Alfredo Vallota [Fragmentos tomados del libro Bitácora de la Utopía,
Caracas, UCV, 2001.]
De, para y con la Libertad
El término libertad encierra numerosos equívocos que permiten que todos la usen para los fines más variados. Así, la política económica de algunos gobiernos que padecemos apoya un mercado libre de la interferencia estatal, cuando otros propician Estados interventores que libraran al pueblo de la codicia de los empresarios. Hay libertad de expresión pero el gobierno y los propietarios de los medios censuran los mensajes para liberarnos de la difusión de ideas contrarias al orden reinante.
El término libertad encierra numerosos equívocos que permiten que todos la usen para los fines más variados. Así, la política económica de algunos gobiernos que padecemos apoya un mercado libre de la interferencia estatal, cuando otros propician Estados interventores que libraran al pueblo de la codicia de los empresarios. Hay libertad de expresión pero el gobierno y los propietarios de los medios censuran los mensajes para liberarnos de la difusión de ideas contrarias al orden reinante.
De manera que es
bueno hablar de la libertad y exponer algunos de nuestros puntos de vista para
destacar porque no compartimos del todo la libertad de esta democracia en que
vivimos. Ante todo, es preferible no hablar de la libertad como algo sustantivo, sino que preferimos referirnos a
la cualidad de ser libre. Tampoco nos
interesa preguntarnos si el hombre es
libre, porque preferimos preguntarnos si tú, Pedro, Alicia o yo, somos
libres. El hombre en general tiene
tantos matices, diferencias y aun contradicciones, que bajo su amparo se
admiten las más variadas respuestas.
Vamos a
acercarnos al problema estableciendo algunas distinciones. Se puede ser libre de, libre para y libre con.
El primer caso, libre de, es lo que
se llama libertad negativa. Significa falta de coerción, de impedimento, de
oposición, que puede ser de variado tipo. Por ejemplo, no somos libres de no comer por una coerción biológica.
Pero en el ámbito político, cualquier régimen puede decir siempre que sus
ciudadanos son libres de algo. Somos
libres de comprar lo que queramos,
aunque el Estado también es libre de
fijar sueldos mínimos de miseria; somos libres de cambiar de empleo, aunque haya desocupación; somos libres de estudiar, aunque no haya cupo en las
instituciones escolares; etc. Es bueno aclarar que la coerción no es siempre
externa sino que puede ser interna, promovida a través de la educación de
deseos, de prejuicios, de temores. Liberarnos de nuestros propios impedimentos es el primer paso para ser libres.
Sin embargo, si
bien una amplia libertad de -
ausencia de coerción - es necesaria, ella no es suficiente y debe
complementarse con la llamada libertad positiva, libertad para, que es la que da significación y fundamento. Libertad para comprometernos, para fijar metas, para completarlas, para pensar
y decir lo que pensamos, para sentir
y actuar. Ser libre de elegir no es el fundamento de ser
libre si cada uno de nosotros no elige también las alternativas. ¿Somos libres
si elegimos un presidente entre dos candidatos que nos imponen y que luego no
podemos ni juzgarlo, ni sacarlo, ni cambiarlo, ni protestar? Precisamente es
esta libertad para la que no tenemos
y la que todo régimen estatal se cuida bien de que no tengamos, aunque podamos
disfrutar de mayor o menor libertad negativa. Ya Aristóteles decía que el
hombre es libre si es libre para determinar
su vida y sus acciones, a diferencia del esclavo a quien son otros los que le
determinan su vida y sus acciones.
El tercer
aspecto está muy unido a la libertad positiva ya que para hacerla efectiva
debemos ser libres con otros humanos.
Lo social es inherente a nuestra especie, por lo que las potencialidades de
cada uno sólo pueden concretarse viviendo en relación con sus semejantes. La
libertad no es un don, un regalo, sino algo que hay que hacer y, para lograrla,
es menester ser con los demás y todos
juntos hacernos libres. Siendo egoístas podemos alcanzar la libertad negativa.
La libertad para hacer algo sólo es
posible con otros, solidaria y
fraternalmente unidos.
Libertad e Igualdad: fundamentos del anarquismo
Libertad e Igualdad: fundamentos del anarquismo
Una de las
habituales preguntas a un anarquista es: ¿A
favor de que están Uds.? Porque son
buenos críticos destructivos pero lo constructivo no se les ve por ningún lado.
Sin embargo no es el anarquismo un simple dar golpes a la piñata y su crítica
ha sido siempre clara y precisa para quien quiera entenderla y reflexione
acerca de ella, porque el anarquismo es una verdadera filosofía social y
política.
Si tratamos de
caracterizar a esa filosofía social y política que es el anarquismo, debemos
comenzar por señalar como rasgo más destacado su íntima vinculación con una
determinada ética. Es tal este enraizamiento ético que se podría decir que lo
social y lo político se disuelven en lo ético-moral, y son los valores
ético-morales los que se elevan por encima de todo valor pragmático.
Contrariamente a lo que se dice, el anarquismo es una filosofía, quizás la
única, que concibe a la sociedad como estructurada sobre valores éticos.
De los valores
ético-ontológicos en los que se apoya esta filosofía destacan dos principales:
la Libertad y la Igualdad. De ellos habla todo Occidente, pero no como lo hace
el anarquismo, para el cual no son valores opuestos, ni contrarios, ni
yuxtapuestos, ni siquiera complementarios, sino valores idénticamente
necesarios el uno para el otro. No se
puede ser libre sin ser igual y no podemos ser iguales sin
ser libres. No podemos afirmar la libertad de nadie, y menos la nuestra,
sin afirmar la igualdad de todos, y a su vez para que todos seamos iguales es
necesario que afirmemos la libertad de todos y de cada uno.
Otros sistemas
sostienen también ambos valores pero no les asignan la importancia que les
asigna el anarquismo. El capitalismo afirma la Libertad pero lo hace
sacrificando la Igualdad. Defiende la libertad del opresor pero negando la
libertad del oprimido. Prueba de ello son las voces que cada tanto, cuando las
diferencias se hacen muy marcadas, se alzan reclamando más democracia social y
económica, es decir más Igualdad. En otras palabras, en el capitalismo hay
Libertad pero no para todos, porque no todos somos iguales.
Los “socialismos reales”
pecan en el otro extremo. La Libertad es algo que se puede suspender, algo
derivado, algo provisional, algo que podemos dejar de lado por tiempo
indeterminado. El valor supremo es la Igualdad y por ella se sacrifica a la
Libertad, o al menos eso dicen intentar. A la larga, la ausencia de Libertad
conlleva la aparición de nuevas desigualdades.
Para el
anarquismo, Libertad e Igualdad tienen idéntico valor, ambas son igualmente
necesarias, no es ni puede ser la una sin la otra, ninguna es sacrificable, ni
postergable, ni segunda. En caso contrario, no hablamos de Libertad sino de
explotación o no hablamos de Igualdad sino de opresión. De esta concepción
ética es que emerge esa manifestación del anarquismo que es la oposición a todo
tipo de poder permanente, al Estado y al Gobierno. Pero éste será tema de otro
día.
De la libertad y la determinación
El tema de la libertad es, en la teoría y en la práctica, central en la preocupación de los anarquistas. Sin embargo no por ello es algo agotado y, por el contrario, debe ser motivo de permanente reflexión y discusión, para ir conformando lo que entendemos y anhelamos como libertad. No en vano se han registrado más de 200 significados para la palabra, y se parece al amor en tanto que ambos se enmascaran de algo distinto cada vez que nos acercamos a ellos.
Tratando de dar sentido a las afirmaciones de un
compañero, he creído encontrar en él una identificación, en lo que se refiere a
la conducta esperada de otra persona, entre libertad e indeterminación. En
otros términos, reclamar a alguien el compromiso voluntariamente contraído que
determine una conducta, exigir el cumplimiento de la palabra empeñada que
determina sus acciones, o en caso contrario exigirle explicaciones, sería un
acto autoritario que coartaría la libertad de ese otro.
Estimo que entender la libertad como conducta
incoherente es quedarse muy corto. Más aún, esta interpretación se funda en
entender al mundo como algo predeterminado, como teniendo un destino fijado de
antemano por Dios, o por fuerzas místico-naturales incontrolables e
insondables. En ese mundo de futuro preestablecido, la misión del anarquista
(fracasada de partida) es oponerse ciegamente a toda legislación, a toda norma,
convención, regla, acuerdo o expectativa. El anarquista se concibe a sí mismo
como un héroe individual y trágico, libre porque se enfrenta a toda coherencia
y fracasado porque la coherencia está predeterminada.
Pero si bien la contingencia, el azar, es una
condición necesaria para ser libre, se queda pequeña porque no es suficiente.
La indeterminación es posible porque no hay predeterminación. En consecuencia
abre espacios para la libertad, pero no los llena porque es necesario
determinarnos. La incoherencia rompe las ataduras de la determinación, pero con ello no basta si desconocemos para qué queremos desatarnos. Si, como
decíamos arriba, se concibe al futuro como establecido e inexorable,
predeterminado aunque no sepamos cuál es, el para qué no tiene sentido y debemos dedicarnos a romper sin
esperanzas con el porvenir. En cambio si el futuro es pensado como algo que hay
que determinar, construir, crearse entre todos, entonces la indeterminación
sólo puede ser condición para determinarnos y hacernos responsables de esa
determinación.
La construcción del futuro requiere de una
voluntad firme, pero ello por si mismo no determina el curso de la acción,
solamente nos mantiene en él. La edificación de la casa que habitaremos no es
posible si a la indeterminación del futuro le sumamos la indeterminación de
nuestra conducta, e interpretamos que poner un ladrillo en su construcción es
quitarnos la libertad de no ponerlo. Entender que todo reclamo a nuestras
incoherencias con respecto a la palabra empeñada o el compromiso adquirido es
coacción o intento de arrebatarnos libertad, es equivalente al reclamo por
poner un ladrillo. Es imposible dar forma al incierto porvenir fundados en la
inconsistencia personal o en la falta de autodeterminación de nosotros mismos,
que no es otra cosa que asumir razonadamente un comportamiento coherente y con
intenciones definidas. Ser libres es ser
responsables de nosotros mismos con nosotros mismos y con los demás.
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