Por: Miguel Cabrera
Una acelerada, aunque previsible
transformación se produjo en menos de cien días en el caudal y el contenido
político del voto histórico del chavismo. Sobre la parte aritmética de esta
variación ya son muchos los que han escrito sobre el tema, así que sería
tedioso insistir en esa dirección. Prefiero más bien, ver la aceleradísima
metamorfosis operada en el contenido político del voto el pasado 14 de abril, a
partir del momento en que los fieles seguidores chavistas llegaron al centro de
votación honrando la memoria y su gratitud hacia el histórico Presidente
fallecido, para depositar su voto por Nicolás Maduro tal como se lo recomendó
su máximo líder, pero a la hora del verdad, 12 horas más tardes, se encuentra
con la cruda realidad de que quien realmente ha ganado la contienda electoral
en la era post-Chávez ha sido Diosdado Cabello. En resumen, los fieles
chavistas pensando en Chávez votaron por Maduro, pero les salió Diosdado
Cabello. ¿Preocupante, cierto?
Obviamente debe inquietar en forma extrema
las características personales del actual Presidente de la Asamblea Nacional y
del PSUV, pero más que eso, lo que realmente debe preocupar a los fieles
chavistas y perturbar al resto del país, es lo que Diosdado Cabello representa.
Además de ser la máxima expresión de la ineficiencia y el nepotismo, es el
principal representante del poder burocrático desbordado, fiel portavoz junto
con su familia de lo que hoy comúnmente se conoce como la chavo-burguesía, con
fuerte ascendencia en el aparato militar; y lo más temido por miles de honestos
chavistas, Diosdado encarna el incansablemente denunciado proyecto político de
“chavismo sin Chávez”. Esas son sus credenciales, de ahí que las bases
chavistas lo ubiquen como el jefe de la llamada "derecha endógena".
Efectivamente Diosdado es el gran ganador
de la contienda pasada, porque para nadie es un secreto que detrás del cambio
de posición de Nicolás Maduro y Tibisay Lucena, quienes en la noche del domingo
anunciaron o dejaron correr la posibilidad de una auditoría total a los votos
emitidos el 14 de abril, están sus manos y las de su gente. Así ha quedado
evidente en sus declaraciones del lunes, en sus arrogantes actitudes en el
hemiciclo de la Asamblea Nacional, y en las hipócritas expresiones de revisión
y autocrítica que supuestamente debe realizar la dirigencia del PSUV con
ocasión de las elecciones del 14-A y de sus resultados. A nadie debe engañar su
radicalismo de otoño, conociéndose que se trata de un militar de derecha que
nunca ha sido afecto a las ideas del socialismo.
En 48 horas, el verdadero emperador detrás
del trono ha dicho que desconoce a quien lo desconozca, ha asumido la voz de
mando, bajando la línea de que debe aplicarse mano dura a quien pretenda
provocar desestabilización, desarrollar guarimbas o encaminarse hacia golpes de
Estado; y no ha cesado en repetir su reflexión anecdótica favorita de que
Chávez era el único que los contenía de "sus locuras". Por supuesto,
sus locuras en ningún momento han estado inscritas en el ámbito de la lucha por
el socialismo, sino precisamente por caricaturizarlo; no por luchar por un
régimen político de plena democracia proletaria, sino de pleno autoritarismo al
servicio de las transnacionales; no de erradicación de la propiedad privada sobre
los medios de producción, sino precisamente por concentrarlos en muy pocas
manos.
¿Acaso será que Diosdado es un personaje
atípico de la situación política venezolana? Definitivamente no, él no es más
que el triste colofón de un proyecto político que en sus inicios hizo soñar a
millones de compatriotas llenándolos de esperanza sobre la justicia social,
pero que al ser un proyecto conducido por burgueses de corte nacionalista
inexorablemente está condenado a terminar como hoy se vislumbra en Venezuela, odiado
por quienes se ilusionaron hace casi 20 años y sostenido por pandillas y
burócratas de profesión que tienen por misión defender sus privilegios y los de
su estirpe.
No sé por qué extraña razón, siempre que
razono sobre la trayectoria y el posible desarrollo político a futuro de
Diosdado Cabello, no puedo dejar de emparentarlo con la figura y obra del
panameño Manuel Noriega. Quedo a la espera que algún panameño de los de antaño
que haya vivido la experiencia política de la época del General Torrijos y de
su leal gregario Manuel Noriega, para que nos ayude a desterrar o a confirmar
esta triste comparación. Y en especial que nos explique y verifique la certeza
de la famosa "Ley Machete", que buena parte de la población panameña
asegura fue decretada por el Generalísimo Noriega en sus mejores momentos, y
que dictaba "al amigo palo y al enemigo plomo".
Extraído de http://deslinde2011.blogspot.com
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