Revista Racaille (Península Ibérica)
Somos la chusma que camina por vuestras calles prefabricadas.
Que habita vuestros ataúdes de muertos en vida, que llamáis casas.
Que fabrica vuestros maravillosos productos, que consume vuestras sensacionales necesidades creadas, vuestras maravillosas ofertas y vuestros increíbles descuentos.
Que documenta su esclavitud en renglones vacíos de vida, escritos en crueles currículos.
Que se humilla y se arrastra a cambio de vuestros míseros trabajos, a cambio de llenar a duras penas nuestros enfermos estómagos con vuestra bazofia, los restos de vuestros banquetes.
Que se muere de hambre, de frío o de depresión, mientras deja escapar su vida frente a escaparates que destrozan sus ojos, ojos que se concibieron para visionar todas las cosas bellas de este mundo que habéis destruido, que habéis expropiado y puesto a vuestro servicio.
Pero si algo nos ha aportado ser chusma, es querer dejar de serlo, el odio hacia quienes nos obligáis a no ser nada, nuestra necesidad de destruiros para ser al fin seres humanos, imponiendo nuestras necesidades vitales a las necesidades de la economía… para que todo arda y se ilumine la oscuridad de nuestras miserables vidas.
Miles de veces nos habéis derrotado, seducido, engañado, comprado, de todas ellas hemos aprendido.
Somos la chusma que camina por vuestras calles...
Cuando a La Racaille le pica el culo, es porque se caga en todo y casi nunca se limpia
Así como si hubiéramos dejado caer un gran mojón de mierda sobre un ventilador en marcha, La Racaille arroja indiscriminadamente su mensaje ofensivo; de confrontación absoluta, en todas las direcciones, asumiendo con ello que pocas amistades nos puede conllevar.
No es que aspiremos a ser ningún tipo de vanguardia (¡que vulgar y hortera debe ser el vanguardismo en pleno siglo XXI!), ni a acomodarnos en ninguna minoría autoindulgente; pero claudicar ante algún tipo de tendencia mayoritaria para evitar disgustos nos resulta, más que hipócrita para con nuestra idiosincrasia, mortalmente aburrido.
En tu imaginación se estará formando una imagen meridianamente concisa de cómo es el redactor-tipo de La Racaille: un feo hombre blanco (¡esa mentalidad machista y eurocentrista dice más de ti que de mi, colega!) cuyas posaderas llevan camino de perder toda proporción, sobredimensionandose de tanto estar sentado desvariando textos panfletarios. ¡Lo admitimos!: cada una de nuestras nalgas está censada para votar...¡pero ambas son abstencionistas!.
Por supuesto que no tenemos los pies en la tierra. ¡Pero no es por gusto ni porque queramos modelarnos en algún tipo de pose previamente reflexionada! Es que la realidad, repulsivo escenario, nos provoca tremebundas alergias, hasta el punto de la convulsión espasmódica (semejante reacción, por ejemplo, al de un sindicalista cualquiera ante una asamblea de trabajadores autónoma e independiente).
Aquí nadie es inocente (¡faltaría más!). Nadie es rojo, salvo si se queda dormido en la playa en pleno verano (no esperéis que nos ruboricemos, ¡estamos curados de espanto!); nadie es anarquista, porque no nos sale eso de escribir constantemente con kas y la incipiente alopecia nos impide llevar cresta; nadie es nihilista, porque no tenemos tanta cultura como para saber qué significan palabras tan raras.
Somos proletarios, porque la explotación sistemática nos nos deja ser (ni querer ser) ninguna otra cosa.
[Tomado de Racaille # 1, febrero 2014. Número completo accesible en http://revistaracaille.wordpress.com.]
Somos la chusma que camina por vuestras calles prefabricadas.
Que habita vuestros ataúdes de muertos en vida, que llamáis casas.
Que fabrica vuestros maravillosos productos, que consume vuestras sensacionales necesidades creadas, vuestras maravillosas ofertas y vuestros increíbles descuentos.
Que documenta su esclavitud en renglones vacíos de vida, escritos en crueles currículos.
Que se humilla y se arrastra a cambio de vuestros míseros trabajos, a cambio de llenar a duras penas nuestros enfermos estómagos con vuestra bazofia, los restos de vuestros banquetes.
Que se muere de hambre, de frío o de depresión, mientras deja escapar su vida frente a escaparates que destrozan sus ojos, ojos que se concibieron para visionar todas las cosas bellas de este mundo que habéis destruido, que habéis expropiado y puesto a vuestro servicio.
Pero si algo nos ha aportado ser chusma, es querer dejar de serlo, el odio hacia quienes nos obligáis a no ser nada, nuestra necesidad de destruiros para ser al fin seres humanos, imponiendo nuestras necesidades vitales a las necesidades de la economía… para que todo arda y se ilumine la oscuridad de nuestras miserables vidas.
Miles de veces nos habéis derrotado, seducido, engañado, comprado, de todas ellas hemos aprendido.
Somos la chusma que camina por vuestras calles...
Cuando a La Racaille le pica el culo, es porque se caga en todo y casi nunca se limpia
Así como si hubiéramos dejado caer un gran mojón de mierda sobre un ventilador en marcha, La Racaille arroja indiscriminadamente su mensaje ofensivo; de confrontación absoluta, en todas las direcciones, asumiendo con ello que pocas amistades nos puede conllevar.
No es que aspiremos a ser ningún tipo de vanguardia (¡que vulgar y hortera debe ser el vanguardismo en pleno siglo XXI!), ni a acomodarnos en ninguna minoría autoindulgente; pero claudicar ante algún tipo de tendencia mayoritaria para evitar disgustos nos resulta, más que hipócrita para con nuestra idiosincrasia, mortalmente aburrido.
En tu imaginación se estará formando una imagen meridianamente concisa de cómo es el redactor-tipo de La Racaille: un feo hombre blanco (¡esa mentalidad machista y eurocentrista dice más de ti que de mi, colega!) cuyas posaderas llevan camino de perder toda proporción, sobredimensionandose de tanto estar sentado desvariando textos panfletarios. ¡Lo admitimos!: cada una de nuestras nalgas está censada para votar...¡pero ambas son abstencionistas!.
Por supuesto que no tenemos los pies en la tierra. ¡Pero no es por gusto ni porque queramos modelarnos en algún tipo de pose previamente reflexionada! Es que la realidad, repulsivo escenario, nos provoca tremebundas alergias, hasta el punto de la convulsión espasmódica (semejante reacción, por ejemplo, al de un sindicalista cualquiera ante una asamblea de trabajadores autónoma e independiente).
Aquí nadie es inocente (¡faltaría más!). Nadie es rojo, salvo si se queda dormido en la playa en pleno verano (no esperéis que nos ruboricemos, ¡estamos curados de espanto!); nadie es anarquista, porque no nos sale eso de escribir constantemente con kas y la incipiente alopecia nos impide llevar cresta; nadie es nihilista, porque no tenemos tanta cultura como para saber qué significan palabras tan raras.
Somos proletarios, porque la explotación sistemática nos nos deja ser (ni querer ser) ninguna otra cosa.
[Tomado de Racaille # 1, febrero 2014. Número completo accesible en http://revistaracaille.wordpress.com.]
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