Carlos Solero
En todas las sociedades el uso del lenguaje ha sido continúa cuestión de combate entre quienes detentan el poder y las/los que padecen los desmanes de los explotadores y dominadores. El lenguaje escrito ha ido asociado a la imposición de mandatos, según explica C. Levi Strauss desde la antigüedad a los jerarcas les interesó que quedaran registros de sus órdenes. Las llamadas tablas sumerias son un testimonio material de esta afirmación. De hecho, cabe recordar que al comienzo de la segunda guerra del Golfo (la invasión de las tropas norteamericanas a Irak), luego de los primeros bombardeos a Bagdad se ve la imagen de un soldado saqueando un museo y llevándose para la potencia imperial una réplica en metal noble de las tabillas de Sumer.
Una de las obsesiones de los conquistadores y colonizadores desde la antigüedad helénica griega y luego romana fue distinguir como bárbaros a quienes no hablaban su lengua. La pretensión de imponer un lenguaje (el de los dominantes), implica también imponer una cosmovisión, una visión del mundo y de las cosas que se pretende única y legítima.
En Latinoamérica, ya en la etapa precolombina también los Imperios buscaron imponer su dominación y su lengua, por ejemplo los jerarcas Incas respecto del pueblo Aymara. La llegada de hispanos y portugueses desde el siglo XV, implicó también un proceso de brutal conquista y colonización con imposición de religión e idioma, el intento de borramiento de las culturas preexistentes.En Asia y Africa hubo procesos similares de otras potencias imperiales como Francia e Inglaterra.
El neoliberalismo como expresión del sistema del capital mercancía, desde mediados de la década del ´70 en el pasado siglo XX, reforzó las estrategias de fabricación de eufemismos. El discurso de libertad individual, implica la omnipotencia y omnipresencia del mercado y los mercaderes.
En el mundo del trabajo flexibilización y autonomía no implican mayor libertad para los trabajadores y trabajadoras, sino mayor explotación, alienación y aislamiento. Estrategias del capitalismo para destruir los colectivos laborales y romper la trama de solidaridades. Mensajes mediáticos que generan la ilusión de acciones consumistas ilimitadas, mientras la incomunicación entre las personas es cada día mayor, pues se amplía la brecha entre los incluidos en el festín del despilfarro y quienes no acceden a lo básico en alimentación, salud, educación y vivienda.
Botellas de las que al destaparse emerge “la felicidad”, bebidas espirituosas de alcohol que aseguran la amistad, unguentos y objetos que aseguran la juventud eterna. Un mundo con imperio de las mercancías cada día más deshumanizado, con imperio de lo que G. Orwell en su novela 1984 llamaba la neolengua y el doble pensar. Desafíos del presente que requieren nuestra resistencia y lucha solidaria.
En todas las sociedades el uso del lenguaje ha sido continúa cuestión de combate entre quienes detentan el poder y las/los que padecen los desmanes de los explotadores y dominadores. El lenguaje escrito ha ido asociado a la imposición de mandatos, según explica C. Levi Strauss desde la antigüedad a los jerarcas les interesó que quedaran registros de sus órdenes. Las llamadas tablas sumerias son un testimonio material de esta afirmación. De hecho, cabe recordar que al comienzo de la segunda guerra del Golfo (la invasión de las tropas norteamericanas a Irak), luego de los primeros bombardeos a Bagdad se ve la imagen de un soldado saqueando un museo y llevándose para la potencia imperial una réplica en metal noble de las tabillas de Sumer.
Una de las obsesiones de los conquistadores y colonizadores desde la antigüedad helénica griega y luego romana fue distinguir como bárbaros a quienes no hablaban su lengua. La pretensión de imponer un lenguaje (el de los dominantes), implica también imponer una cosmovisión, una visión del mundo y de las cosas que se pretende única y legítima.
En Latinoamérica, ya en la etapa precolombina también los Imperios buscaron imponer su dominación y su lengua, por ejemplo los jerarcas Incas respecto del pueblo Aymara. La llegada de hispanos y portugueses desde el siglo XV, implicó también un proceso de brutal conquista y colonización con imposición de religión e idioma, el intento de borramiento de las culturas preexistentes.En Asia y Africa hubo procesos similares de otras potencias imperiales como Francia e Inglaterra.
El neoliberalismo como expresión del sistema del capital mercancía, desde mediados de la década del ´70 en el pasado siglo XX, reforzó las estrategias de fabricación de eufemismos. El discurso de libertad individual, implica la omnipotencia y omnipresencia del mercado y los mercaderes.
En el mundo del trabajo flexibilización y autonomía no implican mayor libertad para los trabajadores y trabajadoras, sino mayor explotación, alienación y aislamiento. Estrategias del capitalismo para destruir los colectivos laborales y romper la trama de solidaridades. Mensajes mediáticos que generan la ilusión de acciones consumistas ilimitadas, mientras la incomunicación entre las personas es cada día mayor, pues se amplía la brecha entre los incluidos en el festín del despilfarro y quienes no acceden a lo básico en alimentación, salud, educación y vivienda.
Botellas de las que al destaparse emerge “la felicidad”, bebidas espirituosas de alcohol que aseguran la amistad, unguentos y objetos que aseguran la juventud eterna. Un mundo con imperio de las mercancías cada día más deshumanizado, con imperio de lo que G. Orwell en su novela 1984 llamaba la neolengua y el doble pensar. Desafíos del presente que requieren nuestra resistencia y lucha solidaria.
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