Pablo Stefanoni
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, parece haber
decidido que a las críticas por sus giros ridículos se responde con más
ridículo. Sus intervenciones desde el famoso pajarito hasta acá parecen ser una
serie de regalos a los medios de comunicación y al antichavismo mundial. No sé
si los estrategas bolivarianos habrán evaluado lo...s costos y beneficios de
tales escenificaciones, pero lo cierto es que las cifras muestran una economía
que no estalla sólo por el flujo constante de los ingresos petroleros (el
propio Hugo Chávez habló en una oportunidad de “socialismo petrolero”) pero que
se degrada día a día.
La semana pasada, Maduro exhibió, como si se tratara de las
apariciones de vírgenes, una foto de la pared de un túnel en la que se ven unas
líneas que parecen dar forma a un rostro humano, según él del mismísimo Hugo
Chávez. “Abre la toma, camarada”, dice el presidente al camarógrafo mientras
hace el anuncio en la televisión. “Es la mirada de la patria, que está en todos
lados, inclusive en fenómenos que no tienen explicación”, prosiguió. La foto
“fue tomada por trabajadores a las dos de la mañana”; luego la imagen
desapareció como había aparecido, sin dejar rastros.
Este tipo de culto a la personalidad, con tintes
sobrenaturales, solo existe en Corea del Norte. La biografía oficial de Kim
Jong-il asegura que dos arco iris y una nueva estrella de gran brillo
anunciaron su llegada al mundo, “enviado por los cielos”, el 16 de febrero de
1942 en una cabaña en un campamento guerrillero secreto en la falda del Monte
Paektu, un lugar sagrado donde se supone que su padre estaba luchando contra
los invasores japoneses. Cuando murió, en 2011, “una furiosa tormenta de nieve
hizo una pausa, el cielo brilló con un deslumbrante color rojo sobre el Monte
Paektu”. En la ciudad de Hamhung, una grulla de Manchuria voló en círculos sobre
la estatua de Kim Il-sung (padre de Kim Jong-il y presidente eterno), se posó
en un árbol, inclinó la cabeza (un gesto de respeto) y echó a volar de nuevo,
camino de Pyongyang. El problema es que la sociedad venezolana está a años luz,
en las antípodas, de la norcoreana, desde cualquier punto de vista que se
considere.
Con este tipo de apelaciones a un Chávez sobrenatural,
Maduro busca un doble objetivo: consolidar su poder, que es un poder “derivado”
del propio Chávez y confirmado por las urnas por estrecho margen, y enfrentar
una severa situación económica, en la que las cifras de inflación bordean el
50% anual. Los chistes no se hicieron esperar: es más fácil que aparezca Chávez
que los productos de primera necesidad que escasean.
Cuando pensábamos que ya estaba todo dicho, esta semana nos
enteramos que Maduro “adelantó la Navidad”, preocupado por las elecciones
municipales del 8 de diciembre. Y la cosa no se quedó en palabras, el gobierno
montó una imponente feria navideña en el Parque Los Caobos, en Caracas. “Hoy,
viernes primero de noviembre, quisimos decretar la llegada de la Navidad porque
queremos la felicidad para todo el pueblo, la paz para todos. La navidad
temprana es la mejor vacuna para cualquiera que quiera inventar bochinches y
violencia”, dijo Nicolás Maduro durante una recorrida por el parque temático,
en medio de denuncias de golpes y conspiraciones opositores. Pero, ¿hacía falta
todo eso para adelantar el pago de los aguinaldos?
Esto es la continuación de la creación del Viceministerio de
la Suprema Felicidad, que parece combinar utilitarismo liberal del siglo XVIII
y XIX con la neolengua orweliana en "1984".
No es necesario reivindicar un socialismo iluminista tipo
Bernstein para sentirse incómodo con estas actuaciones del presidente venezolano.
La dificultad es que la “alternativa” interna es Diosdado Cabello, un
representante de la boliburguesía y de sectores militares.
Hay mucho en juego en Venezuela, y el riesgo de que termine
como el sandinismo en 1990 -con una derrota política y moral- es cada vez más
real. Pero ese desmoronamiento sería un retroceso para toda América Latina y
para el conjunto de la izquierda.
@pabloAstefanoni
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