Viento sin Fronteras
La vida me dio tres abuelos. Esos tres abuelos que conocí llegaron a Venezuela buscando una vida mejor. Huían de la crisis generada por la guerra civil española en medio de lo que se llamó la posguerra. Llegó el momento en que mis abuelos, por sus preferencias políticas y mi curiosidad adolescente empezaron a hablarme un poco mas de aquellos años. Por parte de mi madre mi abuelo apoyó al gobierno de Chavez y por parte de mi padre, mi abuela, le era contraria. El uno era albañil y comunista (o cercano al comunismo según entendí de sus últimos años en vida), la otra era viuda de un empresario que dejo poco mas que un galpón en medio de la zona industrial de Turumo, una maquina, un camión y cosas por el estilo de una empresa quebrada después del viernes negro de la economía venezolana de los 80. Mi abuela siempre dice que la guerra vino por el desorden del gobierno y que gracias al caudillo se había puesto orden en España. Para mi abuelo, España fue una cueva de asesinos con derechos institucionalizados y jamas en su vida se interesó si quiera por nada relacionado con la política de ese país. Solo volvió al final de sus años en uno de esos viajes pagados por el gobierno español para los expatriados.
Lo cierto es que ellos siempre me hablaron muy mal de la guerra. En la guerra perdimos todos y nos hundimos en la pobreza, decían. Decían también que lo peor después de las muertes y la desintegración de la sociedad era el racionamiento y las interminables colas en las entradas del puerto valenciano para conseguir comida. El frío que les helaba los pies. Enfermedades como el cólera o diarreas que seguían menguando la población ya sin pasarla por armas detonantes. Pero muertos al fin.
En la época de la posguerra no se podía hablar mal del gobierno en publico. Y no porque en cada esquina estuviera un policía o un falangista esperando a que los rojos hablaran, si no que mas bien cualquier vecino podría denunciarte y lo que sigue ya se lo imagina uno. Era, a mi entender, una sociedad policial constituida por medio de la delación a la disidencia política.
Hoy cierro los ojos e intento imaginar que pensarían ellos. De hecho una de ellas aun vive, aquella que era y es contraria al gobierno de NM. De ella solo escucho lamentos y preocupaciones. Ella deberá estar asombrada de como dos veces en su vida le toca atravesar las condiciones que le son propias a las guerras. No creo que de mi abuelo los comentarios sean diferentes. Si algo me quedo claro de ambos discursos, es que una vez llegado al punto de las muertes, del hambre o del desabastecimiento, de las colas para conseguir la comida que comen todos, del miedo a morir y que mueran los tuyos, del miedo a expresarse; llega el momento en que se deja de velar por las ideas, que al postre las manipulan también los lideratos de las masas, y se empieza a pensar en lo humano y en uno mismo. Pienso que siempre vence el individuo y este aspecto me considero bastente individualista.
Yo me despierto todos los días pensando en si es o no adecuado llamar a esto guerra civil. Algunos me dirán; la guerra ya empezó con las muertes de los miles de venezolanos caídos. Esos don nadies que llenan y llenan las morgues con plomo inserto. No se si responder que si. Es cierto que eso tiene para mi toda la connotación de una guerra en cuanto a la cantidad de muertos, pero definir los bandos me supondría un problema. No todos los que asesinan siendo hampa son pobres, o ricos siquiera. Digamos que esa lacra social de la violencia no distingue en nada que no sea conseguir dinero, arreglar cuentas con adversarios, conseguir trabajitos, delimitar plazas de drogas, crímenes pasionales, malos perdedores del dominó y hasta el sadismo de salir a matar para así estrenar la pistola nueva en medio de una jalamentazon de perico con piedra y marihuana en papel de panadería.
Entonces digamos que eso es parte del componente violento y asesino de este país y hasta forma parte de la idiosincrasia del venezolano; si me ladilla, me lo quiebro. O si le puedo sacar algo; le jalamos bolas.
Lo que pienso no formaba parte de eso que describí bastante escueto en las ultimas lineas donde resumo quizás injustamente la idiosincrasia venezolana es la sociedad delatora. Quizás si existía, pero a mis 33 años nunca la vi tan activa.
En venezuela tenemos un grupo de personas adeptas al gobierno que se presta a defenderlo aunque no tenga la razón o peor aun; aunque no entiendan las razones. Son y serán victimas de una maquinaria deshumanizadora que pone por encima de las vidas humanas la defensa del proyecto de la clase gobernante. Debe ser bastante penoso ir a un sector del país a decirle que se calle o lo revientas a tiros. Que se joda en las colas y que no proteste porque de lo contrario lo vas a asesinar. Debe ser bastante penoso que ese grupo se encargue de delatar a quienes piensan diferente para pasarlos por las purgas de partido. Creo que estos tipos son lo bastante inteligentes para haberse enterado (y si no, aun están a tiempo) todos los errores que cometieron los bolcheviques, maoistas, marxistas, senderistas y hasta fidelistas; pero a la vez lo suficientemente estúpidos para seguir cometiéndolos y en ciertos grados de estupidez extrema; celebrándolos.
También tenemos una oposición histérica, donde de la misma manera han caminado por el derrotero de quién, no habiéndose visto nunca en capacidad de articularse a ellos mismo en movimientos sociales que vayan mas allá del momentun electoral, le son ajenas cualquier tipo de reivindicaciones que no sean la de la libertad económica o la del derecho o asistencia estatal a la empresa privada. Para que se hagan una idea esa oposición sería quien de alguna manera siempre va a pactar con el gobierno ya que los necesitan para asegurarse, entre tantas otras cosas; trabajadores a sueldo mínimo, en mínimas condiciones de seguridad laboral, medica o asistencial del tipo que sea. Y por favor no malinterprete estas palabras, no hay espacio para una sobre lectura donde se avalen políticas de gobierno fracasadas y truculentas de la demagogia populista. Son ese tipo de oposición que aun cuando se quejen de las escasez jamas los verás en una cola para comprar comida porque probablemente sean los dueños del supermercado o tengan buenos contactos para vender comida escasa a precios abultados o cuando menos tienen quien les vaya a ejecutar semejante diligencia. Esto ultimo tampoco es de obligado cumplimiento. Por lo visto histéricos hay de todos los colores, edades y sabores. Ambos grupos políticos son irreconciliables y se necesitan el uno al otro para existir.
Entonces me despierto casi convencido que es hora de asumir que vivimos una guerra civil. No hace falta que se declare la guerra en la primera plana del periódico. La guerra puede ser así, un gusano plano que se desliza poco a poco bajo la puerta de tu casa dejando esa baba asquerosa a su paso y un día te despiertas con los mismo muertos de siempre por la delincuencia, pero llorándole también a uno que conoces. O acompañando de cerca a alguien que ya no murió por un robo si no por que pensaba diferente al otro.
El otro día me acerque, por segunda o tercera vez a una manifestación. Tenía unos periódicos preparados para repartirlos. Llegue y me encontré con un señor mayor, gorra de Venezuela con HCR presidente bordado de un lado. Camiseta de la vino tinto, lentes, arrugas y barba blanca. Él sostenía un cartel escrito con los colores de la bandera de Venezuela y se podía leer; No somos anti sistema, el sistema es antihumano. No pude repartir los periódicos porque de nuevo me sobrecogió la tristeza de quien se pregunta si esto es una guerra. No fue nada personal con ese señor convencido de que la alternativa democrática o de que el sistema es así o asao. Es una tristeza brutal que me inmoviliza el corazón porque cada vez me respondo mas seguido que si, que efectivamente a la guerra vamos todos y que si todos perdemos, ese señor, cargado de una ingenuidad que me esperanza, perfectamente podría pasar a ser objetivo enemigo y enfrentado a tiros. La familia lo defendería a tiros también y probablemente la bala se la lleve alguien que nunca disparo nada y que se encontraba a medio pasar. O se las lleven todo ellos y mueran. Así de simple, pero así de cruel a la misma vez.
Dos días antes, al pasar por un policía acostado un grupo de gente que estaba bebiendo al lado de su vehículo espeto; comunistas!!! No tengo muchas razones para creer que era con nosotros, salvo que conducimos una camioneta donde se lee; biblioteca móvil - librería libertaria, pero debo reconocer que de nuevo, por un segundo, mi corazón latió mas fuerte y el frió se me colaba por las manos y pies.
Acaso a alguien mas se le ocurre que en estos momentos, todos esos señores que venden armas y que viven de la muerte, no están moviendo cielo y tierra para entregarles armas gustosos a todos y así nos matemos? Yo creo que si, y que de hecho ya eso se puso en marcha desde antes de mis optimismos propagandísticos.
En cualquier caso me quedo con mis pies fríos, con la advertencia precavida de que debo tener cuidado de lo que digo y a quien se lo digo, me quedo con la maldita cola para comprar comida tratando de hablar con la señora de al lado y pensando con ella que esto es una mierda y aun sabiendo que ella y yo somos los vencidos esto no será así para siempre, me quedo la imagen de ese señor de barba y ternura ingenuidad sin decirle ni una sola palabra y respetándolo en silencio porque se que alguna vez me equivoque y le dirigí mi verbo incendiario. Me quedo esperando de que manera casi mágica o trágica llegue ese momento en que solo queda el humano desnudo y se abrazan entre oprimidos para llorar todos los muertos a la vez y maldicen por siempre y para siempre sus opresores; únicos responsables de esta masacre y todos ellos a salvo. Me quedo con esos que tienen miedo a morir, porque por mas que lean y ven la TV no entienden como carajo llegamos a esta mierda profunda donde nos sumergieron años y años de maquinaria ideológica, contra-ideológica y desidia por el pensamiento propio. Me quedo con los vivos porque los muertos ya no están.
Me quedo con esto; yo odio la guerra. Y allá donde vea la violencia intentaré oponer a gritos por esta ventana pequeña la inteligencia. Y creo que todo el mundo tiene la inteligencia suficiente como para reconocer quienes son los responsables de todo cuanto acontece y haciendo uso de medios inteligentes; neutralizarlos.
Hasta hace poco habría dicho; guerra a la guerra. Pero lo cierto es que ya no tengo ni la mas remota idea de como hacerle la guerra a algo tan arrollador y aplastante. Sera una huelga? Sera que? Será seguir saliendo a arar en el desierto con mis panfletos? Si a cada huelguista los van a asesinar mejor no me escuchen. Si van a matarse a tiros no cuenten conmigo. Si me van a empezar a llamar conformista, pacifista, inmovilista, fascista, chavista, pedazo de marico, sifrino, pendejo, pues adelante; cada vez me importa menos. Si me van a dar con el panfleto en la cara avisen, porque hace años que ya no pongo la otra mejilla.
Jamas me verán alentar a las personas a asesinarse por ideas ni banderas. Mucho menos me verán aplaudirlo o quedarme como si nada ocurriese.
Quizás me vean como si nada. Como si nada tiene que perder uno que ya asumió que esta vaina es una guerra y espera a que termine. Como si nada que camina uno pero que va con los pies helados y la tristeza en el corazón, rumbo a la cola del supermercado, con miedo de la muerte.
La vida me dio tres abuelos. Esos tres abuelos que conocí llegaron a Venezuela buscando una vida mejor. Huían de la crisis generada por la guerra civil española en medio de lo que se llamó la posguerra. Llegó el momento en que mis abuelos, por sus preferencias políticas y mi curiosidad adolescente empezaron a hablarme un poco mas de aquellos años. Por parte de mi madre mi abuelo apoyó al gobierno de Chavez y por parte de mi padre, mi abuela, le era contraria. El uno era albañil y comunista (o cercano al comunismo según entendí de sus últimos años en vida), la otra era viuda de un empresario que dejo poco mas que un galpón en medio de la zona industrial de Turumo, una maquina, un camión y cosas por el estilo de una empresa quebrada después del viernes negro de la economía venezolana de los 80. Mi abuela siempre dice que la guerra vino por el desorden del gobierno y que gracias al caudillo se había puesto orden en España. Para mi abuelo, España fue una cueva de asesinos con derechos institucionalizados y jamas en su vida se interesó si quiera por nada relacionado con la política de ese país. Solo volvió al final de sus años en uno de esos viajes pagados por el gobierno español para los expatriados.
Lo cierto es que ellos siempre me hablaron muy mal de la guerra. En la guerra perdimos todos y nos hundimos en la pobreza, decían. Decían también que lo peor después de las muertes y la desintegración de la sociedad era el racionamiento y las interminables colas en las entradas del puerto valenciano para conseguir comida. El frío que les helaba los pies. Enfermedades como el cólera o diarreas que seguían menguando la población ya sin pasarla por armas detonantes. Pero muertos al fin.
En la época de la posguerra no se podía hablar mal del gobierno en publico. Y no porque en cada esquina estuviera un policía o un falangista esperando a que los rojos hablaran, si no que mas bien cualquier vecino podría denunciarte y lo que sigue ya se lo imagina uno. Era, a mi entender, una sociedad policial constituida por medio de la delación a la disidencia política.
Hoy cierro los ojos e intento imaginar que pensarían ellos. De hecho una de ellas aun vive, aquella que era y es contraria al gobierno de NM. De ella solo escucho lamentos y preocupaciones. Ella deberá estar asombrada de como dos veces en su vida le toca atravesar las condiciones que le son propias a las guerras. No creo que de mi abuelo los comentarios sean diferentes. Si algo me quedo claro de ambos discursos, es que una vez llegado al punto de las muertes, del hambre o del desabastecimiento, de las colas para conseguir la comida que comen todos, del miedo a morir y que mueran los tuyos, del miedo a expresarse; llega el momento en que se deja de velar por las ideas, que al postre las manipulan también los lideratos de las masas, y se empieza a pensar en lo humano y en uno mismo. Pienso que siempre vence el individuo y este aspecto me considero bastente individualista.
Yo me despierto todos los días pensando en si es o no adecuado llamar a esto guerra civil. Algunos me dirán; la guerra ya empezó con las muertes de los miles de venezolanos caídos. Esos don nadies que llenan y llenan las morgues con plomo inserto. No se si responder que si. Es cierto que eso tiene para mi toda la connotación de una guerra en cuanto a la cantidad de muertos, pero definir los bandos me supondría un problema. No todos los que asesinan siendo hampa son pobres, o ricos siquiera. Digamos que esa lacra social de la violencia no distingue en nada que no sea conseguir dinero, arreglar cuentas con adversarios, conseguir trabajitos, delimitar plazas de drogas, crímenes pasionales, malos perdedores del dominó y hasta el sadismo de salir a matar para así estrenar la pistola nueva en medio de una jalamentazon de perico con piedra y marihuana en papel de panadería.
Entonces digamos que eso es parte del componente violento y asesino de este país y hasta forma parte de la idiosincrasia del venezolano; si me ladilla, me lo quiebro. O si le puedo sacar algo; le jalamos bolas.
Lo que pienso no formaba parte de eso que describí bastante escueto en las ultimas lineas donde resumo quizás injustamente la idiosincrasia venezolana es la sociedad delatora. Quizás si existía, pero a mis 33 años nunca la vi tan activa.
En venezuela tenemos un grupo de personas adeptas al gobierno que se presta a defenderlo aunque no tenga la razón o peor aun; aunque no entiendan las razones. Son y serán victimas de una maquinaria deshumanizadora que pone por encima de las vidas humanas la defensa del proyecto de la clase gobernante. Debe ser bastante penoso ir a un sector del país a decirle que se calle o lo revientas a tiros. Que se joda en las colas y que no proteste porque de lo contrario lo vas a asesinar. Debe ser bastante penoso que ese grupo se encargue de delatar a quienes piensan diferente para pasarlos por las purgas de partido. Creo que estos tipos son lo bastante inteligentes para haberse enterado (y si no, aun están a tiempo) todos los errores que cometieron los bolcheviques, maoistas, marxistas, senderistas y hasta fidelistas; pero a la vez lo suficientemente estúpidos para seguir cometiéndolos y en ciertos grados de estupidez extrema; celebrándolos.
También tenemos una oposición histérica, donde de la misma manera han caminado por el derrotero de quién, no habiéndose visto nunca en capacidad de articularse a ellos mismo en movimientos sociales que vayan mas allá del momentun electoral, le son ajenas cualquier tipo de reivindicaciones que no sean la de la libertad económica o la del derecho o asistencia estatal a la empresa privada. Para que se hagan una idea esa oposición sería quien de alguna manera siempre va a pactar con el gobierno ya que los necesitan para asegurarse, entre tantas otras cosas; trabajadores a sueldo mínimo, en mínimas condiciones de seguridad laboral, medica o asistencial del tipo que sea. Y por favor no malinterprete estas palabras, no hay espacio para una sobre lectura donde se avalen políticas de gobierno fracasadas y truculentas de la demagogia populista. Son ese tipo de oposición que aun cuando se quejen de las escasez jamas los verás en una cola para comprar comida porque probablemente sean los dueños del supermercado o tengan buenos contactos para vender comida escasa a precios abultados o cuando menos tienen quien les vaya a ejecutar semejante diligencia. Esto ultimo tampoco es de obligado cumplimiento. Por lo visto histéricos hay de todos los colores, edades y sabores. Ambos grupos políticos son irreconciliables y se necesitan el uno al otro para existir.
Entonces me despierto casi convencido que es hora de asumir que vivimos una guerra civil. No hace falta que se declare la guerra en la primera plana del periódico. La guerra puede ser así, un gusano plano que se desliza poco a poco bajo la puerta de tu casa dejando esa baba asquerosa a su paso y un día te despiertas con los mismo muertos de siempre por la delincuencia, pero llorándole también a uno que conoces. O acompañando de cerca a alguien que ya no murió por un robo si no por que pensaba diferente al otro.
El otro día me acerque, por segunda o tercera vez a una manifestación. Tenía unos periódicos preparados para repartirlos. Llegue y me encontré con un señor mayor, gorra de Venezuela con HCR presidente bordado de un lado. Camiseta de la vino tinto, lentes, arrugas y barba blanca. Él sostenía un cartel escrito con los colores de la bandera de Venezuela y se podía leer; No somos anti sistema, el sistema es antihumano. No pude repartir los periódicos porque de nuevo me sobrecogió la tristeza de quien se pregunta si esto es una guerra. No fue nada personal con ese señor convencido de que la alternativa democrática o de que el sistema es así o asao. Es una tristeza brutal que me inmoviliza el corazón porque cada vez me respondo mas seguido que si, que efectivamente a la guerra vamos todos y que si todos perdemos, ese señor, cargado de una ingenuidad que me esperanza, perfectamente podría pasar a ser objetivo enemigo y enfrentado a tiros. La familia lo defendería a tiros también y probablemente la bala se la lleve alguien que nunca disparo nada y que se encontraba a medio pasar. O se las lleven todo ellos y mueran. Así de simple, pero así de cruel a la misma vez.
Dos días antes, al pasar por un policía acostado un grupo de gente que estaba bebiendo al lado de su vehículo espeto; comunistas!!! No tengo muchas razones para creer que era con nosotros, salvo que conducimos una camioneta donde se lee; biblioteca móvil - librería libertaria, pero debo reconocer que de nuevo, por un segundo, mi corazón latió mas fuerte y el frió se me colaba por las manos y pies.
Acaso a alguien mas se le ocurre que en estos momentos, todos esos señores que venden armas y que viven de la muerte, no están moviendo cielo y tierra para entregarles armas gustosos a todos y así nos matemos? Yo creo que si, y que de hecho ya eso se puso en marcha desde antes de mis optimismos propagandísticos.
En cualquier caso me quedo con mis pies fríos, con la advertencia precavida de que debo tener cuidado de lo que digo y a quien se lo digo, me quedo con la maldita cola para comprar comida tratando de hablar con la señora de al lado y pensando con ella que esto es una mierda y aun sabiendo que ella y yo somos los vencidos esto no será así para siempre, me quedo la imagen de ese señor de barba y ternura ingenuidad sin decirle ni una sola palabra y respetándolo en silencio porque se que alguna vez me equivoque y le dirigí mi verbo incendiario. Me quedo esperando de que manera casi mágica o trágica llegue ese momento en que solo queda el humano desnudo y se abrazan entre oprimidos para llorar todos los muertos a la vez y maldicen por siempre y para siempre sus opresores; únicos responsables de esta masacre y todos ellos a salvo. Me quedo con esos que tienen miedo a morir, porque por mas que lean y ven la TV no entienden como carajo llegamos a esta mierda profunda donde nos sumergieron años y años de maquinaria ideológica, contra-ideológica y desidia por el pensamiento propio. Me quedo con los vivos porque los muertos ya no están.
Me quedo con esto; yo odio la guerra. Y allá donde vea la violencia intentaré oponer a gritos por esta ventana pequeña la inteligencia. Y creo que todo el mundo tiene la inteligencia suficiente como para reconocer quienes son los responsables de todo cuanto acontece y haciendo uso de medios inteligentes; neutralizarlos.
Hasta hace poco habría dicho; guerra a la guerra. Pero lo cierto es que ya no tengo ni la mas remota idea de como hacerle la guerra a algo tan arrollador y aplastante. Sera una huelga? Sera que? Será seguir saliendo a arar en el desierto con mis panfletos? Si a cada huelguista los van a asesinar mejor no me escuchen. Si van a matarse a tiros no cuenten conmigo. Si me van a empezar a llamar conformista, pacifista, inmovilista, fascista, chavista, pedazo de marico, sifrino, pendejo, pues adelante; cada vez me importa menos. Si me van a dar con el panfleto en la cara avisen, porque hace años que ya no pongo la otra mejilla.
Jamas me verán alentar a las personas a asesinarse por ideas ni banderas. Mucho menos me verán aplaudirlo o quedarme como si nada ocurriese.
Quizás me vean como si nada. Como si nada tiene que perder uno que ya asumió que esta vaina es una guerra y espera a que termine. Como si nada que camina uno pero que va con los pies helados y la tristeza en el corazón, rumbo a la cola del supermercado, con miedo de la muerte.
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