El Canto Insurgente [editorial # 4; 13/4/14; http://elcantoinsurgente.files.wordpress.com/2014/04/el-canto-insurgente-nc2ba-4.pdf.]
No es fácil precisar qué es la izquierda en América Latina, y esta dificultad no es menor en el caso de Venezuela, más aún cuando el partido oficial tiende a manipular y desvirtuar esta definición a su favor. Preguntamos en pleno siglo XXI ¿qué significa ser de izquierda? En primer término, debe considerarse que en el imaginario político –especialmente el latinoamericano– se ha interiorizado ciertos enfoques en torno a las posturas políticas: ser de derecha es signo de maldad, mientras que pertenecer a la izquierda es tomar partido por la bondad; partir de estas consideraciones nos conduce a mirar el asunto más allá de sus aristas teórico-conceptuales para percibirlo como un problema de ética y moralidad en nuestro sistema de valores político.
Bajo esta aparente frivolidad el partido oficial en nuestro país ha impuesto un discurso condenatorio en el que son de izquierda quienes lo apoyen incondicionalmente y de derecha quienes osen adversarlo. Esta burda simplificación pareciera caer bajo su propio peso cuando evaluamos el hecho de que la oposición contra el gobierno chavista, aun y cuando es un sector político de la sociedad reunido bajo aparentes objetivos comunes, se trata de un grupo heterogéneo y descoordinado que bien puede aglutinar en su seno posiciones que van desde la ultraderecha hasta la izquierda radical.
Por otro lado el gobierno chavista, empeñado en esculpirse un perfil izquierdista, sigue evidenciando un desordenado eclecticismo que no encuentra acomodo sino en lo que algunos autores llaman el neomilitarismo latinoamericano. Jorge Castañeda en su libro La utopía desarmada. Intrigas, dilemas y promesa de la izquierda en América Latina, señala que “existe un umbral que al ser cruzado despoja ideas, grupos o individuos inicialmente de la izquierda de su membresía. El tiempo, el exceso y la distorsión pueden forzar el cruce de ese umbral”. De modo que si remotamente el chavismo tuvo alguna vez intención de ser izquierdista, la práctica política de los últimos y aferrados quince años corroboran que hace bastante cruzó dicho umbral. En la confrontación, más que en el debate político de la actualidad en el país, tal vez no podamos definir con certeza quién es quién en la dicotomía maniquea –si nos tocara asumirla como cierta– de izquierda vs. derecha, pero parece quedar bien claro quienes defienden el status quo y quienes pretenden reformarlo. El chavismo es una concepción política chucuta, que ha optado por taparse el pudor con retazos robados de banderas que no posee.
No es fácil precisar qué es la izquierda en América Latina, y esta dificultad no es menor en el caso de Venezuela, más aún cuando el partido oficial tiende a manipular y desvirtuar esta definición a su favor. Preguntamos en pleno siglo XXI ¿qué significa ser de izquierda? En primer término, debe considerarse que en el imaginario político –especialmente el latinoamericano– se ha interiorizado ciertos enfoques en torno a las posturas políticas: ser de derecha es signo de maldad, mientras que pertenecer a la izquierda es tomar partido por la bondad; partir de estas consideraciones nos conduce a mirar el asunto más allá de sus aristas teórico-conceptuales para percibirlo como un problema de ética y moralidad en nuestro sistema de valores político.
Bajo esta aparente frivolidad el partido oficial en nuestro país ha impuesto un discurso condenatorio en el que son de izquierda quienes lo apoyen incondicionalmente y de derecha quienes osen adversarlo. Esta burda simplificación pareciera caer bajo su propio peso cuando evaluamos el hecho de que la oposición contra el gobierno chavista, aun y cuando es un sector político de la sociedad reunido bajo aparentes objetivos comunes, se trata de un grupo heterogéneo y descoordinado que bien puede aglutinar en su seno posiciones que van desde la ultraderecha hasta la izquierda radical.
Por otro lado el gobierno chavista, empeñado en esculpirse un perfil izquierdista, sigue evidenciando un desordenado eclecticismo que no encuentra acomodo sino en lo que algunos autores llaman el neomilitarismo latinoamericano. Jorge Castañeda en su libro La utopía desarmada. Intrigas, dilemas y promesa de la izquierda en América Latina, señala que “existe un umbral que al ser cruzado despoja ideas, grupos o individuos inicialmente de la izquierda de su membresía. El tiempo, el exceso y la distorsión pueden forzar el cruce de ese umbral”. De modo que si remotamente el chavismo tuvo alguna vez intención de ser izquierdista, la práctica política de los últimos y aferrados quince años corroboran que hace bastante cruzó dicho umbral. En la confrontación, más que en el debate político de la actualidad en el país, tal vez no podamos definir con certeza quién es quién en la dicotomía maniquea –si nos tocara asumirla como cierta– de izquierda vs. derecha, pero parece quedar bien claro quienes defienden el status quo y quienes pretenden reformarlo. El chavismo es una concepción política chucuta, que ha optado por taparse el pudor con retazos robados de banderas que no posee.
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