante, la situación del guaraní dentro del aparato productivo del Paraguay(9). Vale mencionar, en todo caso, que Barret entiende el análisis social en un sentido amplio. De ahí que sus escritos abarquen tanto la situación del peonaje en el “Alto Paraná”, los niños explotados, la pedagogía o los problemas de la mujer.
Por su parte, en El Dolor Paraguayo (Ayacucho, Venezuela, 1987), Barret, por medio de breves relatos, plasma sus impresiones sobre el “paraíso del Paraguay”, como muchos extranjeros le llamaron a aquella nación. Mas, él no halla ese edén, sino un paisaje similar al resto de América Latina, a saber, fatigosas horas de trabajo, los castigos-como el “tormento”- para el trabajador indisciplinado, la prostitución, el trabajo infantil, entre otros. De esta manera, la literatura de Rafael Barret, está claramente influenciada por la realidad social latinoamericana de comienzos del siglo pasado. Así, su pluma, se convierte en una voz de denuncia del abuso, tanto al trabajador urbano, como al “salvaje” guaraní. Es en medio del Paraguay – la tierra de los “niños tristes”, como escribió Barret – con una geografía y riqueza cultural enorme que nuestro autor deja un legado indeleble hasta el día de hoy(10).
Manuel González Prada y el Perú
Nacido en Perú, Manuel González Prada (1844-1918) desciende de una reconocida estirpe nobiliaria, teniendo entre sus antepasados, incluso, un antiguo virrey del Perú. Sus primeras obras literarias abarcan poesía y prosa. En cuanto a su pensamiento político, fundó la “Unión Nacional”, haciendo gala de un republicanismo laico, para después derivar a un anarquismo profundamente racionalista, con un fuerte acento anticlerical. Sus escritos más significativos de este período son Horas de Lucha y Libertarias. Además, participa en Los Parias, una de las publicaciones más significativas en el Perú a comienzos del siglo pasado.
En su análisis sobre la sociedad peruana, González Prada exalta el catolicismo presente en su país natal, vislumbrándolo como una rémora para el progreso humano, al empantanar el espíritu con prejuicios y falsos íconos. Acá se entrevé, como señala Cappelletti, el eco de su formación positivista, pues atacará frecuentemente, sin declararse ateo, el cristianismo.
Así, otro tópico que captó la atención de González Prada fue la situación de la mujer. En su conferencia “Las esclavas de la iglesia”, pronunciada el 25 de Septiembre de 1904 en la “Loggia stella d’Italia”, González Prada hace repaso a la concepción que el catolicismo tiene de la mujer, corriente que, según nuestro autor, denigra al género femenino, pues “aunque la iglesia venera a María y la glorifique hasta el grado de tender a ingerirla en la trinidad para constituir un misterio de cuatro personas, no cabe negar el desprecio del catolicismo a la mujer”(11). Como tal, esta preocupación sobre el problema de género, no es un hecho aislado, sino una constante en el anarquismo latinoamericano. Basta con recordar los escritos de María Luisa Capetillo, Juana Rouco, Salvadora Medina Onrubia, entre otras.
No obstante esto, la temática más relevante de la obra de González Prada es su visión del problema indígena. En su texto “Nuestros Indios”, del año 1904, plasma toda su concepción sobre esta materia; es más, para Luis Alberto Sánchez, “a partir de este artículo de Prada acerca del Indio, cambia radicalmente el planteamiento de esta cuestión en la literatura sociológica peruana”(12), inspirando a los posteriores trabajos de Pedro Zulen, Víctor Raul Haya de La Torre, y José Carlos Mariátegui. Sobre esto, Sánchez nos comenta: “según la interpretación de Prada, el indio no representa una raza biológica, sino una raza social, pues depende de su estado económico”(13).
Así, desechando prejuicios eurocentristas y racistas, en medio de expositores pujantes en Europa, González Prada analiza uno de los conceptos más difíciles de definir: las razas. Nuestro autor expresa: “¡Cómoda invención la etnología en manos de algunos hombres! Admitida la división de la humanidad en razas superiores e inferiores, reconocida la superioridad de los blancos y por consiguiente su derecho a monopolizar el gobierno del planeta, nada más natural que la supresión del negro en África, del piel roja en Estados Unidos, del Tágalo en Filipinas, del indio en el Perú”. Más adelante señala: “Como en la selección o eliminación de los débiles, e inadaptable se realiza la suprema ley de la vida, los eliminadores o supresores violentos no hacen más que acelerar la obra lenta y perezosa de la naturaleza: abandonan la marcha de la tortuga por el galope del caballo”. Así, la posición de González Prada hacia las teorías raciales – en algunos casos racistas –, derivadas del conde Gobineau, es bastante clara. Mas, al enfatizar la posición social, González Prada también plantea que un indio elevado de posición social, se “blanquea” rápidamente, incluso olvidando sus orígenes.
Ahora bien, en torno a su relación con las autoridades contemporáneas del Perú, González Prada expone que a pesar de las buenas intenciones, al aborigen se le otorga el lugar de la resignación, del cuartel, o la masacre a sus etnias, en pocas palabras, que guarde silencio. De ahí que González Prada, piense que el único camino para redimir al indígena, sea que tome conciencia de él mismo y surque su propio camino, porque, según el autor, su opresor podrá regalarle alcohol, pero no su libertad y bienestar.
El largo camino de la literatura
Como tal, la relación del anarquismo con el oficio de escribir tiene una larga data en América Latina. Mas, no sólo los anarquistas cultivaron esta relación, pues nacionalistas, liberales, marxistas y conservadores dejarán también sus impresiones en diversos ensayos literarios. Ahora bien, Barret y González Prada constituyen sólo una muestra – exquisita por lo demás – del abanico libertario. También estuvieron Manuel Rojas, Oscar Castro y González Vera en Chile, el dramaturgo vanguardista Florencio Sánchez en el Uruguay; Evaristo Carriego – estudiado por Borges –, Roberto Arlt y Alberto Ghiraldo – “el gran amigo de los desgraciados”, según Acevedo Hernández –, en la Argentina. De esta manera, todos ellos entregaron a América Latina un sello que la particularizó del mundo. Eso sí. De todos los mundos: la literatura. Su literatura.
Notas
1. Inclusive, este naciente modo de producción latinoamericano, no estuvo exento de conflagraciones. La “guerra del acre” entre Brasil y Bolivia o La “guerra del pacífico” entre Chile, Perú y Bolivia, son ejemplos de aquello.
2. Del Pozo, José. Historia de América Latina y el Caribe. LOM ediciones, Santiago, año 2002, p. 69.
3. Según Del Pozo, sólo tres países latinoamericanos alcanzaban significativa población urbana en los albores del siglo XX: Uruguay, Argentina y Chile, ver José Del Pozo, op.cit.
4. Este crudo panorama social, influye mucho en la literatura social chilena, ver el cuento “era tan lindo” de Fernando Santiván, en su primera obra llamada Palpitaciones de Vida, Santiago, Chile, 1909.
5. Ver Carlos M. Rama, Utopismo socialista 1830-1893, Ayacucho, Venezuela, 1977.
6. Cappelletti, Angel. El anarquismo en América Latina. Ayacucho, Venezuela, 1990.
7. Evidentemente, no se formula que estos autores hayan sido los únicos en haber planteado el problema indígena, ya que Flora Tristán lo había hecho, a su forma, décadas antes. Ver Carlos Rama, “Utopismo…”op. Cit.
8. Roa Bastos en Prólogo a El Dolor Paraguayo, Ayacucho, Venezuela, 1987.
9. Aunque no ubica su pensamiento sólo en esta temática, puesto que también analiza la relación entre guaraní y el idioma castellano. Realizando, incluso, un análisis lingüístico de la situación.
10. Para Roa Bastos, en su prólogo a El Dolor Paraguayo, existe “la deuda de la literatura rioplatense con Barret”, ya que, según su juicio, autores como el propio Horacio Quiroga tienen en sus escritos, el eco de Barret.
11. Manuel González Prada en Páginas libres. Horas de Lucha. Editorial Ayacucho, Venezuela, 1985, página 238.
12. Luis Alberto Sánchez en Prólogo a Páginas Libres. Horas de Lucha, Editorial Ayacucho, Segunda Edición, Venezuela, 1985. Página. 332.
13. Luis Alberto Sánchez, Op.cit. página 332.
[Publicado originalmente en la revista Erosión # 3, Santiago de Chile, 2013. Esta edición se encuentra disponible en http://erosion.grupogomezrojas.org/n3-ano-ii-segundo-semestre-de-2013/.]
En América Latina, la franja de tiempo que transcurre post guerras de independencias nacionales se ha denominado sociedad oligárquica. En sí, esta forma social tuvo diversas características: particularmente, entre 1880 y 1930, y a raíz del “auge exportador”, predominó un modelo de desarrollo económico “hacia afuera”, centrado primordialmente en la exportación de materias primas. El caucho en la zona sur de Brasil, el sector agropecuario en el Río de la Plata o el salitre en el caso chileno, son algunos ejemplos. Este ordenamiento socioeconómico no fue azaroso, o producto de algún “accidente histórico”, ya que se vincula al desarrollo de la economía capitalista mundial(1), situación que presenciaba la primacía de Inglaterra, como potencia imperial a fines del siglo XIX, aunque ya asomaba, paulatinamente, el águila calva norteamericana.
En relación a esto, José del Pozo en su texto Historia de América Latina y el Caribe, plantea que las inversiones del capital extranjero se concentraron primordialmente en dos áreas: Exportación y servicios públicos(2). De ahí la presencia de capitales estadounidenses, como la “Estándar Oil” en la extracción del petróleo mexicano o, de capital anglosajón, en la explotación salitrera en el norte de nuestro país. Aunque, como señala del Pozo, este auge inversor no afectó a todo el aparato productivo latinoamericano, pues la economía agraria, fundamental por aquellos años, se mantiene prácticamente al margen del arribo de capitales extranjeros.
Ahora bien, en torno a las consecuencias sociales de este modelo primario se consolidan, al menos durante un tiempo, las élites centrales, apareciendo, luego, nuevos grupos empresariales – algunos frutos de la inmigración – relacionados a las actividades financieras y bancarias.
En el otro extremo de la sociedad, se manifiestan numerosos problemas – desnutrición infantil, enfermedades – en las nacientes urbes latinoamericanas(3), que después moldearían lo que se llamó “cuestión social”. Estos elementos, como tal, existían mucho antes de los albores del siglo XX, pero ahora se hacen visibles para las clases dirigenciales de la región, en la vida citadina. La realidad material habla en cifras: en Chile, por ejemplo, de cada 1.000 nacidos, un tercio fallecía antes del año de vida(4). Por otra parte, la esperanza de vida en nuestro país, según el censo de 1907, no sobrepasaba los 35 años, cifra que hoy se ha doblado, llegando casi a los 80 años, situándose como uno de las más altas de Sudamérica.
De esta manera, el panorama social latinoamericano en el que se insertan las plumas de Rafael Barret y Manuel González Prada, nos presenta el rostro ostensible del subdesarrollo, post guerras de independencia, con su triste corolario: la miseria. De ahí que por literatura social comprenderé un deseo de denuncia de la realidad de nuestro continente en su primer centenario.
El anarquismo latinoamericano: entre la modernidad europea y los “salvajes”
El arribo de las ideas socialistas a América Latina, se hace principalmente por la llegada de trabajadores europeos, o, en no pocos casos, por el exilio político que padecían algunos “revoltosos” del viejo mundo. La figura de Plotino Rhodakanati, el griego avecindado en México, es una clara muestra de ello(5). Ahora bien, el ideario anarquista no hace su traspaso de diferente forma. Al surgir en el seno del pensamiento político moderno, su trasvasije se hizo también a través de inmigrantes, quienes sirvieron de vehículos para las nuevas ideas. Así, el socialismo libertario, al propugnar una sociedad cooperativa y autogestionaria, tenía en su seno un fuerte componente iluminista: la confianza en el hombre, tan propia del carácter ilustrado.
En cuanto al análisis social, el anarquismo plantea la lucha para la transformación bajo un prisma similar, pero no igual al de Marx y sus correligionarios, ya que si bien ambos buscan la libertad como meta, para los ácratas, éste debe ser también el camino. Así, la idea de una “dictadura proletaria”, según ellos, conlleva el peligro de la burocratización y el aniquilamiento de las fuerzas culturales.
En este punto, válido es detener el enfoque en el viejo continente y problematizar la cuestión: ¿El anarquismo latinoamericano aporta algo específico, o reproduce el “análisis eurocentrista”? El pensamiento social latinoamericano, ¿enriquece o denuncia las premisas y secuelas de la modernidad europea? Según Ángel Cappelletti, la realidad de América Latina posee elementos propios que permiten introducir un fenómeno sui géneris en las reivindicaciones del anarquismo: el indigenismo(6). Y es, en este punto, en el cual el pensamiento de Rafael Barret con el de Manuel González Prada adquieren toda su connotación y particularidad, tanto para el anarquismo, como para los albores del pensamiento latinoamericano(7) en el siglo XX.
Rafael Barret y la realidad social del Paraguay
Rafael Barret nace en España el año 1876 y fallece el año 1910. Su obra, literaria y periodística, es abundante; inclusive, trasciende el ámbito de las ciencias sociales, ya que participa en la formación de la “Unión Matemática Argentina”, el año 1903. Como numerosos inmigrantes europeos, llega al puerto de Buenos Aires, para, posteriormente, establecerse en Asunción del Paraguay. Sus primeras colaboraciones como articulista, las realiza en la prensa oficial, El Tiempo entre otros diarios, pero funda Germinal, años más tarde, en 1908. En cuanto a la raigambre literaria o estilística, Barret proviene de la “generación del 98” española, trazando amistad, años más tarde, con gente como Ramón Del Valle Inclán o Federico García Lorca.
Así, en su corta, pero vibrante vida, Barret se convierte, según el escritor Augusto Roa Bastos, en el “descubridor de la realidad social del Paraguay”(8). A modo de ejemplo, sus escritos en torno a la situación del peonaje en la selva paraguaya, más tarde reunidos en Lo que son los yerbales y otros escritos, desnudan la hipocresía de la élite de aquel país, tan autocomplaciente consigo misma.
Ahora bien, en relación al problema indígena, según mi opinión, Barret, a diferencia de González Prada, no teoriza esta temática, sino que retrata, y con una pluma brillante, la situación del guaraní dentro del aparato productivo del Paraguay(9). Vale mencionar, en todo caso, que Barret entiende el análisis social en un sentido amplio. De ahí que sus escritos abarquen tanto la situación del peonaje en el “Alto Paraná”, los niños explotados, la pedagogía o los problemas de la mujer.
Por su parte, en El Dolor Paraguayo (Ayacucho, Venezuela, 1987), Barret, por medio de breves relatos, plasma sus impresiones sobre el “paraíso del Paraguay”, como muchos extranjeros le llamaron a aquella nación. Mas, él no halla ese edén, sino un paisaje similar al resto de América Latina, a saber, fatigosas horas de trabajo, los castigos-como el “tormento”- para el trabajador indisciplinado, la prostitución, el trabajo infantil, entre otros. De esta manera, la literatura de Rafael Barret, está claramente influenciada por la realidad social latinoamericana de comienzos del siglo pasado. Así, su pluma, se convierte en una voz de denuncia del abuso, tanto al trabajador urbano, como al “salvaje” guaraní. Es en medio del Paraguay – la tierra de los “niños tristes”, como escribió Barret – con una geografía y riqueza cultural enorme que nuestro autor deja un legado indeleble hasta el día de hoy(10).
Manuel González Prada y el Perú
Nacido en Perú, Manuel González Prada (1844-1918) desciende de una reconocida estirpe nobiliaria, teniendo entre sus antepasados, incluso, un antiguo virrey del Perú. Sus primeras obras literarias abarcan poesía y prosa. En cuanto a su pensamiento político, fundó la “Unión Nacional”, haciendo gala de un republicanismo laico, para después derivar a un anarquismo profundamente racionalista, con un fuerte acento anticlerical. Sus escritos más significativos de este período son Horas de Lucha y Libertarias. Además, participa en Los Parias, una de las publicaciones más significativas en el Perú a comienzos del siglo pasado.
En su análisis sobre la sociedad peruana, González Prada exalta el catolicismo presente en su país natal, vislumbrándolo como una rémora para el progreso humano, al empantanar el espíritu con prejuicios y falsos íconos. Acá se entrevé, como señala Cappelletti, el eco de su formación positivista, pues atacará frecuentemente, sin declararse ateo, el cristianismo.
Así, otro tópico que captó la atención de González Prada fue la situación de la mujer. En su conferencia “Las esclavas de la iglesia”, pronunciada el 25 de Septiembre de 1904 en la “Loggia stella d’Italia”, González Prada hace repaso a la concepción que el catolicismo tiene de la mujer, corriente que, según nuestro autor, denigra al género femenino, pues “aunque la iglesia venera a María y la glorifique hasta el grado de tender a ingerirla en la trinidad para constituir un misterio de cuatro personas, no cabe negar el desprecio del catolicismo a la mujer”(11). Como tal, esta preocupación sobre el problema de género, no es un hecho aislado, sino una constante en el anarquismo latinoamericano. Basta con recordar los escritos de María Luisa Capetillo, Juana Rouco, Salvadora Medina Onrubia, entre otras.
No obstante esto, la temática más relevante de la obra de González Prada es su visión del problema indígena. En su texto “Nuestros Indios”, del año 1904, plasma toda su concepción sobre esta materia; es más, para Luis Alberto Sánchez, “a partir de este artículo de Prada acerca del Indio, cambia radicalmente el planteamiento de esta cuestión en la literatura sociológica peruana”(12), inspirando a los posteriores trabajos de Pedro Zulen, Víctor Raul Haya de La Torre, y José Carlos Mariátegui. Sobre esto, Sánchez nos comenta: “según la interpretación de Prada, el indio no representa una raza biológica, sino una raza social, pues depende de su estado económico”(13).
Así, desechando prejuicios eurocentristas y racistas, en medio de expositores pujantes en Europa, González Prada analiza uno de los conceptos más difíciles de definir: las razas. Nuestro autor expresa: “¡Cómoda invención la etnología en manos de algunos hombres! Admitida la división de la humanidad en razas superiores e inferiores, reconocida la superioridad de los blancos y por consiguiente su derecho a monopolizar el gobierno del planeta, nada más natural que la supresión del negro en África, del piel roja en Estados Unidos, del Tágalo en Filipinas, del indio en el Perú”. Más adelante señala: “Como en la selección o eliminación de los débiles, e inadaptable se realiza la suprema ley de la vida, los eliminadores o supresores violentos no hacen más que acelerar la obra lenta y perezosa de la naturaleza: abandonan la marcha de la tortuga por el galope del caballo”. Así, la posición de González Prada hacia las teorías raciales – en algunos casos racistas –, derivadas del conde Gobineau, es bastante clara. Mas, al enfatizar la posición social, González Prada también plantea que un indio elevado de posición social, se “blanquea” rápidamente, incluso olvidando sus orígenes.
Ahora bien, en torno a su relación con las autoridades contemporáneas del Perú, González Prada expone que a pesar de las buenas intenciones, al aborigen se le otorga el lugar de la resignación, del cuartel, o la masacre a sus etnias, en pocas palabras, que guarde silencio. De ahí que González Prada, piense que el único camino para redimir al indígena, sea que tome conciencia de él mismo y surque su propio camino, porque, según el autor, su opresor podrá regalarle alcohol, pero no su libertad y bienestar.
El largo camino de la literatura
Como tal, la relación del anarquismo con el oficio de escribir tiene una larga data en América Latina. Mas, no sólo los anarquistas cultivaron esta relación, pues nacionalistas, liberales, marxistas y conservadores dejarán también sus impresiones en diversos ensayos literarios. Ahora bien, Barret y González Prada constituyen sólo una muestra – exquisita por lo demás – del abanico libertario. También estuvieron Manuel Rojas, Oscar Castro y González Vera en Chile, el dramaturgo vanguardista Florencio Sánchez en el Uruguay; Evaristo Carriego – estudiado por Borges –, Roberto Arlt y Alberto Ghiraldo – “el gran amigo de los desgraciados”, según Acevedo Hernández –, en la Argentina. De esta manera, todos ellos entregaron a América Latina un sello que la particularizó del mundo. Eso sí. De todos los mundos: la literatura. Su literatura.
Notas
1. Inclusive, este naciente modo de producción latinoamericano, no estuvo exento de conflagraciones. La “guerra del acre” entre Brasil y Bolivia o La “guerra del pacífico” entre Chile, Perú y Bolivia, son ejemplos de aquello.
2. Del Pozo, José. Historia de América Latina y el Caribe. LOM ediciones, Santiago, año 2002, p. 69.
3. Según Del Pozo, sólo tres países latinoamericanos alcanzaban significativa población urbana en los albores del siglo XX: Uruguay, Argentina y Chile, ver José Del Pozo, op.cit.
4. Este crudo panorama social, influye mucho en la literatura social chilena, ver el cuento “era tan lindo” de Fernando Santiván, en su primera obra llamada Palpitaciones de Vida, Santiago, Chile, 1909.
5. Ver Carlos M. Rama, Utopismo socialista 1830-1893, Ayacucho, Venezuela, 1977.
6. Cappelletti, Angel. El anarquismo en América Latina. Ayacucho, Venezuela, 1990.
7. Evidentemente, no se formula que estos autores hayan sido los únicos en haber planteado el problema indígena, ya que Flora Tristán lo había hecho, a su forma, décadas antes. Ver Carlos Rama, “Utopismo…”op. Cit.
8. Roa Bastos en Prólogo a El Dolor Paraguayo, Ayacucho, Venezuela, 1987.
9. Aunque no ubica su pensamiento sólo en esta temática, puesto que también analiza la relación entre guaraní y el idioma castellano. Realizando, incluso, un análisis lingüístico de la situación.
10. Para Roa Bastos, en su prólogo a El Dolor Paraguayo, existe “la deuda de la literatura rioplatense con Barret”, ya que, según su juicio, autores como el propio Horacio Quiroga tienen en sus escritos, el eco de Barret.
11. Manuel González Prada en Páginas libres. Horas de Lucha. Editorial Ayacucho, Venezuela, 1985, página 238.
12. Luis Alberto Sánchez en Prólogo a Páginas Libres. Horas de Lucha, Editorial Ayacucho, Segunda Edición, Venezuela, 1985. Página. 332.
13. Luis Alberto Sánchez, Op.cit. página 332.
[Publicado originalmente en la revista Erosión # 3, Santiago de Chile, 2013. Esta edición se encuentra disponible en http://erosion.grupogomezrojas.org/n3-ano-ii-segundo-semestre-de-2013/.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.