Pablo Hernández Parra, 17/04/2013
A
finales de febrero advertimos sobre la táctica de la dirección política militar
de la “revolución” y sus planes para mantenerse en el poder a cualquier precio,
cobijados bajo la sombra de Chávez. Dentro de esa táctica se destacaban las
amenazas de radicalismo proferidas por los líderes principales de dicha
dirección, los señores Cabello y Maduro. En aquella oportunidad el primero
declaraba: …“la oposición debió haber rezado mucho para que Chávez siguiera
vivo….Porque él era el muro de contención de muchas de esas ideas locas que se
nos ocurren a nosotros. Él imponía su liderazgo, su prudencia y su conciencia y
nos evitaba actuar en muchas ocasiones con estas ideas locas “. A lo
que de inmediato ripostó el segundo: “que la Burguesía se olvide de volver a
Miraflores”.
El brusco descalabro electoral sufrido
el 14 de abril por parte de la “revolución”, quedó plasmado precisa y
gráficamente por simpatizantes y militantes del partido oficial en un análisis
titulado “Por
qué ganamos de vaina, o por qué de vaina perdimos”, donde con toda
sinceridad reflexionan “Ganamos sí, pero creo que ha sido la
primera victoria con un desagradable y auténtico sabor a derrota. Creo que
muchos esperábamos que algunos votos se perdieran en virtud del impacto de un
liderazgo fuerte encarnado por el Comandante Chávez al que estábamos
acostumbrados”[1].
Esta sincera
confesión, ilustra con claridad el dilema y la grave situación de orfandad en la
que ha quedado el oficialismo, sobre todo en medio de una peligrosa y explosiva
realidad política y social cargada de conflictividad en medio de una inocultable
crisis económica, que puede poner fin a la hegemonía del partido militar en la
conducción del Estado venezolano.
Los tres meses de
la agonía, muerte y sepelio del presidente Chávez, no bastaron para revertir el desmoronamiento que a todas luces era
inevitable, toda vez que Chávez era el cemento que pegaba todas las fracciones
del chavismo; desaparecido éste, el debilitamiento del movimiento sería automático.
Admiten que “esperaban que se perdieran unos
votos”, pero no esperaban que en
15 días de campaña la llamada oligarquía,
encabezada por un” burguesito caprichoso”,
terminara latiéndoles en la cueva, hasta el punto de que una simple petición de
auditoría de votos, prevista en las leyes del país, se haya convertido en el
pretexto del gobierno para revertir su
inevitable agonía en una resurrección, en un vano intento por levantar el ánimo
de la golpeada base chavista por el resultado del 14 de abril.
Ante la carencia
de líderes, de programa, de política, recurren al chantaje, la mentira y la
manipulación invocando el fantasma del 11 de abril del 2002, en un vacío ensayo
por infundir confianza en una masa que, a lo largo de 14 años, solo obedeció y
siguió al único comandante supremo y
que hoy está perfectamente consciente de su más absoluta orfandad política y de
su desamparo ideológico; pero lo más dramático es que esta masa chavista se sabe en manos de “un
montón de burócratas que se están llenando la jeta profesando la edificación de
una nueva Venezuela, mientras están haciendo negocios a costillas de las
actividades del estado y de todos nosotros”(…)[2]
En las últimas 48 horas las manifestaciones y
cacerolazos en todo el país, han movilizado a ciudadanos de todos los sectores
de la población que reclaman en las calles la auditoría sobre los resultados
electorales del pasado domingo. Estas acciones han llenado de pavor al
señor Maduro y al partido de gobierno, y se han lanzado de lleno a reeditar el guión
de abril del 2002: “Hay en marcha un
nuevo golpe de Estado promovido por EEUU y dirigido por Capriles, Falcón y
López”, en esta lógica discursiva de
la dirección chavista, la solicitud de auditoría se traduce en desconocer al
gobierno y orden establecido, y ante este supremo peligro, el gobierno llama a
“enfrentarlo con toda la fuerza de la revolución”, convocando al pueblo y a las
masas chavistas a olvidarse de los resultados del 14 de abril y – como la
patria es el interés supremos y está en peligro- todos rodilla en tierra, olvidémonos de los
problemas de inflación, de devaluación, de apagones, de desabastecimiento, del
alza de todos los precios, de contratos vencidos, de reclamos laborales y
reivindicativos, de la tercerización y
los contratos sin amparo legal, del desempleo y el sub-empleo disfrazado, de la
inseguridad e impunidad que la acompaña, de los juicios y criminalización de la
protestas, de crímenes sin culpables, de las masacres carcelarias… en fin
desechemos nuestras realidades, porque todos los problemas que aquejan a las
mayorías son insignificantes, ante las
pretensiones de un burguesito que -con una auditoria- puede poner al
descubierto, que lo del 14 de abril, no fue “una simple pérdida de votos”, sino
la perdida de las elecciones.
En pocas
palabras, la camarilla político-militar gobernante ha sufrido un duro golpe que
amenaza su permanencia en el poder, pero sobre todo un revés que amenaza sus
negocios, y por ende su enriquecimiento a costa y a nombre del pueblo. Ante el pavor que esto les causa, no les
queda otra opción que distraer la atención de sus bases hacia un “falso positivo”, con lo que aspiran inútilmente
hacerse de un liderazgo efímero, insuflar falsa expectativas, desviar la
atención de los problemas apremiantes que sufren las mayorías y ganar tiempo
para mantenerse en el poder. La táctica es la del boxeador que recibe un gancho al hígado: se
abraza al contrincante, cogiendo un segundo aire.
Mientras esto
ocurre se preparan para enfrentar a su verdadero enemigo: La masa trabajadora e
informal del país, que una vez que pase la farsa-show del nuevo golpe, volverá
a tomar las calles y esta vez con más fuerza, porque resulta que los
cacerolazos y manifestaciones no solo se produjeron en las mansiones y barrios
de los oligarcas, sino también en los barrios populares. Hasta en ese “bastión
de la revolución” que se llama el 23 de Enero de Caracas, retumbó ensordecedor el ruido de las cacerolas y las protestas.
Dentro de muy
poco tiempo, luego de las amenazas, detenciones, juicios y tropelías contra la
llamada oposición y el show golpista, el señor Maduro y su gobierno tendrá que
encarar la realidad del dólar, la devaluación, los aumentos salariales, el
desabastecimiento, la inseguridad, los reclamos laborales, los pagos de la
deuda, la crisis eléctrica, la debacle de PDVSA, el desplome de las industrias
de Guayana, las importaciones, el precio de la gasolina, los nuevos precios, la
inflación, las obras inconclusas y paralizadas, pagar la gasolina importada,
etc,etc. Estos hechos los dejarán como el Rey Desnudo: Presos y enjuiciados los
dirigentes opositores, recibido el apoyo de las burocracias chupasangre de
América Latina que vendrán a chulear al gobierno en la toma de posesión, se
quedarán sin un fantasma para invocar y este ensayo militar policiaco contra la
oposición, se enfilará contra el verdadero enemigo: el pueblo trabajador y
excluido que salga a luchar por sus derechos, libertades y reivindicaciones más
elementales.
Que nadie se llame a engaño, lo que hoy se ensaya
con la oposición, en todos los terrenos, es lo que con crudeza y sin miramientos
aplicarán a los de abajo, que conocerán una vez más lo que significa “todo
el peso de la ley, la defensa del orden establecido y estado de derecho”,
cuando el capital a través de su Estado y gobierno, tenga que garantizar la paz
y seguridad, ante las crecientes protesta y luchas de los trabajadores y
excluidos, por sus reivindicaciones, protestas y libertades, que cada día se
agravaran, independientemente del resultado electoral.(Fin primera parte)
Pablo Hernández Parra, 17/04/2013
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