Ricardo Colmeiro
Entre la umbría retórica con la que las grandes empresas multinacionales de la Información y el Espectáculo entorpecen el entendimiento de la población mundial estallan de vez en cuando, a modo de destellos en la noche, frases y omisiones que nos indignan y revelan algo de lo que en verdad ocurre.
Una de esas frases puede ser: “10º aniversario de la ocupación militar de Haití por fuerzas de la ONU”. Y una de esas omisiones, el silencio respecto de la atroz miseria que sufren actualmente millones de haitianos. O también, el obsceno disimulo por la destrucción naturaleza y el empobrecimiento de los suelos y los ríos a cuenta de los grandes capitales y sus actores locales (el gobierno de turno), que se agrava en aquellos lugares, elegidos por ese Orden criminal para cumplir la función de parias, como, por ejemplo, en Haití, uno de los ‘países’ mas pobres del mundo.
10º aniversario de la (última) vigente ocupación militar
El 1 de junio se celebró el 10 aniversario de la ocupación militar internacional de Haití iniciada con la excusa humanitaria –ya tristemente habitual bajo el régimen de Cinismo que desgobierna el mundo- de poner ‘orden’ en los conflictos violentos que siguieran en 2004 al exilio del Presidente Bertrand Arístide; re-justificada en 2010 con el fin de “apoyar la recuperación, reconstrucción y estabilización de Haití, tras el devastador terremoto que sacudió el país”; y, por tercera vez, re-justificada en 2011, tras la celebración de las elecciones presidenciales con una nueva excusa. Ahora, para “establecer un entorno seguro y estable en el que se pueda desarrollar un proceso político, fortalecer las instituciones del Gobierno de Haití, apoyar la constitución de un estado de derecho, y promover y proteger los derechos humanos”.
Entre la umbría retórica con la que las grandes empresas multinacionales de la Información y el Espectáculo entorpecen el entendimiento de la población mundial estallan de vez en cuando, a modo de destellos en la noche, frases y omisiones que nos indignan y revelan algo de lo que en verdad ocurre.
Una de esas frases puede ser: “10º aniversario de la ocupación militar de Haití por fuerzas de la ONU”. Y una de esas omisiones, el silencio respecto de la atroz miseria que sufren actualmente millones de haitianos. O también, el obsceno disimulo por la destrucción naturaleza y el empobrecimiento de los suelos y los ríos a cuenta de los grandes capitales y sus actores locales (el gobierno de turno), que se agrava en aquellos lugares, elegidos por ese Orden criminal para cumplir la función de parias, como, por ejemplo, en Haití, uno de los ‘países’ mas pobres del mundo.
10º aniversario de la (última) vigente ocupación militar
El 1 de junio se celebró el 10 aniversario de la ocupación militar internacional de Haití iniciada con la excusa humanitaria –ya tristemente habitual bajo el régimen de Cinismo que desgobierna el mundo- de poner ‘orden’ en los conflictos violentos que siguieran en 2004 al exilio del Presidente Bertrand Arístide; re-justificada en 2010 con el fin de “apoyar la recuperación, reconstrucción y estabilización de Haití, tras el devastador terremoto que sacudió el país”; y, por tercera vez, re-justificada en 2011, tras la celebración de las elecciones presidenciales con una nueva excusa. Ahora, para “establecer un entorno seguro y estable en el que se pueda desarrollar un proceso político, fortalecer las instituciones del Gobierno de Haití, apoyar la constitución de un estado de derecho, y promover y proteger los derechos humanos”.
Demasiadas y cambiantes excusas para disfrazar una realidad inocultable: la construcción de la miseria de los haitianos por el capitalismo internacional más voraz y poderoso, por la plutocracia que tienen por vecina: EE UU (simbiosis modélica del régimen económico capitalista y la estructura política)
A modo de ejemplo actual
Al amparo de la ocupación militar de la ONU, Haití cuenta ya con más de 30 fábricas textiles, cuyo privilegio es poder exportar a EE UU sin pago alguno de aranceles y ‘competir’ en el mercado, con la explotación inmisericorde los trabajadores, la mayoría de ellas mujeres. Se sufren en esos talleres condiciones laborales degradantes, víctimas los trabajadores de toda clase de abusos y humillaciones, prohibida en la práctica toda organización sindical. Allí se cosen, sin descanso, productos para empresas como Levi’s o Fruit of the Loom, que en 2009 reclamaron al Gobierno haitiano mantener el salario mínimo en 80 gourdes al día (1,2 euros). Las movilizaciones masivas de las trabajadoras consiguieron arrancar en 2013 una subida de 4 euros al día, pero sin lograr el derecho a la seguridad social. Hay que tener en cuenta que la cesta mínima de comida, incluso en los barrios y pueblos más pobres, tiene un coste de 6.4 euros, frente a los 5,3 euros diarios que cobran estos trabajadores, tras jornadas agotadoras, sin práctica interrupción en todo el año y sin la más mínima cobertura sanitaria, de vejez , etc.
De hecho, el Gobierno haitiano presume públicamente de tener los salarios más bajos, al nivel de Bangladesh o Camboya, por más horas anuales de trabajo. Para Nixon Boumba “la reconstrucción en Haití se ha convertido en una vasta operación de capitalismo del desastre, que no busca socorrer a las víctimas, sino servirse de las víctimas y de la catástrofe para hacer beneficios”.
Haití en otra Convención de la ONU
Decíamos al principio que hay ocasiones en que la dramática condición de alguno de esos países sentenciados por el capitalismo imperial actual aparenta iluminarse en toda su macabra dimensión. Desgraciadamente no se tratará más que un fulgor apenas localizable en la maraña informativa que nos suministran cada día. Al fin y al cabo, el Orden capitalista funcionando correctamente nunca puede ser noticia, porque no es novedoso. Y su funcionamiento correcto es la producción normalizada de miseria, explotación, destrucción de la naturaleza y coacción violenta sobre millones de personas, para enriquecimiento y mando de unos pocos, como ocurre en Haití.
Con motivo de la III Conferencia de la Convención de la ONU contra la Desertización, en 1999 se propuso a Haití como ejemplo extremo de los peligros que amenazan a grandes regiones del planeta. “En la actualidad -se dijo- Haití tan sólo conserva el 1% de su cobertura vegetal, lo que actúa como factor determinante en el éxodo masivo de haitianos (más de un millón en el último decenio) rumbo al cercano EE.UU., desafiando en frágiles embarcaciones un océano agitado e infestado de tiburones”. Y añadió: “Debido a la degradación de la tierra, sin suelo agrícola, sin bosques, sin agua ... ningún argumento o peligro logrará hacer desistir a un haitiano desesperado de intentar la huida y la emigración”. E insistió: “Quizá el factor más activo de la deforestación masiva es el hecho de que la mayoría de los haitianos no disponen, para cocinar o calentarse, más que de leña y carbón vegetal y, por ello, la buscan afanosamente”, arriesgando incluso la vida cuando logran entrar furtivamente en las fincas privadas de los magnates.
Esta situación continúa reproduciéndose ahora mismo. Millones de personas ateridas de frío desraman salvajemente los pocos árboles que quedan hasta matarlos y enseguida talan el tronco muerto a ras de suelo. Sobre ese paisaje dantesco, la violencia ocasional de los ciclones tropicales y las aguas salvajes barren la cubierta vegetal del bajo bosque hasta dejar al descubierto la roca caliza desolada y apenas fértil.
El antiguo vergel, hoy campo yermo
Pero ¿Qué se fue de aquellos fértiles campos que despertaban la codicia de los colonos franceses, hasta el punto de importar millares de esclavos negros para trabajarlos? Sencillamente, ¡han desaparecido! Decenas de miles de pequeñas explotaciones agrícolas familiares, apenas logran producir lo que consumen sus propietarios. No hay posibilidad de abonar la tierra, ya que el ciclo de la cosecha y el abonado se ha roto hace mucho tiempo por razón de la miseria. Y el campo cada vez produce menos y los días de hambre son la norma en cada casa.
Sin embargo, un 10% del suelo pertenece a grandes empresas norteamericanas, que disponen de enormes fincas, pero en ellas los jornaleros viven sometidos en condiciones de verdadera esclavitud o miserable servidumbre.
Las cifras aportadas por la ONU, que sitúan a Haití en pobreza, al nivel de Somalia y Yemen, son tan abrumadoras que incluso la monodia estadística produce escalofrío. Casi cinco millones de haitianos no disponen del mínimo necesario para sobrevivir. Dos millones y medio viven en “situación de inseguridad y deficiencia alimentaria crónica”. Tal y como ocurría antes del terremoto de 2010, la desnutrición crónica, y su corolario de raquitismo agudo en los niños y enfermedades extremas asociadas al hambre en jóvenes y adultos es la primera causa de muerte. Uno de cada catorce niños muere antes de cumplir un año, y uno de cada ocho no alcanza los cinco años. Los menores de 20 años representan más de la mitad de la población, pues la esperanza de vida no alcanza más que a los 53 años ...
La Gran Ofensa
¿Es que ha caído sobre los haitianos alguna maldición extraterrestre? ¿Ofendieron acaso a algún Dios? Pues sí: al Amo blanco. Fue Haití el primer país del mundo en que se abolió la esclavitud, pues el propio Haití surgió como nación en 1804 con la rebelión victoriosa de los esclavos negros frente a sus amos blancos, los colonos franceses. Fue también la primera República negra de la historia y la primera de las Repúblicas latinoamericanas.
Jamás Francia o EE UU le perdonaron tamaña ofensa. Le impusieron el pago de una deuda terrible, que se mantuvo durante más de un siglo, de 150 millones de francos oro (el equivalente a 50 presupuestos totales del Haití de nuestros días) para ‘indemnizar’ a los amos blancos expulsados, quienes, por otra parte, antes de irse organizaron un baño de sangre de dimensiones inenarrables.
Conviene recordar que lo primero que hicieron los jefes estadounidenses, nada más producirse la Primera invasión yanqui de Haití, en 1915, fue obligar al presidente haitiano hecho prisionero a firmar la liquidación del Banco de la Nación, que pasó a ser una sucursal del Citibank de Nueva York.
¿Cómo nombrar esto?
Dicen algunos haitianos creyentes del vudu, que siempre hay una voluntad maligna tras cada espíritu esclavizado (zombi), capaz de matar y extender la desgracia. Del mismo modo, también la miseria, verdadero flagelo que provoca todos lo demás, está decretada y decidida desde arriba y no por el pueblo que la sufre.
Desde hace más de cien años, en Haití, los grandes hacendados y la gendarmería local vienen ofreciéndose, con horrible éxito, como capataz negrero ante las empresas comerciales del café, la caña de azúcar, el cacao y el cobre y la bauxita, primero francesas y después -a partir de 1915- norteamericanas.
El salvajismo con que esa casta viene ejerciendo su admitida profesión es de una atrocidad sin límites. Como escribe Eduardo Galeano; “Y así, de dictadura en dictadura, de promesa en traición, se fueron sumando las desventuras y los años” ... Los Duvalier, padre e hijo ... los gobiernos títeres de los militares que arramblan con todo lo que pueden y dejan como migajas las compañías yanquis ... enseguida Aristide, el teólogo de la liberación, que “duró pocos meses. El gobierno de los EE UU ayudó a derribarlo, se lo llevó, lo sometió a tratamiento y una vez reciclado lo devolvió en brazos de los marines a la presidencia. Y otra vez ayudó a derribarlo, en 2004, y otra vez hubo matanza. Y otra
La desgracia continuará
Con el ejército de la ONU–garante de los intereses norteamericanos, productores de la miseria de Haití- nunca se irán del país los latifundios y poderosas compañías norteamericanas, ni tampoco las amenazas ciertas a cualquier veleidad de independencia económica, ni las tutelas, ni los funcionarios del FMI, del Banco Mundial y del gobierno de los EE UU. Serán estos los que adviertan a los gobernantes títeres de Haití que ni se les ocurra, por ejemplo, proteger a sus míseros campesinos imponiendo aranceles a los cultivadores y comerciantes norteamericanos. Todo para ¡Qué siga siendo más barato en Haití el arroz norteamericano que el producido en el propio país, aún cuando ello signifique que cuatro millones de personas no puedan adquirirlo ... aún cuando llegue la desnutrición a cientos de miles de familias y, con ella, el hambre, la enfermedad y la muerte. Todo para ¡Que los trabajadores -¡vigilante el capataz armado!- sigan sufriendo las calamitosas condiciones económicas, sociales y laborales que sus amos desean imponerles, pues su chequera crece al mismo ritmo que su inhumanidad!. Todo para ¡Que la miseria siga, el silencio culpable crezca, el orden continúe y Haití …
[Publicado originalmente en La Campana # 19, Pontevedra, 7/7/14, accesible en http://www.revistalacampana.info.]
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