Miguel Ángel Hernández
En un reciente artículo de BBC Mundo reproducido por el diario El Nacional, titulado “¿Por qué las multinacionales no se van de Venezuela?”, el redactor se asombra de que en un país que supuestamente marcha al socialismo, y en el cual el gobierno ataca mediáticamente a la burguesía todos los días, las empresas transnacionales, símbolo del capitalismo más depredador y concentrado, no se vayan del mismo. Después de enumerar las supuestas dificultades que tendría la empresa privada para hacer negocios en Venezuela, el mismo redactor de la nota nos da la respuesta a la pregunta de por qué no se van.
La explicación está en la cuantiosa renta petrolera que le confiere al país condiciones especiales para los empresarios nacionales y extranjeros. Para las transnacionales, acostumbradas a nadar en aguas turbulentas, y con todos los recursos financieros y tecnológicos a su disposición, las supuestas trabas burocráticas gubernamentales, no son un obstáculo para seguir haciendo negocios.
De acuerdo al periodista, la explicación es muy sencilla. El país es uno de los principales productores de petróleo del mundo. El costo de producir un barril al día es 10 veces menor al precio que se obtiene en el mercado mundial por el mismo. El diferencial que es aproximadamente de 90 dólares, entra al torrente económico del país, estando así a la disposición de todas las empresas. Además, el ser país petrolero le garantiza a Venezuela tener siempre abierto el crédito externo.
El periodista para explicar las razones del por qué no se van, se apoya en el economista Angel García Banchs, que no podía ser más claro al responder la pregunta: "Esto le permite a las empresas amasar una renta que no es producto de su estrategia; que no es gracias a su eficiencia o su productividad, sino a que hay mucha liquidez monetaria”. Esto lo complementa Maxim Ross, quien afirma que "Venezuela tiene una economía demasiado rentable como para que una empresa decida dejarle un hueco que ya tiene a otra". Las dos últimas citas corresponden a economistas neoliberales, libres de toda sospecha de socialismo.
No es extraño oír entonces elogiosas frases hacia el gobierno venezolano de parte de altos jerarcas de diversas transnacionales. Por ejemplo, la imperialista Chevron expresaba su "orgullo" por la alianza que ha trazado con el gobierno venezolano en la industria petrolera, por medio de las empresas mixtas. Y poco después, Waleska Miguel, gerente de Comunicaciones y Asuntos Públicos de Coca Cola Venezuela, aseguraba que esa empresa tiene una “extraordinaria” operación en el país. Otras empresas, como las petroleras Repsol, ENI, Total, entre muchas otras transnacionales tienen concesiones por 40 años en nuestro país.
Hace pocos días, en plenas protestas estudiantiles, Repsol firmó un convenio de financiación por 1.200 millones de dólares con Pdvsa, el cual tiene como objetivo el desarrollo de la empresa mixta Petroquiriquire. Este acuerdo fue precedido por otros como los de la china Cnpc por 4.010 millones de dólares, otro con la estadounidense Chevron por 2 mil millones de dólares, uno de 1.000 millones de dólares con Gazprom y otro por 1.760 millones con la italiana ENI.
Evidentemente están convencidas de que Venezuela, más allá del discurso, no está ni siquiera en tránsito hacia el socialismo. El apoyo reciente a las inversiones de la Nestlé y las asociaciones del Estado venezolano en empresas mixtas con Samsung y Peugeot muestran que se trata de una orientación estratégica del gobierno, más allá del ámbito petrolero.
Es decir que en el “socialismo del siglo XXI”, las transnacionales obtienen la parte del león de la renta petrolera y son el sector burgués privilegiado por el gobierno. Estas no tienen que hacer grandes esfuerzos, ni inversiones cuantiosas. Los recursos del petróleo están allí, a disposición de las transnacionales para hacer pingües negocios con el menor riesgo. Por ello la economía venezolana es tan rentable y es lo que explica que las transnacionales continúen en el país, copando cada vez mayores espacios.
No es casual entonces que el jefe de uno de los principales grupos económicos del país, quizás el más transnacionalizado de todos, Gustavo Cisneros, le haya confesado al presidente Maduro su disposición a venirse a vivir a Venezuela y “contribuir de corazón con el plan de paz”.
En un reciente artículo de BBC Mundo reproducido por el diario El Nacional, titulado “¿Por qué las multinacionales no se van de Venezuela?”, el redactor se asombra de que en un país que supuestamente marcha al socialismo, y en el cual el gobierno ataca mediáticamente a la burguesía todos los días, las empresas transnacionales, símbolo del capitalismo más depredador y concentrado, no se vayan del mismo. Después de enumerar las supuestas dificultades que tendría la empresa privada para hacer negocios en Venezuela, el mismo redactor de la nota nos da la respuesta a la pregunta de por qué no se van.
La explicación está en la cuantiosa renta petrolera que le confiere al país condiciones especiales para los empresarios nacionales y extranjeros. Para las transnacionales, acostumbradas a nadar en aguas turbulentas, y con todos los recursos financieros y tecnológicos a su disposición, las supuestas trabas burocráticas gubernamentales, no son un obstáculo para seguir haciendo negocios.
De acuerdo al periodista, la explicación es muy sencilla. El país es uno de los principales productores de petróleo del mundo. El costo de producir un barril al día es 10 veces menor al precio que se obtiene en el mercado mundial por el mismo. El diferencial que es aproximadamente de 90 dólares, entra al torrente económico del país, estando así a la disposición de todas las empresas. Además, el ser país petrolero le garantiza a Venezuela tener siempre abierto el crédito externo.
El periodista para explicar las razones del por qué no se van, se apoya en el economista Angel García Banchs, que no podía ser más claro al responder la pregunta: "Esto le permite a las empresas amasar una renta que no es producto de su estrategia; que no es gracias a su eficiencia o su productividad, sino a que hay mucha liquidez monetaria”. Esto lo complementa Maxim Ross, quien afirma que "Venezuela tiene una economía demasiado rentable como para que una empresa decida dejarle un hueco que ya tiene a otra". Las dos últimas citas corresponden a economistas neoliberales, libres de toda sospecha de socialismo.
No es extraño oír entonces elogiosas frases hacia el gobierno venezolano de parte de altos jerarcas de diversas transnacionales. Por ejemplo, la imperialista Chevron expresaba su "orgullo" por la alianza que ha trazado con el gobierno venezolano en la industria petrolera, por medio de las empresas mixtas. Y poco después, Waleska Miguel, gerente de Comunicaciones y Asuntos Públicos de Coca Cola Venezuela, aseguraba que esa empresa tiene una “extraordinaria” operación en el país. Otras empresas, como las petroleras Repsol, ENI, Total, entre muchas otras transnacionales tienen concesiones por 40 años en nuestro país.
Hace pocos días, en plenas protestas estudiantiles, Repsol firmó un convenio de financiación por 1.200 millones de dólares con Pdvsa, el cual tiene como objetivo el desarrollo de la empresa mixta Petroquiriquire. Este acuerdo fue precedido por otros como los de la china Cnpc por 4.010 millones de dólares, otro con la estadounidense Chevron por 2 mil millones de dólares, uno de 1.000 millones de dólares con Gazprom y otro por 1.760 millones con la italiana ENI.
Evidentemente están convencidas de que Venezuela, más allá del discurso, no está ni siquiera en tránsito hacia el socialismo. El apoyo reciente a las inversiones de la Nestlé y las asociaciones del Estado venezolano en empresas mixtas con Samsung y Peugeot muestran que se trata de una orientación estratégica del gobierno, más allá del ámbito petrolero.
Es decir que en el “socialismo del siglo XXI”, las transnacionales obtienen la parte del león de la renta petrolera y son el sector burgués privilegiado por el gobierno. Estas no tienen que hacer grandes esfuerzos, ni inversiones cuantiosas. Los recursos del petróleo están allí, a disposición de las transnacionales para hacer pingües negocios con el menor riesgo. Por ello la economía venezolana es tan rentable y es lo que explica que las transnacionales continúen en el país, copando cada vez mayores espacios.
No es casual entonces que el jefe de uno de los principales grupos económicos del país, quizás el más transnacionalizado de todos, Gustavo Cisneros, le haya confesado al presidente Maduro su disposición a venirse a vivir a Venezuela y “contribuir de corazón con el plan de paz”.
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