Taller Libertario Alfredo López
* Reflexiones sobre: ¿Qué sentido tiene el anarquismo en nuestra región centroamericana y caribeña? ¿Cuáles son sus posibilidades? ¿Cuáles sus límites y dificultades? Análisis de las dinámicas antiautoritarias en la contestación anticapitalista americana después de 1994.
1. El siglo XX fue testigo de varias revoluciones de intención anticapitalista, pero incluso las más épicas de éstas derivaron a la creación de nuevos regímenes estatistas opresivos (transdominación). Hace ya 25 años, los pueblos del Este de Europa se sublevaron contra esos regímenes, pero esta vez la rebelión derivó a la re-construcción del capitalismo privatista en esas tierras (nueva transdominación), en variantes agravadas con la entrega masiva de recursos al capital especulativo transnacional y el protagonismo de mafias y nacionalismos genocidas. Un proceso igual de dramático lo podemos observar hoy en los países árabes, donde después de las insurrecciones populares se han instaurado regímenes estatistas burgueses o guerras civiles con la presencia del fundamentalismo religioso en sus formas más extremas.
2. El pensamiento y el hacer antiautoritario-anticapitalista en general, y socialista-libertario/anarquista específicamente, siempre han sido consustanciales con la alerta sobre el riesgo de tales hechos para una sociedad que busca su liberación. Otros actores que se definen como populares, de izquierda, socialistas o defensores de la causa del trabajo contra el capital, no suelen enfatizar el peligro del estatismo en los procesos revolucionarios.
3. En los últimos 30 años, y con mayor impacto desde 1994, nuestro Continente ha sido territorio propicio para un amplio protagonismo de los movimientos sociales y la auto-organización popular. Entre los indudables éxitos de quienes les integran, está la internacionalización de los vínculos entre ellos, creando lazos duraderos de contestación planetaria enfilada contra la globalización capitalista en sus diversos aspectos, así como el despegue de cambios políticos en varios países que se posicionan como procesos socialistas o de defensa de intereses populares.
4. Sin embargo, la profundización de esos procesos suele ir asociada con un cada vez mayor protagonismo de estructuras burocráticas, autoritarias y estatistas; ello adquiere un peso definitorio sobre dichos cambios en cuanto a sus aspectos económicos (alianzas con el capital vernáculo e internacional), ecológicos (mantenimiento del productivismo con base en materias primas, conceptos de desarrollo tecnológico que no toman en cuenta la dramática crisis civilizatoria/ambiental que vivimos) y geopolíticos (alianzas con regímenes “antiimperialistas” abiertamente opresivos), entre muchos otros de igual importancia (¡para la revolución todo es importante!): pueblos originarios, libertad sindical, cooperativas, género, LGBT, pedagogía, policía, municipalidades, autogestión económica, militarismo, poder mediático, etc.
5. En tal contexto, urge la concientización de la necesidad de cooperación entre quienes defendemos la posibilidad de un futuro y un presente consecuentemente anticapitalista-antiautoritario, independientemente de si se utiliza o no la denominación de “anarquistas”, pues debemos recuperar el pensar y el hacer social desde la horizontalidad, la auto-organización inter-personal y popular, y la crítica a todas las dominaciones “hechas” o “por hacer”.
6. A este imperativo se suma la necesidad de una valoración del sentido, las dificultades, los límites y posibilidades tanto del anarquismo en sentido estricto, como de la contestación anticapitalista-antiautoritaria en las complejas circunstancias de Nuestra América de hoy.
* Reflexiones sobre: ¿Qué sentido tiene el anarquismo en nuestra región centroamericana y caribeña? ¿Cuáles son sus posibilidades? ¿Cuáles sus límites y dificultades? Análisis de las dinámicas antiautoritarias en la contestación anticapitalista americana después de 1994.
1. El siglo XX fue testigo de varias revoluciones de intención anticapitalista, pero incluso las más épicas de éstas derivaron a la creación de nuevos regímenes estatistas opresivos (transdominación). Hace ya 25 años, los pueblos del Este de Europa se sublevaron contra esos regímenes, pero esta vez la rebelión derivó a la re-construcción del capitalismo privatista en esas tierras (nueva transdominación), en variantes agravadas con la entrega masiva de recursos al capital especulativo transnacional y el protagonismo de mafias y nacionalismos genocidas. Un proceso igual de dramático lo podemos observar hoy en los países árabes, donde después de las insurrecciones populares se han instaurado regímenes estatistas burgueses o guerras civiles con la presencia del fundamentalismo religioso en sus formas más extremas.
2. El pensamiento y el hacer antiautoritario-anticapitalista en general, y socialista-libertario/anarquista específicamente, siempre han sido consustanciales con la alerta sobre el riesgo de tales hechos para una sociedad que busca su liberación. Otros actores que se definen como populares, de izquierda, socialistas o defensores de la causa del trabajo contra el capital, no suelen enfatizar el peligro del estatismo en los procesos revolucionarios.
3. En los últimos 30 años, y con mayor impacto desde 1994, nuestro Continente ha sido territorio propicio para un amplio protagonismo de los movimientos sociales y la auto-organización popular. Entre los indudables éxitos de quienes les integran, está la internacionalización de los vínculos entre ellos, creando lazos duraderos de contestación planetaria enfilada contra la globalización capitalista en sus diversos aspectos, así como el despegue de cambios políticos en varios países que se posicionan como procesos socialistas o de defensa de intereses populares.
4. Sin embargo, la profundización de esos procesos suele ir asociada con un cada vez mayor protagonismo de estructuras burocráticas, autoritarias y estatistas; ello adquiere un peso definitorio sobre dichos cambios en cuanto a sus aspectos económicos (alianzas con el capital vernáculo e internacional), ecológicos (mantenimiento del productivismo con base en materias primas, conceptos de desarrollo tecnológico que no toman en cuenta la dramática crisis civilizatoria/ambiental que vivimos) y geopolíticos (alianzas con regímenes “antiimperialistas” abiertamente opresivos), entre muchos otros de igual importancia (¡para la revolución todo es importante!): pueblos originarios, libertad sindical, cooperativas, género, LGBT, pedagogía, policía, municipalidades, autogestión económica, militarismo, poder mediático, etc.
5. En tal contexto, urge la concientización de la necesidad de cooperación entre quienes defendemos la posibilidad de un futuro y un presente consecuentemente anticapitalista-antiautoritario, independientemente de si se utiliza o no la denominación de “anarquistas”, pues debemos recuperar el pensar y el hacer social desde la horizontalidad, la auto-organización inter-personal y popular, y la crítica a todas las dominaciones “hechas” o “por hacer”.
6. A este imperativo se suma la necesidad de una valoración del sentido, las dificultades, los límites y posibilidades tanto del anarquismo en sentido estricto, como de la contestación anticapitalista-antiautoritaria en las complejas circunstancias de Nuestra América de hoy.
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