Douglas García
Vienen los Juegos Olímpicos y reafirman lo que es bien sabido, que "hacer Deporte" está de moda, al igual que el cuido narcisista de la salud individual asociado a la "Práctica Deportiva" más promocionada; pero ¡cuidado!: tanto el Deporte como la Salud tal como nos los venden - así, con las mayúsculas de la institucionalización - tienen poco de inocentes.
Es fácil darse cuenta que la identidad entre los dos cumple, entre otras cosas, la función de manejar el miedo a caer enfermos que se pretende imponernos para provecho de algunos intereses, y por otro lado, mientras estamos tan absortos en la vigilia autista por la salud personal nos desatendemos de la destrucción del entorno natural y social, por parte de instituciones y empresas dedicadas a sacar tajada, directa o indirectamente, de la hipocondria instaurada en la gente. Como evidencia, aquí va un ramillete de paradojas del Deporte de Alta Competencia, cuya vitrina por excelencia son las Olimpiadas, y al que hay que dar la espalda lo antes posible, ya que la caricatura del Deporte de Élite revela lo monstruosa de la "normalidad" en que se sustenta:
1) ¿No presume el Deporte de ser manantial de salud?, ¿no gusta alardear con cursilerías como las de "mente sana en cuerpo sano"? Lo que se puede apreciar cotidianamente es que cuanto más Deportista se es más enfermo se está. El Deportista de Élite casi literalmente tiene como segunda casa la del médico. Cuando no anda lesionado, tiene alguna molestia y cada dos por tres debe operarse, o darse masaje para recuperarse, o inyectarse y tomar cuantas pastillas y menjurjes sea posible, o en relajación, o en rehabilitación, o en chequeo clínico. Y en algunos deportes hay que ver como salen a pistas o canchas: con rodilleras, espinilleras, hombreras, coderas, vendajes y quien sabe cuántas cosas más que las cámaras no muestran. Además, según se especializan, porque el productivismo exacerbado lo exige en el Deporte como en todas partes (cada uno apretando todo el día la misma tuerca), son candidatos ideales para desarrollar una espléndida colección de atrofias, erosiones y tendonitis para el resto de sus vidas. Y esto sin entrar a analizar los efectos que puede traer la farmacopea a que se someten la mayoría de ellos, ya sea con complementos reanimadores, ya sea con hormonas. La evidente extensión del dopaje en estos ambientes, ¿no revela gran parte de la miseria del Deporte?
2) Supuestamente, la misión de las Ciencias es hacernos el mundo más llevadero, procurarnos felicidad, crear máquinas y procesos que nos liberaran lo más posible del trabajo tedioso y no creativo, para así podernos dedicar a cosas más gratificantes y humanizadoras. Pero respecto a lo que atañe al Deporte ocurre claramente todo lo contrario, y tenemos: una Biomecánica que nos convierte en un amasijo de poleas, resortes, palancas y gomas elásticas; una Fisiología del Esfuerzo obstinada en trastocarnos en esponja absorbente de sustancias que después se escurrirán en forma de energía, de calor, de agua o lo que se le ocurra; una Psicología del Deporte interesada en cosas como "cuántos mili segundos tarda el músculo en reaccionar al estímulo" o en aplacar los temores ante las situaciones de tensión anímica en que suele estar la alta competencia. La Psicología del Deporte nos quiere en cierto modo enajenados, pues solo así se es capaz de aguantar esos altos niveles de presión. Para ello se sirve de numerosas técnicas de concentración y relajación, algunas de las cuales no habían nacido con ese propósito. Es por tanto una psicología que nos reduce a emisores y receptores de estímulos, para anularnos el razonable miedo, y todo eso en pos de eficacia, de rendimiento, de búsqueda del triunfo a costa de pasarlo mal. Otras Ciencias serian fieles ayudantas que complementan a las mencionadas para poder conseguir sus objetivos.
Vienen los Juegos Olímpicos y reafirman lo que es bien sabido, que "hacer Deporte" está de moda, al igual que el cuido narcisista de la salud individual asociado a la "Práctica Deportiva" más promocionada; pero ¡cuidado!: tanto el Deporte como la Salud tal como nos los venden - así, con las mayúsculas de la institucionalización - tienen poco de inocentes.
Es fácil darse cuenta que la identidad entre los dos cumple, entre otras cosas, la función de manejar el miedo a caer enfermos que se pretende imponernos para provecho de algunos intereses, y por otro lado, mientras estamos tan absortos en la vigilia autista por la salud personal nos desatendemos de la destrucción del entorno natural y social, por parte de instituciones y empresas dedicadas a sacar tajada, directa o indirectamente, de la hipocondria instaurada en la gente. Como evidencia, aquí va un ramillete de paradojas del Deporte de Alta Competencia, cuya vitrina por excelencia son las Olimpiadas, y al que hay que dar la espalda lo antes posible, ya que la caricatura del Deporte de Élite revela lo monstruosa de la "normalidad" en que se sustenta:
1) ¿No presume el Deporte de ser manantial de salud?, ¿no gusta alardear con cursilerías como las de "mente sana en cuerpo sano"? Lo que se puede apreciar cotidianamente es que cuanto más Deportista se es más enfermo se está. El Deportista de Élite casi literalmente tiene como segunda casa la del médico. Cuando no anda lesionado, tiene alguna molestia y cada dos por tres debe operarse, o darse masaje para recuperarse, o inyectarse y tomar cuantas pastillas y menjurjes sea posible, o en relajación, o en rehabilitación, o en chequeo clínico. Y en algunos deportes hay que ver como salen a pistas o canchas: con rodilleras, espinilleras, hombreras, coderas, vendajes y quien sabe cuántas cosas más que las cámaras no muestran. Además, según se especializan, porque el productivismo exacerbado lo exige en el Deporte como en todas partes (cada uno apretando todo el día la misma tuerca), son candidatos ideales para desarrollar una espléndida colección de atrofias, erosiones y tendonitis para el resto de sus vidas. Y esto sin entrar a analizar los efectos que puede traer la farmacopea a que se someten la mayoría de ellos, ya sea con complementos reanimadores, ya sea con hormonas. La evidente extensión del dopaje en estos ambientes, ¿no revela gran parte de la miseria del Deporte?
2) Supuestamente, la misión de las Ciencias es hacernos el mundo más llevadero, procurarnos felicidad, crear máquinas y procesos que nos liberaran lo más posible del trabajo tedioso y no creativo, para así podernos dedicar a cosas más gratificantes y humanizadoras. Pero respecto a lo que atañe al Deporte ocurre claramente todo lo contrario, y tenemos: una Biomecánica que nos convierte en un amasijo de poleas, resortes, palancas y gomas elásticas; una Fisiología del Esfuerzo obstinada en trastocarnos en esponja absorbente de sustancias que después se escurrirán en forma de energía, de calor, de agua o lo que se le ocurra; una Psicología del Deporte interesada en cosas como "cuántos mili segundos tarda el músculo en reaccionar al estímulo" o en aplacar los temores ante las situaciones de tensión anímica en que suele estar la alta competencia. La Psicología del Deporte nos quiere en cierto modo enajenados, pues solo así se es capaz de aguantar esos altos niveles de presión. Para ello se sirve de numerosas técnicas de concentración y relajación, algunas de las cuales no habían nacido con ese propósito. Es por tanto una psicología que nos reduce a emisores y receptores de estímulos, para anularnos el razonable miedo, y todo eso en pos de eficacia, de rendimiento, de búsqueda del triunfo a costa de pasarlo mal. Otras Ciencias serian fieles ayudantas que complementan a las mencionadas para poder conseguir sus objetivos.
3) Cuanto más Deportista se es, más impregnada se lleva la camiseta de marcas. El Deportista convertido en hombre o mujer anuncio. El Deportista, encima que se llena de sacrificios, resulta que en el fondo lo que importa es que luzca ampliamente las marcas, al igual que el ganado, o peor aún, llevándolas por propio gusto. Son marcas que el Estado y la Empresa le ponen convirtiéndolo en cartel publicitario, como mera fachada que revela el vacío interior, como puro maniquí dinámico, y con el deber de sacar la sonrisa en medio del agotamiento final, todo para que la foto quede en su sitio y no de grima mirar un rostro roto por el esfuerzo, para que quede bien enmarcada la marca y los diferentes mass-media puedan vender su mercancía.
4) Había actividades al aire libre que se libraban de las plagas mencionadas, y digo había porque también van siendo asimiladas al mundo del Deporte y la competencia institucionalizada. Montar en bicicleta por veredas campestres se ha convertido en "trial bike" o en "mountain bike", implicando un trato agresivo del entorno natural; el romanticismo que contenía la escalada está siendo reducido cada vez más al mundo competitivo, a la profesionalización, a la sumisión a la itinerante feria de las modas y de las novedades, en estos últimos casos bajo la fachada cirquense de los "Deportes Extremos". Con todo esto, lo de dejarse oler, dejar que el paisaje entre por los ojos en forma plena, mirar los animales, escuchar el sonido del agua se reduce a casi nada, pues quedan sujetos como el resto de los Deportes a la presión del tiempo abstracto y lineal o la obsesión por el puesto.
5) Al Deporte y a sus promotores les gusta alardear de que allí se hacen las cosas con juego limpio y fomentando un buen clima afectivo entre los participantes. Quien lo ha visto ya sabe o intuye que esto es falso, que en el Deporte con mayúsculas es muy difícil que eso llegue a darse. Miren lo que les cuesta saludarse antes y al final de los partidos, o en las líneas de salida de carreras, carreteras y piscinas (De hecho, muchas veces los reglamentos prohiben expresamente, como a soldados en batalla, la "fraternización con el rival"). ¿Y los constantes brotes de violencia verbal y física que aparecen en una competición de la elite?, ¿Esa es la deportividad, el fair play que quieren mostrarnos? No es posible la fraternidad entre competidores ya que los ideales de ganar dinero y prestigio están por encima, por ellos no se vive la actividad con la suficiente alegría y desprendimiento de los intereses de uno que sería deseable.
Aun así, deseo invitarte a que sigas jugando, paseando, nadando o lo que se te ocurra, pero por favor, no lo hagas por la Salud, (ni por dinero o éxito) o sea por tu miedo, hazlo por placer, y sin llamarlo "Hacer Deporte", llámalo por su nombre... o déjalo sin tal, tal vez así, sin saber para que nos movemos, podremos hasta disfrutarlo como los niños.
[Publicado originalmente en El Libertario, # 19, septiembre/octubre 2000.]
4) Había actividades al aire libre que se libraban de las plagas mencionadas, y digo había porque también van siendo asimiladas al mundo del Deporte y la competencia institucionalizada. Montar en bicicleta por veredas campestres se ha convertido en "trial bike" o en "mountain bike", implicando un trato agresivo del entorno natural; el romanticismo que contenía la escalada está siendo reducido cada vez más al mundo competitivo, a la profesionalización, a la sumisión a la itinerante feria de las modas y de las novedades, en estos últimos casos bajo la fachada cirquense de los "Deportes Extremos". Con todo esto, lo de dejarse oler, dejar que el paisaje entre por los ojos en forma plena, mirar los animales, escuchar el sonido del agua se reduce a casi nada, pues quedan sujetos como el resto de los Deportes a la presión del tiempo abstracto y lineal o la obsesión por el puesto.
5) Al Deporte y a sus promotores les gusta alardear de que allí se hacen las cosas con juego limpio y fomentando un buen clima afectivo entre los participantes. Quien lo ha visto ya sabe o intuye que esto es falso, que en el Deporte con mayúsculas es muy difícil que eso llegue a darse. Miren lo que les cuesta saludarse antes y al final de los partidos, o en las líneas de salida de carreras, carreteras y piscinas (De hecho, muchas veces los reglamentos prohiben expresamente, como a soldados en batalla, la "fraternización con el rival"). ¿Y los constantes brotes de violencia verbal y física que aparecen en una competición de la elite?, ¿Esa es la deportividad, el fair play que quieren mostrarnos? No es posible la fraternidad entre competidores ya que los ideales de ganar dinero y prestigio están por encima, por ellos no se vive la actividad con la suficiente alegría y desprendimiento de los intereses de uno que sería deseable.
Aun así, deseo invitarte a que sigas jugando, paseando, nadando o lo que se te ocurra, pero por favor, no lo hagas por la Salud, (ni por dinero o éxito) o sea por tu miedo, hazlo por placer, y sin llamarlo "Hacer Deporte", llámalo por su nombre... o déjalo sin tal, tal vez así, sin saber para que nos movemos, podremos hasta disfrutarlo como los niños.
[Publicado originalmente en El Libertario, # 19, septiembre/octubre 2000.]
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