Cristian Battaglia
Dicen que el amor es uno de los sentimientos más profundos del ser humano. Nadie puede evadirse de él y en cierta medida todos hemos sentido alguna vez que amamos a algo o alguien. Ya sea un animal, un objeto o un compañero y compañera, todos alguna vez hemos sentido esa necesidad de demostrar nuestro afecto y de declarar nuestro amor hacia lo amado. Así como los humanos sienten amor, los animales también lo expresan; basta ver como se unen dos animales y conviven gran parte de sus vidas, o también el ver como un perro demuestra su afecto hacia un humano. Estas relaciones nacen del instinto y son fundadas por el deseo de entregar y recibir cariño. Sin embargo, dentro de la comunidad nos hemos acostumbrado a separar el amor de nuestro instinto animal, esto debido a una serie de factores que enumeraremos a continuación:
En primer lugar, la comunidad humana ha dejado establecido que el amor va de la mano de la fidelidad, lo que deriva en monogamia y posterior formación de familia. Si bien el ser humano acostumbra a establecerse por extensos periodos de tiempo junto a otra persona, esto no significa que dicha unión signifique un pacto de monogamia, ya que nuestro instinto hace una distinción entre el deseo afectivo y el deseo sexual. Yo puedo estar con la persona amada, lo que no significa que deba tener una vida sexual activa solo con dicha persona, ya que mis deseos sexuales me impulsan a establecer contactos con otras personas a las que no necesariamente amo, ni estaría con ellas toda la vida pero que simplemente satisfacen mis gustos sexuales. Ahora, el llevar adelante una relación sexual monógama o polígama debe ser una decisión de ambas partes, tomada solo por influencia de la relación misma, no así por cuestiones morales o filosóficas externas a la relación.
En segundo lugar, se nos ha hecho creer que el motivo del enamoramiento es exclusivamente para formar familia. Otro hecho falso por donde se le mire. El amor se funda bajo el deseo de obtener y dar afecto, lo que provoca en ambas partes un bienestar pleno, que no se consigue con ningún otro tipo de sentimiento. El que nos enamoremos no significa que deseemos formar familia o dejar descendencia, como se ha dicho inoportunamente en algunos lugares. Esta afirmación viene de parte de moralistas y religiosos, quienes desean darle a todo sentimiento humano una valoración moral que signifique restricciones para el libre desarrollo de este, usando para esto la característica racional que poseemos. Según estos personajes, el ser humano se encuentra en un paso elevado ante los animales, de ahí que todos sus sentimientos provengan de un cerebro racional, por lo que inevitablemente el ser humano se enamoraría para formar familia, pero los moralistas olvidan que el ser humano es un animal al igual que todos, y en este sentido es que busca el amor solo para dar y recibir afecto, de la misma forma que lo hacen el resto de los animales que viven en este planeta.
En tercer lugar, el ser humano ha propuesto que la única forma para consolidar el amor es a través del matrimonio (figura de unión inexistente en la naturaleza). Es así como la jerarquía humana, no satisfecha con que dos seres se amen y estén felices, crea una institución de "validación de amor" para que los enamorados puedan sellar su vínculo para siempre. Esto a todas vistas es lo más contra natural que ha creado el ser humano durante su corta existencia. El amor, al igual que todos los sentimientos, se caracteriza por su aparición fugaz, pero también por desaparecer repentinamente, y el dotarlo de características permanentes es caer en un despropósito tal, que muchas veces los enamorados que se casan terminan por dejar de amarse, pasando a estar unidos por el vinculo de validación, más que por el sentimiento del amor. Pero el matrimonio tiene un sentido mucho más profundo que el sellar el amor: más bien el matrimonio busca la consolidación de la familia, base fundamental del sistema capitalista y cuya crítica profundizamos en el párrafo anterior. A todas vistas, el amor es llevado de una manera totalmente ineficaz por las sociedades humanas.
Si bien el amor está bastante contaminado en la actualidad, es necesario el volver a sus raíces. Entender al amor como un sentimiento irracional y nacido de nuestra naturaleza como humanos, es el primer paso para así llevar relaciones amorosas más beneficiosas para nuestras vidas. Separar el amor del deseo sexual es otra valla a saltar para acabar con la moralidad que rodea al amor y que lo limita totalmente. Cada relación debe establecerse como a ella le plazca, sin tener influencias externas ni motivos políticos, económicos o religiosos. El amor en libertad es fundamental para vivirlo en total plenitud.
[Publicado originalmente en El Sol Ácrata # 28, Antofagasta, agosto-septiembre 2014; edición accesible en https://periodicoelsolacrata.files.wordpress.com/2014/09/agosto-1.pdf.]
Dicen que el amor es uno de los sentimientos más profundos del ser humano. Nadie puede evadirse de él y en cierta medida todos hemos sentido alguna vez que amamos a algo o alguien. Ya sea un animal, un objeto o un compañero y compañera, todos alguna vez hemos sentido esa necesidad de demostrar nuestro afecto y de declarar nuestro amor hacia lo amado. Así como los humanos sienten amor, los animales también lo expresan; basta ver como se unen dos animales y conviven gran parte de sus vidas, o también el ver como un perro demuestra su afecto hacia un humano. Estas relaciones nacen del instinto y son fundadas por el deseo de entregar y recibir cariño. Sin embargo, dentro de la comunidad nos hemos acostumbrado a separar el amor de nuestro instinto animal, esto debido a una serie de factores que enumeraremos a continuación:
En primer lugar, la comunidad humana ha dejado establecido que el amor va de la mano de la fidelidad, lo que deriva en monogamia y posterior formación de familia. Si bien el ser humano acostumbra a establecerse por extensos periodos de tiempo junto a otra persona, esto no significa que dicha unión signifique un pacto de monogamia, ya que nuestro instinto hace una distinción entre el deseo afectivo y el deseo sexual. Yo puedo estar con la persona amada, lo que no significa que deba tener una vida sexual activa solo con dicha persona, ya que mis deseos sexuales me impulsan a establecer contactos con otras personas a las que no necesariamente amo, ni estaría con ellas toda la vida pero que simplemente satisfacen mis gustos sexuales. Ahora, el llevar adelante una relación sexual monógama o polígama debe ser una decisión de ambas partes, tomada solo por influencia de la relación misma, no así por cuestiones morales o filosóficas externas a la relación.
En segundo lugar, se nos ha hecho creer que el motivo del enamoramiento es exclusivamente para formar familia. Otro hecho falso por donde se le mire. El amor se funda bajo el deseo de obtener y dar afecto, lo que provoca en ambas partes un bienestar pleno, que no se consigue con ningún otro tipo de sentimiento. El que nos enamoremos no significa que deseemos formar familia o dejar descendencia, como se ha dicho inoportunamente en algunos lugares. Esta afirmación viene de parte de moralistas y religiosos, quienes desean darle a todo sentimiento humano una valoración moral que signifique restricciones para el libre desarrollo de este, usando para esto la característica racional que poseemos. Según estos personajes, el ser humano se encuentra en un paso elevado ante los animales, de ahí que todos sus sentimientos provengan de un cerebro racional, por lo que inevitablemente el ser humano se enamoraría para formar familia, pero los moralistas olvidan que el ser humano es un animal al igual que todos, y en este sentido es que busca el amor solo para dar y recibir afecto, de la misma forma que lo hacen el resto de los animales que viven en este planeta.
En tercer lugar, el ser humano ha propuesto que la única forma para consolidar el amor es a través del matrimonio (figura de unión inexistente en la naturaleza). Es así como la jerarquía humana, no satisfecha con que dos seres se amen y estén felices, crea una institución de "validación de amor" para que los enamorados puedan sellar su vínculo para siempre. Esto a todas vistas es lo más contra natural que ha creado el ser humano durante su corta existencia. El amor, al igual que todos los sentimientos, se caracteriza por su aparición fugaz, pero también por desaparecer repentinamente, y el dotarlo de características permanentes es caer en un despropósito tal, que muchas veces los enamorados que se casan terminan por dejar de amarse, pasando a estar unidos por el vinculo de validación, más que por el sentimiento del amor. Pero el matrimonio tiene un sentido mucho más profundo que el sellar el amor: más bien el matrimonio busca la consolidación de la familia, base fundamental del sistema capitalista y cuya crítica profundizamos en el párrafo anterior. A todas vistas, el amor es llevado de una manera totalmente ineficaz por las sociedades humanas.
Si bien el amor está bastante contaminado en la actualidad, es necesario el volver a sus raíces. Entender al amor como un sentimiento irracional y nacido de nuestra naturaleza como humanos, es el primer paso para así llevar relaciones amorosas más beneficiosas para nuestras vidas. Separar el amor del deseo sexual es otra valla a saltar para acabar con la moralidad que rodea al amor y que lo limita totalmente. Cada relación debe establecerse como a ella le plazca, sin tener influencias externas ni motivos políticos, económicos o religiosos. El amor en libertad es fundamental para vivirlo en total plenitud.
[Publicado originalmente en El Sol Ácrata # 28, Antofagasta, agosto-septiembre 2014; edición accesible en https://periodicoelsolacrata.files.wordpress.com/2014/09/agosto-1.pdf.]
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