Rafael
Iribarren
Ni
cambiando el gobierno ni con otra constituyente
Cada vez,
significativamente, se habla más de la necesidad de “convocar una
constituyente”. Aunque principalmente en la oposición; también dentro del
chavismo; que siempre ha rechazado la idea; la rechaza; y siempre bloqueó
terminantemente iniciativas que en esa dirección en varias ocasiones y áreas se
han impulsado desde sus mismas bases. Aparte las motivaciones e intereses
concretos de esos sectores; de sus expectativas y en relación a su viabilidad
concreta en el contexto actual de control chavista, mediante el CNE, de
cualquier proceso de votación; que el tema esté en la agenda política, hasta en
la de las altas cúpulas y figuras de la oposición, es demostrativo de que
existe la consciencia de la crisis nacional es compleja y profunda; de que no
se solucionará con un simple cambio de gobierno o régimen. De que no va a ser,
o sería, suficiente con la eventual salida del chavismo del poder.
La crisis
nacional, estructural, profunda, ciertamente no se resuelve con un simple
cambio de gobierno; con la eventual sustitución de este mal gobierno, por otro,
según, “bueno”; como el que han ofrecido la MUD y Capriles sería el que harían.
Pero tampoco, con una Constituyente como las más de treinta que hemos tenido,
incluidas las dos últimas de 1961 y 1999. Pues cabe preguntarse, sobre qué
sería lo que se quitaría de la constitución actual; y sobre qué, lo que se pondría en la nueva o
reformada; resultado de dicha Constituyente que promueven sectores de la
oposición; que por sí mismo, por ya no estar, y, por ahora sí estar en el nuevo
texto; sería clave para que el país avanzara hacia salir de la crisis en que
estamos y se profundiza inercialmente, hace ya tres largas décadas. Ni “la
institucionalidad” consagrada en la constitución del 61; ni la de la del 99;
como ninguna de las anteriores; sirvieron para impedir las variantes de
autoritarismo y las perversiones del ejercicio del poder; el desconocimiento y
la manipulación de sus contenidos; que durante sus cincuenta años de vigencia
se acumularon; sin nada que las impidiera.
Para ir
hacia la soberanía ciudadana frente al Poder
Pues la
verdadera cuestión de fondo, estructural, de la crisis nacional; histórica; la
de la soberanía ciudadana concreta, real, frente al poder; que dicha
“soberanía” es inexistente; y es solo
constitucionalmente declarativa; nunca se planteó en su verdadera dimensión en
ninguna de las constituyentes que en doscientos años hemos tenido y que
produjeron sus respectivas constituciones. La idea de que “La soberanía reside
en el Pueblo quien…”; que ha estado en todos nuestros textos constitucionales;
no pasa ha pasado de ser una retórica cómica; ni ahora, menos, con la novísima
de que la democracia venezolana es “participativa y protagónica”. Aunque, en
honor a la verdad; ni aquí en Venezuela ni en ninguna parte del mundo; la
cuestión del poder ciudadano concreto; del contrapoder ciudadano fáctico, real;
la capacidad ciudadana de frenar el autoritarismo, de confrontar el poder; ha
sido cuestión de su simple ser “consagrada” en la “carta magna”. Ninguno de los
cientos de derechos ciudadanos consagrados en la constitución, valen nada; al
no existir la garantía concreta, fáctica, de que su ejercicio pleno, su
preservación, esté, a todo evento, garantizado a cualquier ciudadano frente al
poder. Y esa es exactamente nuestra realidad. A pesar de los muchos derechos que están consagrados
constitucionalmente; el ciudadano, la ciudadanía, no existe fácticamente. La
gente aquí es el objeto de la política, de la acción gubernamental; de su
manipulación; no su sujeto. El venezolano no tiene, nunca ha tenido, ni el
menor peso en la definición de las
políticas del estado; no es sujeto de ellas; salvo votar; y ni siquiera; no es más que una cifra frente al Poder.
A lo que
vamos; cuando hablamos, no de ”una constituyente”, como se refieren quienes la
proponen hoy; sino de un “Proceso Ciudadano Constituyente”; aparte de que al final se llegue a una nueva constituyente
y hasta a una nueva constitución; es a la necesidad de que haya una
movilización y un debate ciudadano nacionales abiertos, despolarizados;
orientados a crear las condiciones concretas para en perspectiva imponer la
ciudadanización de la política; la conformación de un contrapoder ciudadano que realmente frene el
autoritarismo que en cualquiera de sus variantes, ha causado la crisis que
hemos vivido y se ha profundizado durante los últimos cuarenta y tantos años.
Por el
debate y el consenso ciudadanos, hacia una sola subjetividad nacional
Junto a la
referida inexistencia histórica, de
capacidad ciudadana alguna para confrontar y frenar el Poder; está lo
coyuntural de los acumulados de deterioro y perversión sociopolítica de los
últimos cuarenta años. La existencia concreta, no de dos países, ni de dos
sociedades; pero sí de dos
subjetividades, hoy, excluyentes y negadoras ambas una de la otra; con
vivencias opuestas, hegemonizantes, de sus vinculaciones privilegiadamente
incluyentes, de cada una con el Poder; hace insoslayable ir hacia un verdadero
y denso consenso social, ciudadano; de base; complejo y difícil, sí; pero que
es la única vía hacia la promoción y el desarrollo de correlaciones
socioeconómicas y dinámicas sociopolíticas armónicas, convivenciales;
conformadas y soportadas en la inclusión; en la distribución equitativa,
ciudadanamente consensual, de toda la
renta, todos los recursos y las
oportunidades nacionales. Y en la
soberanía ciudadana sobre lo público. En
el marco de una beligerancia ciudadana inteligente, en la existencia de un
contrapoder que imponga las condiciones a su ejercicio. No se trata, entonces
de la “gobernabilidad”; de cómo mantener en paz, controlado, el cuadro
tensional y de conflictividad general acumulados en que hoy vivimos. No se
trata de “pacificar”, de aplacar la beligerancia de un sector desde la hegemonía
del otro. Se trata de ir hacia la fluidez sociopolítica de una sola
subjetividad; plural, diversa, múltiple; específica y global; pero una;
humana.
Un
proceso constituyente originario: primero el debate ciudadano y luego la
constitución
Hablamos de
un “Proceso Ciudadano Constituyente”; cercano a la idea de una “constituyente
originaria”; negando expresamente la de la “constituyente derivada”, como han
sido todas las que tuvimos. Lo sustancial es que se promueve de forma que no será convocada desde el Poder; por ningún
factor de poder de cualquier naturaleza o signo. Según, la figura de la
“constituyente originaria”, es de origen napoleónico; en términos del discurso,
de ”la revolución primero y luego la
constitución”; porque la constituyente de la que resulte la constitución
no deriva del poder existente; sino que es “originaria”; resultado de la
revolución que es su negación. Pero en nuestro planteamiento, no está la idea
de que hay que hacer la revolución para que haya una nueva constituyente y una
nueva constitución. Partimos es de que, antes de “una constituyente”,
quién en tal caso debe estar
“convocado”, es la gente, los
ciudadanos; todos los venezolanos, todos. No solamente algunos, según, los “los
competentes”. El que está planteado en Venezuela, constituyente; primariamente
y de fondo, no es un debate académico; técnico-político. Es político. Sobre el
Poder; sobre el Poder y la gente. Por ello, lo que toca, es que todos los
venezolanos, se convoquen para SU debate, sobre el Poder; sobre cómo
bicentenariamente sin escampe se ha ejercido autoritariamente; y causando la
profunda crisis en que estamos. Para un debate libre, abierto, sobre quiénes y
cómo lo han ejercido; lo ejercen y pretenden ejercerlo. Por lo que obviamente,
no son quienes han estado ni los que están en él; quienes van a convocar y
promover una constituyente para debatir y eventualmente condicionar,
precisamente, quienes, porqué y como lo han de ejercer. Y, en tal caso, deben
seguirlo ejerciéndo.
El sentido
de “originario” que está implícito en la idea del “Proceso Ciudadano
Constituyente”; se refiere a que, primero haya el debate, ciudadano, nacional,
constituyente; para a partir de él, y luego, ir a la constituyente; y,
eventualmente a una nueva constitución. En una secuencia en la que lo esencial,
primero y prelativo, sea la movilización y el debate ciudadanos; sobre los
grandes problemas nacionales. Luego, el establecimiento de las bases para una
dinámica de consensuación ciudadana. Para finalmente, mediante una constituyente
bajo los dictados ciudadanos, y los aportes del caso académicos y
técnico-jurídicos ir a la formulación de una nueva constitución; nueva o, como
todas las anteriores, la existente modificada.
Ni
chavismo ni oposición quieren ni aceptan el debate real
La cúpulas
de ambos ismos, chavista y de oposición, en general y declarativamente rechazan
la idea de una constituyente. No porque no les atraiga la idea de reformar a
discreción la constitución, ”mejorandola” en función de hacerle
“institucional”, “constitucionalmente”, menos exigente, mas cómodo, su
ejercicio autoritario del Poder. Para evitarse seguirla manejando
“plastilinamente”; como en general ha sucedido; y ahorrarse las ristras
justificatorias de medios-citas y cuartos-citas de artículos del “Texto”.
Algunos “constitucionalistas”, lo que argumentan abiertamente, es que “no hay
las condiciones para convocarla”. Se refieren, de ambos lados, a la posibilidad
de que el hacerla; incluso como otra constituyente derivada mas; produzca un
tal debate, real, de la gente; como realmente sería, que se le saliera de las
manos. A oposicionistas y a chavistas. Que se diera, entonces sí, realmente
fuera de control; no las payasadas chavistas de los “parlamentarismos de
calle”; sino una verdadera “constituyente de calle”, cuyo desconocimiento les
sería, a todos, políticamente muy costoso.
De tal
forma que, no es que las cúpula las burocracias y los polítólogos de ambos
ismos, no quieran otra constituyente. Aunque obviamente, si rechazan
absolutamente, la descalifican; la idea
del “Proceso ciudadano constituyente” que se propone. Lo que no quieren, lo que
rechazan por encima de todo, es un verdadero debate abierto; un debate nacional, ciudadano; sobre el Poder; sobre su
relación con la crisis nacional. Y no es que el chavismo si quiere; y la
oposición no. Estando en el Poder, o en perspectiva de estarlo, nadie quiere
que se discuta sobre su ejercicio. La constituyente del 99, que, según, era
para “la reinstitucionalización del país”; y que, hasta tenía que ser “originaria”
; Chávez, ya en el Poder; en su asociación de entonces con las cúpulas
puntofijistas; degaullistamente, atropelló, comprimió, su convocatoria y
trabajo, en solo nueve meses; cuando tenía que ser, en un lapso hasta
ilimitado; en tal caso a criterio de los constituyentes. Obviamente, para que
no hubiera ni se desarrollara el verdadero debate nacional que tocaba. Y que
sigue tocando.
Ningún
factor de poder convoca; será la automovilización ciudadana
Lo que para
nosotros de partida es claro; es que nuestra coincidencia con quienes hoy
proponen “convocar una constituyente”; de oposición o gobierno; se concreta,
solo, a que de la crisis en que estamos no salimos con un simple cambio de
gobierno; y tampoco con el actual. Hasta ahí nuestra coincidencia. Partimos de
que hay que ir a la cuestión de fondo de la estructura del Poder: de las
relaciones de la gente con él. Asumimos, que de la crisis nacional, salimos o
apuntamos a una salida; solo a partir del impulso de una dinámica nacional,
ciudadana, hacia la conformación de una correlación sociopolítica, ciudadana,
de contrapoder; frente al Poder. Tal dinámica nacional, para la que hoy sí hay
condiciones subjetivas y objetivas, se dará, por la movilización organizada y
el debate nacionales, mediante lo que llamamos un “Proceso Ciudadano
Constituyente”; que para nada es convocado por cúpulas ni candidatos ni
presidentes; ni por pretendidas élites ni vanguardias. Sino que resultará de la
autoconvocatoria, de la automovilización de la misma ciudadanía; de los
sectores y asociaciones sociopolíticas en los que se da la dinámica normal de
la gente .
Caracas
06.08.13
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