J.R. López Padrino
A partir del años 1998 asistimos a una recomposición del modelo de dominación en el país. El Estado fue reformulado bajo una óptica facho-militarista y reapareció bajo nuevos ropajes, sin perder su carácter explotador. El tan cuestionado capitalismo privado, ha sido reemplazado por un capitalismo de Estado favoreciendo la constitución de mercados monopólicos, protegidos por el propio Estado.
A partir del años 1998 asistimos a una recomposición del modelo de dominación en el país. El Estado fue reformulado bajo una óptica facho-militarista y reapareció bajo nuevos ropajes, sin perder su carácter explotador. El tan cuestionado capitalismo privado, ha sido reemplazado por un capitalismo de Estado favoreciendo la constitución de mercados monopólicos, protegidos por el propio Estado.
Tanto el capitalismo privado como el de Estado son afines en muchos aspectos, son complacientes ante la inversión transnacional, son proclives a la entrega de los recursos naturales energéticos al capital foráneo -al margen de la falacia de la soberanía energética bolivariana-, y son practicantes del endeudamiento externo. Además, son adeptos a impulsar un alto grado de extranjerización de los sectores productivos de la economía, a imponer sistemáticas devaluaciones de la moneda nacional, y profundizar el rentismo petrolero. Igualmente a maximizar la tasa de ganancias mediante la congelación de los salarios, una mayor precarización laboral y un incremento de la desocupación. Adicionalmente, ambos son enemigos históricos de la clase trabajadora.
Las acciones del régimen lejos de impulsar un proyecto anticapitalista han permitido el florecimiento de un modelo estatista de acumulación del capital ("burguesía de Estado") que ha confiscado las aspiraciones de los trabajadores y ha favorecido el surgimiento de una burguesía-paraestatal (entiéndase boliburguesía) cuyos integrantes disfrutan de multimillonarias fortunas. Boliburguesía que a pesar de su carácter parasitario tiene una importante presencia en las esferas de la administración pública, principalmente en instancias de toma de decisiones vinculadas al sector financiero y económico nacional.
La corrupta estadolatría bolivariana se ha convertido en una nueva referencia como modelo de corrupción, represión y explotación maquillado con “ropaje libertario”. No representa más que una nueva forma de expoliación de los trabajadores, de apropiación de la plusvalía por parte de un omnipotente y opresor Estado-patrón. Bajo el estatismo bolivariano persiste la contradicción entre el carácter social de la producción y la forma capitalista de apropiación del trabajo. El fachochavismo ha demostrado que lejos de constituir una verdadera alternativa al “tan cuestionado capitalismo explotador”, paradójicamente lo ha apuntalado pero con una retórica revolucionaria.
En la Venezuela bolivariana no se construye ningún proyecto contrahegemónico, ni poder popular autónomo, ni democracia protagónica. Se trata de una charlatanería fraudulenta, que en nombre del socialismo participativo y liberador ha dado vida a un régimen neo-oligárquico, salvaje y despótico con un profundo sello militarista. Son tiempos de revolución reaccionaria y falsificada, de represión y criminalización del conflicto social, de explotación y precarización laboral.
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