Rodolfo Bejarano
El póker financiero de las materias primas
América Latina ha experimentado un boom de precios de sus
exportaciones desde los primeros años del siglo. Minerales, petróleo y otras
materias primas han llenado las arcas fiscales y las reservas internacionales
de casi todos los países de la región. Pero al mismo tiempo, los conflictos
sociales derivados de las reglas de la inversión no se han hecho esperar.
El precio del petróleo y los minerales se han multiplicado
en más de tres veces en los últimos diez años. Sin embargo, a diferencia de lo
que muchos piensan, no es el juego de la oferta y la demanda el que determina
totalmente esta situación. Como señala la Conferencia de las Naciones Unidas
para el Desarrollo (UNCTAD), son los factores financieros los que han venido
empujando los precios hacia arriba.
De un lado, la débil regulación de los mercados de derivados
financieros y las políticas que aplicaron los países desarrollados para
mantener las tasas de interés bajas impulsaron enormes flujos de inversiones
financieras hacia el ámbito más especulativo en los mercados de futuros de
materias primas. De otro, la sostenida depreciación del dólar hizo que los
agentes vendedores de estos productos busquen mayores precios para neutralizar
la pérdida de ingresos debido al efecto del tipo de cambio.
Contratos a futuro
Es así que el número de contratos de futuros de materias
primas negociados anualmente a nivel mundial ha aumentado de 418 millones de
dólares en el 2001 a 2,6 billones de dólares en el 2011, con un incremento de
más de catorce veces sobre su valor nominal. (UNCTAD, Commodities and Development Report 2012: Commodities in the
twenty-first century.)
Este fuerte aumento del volumen de las transacciones por
parte de los grandes agentes financieros –más del ochenta y cinco por ciento de
los participantes en los mercados de futuros ligados a materias primas- viene
siendo señalado como una de las causas de la desconexión que hay entre los
vaivenes de los precios y los fundamentos del mercado.
La UNCTAD publicó recientemente un documento en el que
indica que la especulación en los mercados financieros tiene una incidencia
directa sobre los precios de las materias primas, señalando que el valor de los
derivados vinculados a las materias primas representa hasta treinta veces la
producción real. (UNCTAD,
Policy Brief N° 25, setiembre de 2012. Don’t blame the physical markets:
Financialization is the root cause of oil and commodity price volatility.) Esto
crea serias distorsiones en los mercados reales, cuyo comportamiento está
fuertemente correlacionado a las decisiones financieras de compra y venta de
los agentes en los mercados financieros especulativos.
Las materias primas como negocio
Junto al proceso de financiarización de la economía, y en
permanente interacción con el mismo, se ha producido la “commoditización” de
los recursos naturales, los cuales ahora son negociados por los bancos,
empresas transnacionales y otros actores financieros como si fueran valores
abstractos, no asociados necesariamente con proyectos de inversión en el sector
real.
Las inversiones financieras relacionadas a materias primas
estaban enfocadas en un horizonte de corto plazo a través de fondos de
cobertura (hedge funds) hasta la crisis de las empresas puntocom en el 2000,
luego de la cual los inversionistas encontraron nuevas formas de diversificar
su riesgo utilizando instrumentos con posiciones de más largo plazo bajo la
forma de índices de materias primas (commodity index). Estos índices están
compuestos por una canasta que combina y pondera los precios de varios
productos, como energéticos, agrícolas y metales.
Dos de los índices más comunes son el Standard & Poor’s
Goldman Sachs Commodity Index (S&P GSCI) y el Dow Jones-American
International Group Commodity Index (DJ-AIGCI). Estos índices están compuestos
por productos relacionados al petróleo, agrícolas (maíz, soya y trigo) y
metales (aluminio, cobre y oro). El mayor peso en ambos recae en el sector
energía.
La razón de estas inversiones en índices era lograr una
mayor diversificación de las carteras de los inversionistas a través del uso de
las materias primas como una clase de activo, usando contratos sobre el precio
de intercambio de los productos a futuro. Es decir, todas las transacciones de
índices se basan en posiciones que se compran hacia adelante, o “futuros”, los
que son vendidos cuando el vencimiento se aproxima y nuevamente se compra un
futuro. Las ganancias obtenidas de estos contratos de futuros se derivan
únicamente de la diferencia de los precios entre el hoy y el mañana, por ello
es que esta actividad se considera puramente especulativa.
Los grandes volúmenes involucrados en estas operaciones y
sus expectativas de mayores precios han presionado los precios de las materias
primas al alza durante varios años. Esto solo se detuvo durante la crisis del
2008, para luego retomar su carrera ascendente.
Impacto en América Latina
Todo este escenario de especulación mundial que ha elevado
los precios de las materias primas ha contribuido a profundizar el proceso de
primarización de la economía de los países en desarrollo, especialmente de
aquellos ricos en recursos naturales como los de América del Sur. Podemos decir
que la financiarización de los bienes y las materias primas ha significado la
entrada de capitales en busca de inversiones en actividades extractivas, muchas
de ellas relacionadas a la minería e hidrocarburos.
Muchos de estos países se han especializado en algunos pocos
productos que son la base del modelo primario-exportador que sostiene sus
economías, teniendo a la vez que afrontar el creciente ingreso de divisas provenientes
de las exportaciones.
Las exportaciones de América Latina y el Caribe relacionadas
al sector energía y al sector minerales y metales ocupan gran parte de las
exportaciones totales de productos básicos, con 44.5 y 26.7 por ciento
respectivamente. (CEPAL. Panorama de la inserción internacional de América
Latina y el Caribe 2011-2012.)
La forma en que estas iniciativas extractivas -sobre todo
mineras y petroleras- se fueron instalando en las áreas de explotación de los
recursos ha traído una serie de problemas que van más allá del ámbito puramente
económico. En muchas ocasiones han impactado sobre la vida de las poblaciones
aledañas a los yacimientos y degradado y contaminado los ecosistemas.
Esta situación no ha cambiado mucho en los últimos tiempos,
a pesar de que el contexto político en la región es muy distinto debido a la
existencia de una serie de gobiernos progresistas. Se mantiene la lógica del
modelo extractivista dentro de un sistema económico primario-exportador que
continua relegando los aspectos sociales y ambientales en aras de atraer la
inversión extranjera y/o obtener las divisas necesarias para sostener las
políticas sociales de lucha contra la pobreza con las que legitiman sus
regímenes, convirtiéndolos en lo que Eduardo Gudynas define como “Estados
compensadores”, con programas que van desde las transferencias monetarias
condicionadas hasta las misiones venezolanas.
El boom de la actividad extractiva ha traído consigo una
serie de problemas asociados a la degradación del ambiente y de las poblaciones
aledañas, que han visto disminuida su calidad de vida. En América Latina, la
riqueza de recursos existente y las políticas excesivamente permisivas han
hecho que la inversión se expanda sin considerar las externalidades negativas y
las opiniones de las comunidades. Es así que con el incremento de la ejecución
de proyectos mineros se ha producido también una escalada de conflictos con las
poblaciones locales, lo que ha provocado en muchos casos la paralización de los
mismos.
Conflictos sociales
En América Latina, actualmente hay ciento setenta y dos
conflictos mineros por la oposición a proyectos percibidos como una amenaza
hacia la disponibilidad y calidad de recursos tan importantes como el agua.
Esto se ve alimentado por las malas prácticas de las empresas y la débil
institucionalidad estatal en materia ambiental.
Según el Observatorio de Conflictos Mineros de América
Latina (OCMAL), esta región es la que presenta la mayor conflictividad social
en el mundo. Perú es el primer país en la lista, con treinta y un conflictos
mineros, seguido de Chile con veintisiete, Argentina con veinticinco, Brasil y
México con veinte cada uno y Colombia con once.
Dieciocho países latinoamericanos presentan al menos un
conflicto relacionado a la minería, afectando a más de doscientas comunidades
dedicadas en su mayoría a la agricultura, actividad defendida ante la
afectación de suelos, aire y agua que provoca la incursión de la minería en sus
territorios. Los levantamientos de las poblaciones se producen casi siempre en
contextos en que las instancias gubernamentales no han dado solución a las
controversias, cuando no se han puesto incluso de lado de las empresas. Un
elemento común en los países de la región es la vulneración de los derechos de
las personas que encabezan las protestas contra empresas en operación o nuevos
proyectos que intentan instalarse sin el consentimiento de la comunidad. La
criminalización de la protesta se ha convertido en una práctica común a través
de hostigamientos, amenazas, militarización, represión policial, procesos
judiciales e incluso asesinatos.
Sin duda, las evidencias del daño ambiental y social causado
por la minería han ido generando en las poblaciones una conciencia mucho más
crítica respecto a la idea de que esta actividad es sinónimo de riqueza. En las
últimas décadas, los pasivos dejados por la industria extractiva no solo se
refieren a la contaminación, degradación ambiental y disponibilidad de recursos
-solo en Perú existen seis mil ochocientos cincuenta pasivos ambientales
mineros-, sino también a los desplazamientos, la violación de derechos, la
corrupción de autoridades, las prácticas mafiosas, etc.
Los conflictos son los síntomas de una enfermedad que
nuestros países vienen sufriendo a causa de la actividad extractivista que se
ha intensificado en los últimos años en el marco de la aplicación de políticas
de liberalización económica nacidas del Consenso de Washington. Esto se ve
agravado por el poder de los capitales y el protagonismo cada vez mayor de los
inversionistas que buscan rentabilidad a través de estructurar productos
financieros que tienen muy poco que ver con el mundo real.
Rodolfo Bejarano, ingeniero economista peruano, miembro de
la Red Latinoamericana sobre Deuda, Desarrollo y Derechos (Latindadd).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.