por Eduardo Gudynas
La negación de la consulta tiene enormes impactos sobre la
calidad de la democracia, la vigencia o no de los derechos de participación y
la luz verde para la explotación petrolera sin contradicciones.
La autoridad electoral ha anunciado que no se han reunido
las firmas necesarias para llamar a una consulta ciudadana sobre la explotación
petrolera en el parque Yasuní. Esta es una decisión que tiene enormes impactos.
Muchos la interpretarán como un paso atrás en la vida democrática. Señalarán,
con razón, que esto se debe no solamente a que se impide la expresión
ciudadana, sino también a los modos por los cuales se ha operado, apelando a
extraños mecanismos burocráticos y administrativos.
También se apuntará que ha prevalecido el apetito por los
dineros que arrojaría la explotación petrolera en los campos ITT. No descarto
esos razonamientos. Pero la puesta en marcha de esas operaciones llevará un
buen tiempo y difícilmente serán aprovechados por la actual administración.
Otros dirán que eso no importa, ya que esto es en realidad parte de un proyecto
de reelección, y entonces usarán esos recursos financieros para sostener la
continuidad gubernamental en el siguiente período. Pero este extremo todavía no
está confirmado.
Estoy seguro que varios analistas ahondarán en estas
cuestiones, y es por ello que prefiero explorar otras aristas que están
directamente ligados a la coyuntura actual y expresen necesidades apremiantes.
Las razones del capital
En primer lugar se deben tener muy presentes las intenciones
de continuar con las rondas de concesiones
de campos petroleros. En esas negociaciones, los empresarios exigen
condiciones de inversión firmes, que aseguren que los lotes ganados puedan ser
efectivamente explotados. Pero esas certidumbres crujían ante la posibilidad de
una consulta ciudadana que pudiera impedir la explotación petrolera en algún
rincón del país. No faltarían ejecutivos que temieran, o dijeran temer, que si
se vota una moratoria para el Yasuní, otro tanto podría repetirse en distintos
sitios amazónicos. A su vez, no pasaron desapercibidas las dificultades del
gobierno en la reciente ronda de negociaciones petroleras para el suroriente.
Por lo tanto, para despejar el camino para nuevas negociaciones petroleras, el
gobierno debería retomar el control absoluto sobre lo que ofertaba, y ello
implica detener mecanismos plebiscitarios que lo pudieran condicionar.
Las necesidades controlar y disciplinar
En segundo lugar, se debe reconocer que la movilización a
favor del Yasuní, fue enorme, y el papel de nuevos colectivos, notablemente
Yasunidos, fue impactante. Quedaron en evidencia nuevas formas de expresión
política, un retorno de la militancia juvenil, estructuras más horizontales, y
por lo tanto más difíciles de cooptar. Dicho de modo muy esquemático: eran
ensayos de movilización ciudadana independiente, que no eran controladas desde
el gobierno o desde partidos políticos. Además, sus contenidos apuntaban a la
esencia de la estrategia de desarrollo de la administración Correa, poniendo en
discusión su extractivismo, y reclamando el cumplimiento de los mandatos
ecológicos de la Constitución de Montecristi.
Un movimiento autónomo, potente y con muchas más
potencialidades, siempre es enfrentado desde el poder. Entonces, bajo esta
hipótesis, era crucial impedir la consulta ciudadana para evitar que ese
colectivo siguiera operando, continuara ampliando sus bases de apoyo, ganara en
experiencia, y madurara hasta convertirse en un adversario político
inmanejable.
Existe al menos un antecedente de la confluencia de estos
dos factores, la salvaguarda a la inversión petrolera y el control sobre la
sociedad civil, y se expresó con la disolución de la fundación Pachamama. Allí
estuvieron presentes estos dos factores, ya que se justificó esa medida extrema
aduciendo que esa fundación afectó una de las negociaciones petroleras,
mientras que se cortaba con sus apoyos a comunidades locales, y se mandaba un
mensaje a las demás ONGs.
Bajo esa misma lógica, no puede excluirse un golpe de timón
dramático: que el propio Presidente decidiera llamar a la consulta ciudadana.
Como el ejercicio disciplinario ya se completó, el mensaje a los inversores
petroleras también está claro, se podrían contrarrestar algunas de las
críticas, retomar la iniciativa, y llamar a una consulta, pero bajo sus
condiciones (incluyendo sus propias preguntas).
Es preferible evitar el debate
Considerando estos factores, se puede abordar un tercer
aspecto. Es que de todos modos llama mucho la atención que se asumieran todos
los costos y críticas (nacionales e internacionales), de impedir la consulta
popular sobre el Yasuní. Es que si se hubiera permitido esa consulta, el
resultado era incierto, y reconozco que es muy posible que hubiera triunfado la
opción de habilitar la explotación petrolera. No podemos olvidar que la mayor
parte de los votantes están en ciudades, lejos de la Amazonia, muchos con
conocimientos y sensibilidades más preocupadas por la subsistencia diaria que
por lo que ocurre en regiones remotas del Ecuador, y que posiblemente oirían
apabullantes campañas publicitarias gubernamentales. A pesar de todo esto,
hasta ahora, no se han aceptado riesgos. No debe escapar al análisis que si se
llamaba a la consulta ciudadana, se habilitaba un proceso de debate público que
aún en caso de perderse, serviría para el aprendizaje ciudadano, el
fortalecimiento de redes independientes, y tal vez, hasta se podía ganar.
Defender los extractivismos es retroceder
Bajo estas condiciones asoma el cuarto, y último punto, en
estas hipótesis primarias. Los gobiernos no pueden adentrarse en debates
amplios y plurales sobre los extractivismos porque a estas alturas, tienen muy
escasos argumentos para defenderlos. El extractivismo actual sólo es posible
acotando la pluralidad democrática. Pocos proyectos pasarían controles
ambientales y sociales rigurosos, ya que siempre implican altos impactos
ambientales y poca gente en las comunidades locales aceptarían sacrificar sus
territorios.
Este asunto es más grave con los gobiernos progresistas, ya
que la mayor parte de las razones extractivistas además terminan en
razonamientos conservadores, anclados en el mercado y reforzando la
subordinación comercial global. Son, por lo tanto, argumentos contrarios a la
propia esencia de la izquierda.
Todo esto hace que para el progresismo gobernante, cuando se
ve forzado a debatir en serio sobre su apetencia petrolera o minera, se
desnudan sus íntimos pensamientos mercantiles. Debates públicos sobre la
explotación petrolera en la Amazonia promovidos por una consulta ciudadana,
pondría en discusión asuntos que van mucho más allá de la estrategia petrolera
gubernamental. Rápidamente se estaría discutiendo sus ideas sobre el
desarrollo, sus prácticas gubernamentales, etc. dejando en evidencia sus
contradicciones. Y esto es algo que muchos en el progresismo lo saben, y por
ello evitan con todas sus fuerzas entrar en esos terrenos.
Bajo esta coyuntura, los intereses económicos, la apetencia
por controlar y el miedo a quedar atrapado en contradicciones ideológicas, deja
muy en claro que el progresismo es un proceso que se está separando cada vez
más de la izquierda que le dio origen. Lo que acaba de suceder con la
explotación petrolera en el Yasuní es una contribución más a esa divergencia.
Entretanto, el futuro del Yasuní queda en entredicho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.