Vladimir Aguilar Castro
Toca la
puerta pero todavía no entra. Azuza pero no embiste. Acecha pero no acelera el
paso. La danza de la muerte merodea el medio.
Primero
fue el lumpencolectivo. Ahora la guarimba furibunda, mequetrefe y alienada,
responde gritando muerte. Muerte con muerte se paga…
Donde
no hay racionalidad no puede haber gobierno y tampoco oposición. Los demonios
siguen sueltos y la polarización persiste en el juego macabro de la morbosidad
de la muerte.
¿Cuántos
muertos más se necesitan para apostarle a la paz?
La
muerte sigue en el revolver del lumpenaje y en el frenesí de la guarimba. De
pronto el ghetto de Sudáfrica secuestra a la otrora ciudad de los Caballeros.
¿Quién le pone reparo a la locura, a esta suerte de esquizofrenia colectiva que
poco a poco consume lo que queda de regla social? ¿Cómo salimos de esta trampa
de determinismo social en el que nos encontramos?
El
gobierno sigue empecinado en el desgobierno y la parte más conservadora de la
oposición en tomar por asalto lo que cree le corresponde.
La
danza macabra de la muerte vuelve por sus fueros. ¿Por cuánto tiempo más?
Pareciera que la inevitabilidad de la guerra se convierte en el canto de sirena
del acontecimiento. Como lo dijera Bertolt Brecht, siempre será fecundo el
vientre en el que la guerra se fragua…
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