Corriente Revolución Anarquista
Intentar dibujar un mapa político del actual movimiento anarquista en la región chilena es una tarea muy difícil e interesante, pues abre de inmediato la reflexión sobre las acciones en desarrollo y las diferentes perspectivas teóricas que las sustentan.
En este sentido, el primer elemento a considerar es la enorme diversidad presente en el mundo libertario. Diversidad que se expresa en los diferentes proyectos y acciones que se están llevando a cabo (medios de comunicación, centros sociales, editoriales, trabajo sindical, marchas, ataques directos a símbolos del poder, entre muchas otras posibilidades). Esta misma diversidad se expresa en una amplia variedad de expresiones orgánicas o asociativas que incluyen grupos de afinidad, colectivos, organizaciones sociales e instancias políticas específicas. Obviamente, esta diversidad constituye una de las mayores fortalezas del movimiento libertario y es necesario rechazar cualquier intento de homogenización o acaparamiento del discurso y las prácticas libertarias por parte de algún sector determinado.
Obviamente, esta diversidad no impide reconocer la presencia de diferentes visiones teóricas y políticas del anarquismo, las que se expresan en acciones y proyectos alternativos e incluso excluyentes. Claramente el plataformismo e insurreccionalismo, en el último tiempo se han posicionado al interior del movimiento libertario a través de acciones y planteamientos concretos. Más allá de sus respectivas consignas, constituyen visiones muy diferentes de desarrollar el potencial revolucionario del anarquismo.
El plataformismo aparece en Chile a fines de 1999 con la fundación del Congreso de Unificación Anarco-Comunista (CUAC). Si bien en un primer momento constituyó un salto organizativo importante (articulación de pequeños colectivos en una organización mayor), su accionar político pretendió homogenizar al anarquismo y absorber toda la diversidad del movimiento anarquista en su fallida “política de frentes”. Afortunadamente, aquello no ocurrió, los frentes propuestos por el CUAC no prosperaron. La única excepción a esto, fue el Frente de Estudiantes Libertarios (FEL), que a pesar de haber sido creado como un “frente de masas” del extinto CUAC, logró sobrevivir y adquirir vida propia.
Posterior al intento homogenizador del CUAC, el plataformismo en Chile se ha desarrollado a través de diferentes instancias organizativas (más o menos peleadas entre sí). Todas ellas comparten un discurso político cada vez más a alejado del anarquismo, que se centra en el concepto marxista de “poder popular”(1). El propio concepto anarquismo parece molestar al plataformismo, pues esta completamente fuera de sus consignas y conceptualizaciones teóricas(2). Más allá del discurso, las acciones desarrolladas por el plataformismo se confunden con las prácticas de cualquier grupo marxista, participando y reproduciendo las lógicas verticales de sindicatos y federaciones estudiantiles, ocultando su tendencia ideológica en su trabajo social, estableciendo alianzas con otros partidos rojos sin cuestionar sus fines o prácticas, etc.
Peor aún, el plataformismo chileno, lleva varios años autodenominándose como la única propuesta seria del mundo libertario, descalificando en innumerables ocasiones los diferentes proyectos y acciones desarrollados por otros sectores del anarquismo criollo. Al igual que la teoría leninista del partido político, el plataformismo no tolera otras voces, otros instrumentos y otras proyecciones de transformación social. Ojala fueran así de intolerantes con los rojos, con quienes gustan tanto de compartir parcelitas de poder (al menos a nivel estudiantil).
Por su parte el insurreccionalismo, ha estado presente en el movimiento anarquista en diferentes momentos históricos, sin embargo, sólo a partir del nuevo milenio, comienza a posicionarse como una de las tendencias políticas más fuertes al interior del movimiento libertario de la región chilena. Su discurso político se caracteriza por ser directo y agresivo, cuestionando toda forma de autoridad, así como las lógicas de dominación que se reproducen en los diferentes ámbitos de la vida. Lamentablemente, el insurreccionalismo sólo constituye un legítimo llamado a la rebelión, pero no enfatiza en los aspectos propositivos propios del anarquismo. La reducción del anarquismo a sus negaciones (antipolicial, antirreligión, antimilitarismo, etc.) hacen ver al anarquismo sólo como la ideología del antitodo, quitándole todo su potencial revolucionario, transformador de la realidad social. Después de todo, no queremos destruir a la sociedad, sino al poder.
Más aún, las y los insurreccionalistas criollos se han caracterizado por criticar ácidamente los diferentes esfuerzos de articulación social y política del anarquismo, reproduciendo de mala manera y sin mayores argumentos la crítica que Bonanno(3) realiza a las organizaciones anarcosindicales europeas en su texto “Movimiento Ficticio y Movimiento Real” hacia toda expresión de anarquismo organizado. Muchas veces las y los insurrectos criollos tildan de “amarillo” o “etapista”, los trabajos de otros sectores libertarios, suponiendo que quien no tenga una estética y consignas incendiarias, no debiera llamarse anarquista. El problema aumenta al no existir instancias serias de debate de ideas y argumentación, por lo que las críticas suelen darse por rumores o habladurías.
Por otra parte, el insurreccionalismo al fomentar grupos de afinidad y coordinaciones puntuales, ha permitido el ingreso al movimiento libertario a varios/as ex militantes rojos, principalmente lautaristas y miristas, que después del fracaso político de sus organizaciones de origen, han visto en el anarquismo una alternativa real de militancia. Si bien en algunos casos se trata de aportes interesantes, también ha significado la inclusión de lógicas caudillistas y ambigüedad ideológica, pues estos exmilitantes rojos tienden a mantener sesgos teóricos, mística y fetichismo en relación a su pasado partidista. Entre anarquistas y rojos, sólo debiese haber distancia, un rojo puede volverse libertario, pero rechazando su partido de origen no reivindicando sus acciones (aunque hayan sido armadas).
Nosotros como organización política anarquista, no somos insurrectos ni plataformistas (aunque nos han dicho de ambas formas en distintos momentos y lugares). Si bien podemos rescatar algunos elementos de ambas posibilidades, como la necesidad de organización política específica anarquista o el concepto de guerra social, no creemos que estas tendencias sean las únicas dos opciones posibles de anarquismo. Por el contrario, hace varios años que estamos construyendo y levantando una propuesta anarquista clasista y revolucionaria, que surge desde el seno de los conflictos sociales y se fundamenta en el concepto de autogestión. Es decir, en la organización y movilización de las y los oprimidos/as en función de sus necesidades e intereses, rompiendo con las lógicas de mercado y poder presentes en toda la sociedad a través de instancias autónomas y horizontales de participación entre trabajadores/as, estudiantes, vecinas/os, amigos/as, etc.
Nos organizamos como anarquistas, pero no queremos ser la única organización, mucho menos transformarnos en un partido. No iluminamos a nadie, pero tenemos propuestas concretas para enfrentar las injusticias sociales. Defendemos y apoyamos el legítimo derecho a rebelarse de cualquier oprimido/a sea de la forma que sea, sin embargo, creemos que la revuelta debe ir acompañada de procesos reales y cotidianos de organización social y proyectos autogestionarios. Levantamos al anarquismo como tal, sin apellidos y sin intentar sintetizar su diversidad. Nos consideramos parte de un movimiento mucho más amplio que nuestro proyecto orgánico. Valorando los diferentes trabajos y acciones anarquistas más allá de lo incendiario o no de sus consignas.
Proponemos un anarquismo que critica y propone alternativas en el mismo movimiento, en cada acción cotidiana que desarrollamos, es decir, cuando se abre un centro social, cuando se pega un afiche en la calle, cuando se participa en la reunión de pobladores/as, cuando se rompe la verticalidad de un sindicato, cuando nos enfrentamos a la policía o cuando generamos procesos de autoeducación. Proponemos levantar al anarquismo como una alternativa al capitalismo, estamos trabajando en ello y desde ya, te invitamos a sumarte a este proyecto.
¡¡Organizando la Lucha y Construyendo Autogestión!!
Notas:
(1) Concepto de tradición marxista, en Chile fue levantado principalmente por el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR). Es muy decidor que Hugo Chávez en Venezuela utilice el concepto poder popular para nombrar a los diferente ministerios de gobierno (Ministerio del Poder Popular de Educación, Ministerio del Poder Popular de Relaciones Exteriores, etc.).
(2) Es extraño que algunos plataformistas criollos, realicen foros y debates sobre el movimiento anarquista en Chile o en Sudamérica en el extranjero, principalmente en Europa. Quizás allá hablar de anarquismo tenga mejores créditos.
(3) Antonio Bonanno, compañero anarquista italiano y uno de los principales ideólogos insurreccionalistas.
[Publicado originalmente en Puñal Negro, N° 7, mayo 2012, Santiago de Chile]
Intentar dibujar un mapa político del actual movimiento anarquista en la región chilena es una tarea muy difícil e interesante, pues abre de inmediato la reflexión sobre las acciones en desarrollo y las diferentes perspectivas teóricas que las sustentan.
En este sentido, el primer elemento a considerar es la enorme diversidad presente en el mundo libertario. Diversidad que se expresa en los diferentes proyectos y acciones que se están llevando a cabo (medios de comunicación, centros sociales, editoriales, trabajo sindical, marchas, ataques directos a símbolos del poder, entre muchas otras posibilidades). Esta misma diversidad se expresa en una amplia variedad de expresiones orgánicas o asociativas que incluyen grupos de afinidad, colectivos, organizaciones sociales e instancias políticas específicas. Obviamente, esta diversidad constituye una de las mayores fortalezas del movimiento libertario y es necesario rechazar cualquier intento de homogenización o acaparamiento del discurso y las prácticas libertarias por parte de algún sector determinado.
Obviamente, esta diversidad no impide reconocer la presencia de diferentes visiones teóricas y políticas del anarquismo, las que se expresan en acciones y proyectos alternativos e incluso excluyentes. Claramente el plataformismo e insurreccionalismo, en el último tiempo se han posicionado al interior del movimiento libertario a través de acciones y planteamientos concretos. Más allá de sus respectivas consignas, constituyen visiones muy diferentes de desarrollar el potencial revolucionario del anarquismo.
El plataformismo aparece en Chile a fines de 1999 con la fundación del Congreso de Unificación Anarco-Comunista (CUAC). Si bien en un primer momento constituyó un salto organizativo importante (articulación de pequeños colectivos en una organización mayor), su accionar político pretendió homogenizar al anarquismo y absorber toda la diversidad del movimiento anarquista en su fallida “política de frentes”. Afortunadamente, aquello no ocurrió, los frentes propuestos por el CUAC no prosperaron. La única excepción a esto, fue el Frente de Estudiantes Libertarios (FEL), que a pesar de haber sido creado como un “frente de masas” del extinto CUAC, logró sobrevivir y adquirir vida propia.
Posterior al intento homogenizador del CUAC, el plataformismo en Chile se ha desarrollado a través de diferentes instancias organizativas (más o menos peleadas entre sí). Todas ellas comparten un discurso político cada vez más a alejado del anarquismo, que se centra en el concepto marxista de “poder popular”(1). El propio concepto anarquismo parece molestar al plataformismo, pues esta completamente fuera de sus consignas y conceptualizaciones teóricas(2). Más allá del discurso, las acciones desarrolladas por el plataformismo se confunden con las prácticas de cualquier grupo marxista, participando y reproduciendo las lógicas verticales de sindicatos y federaciones estudiantiles, ocultando su tendencia ideológica en su trabajo social, estableciendo alianzas con otros partidos rojos sin cuestionar sus fines o prácticas, etc.
Peor aún, el plataformismo chileno, lleva varios años autodenominándose como la única propuesta seria del mundo libertario, descalificando en innumerables ocasiones los diferentes proyectos y acciones desarrollados por otros sectores del anarquismo criollo. Al igual que la teoría leninista del partido político, el plataformismo no tolera otras voces, otros instrumentos y otras proyecciones de transformación social. Ojala fueran así de intolerantes con los rojos, con quienes gustan tanto de compartir parcelitas de poder (al menos a nivel estudiantil).
Por su parte el insurreccionalismo, ha estado presente en el movimiento anarquista en diferentes momentos históricos, sin embargo, sólo a partir del nuevo milenio, comienza a posicionarse como una de las tendencias políticas más fuertes al interior del movimiento libertario de la región chilena. Su discurso político se caracteriza por ser directo y agresivo, cuestionando toda forma de autoridad, así como las lógicas de dominación que se reproducen en los diferentes ámbitos de la vida. Lamentablemente, el insurreccionalismo sólo constituye un legítimo llamado a la rebelión, pero no enfatiza en los aspectos propositivos propios del anarquismo. La reducción del anarquismo a sus negaciones (antipolicial, antirreligión, antimilitarismo, etc.) hacen ver al anarquismo sólo como la ideología del antitodo, quitándole todo su potencial revolucionario, transformador de la realidad social. Después de todo, no queremos destruir a la sociedad, sino al poder.
Más aún, las y los insurreccionalistas criollos se han caracterizado por criticar ácidamente los diferentes esfuerzos de articulación social y política del anarquismo, reproduciendo de mala manera y sin mayores argumentos la crítica que Bonanno(3) realiza a las organizaciones anarcosindicales europeas en su texto “Movimiento Ficticio y Movimiento Real” hacia toda expresión de anarquismo organizado. Muchas veces las y los insurrectos criollos tildan de “amarillo” o “etapista”, los trabajos de otros sectores libertarios, suponiendo que quien no tenga una estética y consignas incendiarias, no debiera llamarse anarquista. El problema aumenta al no existir instancias serias de debate de ideas y argumentación, por lo que las críticas suelen darse por rumores o habladurías.
Por otra parte, el insurreccionalismo al fomentar grupos de afinidad y coordinaciones puntuales, ha permitido el ingreso al movimiento libertario a varios/as ex militantes rojos, principalmente lautaristas y miristas, que después del fracaso político de sus organizaciones de origen, han visto en el anarquismo una alternativa real de militancia. Si bien en algunos casos se trata de aportes interesantes, también ha significado la inclusión de lógicas caudillistas y ambigüedad ideológica, pues estos exmilitantes rojos tienden a mantener sesgos teóricos, mística y fetichismo en relación a su pasado partidista. Entre anarquistas y rojos, sólo debiese haber distancia, un rojo puede volverse libertario, pero rechazando su partido de origen no reivindicando sus acciones (aunque hayan sido armadas).
Nosotros como organización política anarquista, no somos insurrectos ni plataformistas (aunque nos han dicho de ambas formas en distintos momentos y lugares). Si bien podemos rescatar algunos elementos de ambas posibilidades, como la necesidad de organización política específica anarquista o el concepto de guerra social, no creemos que estas tendencias sean las únicas dos opciones posibles de anarquismo. Por el contrario, hace varios años que estamos construyendo y levantando una propuesta anarquista clasista y revolucionaria, que surge desde el seno de los conflictos sociales y se fundamenta en el concepto de autogestión. Es decir, en la organización y movilización de las y los oprimidos/as en función de sus necesidades e intereses, rompiendo con las lógicas de mercado y poder presentes en toda la sociedad a través de instancias autónomas y horizontales de participación entre trabajadores/as, estudiantes, vecinas/os, amigos/as, etc.
Nos organizamos como anarquistas, pero no queremos ser la única organización, mucho menos transformarnos en un partido. No iluminamos a nadie, pero tenemos propuestas concretas para enfrentar las injusticias sociales. Defendemos y apoyamos el legítimo derecho a rebelarse de cualquier oprimido/a sea de la forma que sea, sin embargo, creemos que la revuelta debe ir acompañada de procesos reales y cotidianos de organización social y proyectos autogestionarios. Levantamos al anarquismo como tal, sin apellidos y sin intentar sintetizar su diversidad. Nos consideramos parte de un movimiento mucho más amplio que nuestro proyecto orgánico. Valorando los diferentes trabajos y acciones anarquistas más allá de lo incendiario o no de sus consignas.
Proponemos un anarquismo que critica y propone alternativas en el mismo movimiento, en cada acción cotidiana que desarrollamos, es decir, cuando se abre un centro social, cuando se pega un afiche en la calle, cuando se participa en la reunión de pobladores/as, cuando se rompe la verticalidad de un sindicato, cuando nos enfrentamos a la policía o cuando generamos procesos de autoeducación. Proponemos levantar al anarquismo como una alternativa al capitalismo, estamos trabajando en ello y desde ya, te invitamos a sumarte a este proyecto.
¡¡Organizando la Lucha y Construyendo Autogestión!!
Notas:
(1) Concepto de tradición marxista, en Chile fue levantado principalmente por el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR). Es muy decidor que Hugo Chávez en Venezuela utilice el concepto poder popular para nombrar a los diferente ministerios de gobierno (Ministerio del Poder Popular de Educación, Ministerio del Poder Popular de Relaciones Exteriores, etc.).
(2) Es extraño que algunos plataformistas criollos, realicen foros y debates sobre el movimiento anarquista en Chile o en Sudamérica en el extranjero, principalmente en Europa. Quizás allá hablar de anarquismo tenga mejores créditos.
(3) Antonio Bonanno, compañero anarquista italiano y uno de los principales ideólogos insurreccionalistas.
[Publicado originalmente en Puñal Negro, N° 7, mayo 2012, Santiago de Chile]
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