Daniela Alarcón
Desinformemonos.org
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La coyuntura política se muestra profundamente desfavorable
a los pueblos indígenas, pues el gobierno de Dilma Rousseff mantiene estrecha
relación el agronegocio y determinó detener la demarcación de tierras indígenas.
La tardanza por parte del Estado brasileño en concluir el
proceso de demarcación de la tierra indígena tupinambá de Olivença –donde viven
alrededor de 4 mil 700 indígenas, en más de 20 comunidades, entre las cuales se
incluye Serra do Padeiro–, contribuye al agravamiento del conflicto en la
región. Los indígenas son atacados a balazos, les incendian sus viviendas y les
roban su producción agrícola.
Con el objetivo de frenar la violencia impulsada por
individuos y grupos contrarios al reconocimiento de los derechos territoriales
del pueblo indígena tupinambá, en el sur del estado de Bahia, Brasil, la Fuerza
Nacional de Seguridad estableció el 20 de agosto una base de operación en la
ciudad de Buerarema, que permanecerá 90 días prorrogables. A pesar de la
presencia policial, el sábado 24 de agosto incendios criminales quemaron
viviendas y bienes personales de indígenas que viven en la zona urbana de
Buerarema, en represalia a la movilización indígena en defensa de su
territorio. Además, los tupinambás denuncian que el viernes 23 fue robada parte
de su producción agrícola de harina de yuca, mientras comerciantes no-indígenas
que los apoyan son agredidos y sus tiendas, atacadas.
Los recientes actos de violencia contra los indígenas
comenzaron el miércoles 14, alrededor de las 20 horas, cuando un camión que
transportaba estudiantes de la Escuela Estatal Indígena Tupinambá Serra do
Padeiro (EEITSP) – localizada en una de las comunidades que conforman la tierra
indígena tupinambá de Olivença – fue atacado a balazos por uno sicarios. Nadie
recibió disparos, pero fragmentos del parabrisas que se rompió hirieron a dos
estudiantes no-indígenas, Lucas Araújo dos Santos, de 18 años, y Rangel Silva
Calazans, de 25. Según la indígena Magnólia Jesus da Silva, profesora y
directora de la escuela, los dos jóvenes están bien, pero Lucas sigue con un
fragmento de vidrio alojado cerca del ojo derecho. “No podemos llevar el chico
al hospital, porque corremos riesgo”, afirmó
El viernes 16, un grupo de no-indígenas bloqueó por varias
horas la carretera que atraviesa Buerarema. Por lo menos tres vehículos de
organismos gubernamentales que transitaban por la ruta fueron detenidos e
incendiados por los manifestantes. Uno de los vehículos transportaba indígenas,
también niños, que iban a recibir cuidados de salud en un hospital cercano. No
hubo heridos. Una agencia de Banco do Brasil fue depredada y una unidad de la
estatal Empresa Baiana de Alimentos (Ebal), que comercializa alimentos para
familias de bajos ingresos, fue saqueada. Un ómnibus utilizado para transportar
estudiantes de la EEITSP también fue incendiado, en la madrugada del sábado 17,
en la localidad conocida como Vila Brasil, en el municipio de Una, cerca de la
comunidad de Serra do Padeiro. El vehículo estaba estacionado y nadie salió
herido. Según relatos de los indígenas, el propietario de la empresa de
transportes contratada por la Secretaría Estatal de Educación está recibiendo
amenazas, incluso a través de una radio local, para que deje de atender a los
indígenas, o de lo contrario, más de sus vehículos serán incendiados.
En la mañana del martes 20 de agosto, en Buerarema, los
manifestantes prendieron fuego a otros tres vehículos de organismos
gubernamentales, uno de los cuales era de la Fundación Nacional de Salud
(Funasa) y otro, del Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria
(Incra). En declaraciones a la prensa, los no-indígenas involucrados en las
protestas acusan a los indígenas de los actos de violencia, a pesar de que las
imágenes divulgadas por los medios de comunicación locales no dejen espacio a
dudas de que las acciones violentas fueron practicadas por no-indígenas.
Los tupinambás – no solo de Serra do Padeiro, sino también
de otras comunidades en el interior de la tierra indígena – relatan que sufren
amenazas cotidianas. Debido a la tensión, los tupinambás no están circulando
fuera de su tierra, lo que provoca significativos perjuicios económicos, al
impedir la comercialización de su producción agrícola, además de dificultar el
acceso a servicios de salud, entre otros impactos. “Nos dijeron que si los
indígenas vamos a la ciudad, moriremos”, informó una tupinambá.
La disputa territorial
Los recientes ataques se inscriben en un cuadro de intenso
conflicto territorial. El proceso de reconocimiento, por parte del Estado
brasileño, de la tierra indígena tupinambá de Olivença comenzó en el 2004, como
resultado de la larga presión y exigencia de sus derechos por parte de los
indígenas. Cinco años después, el organismo indigenista oficial brasileño, la
Fundación Nacional del Indio (Funai), aprobó los estudios de identificación de
la tierra indígena, que quedó delimitada a cerca de 47 mil hectáreas, entre los
municipios de Buerarema, Ilhéus y Una, en el sur del estado de Bahia. Incumpliendo los plazos perentorios
establecidos legalmente, el Ministro de Justicia, José Eduardo Cardozo, no ha
firmado el instrumento jurídico requerido para que tengan lugar las etapas
finales del proceso de reconocimiento de la tierra indígena. De acuerdo con
datos oficiales de 2009, cerca de 4 mil 700 tupinambás viven en el área.
Sin embargo, la actual coyuntura política brasileña se
muestra profundamente desfavorable a los pueblos indígenas y comunidades
tradicionales – el gobierno de Dilma Rousseff mantiene estrecha relación con
liderazgos del agronegocio y, recientemente, determinó la paralización de los
procesos de demarcación de tierras indígenas en curso. La ilegal y abusiva
demora del proceso de demarcación de la tierra indígena tupinambá de Olivença
hizo que el Ministerio Público Federal (instancia del Poder Judiciario
brasileño) presentara acciones jurídicas, responsabilizando al Estado por
incumplir su obligación de proteger los derechos indígenas, conforme lo ordenan
la Constitución Federal de 1988 y tratados internacionales de que Brasil es
signatario, como la Convención 169 de la Organización Internacional del Trabajo
(OIT). Al violar sistemáticamente los plazos legales para la conclusión de la
demarcación, el Estado brasileño contribuye al agravamiento de las tensiones en
la región.
Desde el comienzo de su movilización, los tupinambás han
sufrido violencia intensa. Además de haber sido blanco de emboscadas, llevadas
a cabo por no-indios, fueron víctimas, principalmente entre 2008 y 2010, de
recurrente violencia policial, en la que se comprobó la utilización de
armamento letal, detenciones ilegales de líderes y uso de tortura.
Representantes del poder público – como el diputado federal Geraldo Simões (del
Partido de los Trabajadores, PT) y la diputada estatal Ângela Souza (del
Partido Social Cristiano, PSC) –, en declaraciones a la prensa regional,
difundieron prejuicios contra los tupinambás e incitaron a la violencia. De
igual modo, el presentador de radio Rivamar Mesquita, de la Radio Jornal de
Itabuna (ciudad cercana a la tierra indígena), es conocido por sus frecuentes
declaraciones anti-indígenas. Esos hechos motivaron denuncias por parte de
entidades como Amnistía Internacional. Recientemente, la Comisión de Asuntos
Indígenas de la Asociación Brasileña de Antropología difundió una nota
denunciando los ataques contra los tupinambás.
En el 2004, los tupinambás iniciaron el proceso de
recuperación de su territorio tradicional, reocupando tierras que les habían
sido arrebatadas. La penetración masiva de no-indígenas en el territorio de los
tupinambás comenzó a fines del siglo XIX, cuando la región se convirtió en la
principal frontera agrícola del estado de Bahia, con el establecimiento de
plantaciones de cacao. Entre los años de 1920 y 1940, ese proceso se
intensificó. Los indígenas que no migraron para las zonas urbanas, se
mantuvieron en pedazos de tierra muy reducidos o se convirtieron en empleados
en haciendas de cacao, en condiciones extremas de precariedad, en algunos casos
incluso como mano de obra esclava.
Las acciones de recuperación territorial llevadas a cabo por
los indígenas – conocidas como retomadas de tierras – tienen el objetivo de
presionar al Estado para que el proceso de demarcación de su tierra avance, así
como para resolver problemas concretos de las familias indígenas, que, en
muchos casos, viven en situación de pobreza extrema e incluso de hambre. Las
retomadas también responden a principios
de la cosmología de los tupinambás, según los cuales aquellas tierras son
habitadas por entidades no humanas conocidas como encantados, lo que hace que
los indígenas tengan el deber de proteger el territorio.
En entrevista concedida al Consejo Indigenista Misionario
(Cimi), entidad de apoyo a las luchas indígenas, después de la emboscada contra
el camión que llevaba los estudiantes, el cacique Rosivaldo Ferreira da Silva,
conocido como Babau, subrayó: “Ya son muchos años de espera, de sufrimiento, de
humillación, y somos considerados invasores de nuestras propias tierras. Ellos
constantemente nos transforman en reos, cuando, en realidad, somos víctimas de
esta situación humillante”.
Campaña
El lunes 26 de agosto, fue lanzada una campaña para exigir
la urgente conclusión del proceso de demarcación de la tierra indígena
tupinambá de Olivença, que incluye el apoyo mediante firmas. Investigadores que
han trabajado junto a los tupinambá de Olivença divulgaron una carta pública
(entregada a las autoridades y órganos federales competentes) en la que
enfatizaron que solamente con la finalización del proceso de demarcación
terminará el clima de violación a los derechos indígenas y de violencia en la
región.
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