Anabasis
En julio de 1957, en la localidad italiana de Cosio di Arroscia, tres grupos de vanguardia artística (la Internacional Letrista, el Movimiento Internacional por un Bauhaus Imaginista y el Comité Psico-Geográfico de Londres) fundan la INTERNACIONAL SITUACIONISTA, con el propósito explícito de destruir el arte e intentar una construcción más libre de la vida. En la estela de (y rompiendo con) otras vanguardias como el surrealismo o el propio letrismo, arman todo un repertorio de intervención en la realidad para la "construcción de situaciones": el urbanismo unitario, la psicogeografía, la pintura industrial, la deriva, el desvío ("detournement")... Establecida en un puñado de países, en la I.S. destaca desde su fundación la sección francesa y, en ella, la figura fundamental de Guy Debord (director de la revista central, Internationale Situationniste), pero hay que citar otros personajes de esta primera época como Asger Jorn, Michelle Bernstein, Pinot-Gallizio, Constant, Alexander Trocchi... Políticamente, se puede hablar de un posicionamiento más o menos trotskista o de ultraizquierda. La influencia de grupos como Socialisme ou Barbarie (nucleado en torno a Cornelius Castoriadis --seudónimos: Pierre Chalieu, Paul Cardan...--) le aportarán en buena medida una perspectiva comunista consejista, y personajes como Henri Lefebvre la de la importancia de la crítica de la vida cotidiana.
Precisamente, en torno al cambio de década, la Internacional Situacionista emprende un giro brusco en su orientación y papel, abandonando los aspectos más artísticos, depurándose la composición de la organización y su propia estructura. En 1960, Debord y Canjuers elaboran los "Preliminares para una definición de la unidad del programa revolucionario" como plataforma de discusión entre la I.S. y Socialismo o Barbarie; en este texto, la reconstrucción de la vida cotidiana se liga indisolublemente a la lucha anticapitalista, mientras que la crítica del espectáculo (con la ausencia total de intervención por parte de la población espectadora) se sitúa en el centro de la crítica social. Los situacionistas van afilando una crítica radical del capitalismo avanzado occidental sin perder de vista lo que ocurre en los países donde impera el capitalismo de Estado; todos los conflictos mundiales de envergadura (la independencia de Argelia, la revuelta de Watts, la "pseudorevolución pseudocultural" China, la Guerra Árabe-Israelí...) serán objeto de unos análisis originales y, las más de las veces, escandalosos para la ortodoxia cultural y política. Su crítica está marcada por un tono y un contenido que percibe bastante lúcidamente los signos de una próxima crisis en unas condiciones sociales marcadas por una mercantilización del ocio y de todas las esferas de la vida y el papel creciente (la dictadura) de la publicidad y de los medios de comunicación: "todo lo que antes se vivía directamente se aleja ahora en una representación"; este avance de la alienación no deja de ser problemático, y la citada crisis se aprecia en torno al descontento juvenil (formación de bandas, hooliganismo, delincuencia), a la creciente insumisión obrera (absentismo, sabotaje, huelgas salvajes no mediatizadas...), la ruptura de las normas morales y sexuales, la crisis de la familia... Como grupo minoritario, y reducido con los citados cambios organizativos prácticamente a la sección francesa, la I.S., que delimita claramente sus límites respecto de todo el complejo cultural francés modernista de la época, no obstante, "sabe esperar".
A finales de 1966, con el llamado "Escándalo de Estrasburgo", las ideas situacionistas van a conocer una amplificación tremenda. Algunos de sus partidarios en esta universidad acceden a la dirección de la rama local de la Unión Nacional de Estudiantes Franceses (U.N.E.F.) con el programa declarado de destrucción de la misma. Con el dinero de la organización, editan miles de copias del pronto famoso opúsculo De la miseria en el medio estudiantil..., firmado por el situacionista Mustaphá Khayati.
En 1967, verían la luz las dos obras teóricas claves: el Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones de Raoul Vaneigem, y La sociedad del espectáculo de Debord. Mientras la primera es una afirmación radical de la subjetividad revolucionaria, el segundo es un tratado críptico donde se perfila un análisis unitario del capitalismo en las nuevas condiciones de la sociedad de consumo, del espectáculo, "una relación social entre personas mediatizada por imágenes", y donde detrás de un sinfín de frases desviadas y dobles sentidos, se pueden pulsar las influencias claras de Hegel, Marx o el Lukács de Historia y consciencia de clase. Estos años conocen un buen puñado de interesantes polémicas con otros grupos radicales en Francia, así como unas posibilidades (truncadas) de expansión de la crítica situacionista en Inglaterra, Estados Unidos o Italia.
Los primeros meses de 1968 contemplan una gran agitación en las universidades francesas, ejemplificada en la crisis de Nanterre, con la actuación y la represión del grupo de los "Enragés", una auténtica banda de estudiantes y no estudiantes dedicada a trastocar completamente la vida universitaria; curiosamente o no, desde estas coordenadas, en Mayo la subversión se generaliza, primero a todos los centros de enseñanza y pronto, a las fábricas, en lo que se convierte en la mayor huelga general de la Historia; unas semanas en las que todo fue posible. La I.S. va a asociarse con los "Enragés" y promoverán el Comité por el Mantenimiento de las Ocupaciones (C.M.D.O.); su papel e influencia es inversamente proporcional a lo ínfimo de sus efectivos, animando a la extensión de la revuelta y a la formación de consejos obreros; aportarán, sin duda, los análisis más radicales del movimiento y darán el tono más poético de la crisis social.
Después de Mayo, sin embargo, la I.S. va a sufrir una crisis profunda (no exclusiva de este grupo) que llevará finalmente a la autodisolución, en 1972; el horizonte de la revolución social se aleja y el debate de orientación interno no lleva a ninguna parte; las exclusiones, dimisiones y descalificaciones, arrecian.
En julio de 1957, en la localidad italiana de Cosio di Arroscia, tres grupos de vanguardia artística (la Internacional Letrista, el Movimiento Internacional por un Bauhaus Imaginista y el Comité Psico-Geográfico de Londres) fundan la INTERNACIONAL SITUACIONISTA, con el propósito explícito de destruir el arte e intentar una construcción más libre de la vida. En la estela de (y rompiendo con) otras vanguardias como el surrealismo o el propio letrismo, arman todo un repertorio de intervención en la realidad para la "construcción de situaciones": el urbanismo unitario, la psicogeografía, la pintura industrial, la deriva, el desvío ("detournement")... Establecida en un puñado de países, en la I.S. destaca desde su fundación la sección francesa y, en ella, la figura fundamental de Guy Debord (director de la revista central, Internationale Situationniste), pero hay que citar otros personajes de esta primera época como Asger Jorn, Michelle Bernstein, Pinot-Gallizio, Constant, Alexander Trocchi... Políticamente, se puede hablar de un posicionamiento más o menos trotskista o de ultraizquierda. La influencia de grupos como Socialisme ou Barbarie (nucleado en torno a Cornelius Castoriadis --seudónimos: Pierre Chalieu, Paul Cardan...--) le aportarán en buena medida una perspectiva comunista consejista, y personajes como Henri Lefebvre la de la importancia de la crítica de la vida cotidiana.
Precisamente, en torno al cambio de década, la Internacional Situacionista emprende un giro brusco en su orientación y papel, abandonando los aspectos más artísticos, depurándose la composición de la organización y su propia estructura. En 1960, Debord y Canjuers elaboran los "Preliminares para una definición de la unidad del programa revolucionario" como plataforma de discusión entre la I.S. y Socialismo o Barbarie; en este texto, la reconstrucción de la vida cotidiana se liga indisolublemente a la lucha anticapitalista, mientras que la crítica del espectáculo (con la ausencia total de intervención por parte de la población espectadora) se sitúa en el centro de la crítica social. Los situacionistas van afilando una crítica radical del capitalismo avanzado occidental sin perder de vista lo que ocurre en los países donde impera el capitalismo de Estado; todos los conflictos mundiales de envergadura (la independencia de Argelia, la revuelta de Watts, la "pseudorevolución pseudocultural" China, la Guerra Árabe-Israelí...) serán objeto de unos análisis originales y, las más de las veces, escandalosos para la ortodoxia cultural y política. Su crítica está marcada por un tono y un contenido que percibe bastante lúcidamente los signos de una próxima crisis en unas condiciones sociales marcadas por una mercantilización del ocio y de todas las esferas de la vida y el papel creciente (la dictadura) de la publicidad y de los medios de comunicación: "todo lo que antes se vivía directamente se aleja ahora en una representación"; este avance de la alienación no deja de ser problemático, y la citada crisis se aprecia en torno al descontento juvenil (formación de bandas, hooliganismo, delincuencia), a la creciente insumisión obrera (absentismo, sabotaje, huelgas salvajes no mediatizadas...), la ruptura de las normas morales y sexuales, la crisis de la familia... Como grupo minoritario, y reducido con los citados cambios organizativos prácticamente a la sección francesa, la I.S., que delimita claramente sus límites respecto de todo el complejo cultural francés modernista de la época, no obstante, "sabe esperar".
A finales de 1966, con el llamado "Escándalo de Estrasburgo", las ideas situacionistas van a conocer una amplificación tremenda. Algunos de sus partidarios en esta universidad acceden a la dirección de la rama local de la Unión Nacional de Estudiantes Franceses (U.N.E.F.) con el programa declarado de destrucción de la misma. Con el dinero de la organización, editan miles de copias del pronto famoso opúsculo De la miseria en el medio estudiantil..., firmado por el situacionista Mustaphá Khayati.
En 1967, verían la luz las dos obras teóricas claves: el Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones de Raoul Vaneigem, y La sociedad del espectáculo de Debord. Mientras la primera es una afirmación radical de la subjetividad revolucionaria, el segundo es un tratado críptico donde se perfila un análisis unitario del capitalismo en las nuevas condiciones de la sociedad de consumo, del espectáculo, "una relación social entre personas mediatizada por imágenes", y donde detrás de un sinfín de frases desviadas y dobles sentidos, se pueden pulsar las influencias claras de Hegel, Marx o el Lukács de Historia y consciencia de clase. Estos años conocen un buen puñado de interesantes polémicas con otros grupos radicales en Francia, así como unas posibilidades (truncadas) de expansión de la crítica situacionista en Inglaterra, Estados Unidos o Italia.
Los primeros meses de 1968 contemplan una gran agitación en las universidades francesas, ejemplificada en la crisis de Nanterre, con la actuación y la represión del grupo de los "Enragés", una auténtica banda de estudiantes y no estudiantes dedicada a trastocar completamente la vida universitaria; curiosamente o no, desde estas coordenadas, en Mayo la subversión se generaliza, primero a todos los centros de enseñanza y pronto, a las fábricas, en lo que se convierte en la mayor huelga general de la Historia; unas semanas en las que todo fue posible. La I.S. va a asociarse con los "Enragés" y promoverán el Comité por el Mantenimiento de las Ocupaciones (C.M.D.O.); su papel e influencia es inversamente proporcional a lo ínfimo de sus efectivos, animando a la extensión de la revuelta y a la formación de consejos obreros; aportarán, sin duda, los análisis más radicales del movimiento y darán el tono más poético de la crisis social.
Después de Mayo, sin embargo, la I.S. va a sufrir una crisis profunda (no exclusiva de este grupo) que llevará finalmente a la autodisolución, en 1972; el horizonte de la revolución social se aleja y el debate de orientación interno no lleva a ninguna parte; las exclusiones, dimisiones y descalificaciones, arrecian.
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