Raúl G,
Fernando G, Paula V, Iván G, Paula A, Marta G, Bettina F.
Extraído de Indymedia Argentina
Introducción
Quienes escribimos este texto hemos transitado y transitamos
construcciones que promueven la autonomía del capital, la búsqueda de
horizontalidad, las prácticas asamblearias y la crítica al burocratismo, entre
otros rechazos resumidos en la idea de la autogestión. La intención de este
texto es aportar a la autorreflexión sobre un extenso arco de prácticas que,
con los mismos principios mencionados, han registrado un devenir difuso y poco
problematizado. También pretende ser una invitación abierta a repensarnos,
recapitulando sobre las situaciones a las que hemos arribado.
Entendemos que las prácticas que alentamos en los distintos
lugares en los que participamos no se hallan en auge en términos de potencia y
número. El impulso que diciembre de 2001 significó en cuanto a la
autoorganización popular declinó al tiempo que la delegación en las
instituciones del estado capitalista recuperó su normalidad y legitimidad. Esto
nos hizo más vulnerables frente a las políticas de los distintos gobiernos y
aumentó la dispersión.
Hemos constatado que cuando nos enfrentamos con obstáculos
no encontramos lo mejor de nosotros para superarlos, pocas veces los tomamos
como problemas a resolver. Creemos que si cooperamos y asumimos nuestros
errores y debilidades, y damos lugar al intercambio crítico vamos a estar más
fuertes y potentes.
¿Por qué ocuparnos hoy de hacer una autocrítica a nuestras
prácticas?
Porque compartimos una perspectiva sobre lo estatal, al
menos enunciada como la construcción que no tiene como objeto al Estado en
tanto institución a la cual arribar o asaltar, y promovemos una fuerte crítica
a las relaciones mercantiles de producción.
Porque entendemos que no podemos atribuir enteramente a la
lógica del capitalismo -ni a la acción del kirchnerismo o la izquierda
partidaria- el estado de dispersión y debilidad en el que se encuentran las
iniciativas que se emparentan con los principios mencionados.
Porque nos hacemos cargo de un recorrido común del que
tenemos algo para decir, sabiendo que existe una acumulación colectiva de
experiencias en la que nos amparamos. Nos negamos a despreciar las vivencias
comunes y rechazamos la idea de dejar que las experiencias colectivas que van
surgiendo tengan que empezar siempre de cero, recorrer y sufrir una y otra vez
errores ya cometidos en los movimientos sociales. Queremos asumir la
responsabilidad de nuestra presencia allí donde estamos. No queremos que el
devenir de ámbitos de coordinación o de los colectivos particulares quede
librado a las imposiciones de la coyuntura.
Porque no creemos que intentar tener una postura política
clara, mediante debates fraternales para arribar a conclusiones provisorias
entorpezca la apertura hacia nuevas preguntas, sino que es un paso necesario
para poder avanzar.
Porque sabemos que no puede haber resistencia de espacios y
prácticas que busquen cierta autonomía, en soledad y sin cooperación. No es una
tarea ajena enfrentar la dispersión y hemos aprendido que es grato y necesario
encontrar pares en los difíciles caminos que abordamos.
Flaquezas y debilidades para repensar
En los últimos tiempos y en diversas situaciones hemos
esbozado, elaborado y planteado, o recogido y aceptado las siguientes críticas:
a) Existe un desprecio por la “encarnadura real” del Estado
contra el que se pelea, de lo que han surgido intervenciones políticas que no
tuvieron en cuenta los propios límites. Esto lleva a una derrota permanente
producida por la ilusión de la posibilidad de autonomía absoluta y la elección
unilateral de las formas de lucha o resolución de los conflictos. Esta falta de
estrategia se vuelve peligrosa frente a un estado que no duda en aplicar la
violencia como forma de resolverlos, como pasó en los últimos tiempos, como
pasará siempre. Cuando los conflictos emergen solemos encontrar entre nosotros
cierto fetichismo o cosificación del estado, encontrándolo en un edificio, la
reja de una plaza, un funcionario universitario, un gobernante o el patovica de
la puerta, sin entender ni cuestionar las relaciones sociales subyacentes ni
tener en cuenta los lugares políticos efectivos de su resolución.
b) En el plano constructivo, se plantean situaciones ideales
como si se pudiesen eludir las relaciones mercantiles del presente, como si el
estado y el mercado no existiesen en toda la sociedad y no nos atravesaran.
Así, impera el sentimiento y la creencia de poder realizar “la autonomía del
capital” aquí y ahora, o en la huida de la ciudad “mercantilizante” hacia
comunidades libres, huertas ecológicas o emprendimientos autogestivos que se
creen desligados del mercado, o simplemente grupos de reflexión escindidos de
la cotidianeidad y generadores de un autodespliegue de conceptos que no dan
cuenta de las prácticas. No dudamos de las buenas intenciones de quienes
pretenden “alejarse del capitalismo”, pero sostenemos que para transformar la
sociedad hace falta algo más que discusiones abstractas y actos individuales.
c) Nos parece que hay una apropiación del sentido liberal de
la autonomía, que se traduce en posiciones individualistas y en no pensar
propuestas políticas que sean universalizables, o que puedan ser asimiladas en
forma masiva. No creemos que la automarginación genere algún tipo de cambio en
las prácticas generalizadas sino apenas una exterioridad que nos recluye al sectarismo.
Para nosotros es un desafío encontrar vasos comunicantes con el grueso de la
sociedad.
Se cae frecuentemente en el vicio de tomar una
reivindicación parcializada y elevarla a eje estratégico central, contribuyendo
a la fragmentación; no creemos tener la verdad, y no queremos automarginarnos
de las luchas sociales sólo porque éstas no se den en los términos “puros” que
nosotros imaginamos. Como contrapartida, sí entendemos que hay que encontrar
permanentemente una buena relación entre los particularismos y las cuestiones
generales.
d) Hemos encontrado un desprecio por la formación y la
discusión política que se puede leer fácilmente en las frases que se repiten
desde hace más de una década sin salir del consignismo o de un grado de
generalidad tan grande que carecen de efectividad. Se asume un lugar de
enunciación de una irreal pureza ideológica que impide la posibilidad de una
acción articulada en los ámbitos de lo cotidiano, como consecuencia se generan
microcolectivos en un ilusorio éxodo constante.
A la vez, encontramos que no hemos podido fundar espacios de
reflexión ligados a las prácticas, y abundan intentos teoricistas presos de la
externalidad a los procesos. Muchas veces cayendo en una especie de
colonialismo de esos mismos procesos obturando la posibilidad de problematizar
y salvar los obstáculos. Claramente es una forma de idealismo: se va a los
procesos con una idea, con un bagaje conceptual, sin ninguna predisposición a
contrastar lo pensado. La originalidad y el elitismo parecen ser fines en sí
mismos sin lugar para la crítica y la revisión.
e) Nuestros espacios también han generado lazos de poder
basados en una fuerte afectivización y sacralización de los vínculos personales
políticos, que redundan en liderazgos encubiertos, valorización desigual de las
palabras en función de relaciones de amistades y de pertenencia. Esto ha dado
lugar a que la crítica política muchas veces fue tomada como ataque a las
personas, o a la inversa, se han venerado afirmaciones vacías y relegado al silencio
otras voces en función de quién sea el emisor. Este problema ha trascendido las
cuestiones individuales llegando a jerarquizar a unos colectivos sobre otros.
El efecto y resultado fue que hemos sufrido escisiones, abandonos y prácticas
expulsivas.
f) Se producen identificaciones ficticias y consignistas con
procesos nunca abordados críticamente y mistificados, ajenos a nuestras
realidades, generando falsas identidades y obturando la posibilidad de asumir
identidades genuinas, que den cuenta de lo que somos y abra puentes de
integración entre quienes viven situaciones similares. Hemos demostrado gran
capacidad y disposición a movernos en situaciones solidarias pero no hemos
sabido construir dispositivos que nos nucleen en torno a problemas y obstáculos
cotidianos propios.
Estas falencias se manifiestan en un constante recomenzar,
no hemos logrado algún tipo de acumulación o construcción que se traduzca en
contrapoder –para nombrar de alguna manera a las posibilidades crecientes de
poder hacer o de desenvolver algún tipo de fortaleza a nivel local. En cambio
encontramos situaciones de movimiento constante, de desarraigo perpetuo que es
buscado como si fuera un fin en sí mismo; queremos problematizar esta
concepción de las luchas porque necesitamos poner en el orden del día la
discusión del poder, del sujeto y del propio dominio estatal capitalista.
Entendemos que en este tiempo de reflujo de las prácticas anticapitalistas es
necesario defender y dar contenido a los espacios que constituyen nuestra red; habitarlos
y persistir es una de las posibilidades además de valorar y desplegar las
riquezas con que las que ya contamos.
¿Cómo intentamos producir una propuesta anticapitalista
actual?
Creemos, como muchos, que los problemas de la sociedad en la
que vivimos no pueden ser resueltos en el marco del capitalismo. Mientras no se
alteren las relaciones de producción y su correlato en las formas de
organización social, va a continuar la profunda desigualdad que vemos a diario.
Pero también entendemos que la tensión por la reproducción del estado y el
capital sucede continuamente, cada minuto de nuestras vidas, y que por eso
nuestra lucha no puede ser en un mañana lejano, sino que tiene que ser
constante. Entendemos que esta lucha no ocurre únicamente en términos
discursivos ni en ámbitos específicos extrapolados de la cotidianeidad.
Queremos aclarar la ociosa distinción entre discursos y prácticas que parece
asomar aquí. Las palabras y los discursos son prácticas también. Lo que estamos
afirmando apunta a sostener esos discursos practicados en efectivas
intervenciones de la corporalidad militante, además. Entendemos que la
intervención corporal militante no sólo es necesaria como acción, sino también
como instancia reflexiva que nos permita vislumbrar los límites de nuestros
discursos.
¿Cómo hacer para no refugiarnos en una supuesta pureza
ideológica abstracta? ¿Cómo eludir ser arrastrados acríticamente por las
coyunturas?
Encontramos necesario plantear sin ambigüedades tres tesis
fuertes de las que no podemos escapar: 1) El estado es la forma que toma una
relación específica: la que existe entre capital y trabajo. 2) Esa relación
históricamente determinada se da en el contexto de la forma capitalista de
producir la vida social. 3) Ninguna postura que critique la dominación estatal
puede abstraerse de estas condiciones en las que necesariamente se da toda
lucha contra el estado.
Pensamos que no nos queda otra variante que habitar cierta
tensión, como lugar fértil para la acción política. Estamos inmersos en relaciones
sociales que no elegimos ni consentimos, de las que no podemos fugarnos: las
relaciones de poder atraviesan todos los espacios sociales. Sin embargo creemos
que es posible llevar una práctica anticapitalista y de desestructuración en
cada uno de ellos.
Queremos proponer llevar adelante dos líneas de
intervención, que vemos como indisolubles y estériles si no son practicadas
simultáneamente en los mismos lugares donde intervenimos:
- Una de ellas pertinente al ámbito de la creación, donde
intentamos generar procesos de relaciones comunitarias, horizontales,
autónomas, que experimenten en la construcción de una nueva sociedad. Donde se
pongan en juego otras relaciones afectivas y otros modos de sociabilidad y de
subjetivación, y obviamente profundizar los ya existentes aspirando a un
compromiso más generalizado.
- La otra faceta consiste en construir espacios de
contrapoder y organización popular que den respuesta política en enfrentamientos
claros con las clases hegemónicas y sus representantes, cuestionando tanto los
mecanismos de poder vigentes como las propias estructuras esclerosadas de
resistencia, y en ese camino que nos faciliten lograr cierta unidad o encuentro
con otros sectores aspirando a conquistas mínimas para mejorar nuestra calidad
de vida y garantizar nuestro desenvolvimiento social.
En cada hospital en el que peleamos para mejorar las
condiciones de atención, los planes de trabajo, nuestros salarios; en cada
escuela en la que intervenimos para que se pongan en práctica pedagogías
emancipadoras o lógicas de trabajo distintas estamos llevando adelante una
lucha contra la enseñanza estatal o tensionando los resultados. En cada
universidad cuando peleamos los contenidos, las formas de organización, cuando
cuestionamos los dispositivos de aprendizaje o la forma de producir saberes; en
cada barrio en el que impulsamos proyectos comunitarios y autogestivos estamos
atacando el modelo de vida individualista y consumista que nos propone el
capital. Cuando intentamos resolver nuestros problemas laborales con
independencia y bajo otras reglas de intercambio, o cuando peleamos para
resistir una ley adversa o necesitamos que se sancione otra que refuerce
nuestros derechos; aun cuando construimos sin mirar al estado como norte,
estamos peleando contra él cuando contraponemos un plan al uso que a través de
él las clases dominantes hacen de los recursos producidos por los trabajadores.
Tenemos una voz y una mirada particular que merece ser oída en otros espacios.
Solidariamente con las críticas esbozadas arriba, creemos
que la doble propuesta de intervención expresada, encontraría eco rápidamente
en compañeros y compañeras que lean estas líneas y compartan alguno o todos los
principios de acción resumidos en la idea de autogestión. Sin embargo creemos
también que, dadas las críticas también esbozadas, a cierta subjetividad
liberal-autonomista presente en nuestros colectivos, quizá sólo la primera
tenga condiciones de realización. Creemos que para que podamos desarrollar la
segunda línea de intervención es necesaria cierta dosis de subjetividad
antagonista, que le ponga el cuerpo y no sólo las palabras, a una paciente
construcción antagónica con las relaciones sociales imperantes en los lugares
cotidianos que habitamos, más allá de las explosiones coyunturales. Asimismo
pensamos que la condición para mantener una intervención más acá del éxodo
hacia un paraíso de subjetividades hermanadas, es la práctica incansable,
respetuosa y férrea a la vez, de una crítica y autocrítica a lo que hacemos a
cada paso, recogiendo las experiencias ya transitadas de forma consecuente y
alimentándola con las perspectivas de lo nuevo que no cesan de aparecer.
En resumen: en la pelea por el plan para la sociedad y en
las continuas acciones que contraponen un mundo alternativo al actual se juega
en tiempo presente el carácter de nuestras prácticas, oponiéndonos en la medida
de lo posible a la reproducción del capital. Por esto mismo queremos abrir el
juego a la discusión colectiva, que nos brinde herramientas superadoras.
Creemos que hay personas y colectivos, que están en la misma búsqueda que
nosotros en distintos ámbitos. En el barrio, en las escuelas, en las
universidades, en los sindicatos, en todos los ámbitos de la vida, somos muchos
quienes luchamos por transformar la sociedad en un sentido anticapitalista. Por
supuesto que no tenemos ninguna garantía que el camino sea fácil. Pero también,
cooperando, confiamos en ser capaces de generar una alternativa que perdure en
el tiempo y que efectivice cada día la lucha por una nueva sociedad. Ese camino
es tan deseable como necesario.
Junio de 2013.
Raúl G, Fernando G, Paula V, Iván G, Paula A, Marta G,
Bettina F.
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