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Por Emir Sader
El movimiento, que se inició como resistencia al aumento de
las tarifas del transporte, fue inédito y sorprendente. Quién crea que puede captar de inmediato
todas sus dimensiones y proyecciones futuras, muy probablemente tendrá una
visión reduccionista del fenómeno, forzando la realidad para defender
planteamientos previamente elaborados, para confirmar sus argumentos, sin dar
cuenta del carácter multifacético y sorprendente de las movilizaciones.
No vamos a intentar esto en este artículo, solo queremos
sacar algunas conclusiones que nos parecen claras.
1. La anulación del aumento (de los pasajes) constituye una
victoria del movimiento y muestra la fuerza de las movilizaciones, más aún
cuando se apoyan en una reivindicación justa y posible, tan es así que se pudo
concretar.
2. Esa victoria, en primer lugar, refuerza concretamente el
criterio de que las movilizaciones populares merecen la pena, sensibilizan a la
gente, permiten hablar a toda la sociedad y sirven como fuerte factor de
presión sobre los gobiernos.
3. Además de eso, el movimiento puso en discusión una
cuestión esencial en la lucha contra el neoliberalismo: la polarización entre
intereses públicos y privados, y el tema de quién debe financiar los costes de
un servicio publico esencial que, como tal, no debería estar sometido a los
intereses de las empresas privadas, movidas por el lucro.
4. La conquista de la anulación del aumento se traduce en un
beneficio para las capas más pobres de la población, que son las que usualmente
utilizan el transporte público, demostrando que un movimiento debe buscar
abarcar no sólo las reivindicaciones de cada sector de la sociedad en
particular, sino atender las demandas más amplias, especialmente las que tiene
a ver con los sectores más necesitados de la sociedad y que tiene más
dificultades para movilizarse.
5. Tal vez el aspecto más esencial de las movilizaciones
haya sido el de posibilitar que amplios sectores de la juventud entren en la
vida política, sectores no contemplados por las políticas gubernamentales y
que, hasta aquí, no habían encontrado sus formas especificas de manifestarse
políticamente. Esta puede ser la
consecuencia más permanente de las movilizaciones.
6. Quedó claro también que los gobiernos de diferentes
partidos, unos más (los de derecha) y otros menos (los de izquierda), tienen
dificultades de relacionarse con las movilizaciones populares. Toman decisiones importantes sin consultar y
cuando se enfrentan con resistencias populares, tienden a reafirmar
tecnocráticamente sus decisiones –“no hay recursos”, “las cuentas no cuadran”,
etc.– sin darse cuenta de que se trata de una cuestión política, de una justa
reivindicación de la ciudadanía, que está apoyada en un inmenso consenso
social, que deben encontrar soluciones políticas, para lo cual los gobernantes
fueron elegidos. Sólo tras muchas
movilizaciones y de desgaste de la autoridad de los gobernantes, se toman las
decisiones correctas. Una cosa es
afirmar que se “dialoga” con los movimientos, otra es enfrentarse efectivamente
con sus movilizaciones, más aún más cuando estos resisten las decisiones
tomadas por los gobernantes.
7. Ciertamente un problema que el movimiento enfrenta son
las tentativas de manipulación externas.
Una de ellas, representada por los sectores más extremistas, que buscan
insertar reivindicaciones maximalistas, de “levantamiento popular” contra el
Estado, para justificar sus acciones violentas, caracterizadas como
vandalismo. Son sectores muy pequeños,
externos al movimiento, con infiltración policial o no. Consiguen el destaque inmediato que la
cobertura mediática promueve, pero fueron rechazados por la casi totalidad de
los movimientos.
8. La otra tentativa es de la derecha, claramente expresada
en la actitud de los medios tradicionales.
Inicialmente éstos se opusieron al movimiento, como acostumbran a hacer
con toda manifestación popular. Después,
cuando se dieron cuenta que podría representar un desgaste para el gobierno, la
promovió e intentó insertar, artificialmente, sus orientaciones dirigidas
contra el gobierno federal. Estas
tentativas fueron igualmente rechazadas por los líderes del movimiento, a pesar
de que un componente reaccionario se hizo presente, con el rencor típico del
extremismo derechista, magnificado por los medios tradicionales.
9. Es de destacar la sorpresa de los gobiernos y su incapacidad
para entender el potencial explosivo de las condiciones de vida urbanas y, en
particular, la ausencia de políticas para la juventud por parte del gobierno
federal. Las entidades estudiantiles
tradicionales también fueron sorprendidas y estuvieron ausentes de los
movimientos.
10. Dos actitudes se distinguen en el transcurso de las
movilizaciones: la denuncia de que estaban siendo manipuladas por la derecha
–cuestión claramente expresada en la acción de los medios tradicionales– y las
tentaciones de oponerse al movimiento. Y
la segunda es la de exaltar acríticamente al movimiento, como si éste encarnara
proyectos claros y de futuro. Ambas son
equivocadas. El movimiento surgió de
reivindicaciones justas, promovido por sectores de la juventud, con sus
actuales estados de conciencia, con todas las contradicciones que tiene un
movimiento de este tipo. La actitud
correcta es la de aprender del movimiento y actuar junto a él, para ayudar a
que tenga una conciencia más clara de sus objetivos, de sus limitaciones, de
las tentativas de ser usado por la derecha y de los problemas que suscitó y la
manera de llevar a cabo la discusión de su significado y mejores formas de
enfrentar sus desafíos.
El mayor significado del movimiento va a quedar más claro
con el tiempo. La derecha sólo se
interesará en sus estrechas preocupaciones electorales, en sus esfuerzos
desesperados para llegar a al segunda vuelta en las elecciones
presidenciales. Sectores extremistas
buscarán interpretaciones exageradas en el sentido de que estarían dadas las
condiciones para impulsar alternativas violentas, lo cual se vaciará
rápidamente.
Lo más importante son las lecciones que el propio movimiento
y la izquierda –partidos, movimientos populares, gobiernos– puedan sacar de la
experiencia. Ninguna interpretación
previa da cuenta de la complejidad y de lo inédito del movimiento. Probablemente la mayor consecuencia sea la
introducción de la temática del significado político de la juventud y de sus
condiciones concretas de vida y de expectativas en el Brasil del siglo XXI.
(Traducción: ALAI)
Fuente:
http://www.cartamaior.com.br/templates/postmostrar.cfm?blog_id=1&post_id=1268
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