* De Destrucción Masiva a Químicas: la volatil línea roja del humanitarismo armado
¿Por qué los EEUU han decidido que Siria debe desaparecer? Por las muchas sinrazones que todos conocemos de sobra. Ahora bien, ¿por qué trazaron la línea roja en el uso de armas químicas y no en cualquier otro pretexto dizque humanitario? No lo sabemos. Por lo tanto, la pregunta no es retórica. No tiene trampa ni cartón. Al formularla, sólo esperamos que se nos ayude a encontrar una respuesta razonada y razonable.
Veramente, nos extraña que las armas químicas (AQ) hayan ascendido al primer puesto en la lista de pretextos para matar industrialmente. Sin embargo, comprendemos que sus antecesoras, las armas de ‘destrucción masiva’ (en inglés, WMD) estén tan desprestigiadas como para relegarlas al basurero de la Historia puesto que, la verdad, no se desempeñaron airosamente como detonante del furor genocida. Pero nos llama la atención que las WMD no incorporaran dentro de sí las AQ cuando eran las candidatas perfectas.
Recordemos: en una de las más recientes invasiones perpetradas por los EEUU, el pretexto fue la posesión de WMD y así lo pregonaron sin tomarse la molestia de especificar qué clase de agente produciría ese mortífero y planetario efecto. Por vena audiovisual nos inocularon dosis masivas del virusterrorina anunciándonos que Saddam Hussein estaba a punto de exterminar a medio mundo pero, ¿con qué tipo de armas?: nunca nos lo dijeron.Es obvio que no hay WMD más efectiva que la bomba nuclear –incluido su hermano bastardo, el uranio empobrecido- pero resulta que el presidente Bush y su Tío Tom de bolsillo, el general Colin Powell, ni siquiera insinuaron que estuviera en poder del musulmán más laico y, por ende, más agarrotado. Ese par de genocidas, tampoco encasquetó a Hussein la posesión –no digamos el uso- de armas químicas, chocante olvido cuando todos sabíamos que el ejército irakí las había utilizado contra Irán y seguía utilizándolas cotidianamente en sus campañas de exterminio contra los kurdos. Desde 1988, rutinaria y continuadamente, Hussein las había empleado contra los iraníes y contra los kurdos pero no lo supimos hasta que el presidente irakí fue subitáneamente abducido por el Ángel del Mal y se volvió malo malísimo y, en consecuencia, los EEUU se vieron obligados a tratarle con la exquisita deferencia que reservan para sus mejores amigos –léase, Marcos, Noriega o Gadaffi-.
A la hora de preparar el ahorcamiento de su viejo amigo Hussein, ¿por qué los infames Bush y Powell, Cheney o Rumsfeld, no se acordaron de las AQ irakíes? ¿Porque tenían etiqueta gringa? Bah, no es razón suficiente dado que la inmensa mayoría de los ingenios destructores la tienen, sea made in USA, sea de su franquicia Israel. En verdad decimos que no lo sabemos: misterios de la propaganda imperialista.
Asimismo, ¿por qué han escogido precisamente las AQ dentro de la inmensa panoplia de innovaciones asesinas? Tenían mucho dónde escoger y revolver. Y es que el afán escolástico de los milicos llega al punto de clasificar las armas convencionales en: químicas, biológicas, metereológicas y/o ionosféricas (programa Aurora Activa de Alta Frecuencia, HAARP, ver Google), étnico-genéticas (en el instituto NesTzyona, lo intentaron los sionistas contra los palestinos pero fracasaron por la contigüidad genética entre ambos pueblos), agrarias (Monsanto Round-Up Ultra), cerebro-neurológicas (uso del LSD en el programa MK-Ultra), corporales (desde anfetaminas e hígado de luciopercas hasta plutonio), anti-homosexualidad (laboratorios Wright, Ohio 1994), para-psicológicas (programas ESP) y ya con la fantasía desbocada, incluso armas ‘ideológicas’ (vacuna contra el virus del pacifismo). En cuanto a las armas convencionales pero censuradas, habría que incluir el novísimo pero ya experimentado en carne palestina DIME (Dense Inert Metal Explosive) y, por supuesto, el requete-utilizado y tristemente famoso uranio empobrecido (depleted, decaído, appauvri)Resumiendo: para el sufrido ciudadano, escolástica bizantina nada debilitada sino pura.
Pero de toda esa categorización lo que más nos sorprende es la distinción entre armas biológicas y armas químicas. A nuestro juicio es una dicotomía la mar de artificiosa puesto que, en ambas, el factor fundamental es el químico. Incluso las armas menos ‘químicas’, las étnico-genéticas son manipulaciones del carbono por lo que estamos hablando de química orgánica. Comprendemos que, a efectos de ministerios, presupuestos y contratos, sea una categorización burocráticamente útil al igual que también lo es a efectos de propaganda –lo biológico parece más humano que lo químico-, pero los filósofos polemólogos no debemos caer en las provocaciones epistemológicas de los filósofos destructivistas así que, señores milicos: con su pan se lo coman.
Una vez no despejadas nuestras dudas colaterales, centrémonos en las AQ. Nuestra mayor perplejidad se centra en la relación entre las AQ industriales y las AQ artesanales. Dicho de otra forma, entre las AQ bélicas y las AQ domésticas. Nos sume en un profundísimo desconcierto observar la inmensa diferencia que se quiere establecer entre ellas cuando es obvio que son lo mismo. Las lacrimógenas nuestras de cada día son AQ. Cuando ese discípulo aventajado de la policía sionista que es el gobierno turco las “mejora” con gases aún más tóxicos, siguen siendo AQ. Incluso las pistolas y las porras eléctricas pueden considerarse como semi-AQ –no así las balas de goma porque matan o invalidan pero por física, no por química-.
En fin, todas las AQ domésticas son propagandeadas como armas civilizadas. Por ello, no es de extrañar que esa majadera bonhomía se haya extendido a los instrumentos con los que se ejecuta la pena capital. En este sentido, vemos que la cámara de gas, a punto de ser desechada por vaporosamente sucia, está siendo sustituida por la inyección letal, según nos dicen un método de ejecución más humanitario que aquellos otros que, hoy, han pasado a considerarse mucho menos compasivos y hasta insufriblemente inhumanos cuales serían la horca, el fusilamiento, la decapitación, etc., técnicas que producen heridas brutales y mortales de necesidad. Y no hablemos de la lapidación, barbarísimo procedimiento sólo concebible dentro de las culturas salvajes. La silla eléctrica se situaría en la zona gris que divide la herida del veneno puesto que la pureza de su principal efecto -una masiva destrucción o infección interna-, se ve empañada por las horrendas quemaduras infligidas a la piel del condenado. En el plano bélico-industrial, ese mismo lugar grisáceo lo ocuparía el tiro en la barriga, también intermedio entre la herida y el veneno: la bala externa inflige herida pero la muerte viene internamente por el veneno derramado por la peritonitis múltiple.
Así pues, acomplejados y estupefactos, nos preguntamos: si la suprema AQ doméstica, la inyección letal, es el súmmum de la beneficencia, ¿por qué sus homólogas industriales, las AQ bélicas, están consideradas hoy como el diablo en dos patas? Antes de respondernos o no respondernos, conviene adelantar que no contemplamos la posibilidad de que sea sustantiva la diferencia entre la guerra externa y la guerra interna; a fin de cuentas, el enemigo interno es tan enemigo como el externo -de hecho, para los franquistas es mucho más enemigo-.
Ya que no tenemos respuesta, divaguemos: un estructuralista rudimentario encuadraría todas las dudas anteriores en un gráfico en el que las abscisas jerarquizarían a las armas interiores al individuo mientras que en las coordenadas se situarían las armas que dañan el exterior del mismo sujeto. Todas las armas, cabrían entre estos dos ejes, lo interno contra lo externo, el veneno contra la herida, las vísceras contra la piel. Huelga añadir que las AQ representarían la interioridad y las armas dizque convencionales serían la exterioridad.
Ésta representación axial podría servirnos para calmar nuestra estética cartesiana pero no responde a nuestras dudas más profundas puesto que sólo nos ayudaría a ubicar dos puntos –punto herida y punto veneno- cuya (aparente) independencia mutua nos trae a mal traer porque sospechamos que no existe. Por ello, a la hora de explicarnos porqué se han escogido las terribilísimas AQ como pretexto para desmembrar Siria mientras que la inyección letal, no menos AQ, es alabada como un gran avance humanitario, sólo encontramos algunas explicacionesa cual más pobre y, confesamos, en las que no creemos. Aun así, allá que van:
a) porque las AQ ‘sirias’alimentan la paranoia frente al ántrax y la ricina, los demonios familiares del establishment gringo.
b) porque son baratas de fabricar y los EEUU quieren impedir que otras países ocupen sus nichos de mercado e incluso amenacen su cuasi-monopolio.
c) para que no se hable del uranio empobrecido, del DIME o de cualesquiera otra de las armas en proceso de investigación y ensayo contra los ciudadanos de los países malos perversísimos.
d) por puro azar, porque el asesor de turno había cenado con el satánico industrial y la señora del secretario importante hizo ojitos a la escolta novata y se olvidó del DIME y hasta del direte y así erre que erre.
Aunque no hayamos despejado ninguna duda, esperamos que, al menos, haya quedado constancia de que hemos intentado el estudio de la destructividad a través de una de sus numerosas paradojas. Por lo tanto, no diríamos que el presente ensayo de química política –o de polemiología química- es un ensayo fallido (failed) o un panfleto canalla (rogue), dicho sea en postrer reconocimiento a la indescifrable propaganda de los asesinos que lo han provocado.
¿Por qué los EEUU han decidido que Siria debe desaparecer? Por las muchas sinrazones que todos conocemos de sobra. Ahora bien, ¿por qué trazaron la línea roja en el uso de armas químicas y no en cualquier otro pretexto dizque humanitario? No lo sabemos. Por lo tanto, la pregunta no es retórica. No tiene trampa ni cartón. Al formularla, sólo esperamos que se nos ayude a encontrar una respuesta razonada y razonable.
Veramente, nos extraña que las armas químicas (AQ) hayan ascendido al primer puesto en la lista de pretextos para matar industrialmente. Sin embargo, comprendemos que sus antecesoras, las armas de ‘destrucción masiva’ (en inglés, WMD) estén tan desprestigiadas como para relegarlas al basurero de la Historia puesto que, la verdad, no se desempeñaron airosamente como detonante del furor genocida. Pero nos llama la atención que las WMD no incorporaran dentro de sí las AQ cuando eran las candidatas perfectas.
Recordemos: en una de las más recientes invasiones perpetradas por los EEUU, el pretexto fue la posesión de WMD y así lo pregonaron sin tomarse la molestia de especificar qué clase de agente produciría ese mortífero y planetario efecto. Por vena audiovisual nos inocularon dosis masivas del virusterrorina anunciándonos que Saddam Hussein estaba a punto de exterminar a medio mundo pero, ¿con qué tipo de armas?: nunca nos lo dijeron.Es obvio que no hay WMD más efectiva que la bomba nuclear –incluido su hermano bastardo, el uranio empobrecido- pero resulta que el presidente Bush y su Tío Tom de bolsillo, el general Colin Powell, ni siquiera insinuaron que estuviera en poder del musulmán más laico y, por ende, más agarrotado. Ese par de genocidas, tampoco encasquetó a Hussein la posesión –no digamos el uso- de armas químicas, chocante olvido cuando todos sabíamos que el ejército irakí las había utilizado contra Irán y seguía utilizándolas cotidianamente en sus campañas de exterminio contra los kurdos. Desde 1988, rutinaria y continuadamente, Hussein las había empleado contra los iraníes y contra los kurdos pero no lo supimos hasta que el presidente irakí fue subitáneamente abducido por el Ángel del Mal y se volvió malo malísimo y, en consecuencia, los EEUU se vieron obligados a tratarle con la exquisita deferencia que reservan para sus mejores amigos –léase, Marcos, Noriega o Gadaffi-.
A la hora de preparar el ahorcamiento de su viejo amigo Hussein, ¿por qué los infames Bush y Powell, Cheney o Rumsfeld, no se acordaron de las AQ irakíes? ¿Porque tenían etiqueta gringa? Bah, no es razón suficiente dado que la inmensa mayoría de los ingenios destructores la tienen, sea made in USA, sea de su franquicia Israel. En verdad decimos que no lo sabemos: misterios de la propaganda imperialista.
Asimismo, ¿por qué han escogido precisamente las AQ dentro de la inmensa panoplia de innovaciones asesinas? Tenían mucho dónde escoger y revolver. Y es que el afán escolástico de los milicos llega al punto de clasificar las armas convencionales en: químicas, biológicas, metereológicas y/o ionosféricas (programa Aurora Activa de Alta Frecuencia, HAARP, ver Google), étnico-genéticas (en el instituto NesTzyona, lo intentaron los sionistas contra los palestinos pero fracasaron por la contigüidad genética entre ambos pueblos), agrarias (Monsanto Round-Up Ultra), cerebro-neurológicas (uso del LSD en el programa MK-Ultra), corporales (desde anfetaminas e hígado de luciopercas hasta plutonio), anti-homosexualidad (laboratorios Wright, Ohio 1994), para-psicológicas (programas ESP) y ya con la fantasía desbocada, incluso armas ‘ideológicas’ (vacuna contra el virus del pacifismo). En cuanto a las armas convencionales pero censuradas, habría que incluir el novísimo pero ya experimentado en carne palestina DIME (Dense Inert Metal Explosive) y, por supuesto, el requete-utilizado y tristemente famoso uranio empobrecido (depleted, decaído, appauvri)Resumiendo: para el sufrido ciudadano, escolástica bizantina nada debilitada sino pura.
Pero de toda esa categorización lo que más nos sorprende es la distinción entre armas biológicas y armas químicas. A nuestro juicio es una dicotomía la mar de artificiosa puesto que, en ambas, el factor fundamental es el químico. Incluso las armas menos ‘químicas’, las étnico-genéticas son manipulaciones del carbono por lo que estamos hablando de química orgánica. Comprendemos que, a efectos de ministerios, presupuestos y contratos, sea una categorización burocráticamente útil al igual que también lo es a efectos de propaganda –lo biológico parece más humano que lo químico-, pero los filósofos polemólogos no debemos caer en las provocaciones epistemológicas de los filósofos destructivistas así que, señores milicos: con su pan se lo coman.
Una vez no despejadas nuestras dudas colaterales, centrémonos en las AQ. Nuestra mayor perplejidad se centra en la relación entre las AQ industriales y las AQ artesanales. Dicho de otra forma, entre las AQ bélicas y las AQ domésticas. Nos sume en un profundísimo desconcierto observar la inmensa diferencia que se quiere establecer entre ellas cuando es obvio que son lo mismo. Las lacrimógenas nuestras de cada día son AQ. Cuando ese discípulo aventajado de la policía sionista que es el gobierno turco las “mejora” con gases aún más tóxicos, siguen siendo AQ. Incluso las pistolas y las porras eléctricas pueden considerarse como semi-AQ –no así las balas de goma porque matan o invalidan pero por física, no por química-.
En fin, todas las AQ domésticas son propagandeadas como armas civilizadas. Por ello, no es de extrañar que esa majadera bonhomía se haya extendido a los instrumentos con los que se ejecuta la pena capital. En este sentido, vemos que la cámara de gas, a punto de ser desechada por vaporosamente sucia, está siendo sustituida por la inyección letal, según nos dicen un método de ejecución más humanitario que aquellos otros que, hoy, han pasado a considerarse mucho menos compasivos y hasta insufriblemente inhumanos cuales serían la horca, el fusilamiento, la decapitación, etc., técnicas que producen heridas brutales y mortales de necesidad. Y no hablemos de la lapidación, barbarísimo procedimiento sólo concebible dentro de las culturas salvajes. La silla eléctrica se situaría en la zona gris que divide la herida del veneno puesto que la pureza de su principal efecto -una masiva destrucción o infección interna-, se ve empañada por las horrendas quemaduras infligidas a la piel del condenado. En el plano bélico-industrial, ese mismo lugar grisáceo lo ocuparía el tiro en la barriga, también intermedio entre la herida y el veneno: la bala externa inflige herida pero la muerte viene internamente por el veneno derramado por la peritonitis múltiple.
Así pues, acomplejados y estupefactos, nos preguntamos: si la suprema AQ doméstica, la inyección letal, es el súmmum de la beneficencia, ¿por qué sus homólogas industriales, las AQ bélicas, están consideradas hoy como el diablo en dos patas? Antes de respondernos o no respondernos, conviene adelantar que no contemplamos la posibilidad de que sea sustantiva la diferencia entre la guerra externa y la guerra interna; a fin de cuentas, el enemigo interno es tan enemigo como el externo -de hecho, para los franquistas es mucho más enemigo-.
Ya que no tenemos respuesta, divaguemos: un estructuralista rudimentario encuadraría todas las dudas anteriores en un gráfico en el que las abscisas jerarquizarían a las armas interiores al individuo mientras que en las coordenadas se situarían las armas que dañan el exterior del mismo sujeto. Todas las armas, cabrían entre estos dos ejes, lo interno contra lo externo, el veneno contra la herida, las vísceras contra la piel. Huelga añadir que las AQ representarían la interioridad y las armas dizque convencionales serían la exterioridad.
Ésta representación axial podría servirnos para calmar nuestra estética cartesiana pero no responde a nuestras dudas más profundas puesto que sólo nos ayudaría a ubicar dos puntos –punto herida y punto veneno- cuya (aparente) independencia mutua nos trae a mal traer porque sospechamos que no existe. Por ello, a la hora de explicarnos porqué se han escogido las terribilísimas AQ como pretexto para desmembrar Siria mientras que la inyección letal, no menos AQ, es alabada como un gran avance humanitario, sólo encontramos algunas explicacionesa cual más pobre y, confesamos, en las que no creemos. Aun así, allá que van:
a) porque las AQ ‘sirias’alimentan la paranoia frente al ántrax y la ricina, los demonios familiares del establishment gringo.
b) porque son baratas de fabricar y los EEUU quieren impedir que otras países ocupen sus nichos de mercado e incluso amenacen su cuasi-monopolio.
c) para que no se hable del uranio empobrecido, del DIME o de cualesquiera otra de las armas en proceso de investigación y ensayo contra los ciudadanos de los países malos perversísimos.
d) por puro azar, porque el asesor de turno había cenado con el satánico industrial y la señora del secretario importante hizo ojitos a la escolta novata y se olvidó del DIME y hasta del direte y así erre que erre.
Aunque no hayamos despejado ninguna duda, esperamos que, al menos, haya quedado constancia de que hemos intentado el estudio de la destructividad a través de una de sus numerosas paradojas. Por lo tanto, no diríamos que el presente ensayo de química política –o de polemiología química- es un ensayo fallido (failed) o un panfleto canalla (rogue), dicho sea en postrer reconocimiento a la indescifrable propaganda de los asesinos que lo han provocado.
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