Nanín
Hacer balance del tiempo pasado parece una costumbre inevitable a principios de cada nuevo año. Este cambio de año me sorprende sumido en una profunda reflexión en torno a mi propia experiencia vital en los acontecimientos que han marcado éste y los últimos años transcurridos desde que estalló la Crisis. Hoy tengo una imagen de mi propia evolución que se parece al de una crisálida, una evolución radical, una metamorfosis como la que les acontece a los gusanos hasta que se convierten en mariposas.
El 15M fue para mí un punto sin retorno, un momento histórico, el preludio para una renovada forma de acercarme a la comprensión del mundo en el que vivo. Al igual que cientos de miles de personas, experimenté una mirada ilusionada ante la posibilidad que parecía abrirse ante nuestros ojos, la visión de que era posible cambiar el rumbo de la historia porque, por fin, mucha, mucha gente, estaba siendo consciente de la grosera realidad que quedaba al descubierto tras la manta de la Crisis.
Desde el primer momento en que vi cómo la Plaza del Sol era ocupada por miles de personas, tuve conciencia de que se trataba de un acontecimiento excepcional, de los que sólo te suceden una vez en la vida y de que, además, también era una ocasión igualmente única para el conjunto de la sociedad y del país en el que me ha tocado vivir. A ese tiempo primero, próximo a la efervescencia revolucionaria, le sucedió un periodo de experimentación democrática, fueron casi dos años de asambleas interminables y activismo torpe y desorientado. Pero yo sentía que estábamos inaugurando una nueva época de la historia, una historia no escrita ni dictada desde el poder, sino desde la calle. Me parecía que aunque fuéramos pocos, la mayoría de la gente acabaría por sumarse a las asambleas, pero ésto no ocurrió, sino todo lo contrario. Poco a poco el movimiento fue languideciendo, las asambleas menguaban en participación y el desvarío iba apoderándose de cada orden del día hasta hacerlo insoportable. Y ese declive acelerado del 15M no sólo sucedía aquí, en la pequeña asamblea de la pequeña ciudad de Aguilar de Campoo en la que yo participaba, sino que parecía estar generalizándose a todo el movimiento y en toda España.
A partir de entonces, he venido dedicando mucho tiempo a la lectura y también a la reflexión sobre aquella fallida práctica de la democracia asamblearia. Fue entonces cuando inauguré mi blog personal, en el que he ido plasmando mi propia visión de la crisis y de su proceso. Ello me ha llevado a replantearme toda mi cosmovisión anterior a la luz de los nuevos conocimientos y, sobre todo, de mi propia experiencia. Y una de las primeras cosas que creo haber aprendido en este tiempo es que conocimiento y experiencia van de la mano, que de poco vale un conocimiento teórico ajeno a la vida, del mismo modo que la experiencia vital precisa ser meditada y contrastada con el libre pensamiento.
Hoy no suscribo al completo todo lo que he escrito en este tiempo, que me parece provisional cuando reviso mis propias ideas, en un ejercicio de autocrítica que considero necesario y lo más consecuente. En la actualidad llevo una vida de relativo aislamiento social, en parte provocado por las obligadas circunstancias de la crisis, también por el aislamiento que es consustancial a la vida en el medio rural actual y, fundamentalmente, porque no encuentro un sitio, un proyecto en el que participar. De tal modo es así que mi compromiso social se limita momentáneamente al modesto combate intelectual que afronto cada día que escribo y a que mi trabajo como empleado público le sea útil a la gente. A día de hoy, la organización libertaria o el grupo de afinidad más próximo tengo que buscarlo fuera de mi territorio, en otras comarcas, ciudades y provincias. Aún así, sin vinculación con las tradicionales organizaciones anarquistas, hoy me considero parte del movimiento libertario y soy consciente de que mi actual pensamiento político es resultado en gran medida de la experiencia personal y colectiva, además de un esfuerzo de reflexión sobre este apasionante periodo histórico que estamos viviendo.
Aquí, como en otras partes del mundo, el anarquismo tradicional ha sido superado por grupos de activistas sociales que actúan extramuros del reducto anarcosindicalista en el que se refugió el anarquismo español tras la guerra civil, más dedicado a la celebración de la nostalgia que a entender las grandes transformaciones que iba experimentando la cambiante realidad. Miles de iniciativas en todo el mundo hoy están promoviendo espacios de autogobierno y autogestión, están cuestionando los principios de jerarquía y el imaginario de la democracia “representativa” heredados de la modernidad estatal-capitalista. Y siendo cierto este resurgir de un anarquismo renovado, perceptible en la proliferación de iniciativas y prácticas inspiradas en principios libertarios, también lo es su colosal fragmentación organizativa, que se nos muestra como una gran debilidad estratégica. Las organizaciones tradicionales, las anarcosindicalistas, que no son ajenas a estos impulsos de renovación, debieran en este momento prescindir de su sentido patrimonial respecto del pensamiento y la cultura libertaria, contribuyendo activamente a la convergencia del anarquismo ibérico en una organización abierta a todas las diversas formas de entender el anarquismo hoy. Una organización anarquista no debiera tenerle miedo a la diversidad de corrientes, ni a prescindir de liderazgos y de una dirección central, porque éstos, precisamente, son los principios libertarios que sintonizan con las circunstancias históricas actuales, los que impulsan su actual auge, los que invocan y convocan al anarquismo en esta época de cambios radicales que llamamos Postmodernidad.
Entiendo que movimiento y pensamiento libertario no son entidades separables, sino que se nutren mutuamente en la confrontación con la realidad a la que se oponen y que pretenden transformar. Entiendo que su naturaleza es el propio cambio y que, por tanto, nada sería menos anarquista que una organización inmovilista que espera paciente e inútilmente a que se presente su oportunidad, a que las circunstancias históricas se le vuelvan favorables. Está naciendo un nuevo y contemporáneo anarquismo, que comprende bien las nuevas circunstancias de la dominación en la época actual y que se está reinventando a sí mismo para adaptarse a las complejas condiciones de la lucha antiestatal y anticapitalista en la postmodernidad. Por eso que yo encuentre un gran paralelismo entre mi propia evolución personal y la del anarquismo.
Desde el movimiento antidesarrollista, que cuenta en España con activistas y teóricos tan valiosos como Miguel Amorós, desde el ecologismo social que practican la gente de Ecologistas en Acción; desde el movimiento libertario-decrecentista, cuya voz más visible es la de Carlos Taibo; desde el ciberanarquista movimiento hacker, el ruralista movimiento por la soberanía alimentaria, desde la corriente denominada de la revolución integral, propugnada por el movimiento de cooperativas integrales, impulsada por el activista Enric Durán y por las valiosas aportaciones teóricas de Felix Rodrigo Mora y Prado Esteban; desde la enorme explosión creativa de espacios autónomos y de ayuda mutua surgidos al margen de las organizaciones anarquistas tradicionales, e incluso desde éstas -CNT y CGT- es perceptible este clamor.
Recientemente, el pasado 17 de diciembre, Carlos Taibo lo ha expresado con meridiana claridad en un artículo titulado “Por una nueva organización libertaria”; y en su último libro, Anarquismo es movimiento, Tomás Ibáñez apunta en esa dirección, señalando la oportunidad de este momento histórico para la renovación, actualización y expansión del movimiento libertario.
Y el momento de fraguarlo yo creo que es ahora, antes del triunfo electoral de Podemos, para llegar bien organizados al tiempo en que se produzca la consumación de la estafa que supone Podemos y la frustración social y política que ello va a generar. Somos conscientes de que se trata de un fiasco asegurado cuando todo su horizonte político se concreta en un regreso a las circunstancias de "bienestar" previas a la crisis, aupado por una mayoría social impregnada de esa ilusión por el Estado de Bienestar, hecha con el mismo barro socialdemócrata que hasta aquí nos condujo. El fracaso de Podemos no será sólo económico, sino social y político, será una perfecta justificación para el neofascismo ya prediseñado por el sistema estatal-capitalista y que éste se guarda en la recámara. Y para ello debemos prepararnos, hay que impedir que tras el desastre de Podemos quede arrasado el bagage libertario que emergió en su origen, en el 15M.
Desde el pensamiento y la práctica libertaria, el asalto al Estado tendría sentido si el objetivo fuera su abolición junto con la del sistema económico que le es propio, el capitalismo, no cuando se trata de fortalecerlo, como pretende Podemos. Yo no caigo en la trampa de equiparar a Podemos con el modelo venezolano, pero no por ello deja éste de ser menos representativo de la estafa que supone la vía estatal al socialismo, contundentemente puesta en evidencia tanto en su versión socialdemócrata como en su versión marxista, una estafa que volverá a confirmarse con los próximos fracasos en curso, los de las revoluciones marxistas de Cuba y Venezuela.
Sólo el pensamiento libertario parece hoy capaz de comprender la compleja naturaleza del poder en los tiempos actuales y sólo desde la práctica libertaria -destruir construyendo-, parece abrirse un resquicio de posibilidad para combatir la dominación, al tiempo que para construir espacios de autonomía personal y social, para irnos acercando a lo más parecido a la democracia y a la libertad. El tradicional abstencionismo electoral del anarquismo hoy no sirve de nada si no va acompañado del combate frontal, teórico y práctico, con las estructuras estatal-capitalistas, simultáneamente con la anticipación de la democracia en su dimensión integral...en definitiva: construyendo en el tiempo presente la forma de vida que ahora sólo pensamos.
[Tomado de http://blognanin.blogspot.com/2015/01/mi-balance-el-anarquismo-y-yo-nos.html.]
Hacer balance del tiempo pasado parece una costumbre inevitable a principios de cada nuevo año. Este cambio de año me sorprende sumido en una profunda reflexión en torno a mi propia experiencia vital en los acontecimientos que han marcado éste y los últimos años transcurridos desde que estalló la Crisis. Hoy tengo una imagen de mi propia evolución que se parece al de una crisálida, una evolución radical, una metamorfosis como la que les acontece a los gusanos hasta que se convierten en mariposas.
El 15M fue para mí un punto sin retorno, un momento histórico, el preludio para una renovada forma de acercarme a la comprensión del mundo en el que vivo. Al igual que cientos de miles de personas, experimenté una mirada ilusionada ante la posibilidad que parecía abrirse ante nuestros ojos, la visión de que era posible cambiar el rumbo de la historia porque, por fin, mucha, mucha gente, estaba siendo consciente de la grosera realidad que quedaba al descubierto tras la manta de la Crisis.
Desde el primer momento en que vi cómo la Plaza del Sol era ocupada por miles de personas, tuve conciencia de que se trataba de un acontecimiento excepcional, de los que sólo te suceden una vez en la vida y de que, además, también era una ocasión igualmente única para el conjunto de la sociedad y del país en el que me ha tocado vivir. A ese tiempo primero, próximo a la efervescencia revolucionaria, le sucedió un periodo de experimentación democrática, fueron casi dos años de asambleas interminables y activismo torpe y desorientado. Pero yo sentía que estábamos inaugurando una nueva época de la historia, una historia no escrita ni dictada desde el poder, sino desde la calle. Me parecía que aunque fuéramos pocos, la mayoría de la gente acabaría por sumarse a las asambleas, pero ésto no ocurrió, sino todo lo contrario. Poco a poco el movimiento fue languideciendo, las asambleas menguaban en participación y el desvarío iba apoderándose de cada orden del día hasta hacerlo insoportable. Y ese declive acelerado del 15M no sólo sucedía aquí, en la pequeña asamblea de la pequeña ciudad de Aguilar de Campoo en la que yo participaba, sino que parecía estar generalizándose a todo el movimiento y en toda España.
A partir de entonces, he venido dedicando mucho tiempo a la lectura y también a la reflexión sobre aquella fallida práctica de la democracia asamblearia. Fue entonces cuando inauguré mi blog personal, en el que he ido plasmando mi propia visión de la crisis y de su proceso. Ello me ha llevado a replantearme toda mi cosmovisión anterior a la luz de los nuevos conocimientos y, sobre todo, de mi propia experiencia. Y una de las primeras cosas que creo haber aprendido en este tiempo es que conocimiento y experiencia van de la mano, que de poco vale un conocimiento teórico ajeno a la vida, del mismo modo que la experiencia vital precisa ser meditada y contrastada con el libre pensamiento.
Hoy no suscribo al completo todo lo que he escrito en este tiempo, que me parece provisional cuando reviso mis propias ideas, en un ejercicio de autocrítica que considero necesario y lo más consecuente. En la actualidad llevo una vida de relativo aislamiento social, en parte provocado por las obligadas circunstancias de la crisis, también por el aislamiento que es consustancial a la vida en el medio rural actual y, fundamentalmente, porque no encuentro un sitio, un proyecto en el que participar. De tal modo es así que mi compromiso social se limita momentáneamente al modesto combate intelectual que afronto cada día que escribo y a que mi trabajo como empleado público le sea útil a la gente. A día de hoy, la organización libertaria o el grupo de afinidad más próximo tengo que buscarlo fuera de mi territorio, en otras comarcas, ciudades y provincias. Aún así, sin vinculación con las tradicionales organizaciones anarquistas, hoy me considero parte del movimiento libertario y soy consciente de que mi actual pensamiento político es resultado en gran medida de la experiencia personal y colectiva, además de un esfuerzo de reflexión sobre este apasionante periodo histórico que estamos viviendo.
Aquí, como en otras partes del mundo, el anarquismo tradicional ha sido superado por grupos de activistas sociales que actúan extramuros del reducto anarcosindicalista en el que se refugió el anarquismo español tras la guerra civil, más dedicado a la celebración de la nostalgia que a entender las grandes transformaciones que iba experimentando la cambiante realidad. Miles de iniciativas en todo el mundo hoy están promoviendo espacios de autogobierno y autogestión, están cuestionando los principios de jerarquía y el imaginario de la democracia “representativa” heredados de la modernidad estatal-capitalista. Y siendo cierto este resurgir de un anarquismo renovado, perceptible en la proliferación de iniciativas y prácticas inspiradas en principios libertarios, también lo es su colosal fragmentación organizativa, que se nos muestra como una gran debilidad estratégica. Las organizaciones tradicionales, las anarcosindicalistas, que no son ajenas a estos impulsos de renovación, debieran en este momento prescindir de su sentido patrimonial respecto del pensamiento y la cultura libertaria, contribuyendo activamente a la convergencia del anarquismo ibérico en una organización abierta a todas las diversas formas de entender el anarquismo hoy. Una organización anarquista no debiera tenerle miedo a la diversidad de corrientes, ni a prescindir de liderazgos y de una dirección central, porque éstos, precisamente, son los principios libertarios que sintonizan con las circunstancias históricas actuales, los que impulsan su actual auge, los que invocan y convocan al anarquismo en esta época de cambios radicales que llamamos Postmodernidad.
Entiendo que movimiento y pensamiento libertario no son entidades separables, sino que se nutren mutuamente en la confrontación con la realidad a la que se oponen y que pretenden transformar. Entiendo que su naturaleza es el propio cambio y que, por tanto, nada sería menos anarquista que una organización inmovilista que espera paciente e inútilmente a que se presente su oportunidad, a que las circunstancias históricas se le vuelvan favorables. Está naciendo un nuevo y contemporáneo anarquismo, que comprende bien las nuevas circunstancias de la dominación en la época actual y que se está reinventando a sí mismo para adaptarse a las complejas condiciones de la lucha antiestatal y anticapitalista en la postmodernidad. Por eso que yo encuentre un gran paralelismo entre mi propia evolución personal y la del anarquismo.
Desde el movimiento antidesarrollista, que cuenta en España con activistas y teóricos tan valiosos como Miguel Amorós, desde el ecologismo social que practican la gente de Ecologistas en Acción; desde el movimiento libertario-decrecentista, cuya voz más visible es la de Carlos Taibo; desde el ciberanarquista movimiento hacker, el ruralista movimiento por la soberanía alimentaria, desde la corriente denominada de la revolución integral, propugnada por el movimiento de cooperativas integrales, impulsada por el activista Enric Durán y por las valiosas aportaciones teóricas de Felix Rodrigo Mora y Prado Esteban; desde la enorme explosión creativa de espacios autónomos y de ayuda mutua surgidos al margen de las organizaciones anarquistas tradicionales, e incluso desde éstas -CNT y CGT- es perceptible este clamor.
Recientemente, el pasado 17 de diciembre, Carlos Taibo lo ha expresado con meridiana claridad en un artículo titulado “Por una nueva organización libertaria”; y en su último libro, Anarquismo es movimiento, Tomás Ibáñez apunta en esa dirección, señalando la oportunidad de este momento histórico para la renovación, actualización y expansión del movimiento libertario.
Y el momento de fraguarlo yo creo que es ahora, antes del triunfo electoral de Podemos, para llegar bien organizados al tiempo en que se produzca la consumación de la estafa que supone Podemos y la frustración social y política que ello va a generar. Somos conscientes de que se trata de un fiasco asegurado cuando todo su horizonte político se concreta en un regreso a las circunstancias de "bienestar" previas a la crisis, aupado por una mayoría social impregnada de esa ilusión por el Estado de Bienestar, hecha con el mismo barro socialdemócrata que hasta aquí nos condujo. El fracaso de Podemos no será sólo económico, sino social y político, será una perfecta justificación para el neofascismo ya prediseñado por el sistema estatal-capitalista y que éste se guarda en la recámara. Y para ello debemos prepararnos, hay que impedir que tras el desastre de Podemos quede arrasado el bagage libertario que emergió en su origen, en el 15M.
Desde el pensamiento y la práctica libertaria, el asalto al Estado tendría sentido si el objetivo fuera su abolición junto con la del sistema económico que le es propio, el capitalismo, no cuando se trata de fortalecerlo, como pretende Podemos. Yo no caigo en la trampa de equiparar a Podemos con el modelo venezolano, pero no por ello deja éste de ser menos representativo de la estafa que supone la vía estatal al socialismo, contundentemente puesta en evidencia tanto en su versión socialdemócrata como en su versión marxista, una estafa que volverá a confirmarse con los próximos fracasos en curso, los de las revoluciones marxistas de Cuba y Venezuela.
Sólo el pensamiento libertario parece hoy capaz de comprender la compleja naturaleza del poder en los tiempos actuales y sólo desde la práctica libertaria -destruir construyendo-, parece abrirse un resquicio de posibilidad para combatir la dominación, al tiempo que para construir espacios de autonomía personal y social, para irnos acercando a lo más parecido a la democracia y a la libertad. El tradicional abstencionismo electoral del anarquismo hoy no sirve de nada si no va acompañado del combate frontal, teórico y práctico, con las estructuras estatal-capitalistas, simultáneamente con la anticipación de la democracia en su dimensión integral...en definitiva: construyendo en el tiempo presente la forma de vida que ahora sólo pensamos.
[Tomado de http://blognanin.blogspot.com/2015/01/mi-balance-el-anarquismo-y-yo-nos.html.]
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