Víctor Revilla
[Versión en extenso
de artículo publicado por El Libertario,
# 73, junio-julio 2014.]
A finales de los
años 50 los Estados Unidos se convirtió en el país pionero en el uso de
satélites para la observación de la Tierra. Se trató del Proyecto CORONA, lo
cual fue la designación de un satélite artificial de reconocimiento operado por
ese país entre 1960 y 1972. Básicamente dicho sistema se centró en el espionaje
del desarrollo militar e industrial soviético durante la Guerra Fría.
A partir de la
década de los setenta, comienza una carrera espacial por la puesta en órbita de
satélites artificiales para el estudio de la Tierra. En este sentido, la NASA
inicia en 1972 el programa Landsat, el cual sirvió como la principal fuente de imágenes
satelitales de nuestro planeta hasta 1980, cuando otros países comienzan a
desarrollar y/o lanzar sus propios satélites, particularmente Francia y la
Unión Europea, Canadá, India, Rusia, China, Brasil y más recientemente
Venezuela.
Básicamente un
satélite artificial para la observación de la Tierra consiste en un conjunto de
equipos muy sofisticados (cámaras, sensores, propulsores, antenas, etc.) que
son colocados en una órbita determinada alrededor de la misma, generalmente
haciendo recorridos que van de polo a polo, aunque en el caso de los satélites
que observan el clima, no presentan recorridos entorno a nuestro planeta, sino
más bien giran con él (órbita geoestacionaria).
Estos satélites
observan el planeta a través de sensores que le permiten escudriñar el paisaje
terráqueo desde varios puntos de vista, así tenemos sensores para la luz
visible (tal como nuestros ojos perciben el mundo), y para el infrarrojo (más allá del rojo que captan
los ojos humanos), existen incluso algunos que pueden percibir las microondas y
la energía térmica. Dentro de la tecnología de los sensores existe también lo
que se denomina bandas, que haciendo un ejercicio de analogía las podemos
comparar con lentes de diferentes colores, mientras más variados los colores de
los lentes (bandas) mayor capacidad de
tendrá el sensor de percibir diferentes fenómenos.
¡Epa chino, véndeme uno ahí!
En mayo de 2011 el gobierno venezolano firmó un convenio con sus homólogos chinos para
el establecimiento de un satélite de
observación denominado “Miranda”, cuyo nombre técnico es VRSS-1 (Venezuelan
Remote Sensing Satellite-1) que traducido al español significa primer
satélite venezolano para la percepción
remota. El costo invertido para la
construcción del Satélite Miranda fue de 140 millones de dólares, lo cual
incluye: un satélite, cohete lanzador y servicio de lanzamiento; estación
terrena de control satelital, sistemas de aplicaciones terrestres; formación de
talento y transferencia tecnológica, según apuntaba un impreso informativo
distribuido por el Ministerio del Poder Popular para Ciencia, Tecnología e
Innovación en septiembre de 2012.
Según el sitio web de dicho ministerio (www.mcti.gob.ve), las
aplicaciones de las imágenes obtenidas a partir de satélite Miranda comprenden
la gestión ambiental, sistemas productivos, salud, planificación, gestión de
riesgos y, seguridad y defensa. En dicha
página web, se puede apreciar que uno de los objetivos del proyecto satelital
Miranda es fomentar la investigación y el desarrollo de capacidades, con miras
a optimizar el uso de las imágenes y otros datos fundamentales para el estudio,
seguimiento y planificación del territorio. Igualmente, según la Agencia Bolivariana
para Actividades Espaciales (ABAE; www.abae.gob.ve), los satélites de
observación terrena son útiles en los procesos de planificación de políticas
públicas.
Cabe considerar, por otra parte que el Gobierno
Venezolano a través de la Fundación Instituto
de Ingeniería, firmó un contrato de recepción de datos SPOT con la empresa
francesa Spot Image, mediante el cual se instaló un terminal de recepción directa
de los satélites de observación de la Tierra SPOT 4 y 5. De esta manera,
durante el lapso de duración de dicho convenio (Septiembre 2007 – Diciembre
2009) fueron distribuidas de manera gratuita más de 13.500 imágenes (http://lpais.fii.gob.ve/).
Lo anterior nos permite deducir que el uso de
imágenes de satélite no es una actividad nueva en nuestro país, podemos
observar que el Estado venezolano ha venido invirtiendo cuantiosas sumas de
dinero en la adquisición de este recurso, tal como ha ocurrido recientemente
con la puesta en marcha del satélite Miranda. Sin embargo, el impacto del uso
de esta tecnología para el desarrollo
nacional por parte de los entes gubernamentales no ha dado los frutos deseados,
situación que contrasta con los avances que en este sentido han experimentado
otros países de Suramérica, tales como Brasil, Chile, Argentina, Colombia,
entre otros.
“Houston,
tenemos un problema”
Dentro de este marco de ideas, debe señalarse que en
los países tropicales el uso de las imágenes capturadas a partir de satélites
artificiales presenta limitaciones relacionadas con la nubosidad típica de estas
regiones. En épocas o espacio de tiempo en la que la atmósfera está cargada de
nubes las “cámaras” a bordo de los satélites no pueden atravesar los cúmulos de
nubes, lo cual impide observar detalladamente la superficie de la tierra. En el
caso particular de Venezuela, la anterior limitación presenta un inconveniente
adicional visto desde el punto de vista de la producción agrícola. La mayor
parte de la agricultura venezolana, especialmente los cereales (maíz), es de
secano, es decir, depende de las precipitaciones de la época lluviosa, lo cual
implica dificultades para hacer seguimiento a los planes de siembra con
imágenes de satélite, ya que se tendría que contar con días con buena
iluminación solar y despejados, lo cual es difícil de lograr, sobre todo entre
los meses de mayo y julio.
Un aspecto a resaltar sobre el satélite Miranda es un
desperfecto relacionado con la imposibilidad de eliminar los efectos causados
por la atmosfera. Cuando los sensores a
bordo del satélite captan una imagen, la luz ha tenido que pasar dos veces por
la atmosfera (una de entrada y otra de salida de la Tierra), lo cual genera
inevitables distorsiones causadas por los gases, polvo y contaminantes presentes
en la atmósfera. Información extraoficial indica que aparentemente el vendedor
(los chinos) no se va a hacer responsables por tal situación. Lo anterior,
aunado con los dilatados lapsos de
entrega de la imágenes (quien escribe tiene cinco meses esperando por obtener
una imagen vía internet), significa que tendremos que usar el satélite con tal
limitante por el tiempo de vida útil restante (4 años), lo cual impide efectuar
ciertos estudios en los que necesariamente hay que hacer la corrección
atmosférica de las imágenes.
De la misma manera, cabe señalar que la necesidad de
adquirir un satélite para la observación de la tierra en nuestro país se
originó dentro del marco de la dinamización del Plan Nacional de Catastro, ello
quiere decir que para acelerar el levantamiento catastral de todo el territorio
nacional se requería contar con recursos de este tipo. Sin embargo, la máxima
resolución espacial que ofrecen los sensores del satélite Miranda es de 2
metros, lo cual está lejos de lo necesario de acuerdo a la normativa nacional
vigente en este materia (0,3 metros área urbana, 0.5 metros área rural).
Igualmente, es menester indicar que existen distribuciones gratuitas y
oportunas a través de internet de imágenes actualizadas con características
similares a las del satélite Miranda, tal es el caso del Landsat 8 (http://landsat.usgs.gov/landsat8.php).
Una de las áreas en donde más se dificulta la
aplicación de las imágenes de satélite Miranda es la agricultura, aparte de las
razones anteriormente expuestas, las características de las mismas sólo
permiten efectuar estudios a nivel regional y subregional, presentando
limitaciones a nivel local y de finca, por lo cual se considera como poco
acertado lo expresado en la sitio web del MCTI, en el que se asevera que a
través de este recurso se podrá hacer manejo diferencial en cada unidad
agrícola.
Para lograr un manejo diferenciado a nivel de unidad
de producción es necesario contar con imágenes satelitales con al menos 0.5
metros de resolución espacial, o en su defecto, lo cual constituye nuestra
propuesta en este sentido, combinar los satélites de observación de la tierra
con recursos locales dirigidos y
gestionados por organizaciones de productores. Estos recursos se basan en
sistema que operan localmente y, cuya versatilidad y relativo fácil manejo los
hace más económicos y accesibles a los productores agrícolas. Tal es el caso de
México en el que se está utilizando sensores hiperespectrales (muchos lentes)
montados en pequeñas aeronaves o en aviones no pilotados (drones) para la caracterización
de los cultivos agrícolas.
¿”Guerra
de las Galaxias” contra quién?
Finalmente, la tecnología de satélites para la
observación de la tierra tiene una faceta oscura, la cual se ha alimentado de
la industria de la guerra. El uso militar de los satélites es mantenido en
secreto por todos los países que manejan estos recursos, el cual ha experimentado
notables avances como instrumento para la muerte. Tal como se mencionó al
inicio, los satélites de observación terráquea
nacieron para el espionaje, continúan con tal rol, pero en este caso no
sólo sobre países “enemigos”, sino también sobre los pobladores de los mismos
países. Su misión: apoyar en la salvaguarda del estatus quo, en donde a través
de sensores de radares y/u ópticos de alta resolución capaces de atravesar
nubes y vegetación, quienes gobiernan pueden hacer seguimiento a movilizaciones
de protesta, grupos insurgentes o cualquier acción que se califique de
subversiva o “contraria a la nación”, permitiendo un rápido y oportuno
despliegue de todo el poder represivo de los Estados. Visto lo anterior, se
concluye dejando la pregunta ¿Cuál es la faceta militar del satélite Miranda,
tomando en cuenta que la mayor parte del personal que se entrenó en China para
su operación es de origen militar?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.