Por: José Hernández
Director Adjunto
El personaje: el sacerdote capuchino Miguel Ángel
Cabodevilla lleva 35 años en Ecuador. El misionero es uno de los precursores de
la defensa de los pueblos indígenas ocultos de la Amazonía y lucha para evitar
su exterminio.
Miguel Ángel Cabodevilla conoce como pocos el
Yasuní y sus pueblos. En esta entrevista critica las ocurrencias en el debate y
hace una propuesta: parar un año la explotación y estudiar en serio la zona.
- El Gobierno dio unos argumentos para empujar el
plan A. Ahora los cambia para aplicar el plan B. Usted que conoce la zona y sus
pueblos, ¿qué piensa de esto?
- Lo veo como una perversión. La primera víctima de
esta guerra es como siempre la verdad. El Gobierno dice una parte de la verdad
y oculta otra parte. Cuando el Presidente dice, por ejemplo, que va a quedar
afectado el uno por 1000 puede ser cierto si se refiere a la ocupación
territorial. Pero de ninguna manera, y él lo sabe, si se refiere a la capacidad
de afectación. No hay cosa que ponga más furiosos a los grupos en contacto que
el ruido del helicóptero. Cuando se descubre su casa desde el cielo, ellos
pueden atacar porque se sienten absolutamente inermes, desesperados. La
afectación no es solamente el territorio. No se dice toda la verdad.
- Entonces, ¿la otra víctima en este debate es la
razón?
- Sí, por eso últimamente no me gusta entrar en
debates porque no se discute racionalmente. No se dan datos ni razones de
fondo. La gente dice ocurrencias.
- El debate se está haciendo alrededor de una
disyuntiva: Conservar o explotar. ¿Plantearlo en esos términos es correcto?
- Me parece que no porque, en primer lugar, el
Yasuní ya está explotado. Algunos se acaban de enterar de que el Yasuní será
afectado. ¡Por Dios, allí hay operaciones petroleras desde hace tiempo! Hemos
tenido matanzas, una este año, otra grande en 2003. Bastantes muertes que no
han sido catalogadas. El Yasuní está afectadísimo.
Esta campaña la veo más como una campaña política
que como una campaña racional. ¿Conviene a Ecuador cambiar de modelo de
desarrollo? No me puedo meter en esas cosas porque no tengo conocimientos.
Sería absurdo hacerlo. Pero también pido yo a algunos que no se metan donde no
entienden. Primero habría que poner racionalidad al asunto.
- ¿Por dónde empezaría usted?
Por ver la realidad, las cosas que ya están en el
Yasuní. Y preguntarse, ¿qué significaría más esta explotación? Habría que
empezar por ahí.
- ¿La pregunta debiera ser, entonces, si se debe
seguir afectando esa zona y a sus pueblos?
- Eso es, ver realmente lo que queremos. ¿Dejar
limpio el Yasuní? Si fuera así tendría que salir mucha gente. ¿Qué tipo de
afectación habrá? Lo que ocurre es que se ocultan cosas. Por ejemplo: ¿se va a
hacer una operación por helicóptero? No, hace mucho que hay una vía en el
bloque 31.
Me parece absurdo tratar de discutir una cosa en
Quito sin conocer la realidad, sin haberla seguido paso a paso y sin poner un
poco de frialdad en el asunto. Todo esto lo veo como un caos y en el caos
siempre salen perdiendo los pequeños.
- ¿Qué cree que es lo más sensato hacer desde el
punto de vista de los indígenas de la zona?
Desde el punto de vista de los quichuas,
naporunas, huaoranis, como desde luego de los grupos que están ocultos ahí,
sería mejor no afectar más la Amazonía. Eso sería preferible. No tengo los
argumentos necesarios para decir si eso a la nación le es posible o no.
En ese argumento de la necesidad económica,
también se siguen diciendo medias verdades. Cuando el señor Wilson Pastor dice
que se debe explotar para salir de la pobreza y que necesitamos dos
generaciones, se contradice porque él dice que lleva 40 años al frente de ese
negocio. 40 años son casi tres generaciones y ahora necesitan otras dos.
Entonces se necesitan cinco. Por eso digo que continuamente se falsea. Para un
país es malo la mentira y la ocultación; es malo no enseñarnos a afrontar las
verdades. Y las verdades son duras. Enfrentemos la verdad, seamos democráticos
y la mayoría que decida, pero con la verdad.
- ¿Cuáles son los ingredientes de la realidad y los
términos racionales que se debieran poner sobre la mesa en este debate?
- Me parece difícil porque llevamos mucho tiempo
viviendo sobre conceptos vacíos. No solo ahí. También hay conceptos
antropológicos y etnográficos que se han manejado desde puntos de vista
erróneos.
- ¿Quiere poner un ejemplo?
- Cuando se dice que los indígenas son los grandes
protectores del bosque o los enamorados de la vida de la selva. O cuando se
dicen que hay que escuchar las organizaciones indígenas para que ellos den los
parámetros para decidir algunas cosas. Hablemos de los huaoranis. Cuando dicen
no hay mejores conocedores de la selva que ellos estamos diciendo una media
verdad, porque la selva actual no es la selva de los huaoranis. La selva está
poblada de petroleros, de madereros, de ONGs, de misiones, de intereses
económicos de unos y de otros. Y en esa selva real, los huaoranis son su
primera víctima. No dominan esa selva porque les abruma, les supera.
- Si la situación de los pueblos ahí es suficientemente
grave, ¿en qué puntos una nueva explotación pudiera afectarles?
- Habría dos afectaciones. Las que se refieren a
los grupos indígenas ya instalados y las afectaciones a los grupos no
contactados. Cualquiera que ve su vida, que los conoce desde hace tiempo, sabe
que el petróleo ha significado un choque tan fuerte que los ha desequilibrado
totalmente.
Los pueblos indígenas orientales son lentos,
necesitan la lentitud. Justo lo que una industria como el petróleo no puede dar
porque con los cambios que produce se sienten sobresaturados. Te cuento una
anécdota: el sábado pasado yo estaba en la feria de Pompeya y veía a los
huaorani en un comedor. Había muchachos jóvenes que trabajan en la petrolera y
cuatro o cinco viejitos convertidos en pordioseros. Les he conocido en su casa
y a ningún joven se le habría ocurrido negar la comida a un abuelo. Nosotros
tuvimos que darles de comer. Cuando les llevé a la mesa de al lado, le pregunté
a su nieto: ¿pero cómo no le da de comer a su abuelo? Es mi plata, me dijo.
Las compañías meten cosas que en principio no son
nocivas, como el sueldo o el trabajo. Pero en ese tipo de civilizaciones pueden
causar estragos tremendos y romper las familias y lo que era su mundo. Ahora
tienen prisa: quieren decidir en 15 días lo que harán en el Yasuní. Pero para
conocer se necesita más tiempo y no nos lo conceden. No tienen tiempo para una
explicación larga. No tienen tiempo para una maduración con respecto a los
grupos contactados, no contactados o grupos ocultos.
- Sobre estos grupos, el Gobierno primero aceptó
que había que protegerlos. Ahora desaparecieron del mapa o niegan que por ahí
transiten. ¿Cuál es su análisis sobre este tema?
Es una utilización desde de mi punto de vista. Es
como si escucharas a un profesor que te enseña matemáticas decir que dos y dos
son seis. Me causa vergüenza ajena ver cómo se utiliza esto y ver cómo lo
utilizan algunos de ellos contra su razón, porque saben perfectamente que no es
así.
Le dije al señor Presidente en una ocasión que ellos
han hecho inversiones en esa zona que me parecen muy buenas, pero jamás han
invertido seriamente en el conocimiento de los grupos en contacto. Y si se
quería explotar bien, la primera inversión era esa: tratar de conocer en serio
sistemáticamente lo que pasa ahí, cómo es la selva, qué gente hay ahí. Esto no
se ha hecho.
- Y si hubiesen invertido, ¿qué hubiesen
descubierto?
Primero, que siempre ha habido más gente de la
que han dicho y eso está probado. Lo está por las matanzas. Ellos han dicho, a
cada vez que tenían que explotar, que aquí no hay, que están más allá, que no
hay evidencias de que existan. El señor Pastor dice una cosa que me parece de
un cinismo tremendo, porque aquí el argumento es al contrario: si ustedes
realmente quieren proteger a esta gente, primero tenemos que tener evidencias
de que no están. Esa es la evidencia que necesitamos; no la contraria.
Ahora se juega sobre las palabras. Si son
contactados, si no lo son, si son ocultos... ¿en este tema, cuál es el asunto
de fondo?
Que ahí hay unos grupos, unas familias y clanes
distintos que no siempre se llevan bien entre ellos, que tienen una antigua
tradición de trashumancia a lo largo de unos largos corredores -unos este-oeste
otros norte-sur- que han caminado durante siglos.
Luego de la muerte de Ompure dijeron esto con
mucha claridad: nosotros intentamos seguir nuestro camino pero ahora está
cortado. Está está cortado por la vía Maxus. Me sorprendió, cuando oí esa
entrevista, que una vía suponga para ellos un obstáculo tan grande. Ellos que
salvan obstáculos terribles en la selva pero no podían atravesar ese camino
raro por el cual pasan objetos a toda velocidad. En esa entrevista decían: no
tenemos nuestro camino hacia el sur, hacia nuestras tierras.
Pienso, aunque no tengo datos de los últimos años
y por eso no lo puedo decir con rotundidad, que hay otros grupos más al sur.
Grupos en el campo que es ahora el 31 y otros grupos más hacia la frontera con
el Perú.
- ¿Cómo explica que sobre un tema tan importante,
los gobiernos procedan sin información cierta?
Me pregunto ¿cómo puede ser que con este problema
llevemos 15, 20 años y Ecuador no haya creado un equipo de especialistas e
investigadores? Porque sobre esto va, primero, de la vida de esta gente, de la
economía del país y de que no se armen estos caos de palabrerías. ¿Cómo puede
ser que esto no haya ocurrido?
Este gobierno ha cambiado muchas cosas, pero en
esa zona del Oriente da la impresión de que algunas cosas permanecen muy
parecidas. Cuando escucho a un señor que lleva cuarenta años al frente del
petróleo, digo esto no ha cambiado. Son los mismos. Y si son los mismos me
imagino que su intencionalidad, su idea y sus resultados son los mismos.
Hay otro poder, que es mejor no nombrar, que está
muy cercano al petróleo y que tiene una gran influencia en la zona. Fuerzas que
no sé hasta qué punto el Ejecutivo domina. Me extraña que tantas cosas hayan
cambiado en el país y, sin embargo, el tratamiento hacia los pueblos sin
contacto continúe siendo el mismo.
Lo cierto es que en el texto que usted escribió
sobre la matanza, se ve que la violencia se incrementa porque esos pueblos se
sienten acorralados.
Sin duda. por eso digo que la afectación va mucho
más allá que el territorio. La explotación petrolera trajo consigo esa terrible
invasión no solo de colonos sino también de otros indígenas y, naturalmente,
esas invasiones son las que los han constreñido muchísimo.
Cuando se quiso hacer la zona intangible se tuvo
que tener en cuenta las concesiones petroleras, a los colonos y a otra gente.
Entonces hemos ido siempre por detrás de la realidad. Por eso pregunto: ¿cuándo
nos vamos a situar en la realidad? En esta discusión que escucho estos días, la
gente no quiere la realidad porque es costosa, difícil, compleja, fastidiosa y,
a veces, dura. Es mejor moverse en esta turbiedad de supuestos conceptos que no
se ajustan a lo que realmente ocurre en el parque Yasuní.
Hace dos meses decíamos en Alemania que
necesitábamos dinero para proteger a esta gente y ahora decimos que no hay esa
gente. Te imaginas desde el extranjero las personas a las que se pidió la
plata, ¿qué pueden estar pensando de esta batahola, de este guirigay de
grillos?
- ¿Está pidiendo que se pare y se el dé una
oportunidad a la razón?
Sí, un pare de un año y estudiar a fondo y en
serio, destinando recursos, esa zona. El país recibiría ayuda de gente
extranjera que colaboraría a gusto.
Me suena sensato lo de parar. El movimiento en
esa zona me parece tan desmesurado respecto a los pobladores, a la capacidad de
compresión, de reacción y de asimilación que si se pudiera, por lo menos, no
aumentarlo sería un gran logro. Si hay otras alternativas económicas me
parecería absolutamente sensato no estropear más esa zona.
Tendríamos que tratar de explotar, invertir más
en turismo y otras cosas. Hay comunidades indígenas que se han metido en el
camino del turismo y les está yendo bastante bien no solo en términos económicos
sino sociales. Hay menos conflictos familiares, menos tensiones porque en el
Oriente -es una cosa que no se estudia- hay una proporción muy grande de
suicidios entre los muchachos indígenas. Ellos están agobiados por este mundo
que les ha caído encima y ante el cual no pueden reaccionar.
- ¿Se debe entender que se les propone siempre un
canje que termina para esos pueblos en un verdadero etnocidio?
Esas cosas me parecen increíbles. Yo digo: ¿qué
personas son las que han ideado esto? Me parece una cosa de ovnis. Este apuro
que han tenido algunos funcionarios en ser los nuevos recreadores del Oriente,
de querer hacer una nueva creación porque lo anterior no vale, donde todo tenga
el sello de este Dios.
En las mitologías indígenas de la Amazonía siempre
hay dos personajes: uno que nosotros llamaríamos Dios, porque es una fuerza que
crea las cosas, y otra fuerza que dice no, no quiero hacer. Es un diablo e
intenta también ser un creador.
Esta segunda creación, en esos relatos
amazónicos, siempre sale fatal y, de ahí salen los mosquitos y las pinchos de
las chontas. Todo lo que nos perjudica es de alguien que quiso alterar la
naturaleza, el ritmo de la creación natural. Recuerdo a menudo esas narraciones
indígenas porque creo que hay una sabiduría del tiempo, de la pausa, de la
paciencia que se tiene que tener. Cuando veo estas cosas, digo estamos
volviendo otra vez a esos tiempos míticos y no aprendemos de lo que está dicho
en los libros.
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