Pablo Stefanoni
En los últimos días, el debate sobre una posible
intervención militar de EEUU en Siria agitó las aguas de la izquierda. Sin
duda, nadie apoya un posible ataque norteamericano para el que Obama está
juntando votos en el Congreso, pero ¿qué decir del régimen de Bachar Al Asad?
Ahí vienen las discrepancias. Los sectores nacional-estalinistas, con el
argumento de oponerse a Washington, compran el paquete del nacionalismo sirio
con moño rojo incluido, transformándolo en un heroico resistente al imperio.
Para ello se han dado a la tarea de echar lodo contra quienes, desde la
izquierda, no están dispuestos a llenar de flores al oftalmólogo de Damasco que
heredó el poder directamente de su padre. Sin duda, como ponen en evidencia las
recientes “primaveras árabes”, la situación del mundo árabe es muy compleja y,
como las izquierdas son muy débiles y no inciden mucho, eso obliga a tomar
partido por bandos ajenos, en general uno más malo que el otro. Tampoco, como
se vio en estos días, la derecha mundial tiene consenso sobre Siria.
Las paradojas abundan. Por ejemplo: la monarquía
de Arabia Saudí apoya activamente la resistencia contra el régimen sirio, pero
al mismo tiempo, apoya con igual convicción al nuevo régimen militar egipcio y
odia a los Hermanos Musulmanes (apoyados por Qatar), Pero el régimen militar
egipcio cree que los rebeldes sirios son un peligro incluso mayor que Al Asad.
La gran paradoja es que los grandes vencedores del golpe egipcio son el premier
israelí Netanyahu, los Saudíes ¡y Asad! Eso mismo reconoció en una entrevista
el secretario del PC sirio al festejar el reciente –y sangriento– derrocamiento
del Gobierno de los Hermanos Musulmanes en Egipto. (Paréntesis: el Partido
Comunista sirio –que varios pro-Asad de izquierda utilizaron estos días para
fundamentar sus posiciones– es un aparato fosilizado que forma parte del
régimen de Asad –la mayoría de sus líderes e intelectuales más prestigiosos
están en la oposición desde hace mucho tiempo–).
El conocido experto en estrategia Edward N.
Luttwak, investigador del Center for Strategic and International Studies,
definió cínica y sorprendentemente dónde está el interés de EEUU en este
embrollo: “La Administración Obama debe resistir la tentación de intervenir con
mayor fuerza en la guerra civil de Siria. Una victoria de cualquiera de los
lados sería igualmente indeseable para los Estados Unidos. En este punto, un
estancamiento prolongado es el único resultado que no sería perjudicial para
los intereses estadounidenses” (NYT, 24/8/2013). Simplificando mucho: si gana
Assad gana Irán (y Hizbolá); si ganan los rebeldes gana Al Qaeda. “La guerra
está siendo librada por caudillos menores y peligrosos extremistas de todo tipo”.
“Sólo hay un resultado que posiblemente pueda favorecer a Estados Unidos: un
empate indefinido… [Por eso] El mantenimiento de un punto muerto debe ser
objetivo [de Washington]… Esta estrategia en realidad se aproxima a la política
del Gobierno de Obama hasta el momento”, concluye el analista. Los israelíes
están también divididos, muchos creen que la “revolución siria” no fue en
absoluto una buena noticia, ya que Asad es el mejor (y más previsible) entre
los enemigos posibles.
Algunas de complejidades trataron de ser
expuestas por Santiago Alba en su artículo Siria: la intervención soñada
(1/9/2013) –que se encuentra en la web–. Alba escribió que después de meses de
silencio frente a la represión asadista, la “’indignación moral’ de algunos
anti-imperialistas… suena en mis oídos tan odiosamente hipócrita como las
invocaciones de la ‘democracia’ y el ‘humanitarismo’ por parte de los
imperialistas”. Los nacional-estalinistas le saltaron a la yugular. Pero hay
malas noticias para quienes combinan estalinismo y nacionalismo en una ensalada
indigesta: en su próxima hoguera polpotiana deberán incluir a un académico y
activista que acaba de entregarse a los brazos del imperio. Nada menos que Noam
Chomsky, que escribió algo parecido a Alba. Cito largo para que no queden dudas
de su traición:
“Durante mucho tiempo, en el mundo árabe y en
otros lugares han sido sede de ilusiones sobre el poder sobrenatural de los
Estados Unidos, que controla todo a través de conspiraciones y tramas
complejas. En esta visión del mundo, todo lo que ocurre puede ser explicado en
términos de conspiraciones imperialistas. Esto es un error. Sin lugar a dudas,
los Estados Unidos siguen siendo una gran potencia y capaz de influir en los
acontecimientos, pero no siempre son capaces de manipularlos a través de
conspiraciones complejas: esto está más allá de sus capacidades. Por supuesto
que los estadounidenses tratan de hacerlo, pero también pueden no conseguirlo.
Lo que ocurrió en Siria no está fuera de nuestro entendimiento: Comenzó como un
movimiento de protesta popular y democrático exigiendo reformas democráticas,
pero en lugar de responder a ella de una manera constructiva y positiva, Asad
ha respondido con la represión violenta. El resultado habitual de un curso de
acción es o bien un éxito aplastante de las protestas o, si no, verlas
evolucionar y militarizarse, y esto es lo que ocurrió en Siria. Cuando un
movimiento de protesta entra en esta fase vemos las nuevas dinámicas en juego:
por lo general, el aumento de los elementos extremistas y brutales en las
primeras filas” (entrevista de Mohammed Attar para la Fundación Heinrich Böll,
11/7/2013).
Como decía Alba, puede ser cierto, al mismo
tiempo, que el régimen sirio masacre a su propio pueblo incluso con armas
químicas, y que EEUU mienta sobre las armas químicas sirias.
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